sábado, 3 de noviembre de 2012

ETAPA 15: EL CUBO DE LA TIERRA DEL VINO - ZAMORA

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Por el Camino de los Mozárabes: Vía de la Plata

Jueves 31-5-2012 - De El Cubo de la Tierra del Vino a Zamora (33,2 Km.)
Salida: 6.30 - Llegada: 13.05

No se visitó Zamora... en una hora.

Cielos despejados, sol y calor (Máx. 33ºC)



A la hora en que me preparaba el desayuno éramos varios los que ya estábamos levantados, entre ellos el alguacil Felipe, que parecía estar atento a cualquier necesidad de los peregrinos, y por un módico precio servía un café con leche y un par de magdalenas a quien lo solicitase. Siguiendo sus indicaciones, salí por la puerta del patio trasero del albergue y me dirigí hacia la Calle Mayor, enfilando hacia la salida Norte de El Cubo y dispuesto a continuar mi travesía por la Tierra del Vino.

Los primeros cinco kilómetros discurren por terreno arbolado, atravesando la dehesa del Cubeto, y en paralelo a una vía de tren abandonada, pero cuando la Cañada Real sale al Valle de la Corta el horizonte se abre otra vez en una amplia llanura.



Poco más de dos horas me lleva alcanzar Villanueva de Campeán, la única población que atravesaré durante esta jornada y cuya calle Calzada dura poco más de un suspiro. A pesar de que su censo no llega a los 150 habitantes, cuenta con una pequeña iglesia parroquial, un albergue para peregrinos y un bar abierto. El francés Michael, que me acompañaba casi desde el principio de la etapa, se detiene aquí a tomar un café para darse un primer respiro, mientras yo mantengo mi filosofía de reservar el descanso para el final y no interrumpir la marcha.



El sol no ha hecho más que empezar a desperezarse, y recorrer el camino a estas horas de la mañana aún es un paseo agradable, pero la predicción para hoy apunta a que vuelven las altas temperaturas. Aunque, si todo va bien, conseguiré terminar esta etapa antes de que el calor pueda atacarme sin piedad, porque salvo en el primer tramo, en el resto del recorrido no hay ni una sola sombra donde protegerse. Yo, por si acaso, sigo manteniendo desde el primer día la costumbre de llevar camiseta de manga larga y mi particular protección sahariana en la gorra.







De buen caminar, la pista continúa por terreno llano entre cultivos de secano, y aunque hay desvíos hacia varios pueblos de las cercanías, sigue siempre su recorrido hacia el Norte sin desviarse hacia ninguno de ellos. A escasos kilómetros de distancia, a un lado y a otro han ido quedando Peleas de Arriba, Casaseca de Campeán, San Marcial, El Perdigón y Morales del Vino. Andaba yo enfrascado en mis pensamientos hasta que, poco después del mediodía, apareció a lo lejos la torre mocha de la catedral de Zamora, señal de que la etapa de hoy iba llegando a su fin.



Por el Camino Hondo se accede a las casas bajas del arrabal de San Frontis, antes de llegar al cauce del Río Duero. Se alcanza su orilla a la altura de las aceñas de Olivares, un grupo de molinos que aprovechaban la corriente del río y que han sido recientemente rehabilitados. Desde aquí se disfruta de un magnífico recorrido hasta el Puente de Piedra en el que se puede contemplar una de las mejores vistas de la ciudad antigua, ubicada sobre la Peña Tajada, una meseta de bordes rocosos que la protegen de forma natural y que le dieron el sobrenombre de "La bien cercada".



Se accede a la ciudad atravesando el Río Duero sobre los 16 arcos del Puente Nuevo, denominado así porque, aunque se inició su construcción a finales del siglo XII, venía a sustituir a otro anterior de origen romano cuyos restos todavía son visibles aguas abajo. A partir de aquí, entrar en Zamora fue para mí como abrir una caja de sorpresas. La primera, la entrada por la Plaza de Santa Lucía, excelentemente rehabilitada en su aspecto medieval y conformada por el Palacio del Cordón y por la pequeña Iglesia de Santa Lucía, que albergan los fondos del museo provincial.





Subiendo por la Cuesta de San Cipriano se llega enseguida al albergue, que está a la vuelta de la esquina. Aunque todavía tiene sus puertas cerradas al público, uno de los hospitaleros me permite dejar la mochila allí guardada, lo que aprovecharé para continuar conociendo la ciudad durante un buen rato. A la salida paso por detrás de la Iglesia de San Cipriano y entro en la Plaza de Claudio Moyano, y todo lo que veo me gusta...



La ciudad de Zamora cuenta con unos 65.000 habitantes. Su casco antiguo, de configuración alargada y rodeado en buena parte por murallas, cuenta con un destacado conjunto de edificios románicos, por lo que está calificado como Conjunto Histórico-Artístico. De la época de la dominación romana cuenta con Viriato como uno de sus principales símbolos, pero su relevancia como plaza fuerte la adquirió a partir del año 939, en que la Batalla de Simancas dio a los cristianos el control del Valle del Duero y, por su emplazamiento y características, llegó a convertirse en la ciudad fortaleza más importante de los reinos cristianos durante los siglos XI y XII. Fue perdiendo parte de su valor estratégico en los siglos posteriores, a medida que la reconquista se fue extendiendo hacia los territorios del Sur.

A mediodía, la zona comercial del centro está muy animada, y sus calles y plazas presentan un aspecto muy cuidado. En ellas destaca la acertada rehabilitación de sus principales monumentos, lo que aporta la sensación de estar visitando una ciudad con un gran respeto por su historia. En un rincón de mi memoria producto de una visita ya lejana,  recordaba esta ciudad como un conjunto de calles y casas envejecidas, de aspecto pobre y abandonado. Y si bien es verdad que todavía quedan cosas por hacer, el cambio para mejor ha sido notable.



Antes de volver al albergue tuve la ocasión de recorrer la Plaza Mayor y pasar junto al Ayuntamiento Viejo, un edificio de estilo plateresco que, aunque con posteriores modificaciones y reformas, se comenzó a construir en el Siglo XV, en tiempo de los Reyes Católicos. También es de la misma época la fachada del Palacio de los Momos, actual sede del Palacio de Justicia, donde son visibles multitud de elementos decorativos propios del gótico isabelino. Visité también el patio interior del Parador Nacional de Turismo, construido como Palacio de los Condes de Alba y Aliste a mediados del Siglo XV sobre el solar de una antigua alcazaba musulmana. De construcción mucho más moderna, pero también digno de mención, es la fachada modernista y las vidrieras del Mercado de Abastos, de principios del Siglo XX.







Cuando regresé a la Cuesta de San Cipriano, varios peregrinos habían hecho ya su inscripción en el albergue, que está atendido por hospitaleros voluntarios y tiene un gran movimiento de gente. Situado en el recodo de la cuesta, el edificio es de propiedad municipal y tiene una configuración muy curiosa. Se trata de una  casa de tres plantas a la que se accede por el nivel superior. Una de sus paredes laterales es una roca natural, bien visible tanto desde fuera como desde dentro de los locales. Sus instalaciones son muy completas y su mobiliario es moderno y funcional, lo que unido a la buena atención por parte de los hospitaleros hace que la estancia allí sea cómoda y agradable. Y todo ello, con desayuno incluido, por el módico precio de ... la voluntad.







Como elemento principal del destacable patrimonio arquitectónico de Zamora sobresale, además de la catedral, el castillo, el puente y las murallas, un total de 24 iglesias románicas construidas entre los siglos XI y XIII, cuyo conjunto se puede considerar como el más importante de España y uno de los principales de Europa. Pude hacer un breve recorrido por algunas de las que están en situación más céntrica con intención de visitarlas, pero no todas estaban abiertas. De igual manera, me encontré con una circunstancia que no termino de entender muy bien, y es la disparidad de criterios a la hora de permitir las fotografías en su interior. En unas hay libertad absoluta para obtener imágenes y en otras está totalmente prohibido.

Dentro del mismo estilo románico cabría destacar también el Palacio de Doña Urraca y la Casa del Cid, pero las pocas horas de un día no me llegan más que para sobrevolar la superficie, cuando la contemplación de cada uno de estos edificios y su particular historia merecería que se le dedicase un tiempo del que no dispongo, lo que me da una buena disculpa para volver.







Cuando llego a la Catedral, que he dejado para el final porque está situada casi en el extremo del recinto amurallado, están a punto de cerrar el monumento a las visitas, con lo que me quedo con las ganas de disfrutar del interior de la construcción más emblemática de la ciudad. La imagen más completa la pude obtener cuando entraba en la ciudad, desde el otro lado del río, y en ella se puede contemplar perfectamente sus dos elementos más característicos: La Torre del Salvador, auténtica fortaleza de 45 metros de altura, y el cimborrio de estilo bizantino que, con sus 16 ventanas y su techo de escamas de piedra, recuerda al de la Catedral Vieja de Salamanca.



Construida a mediados del Siglo XII, se trata de la catedral más pequeña y antigua de Castilla y León, y a lo largo de los siglos se le han ido añadiendo algunos elementos arquitectónicos que rompen con el estilo románico original, como el Retablo Mayor, los ábsides góticos y la actual fachada principal, de diseño neoclásico. De sus tres entradas originales, la Puerta del Obispo es la única que se mantiene completa, y constituye uno de sus elementos románicos más valiosos.



Muy próximo a la catedral, y en el extremo Oeste de la meseta amurallada que domina la llanura del Campo de la Verdad, se alza el Castillo de Zamora. Construido en el Siglo XI con una planta en forma de rombo y rodeado por un foso que se conserva casi íntegro, fue escenario de mil batallas y asedios, constituyendo uno de los pilares básicos de defensa de los reinos cristianos frente a las tropas musulmanas, así como en las guerras internas entre los propios castellanos. En los últimos tiempos fue sede de varias instituciones educativas, pero actualmente, después de restauradas y consolidadas sus estructuras defensivas, ha sido abierto al público para su visita.



La tarde se me iba echando encima y, sin tiempo para mucho más, salí al exterior de las murallas por la Puerta del Obispado y, bordeando las paredes rocosas que rodean la ciudad, las Peñas de Santa María, culminé mi paseo caminando por la orilla del río, en un plácido momento para inmortalizar el reflejo del Puente de Piedra que, a la caída del sol, se proyecta sobre la superficie del agua.



De vuelta al albergue, mis preocupaciones se orientaron en otra dirección y, desde el dormitorio, bajé al comedor situado en la planta inferior para preparar con comodidad el bocadillo que llevaría en la mochila al día siguiente. Para mi sorpresa, allí estaba Michael, armado con una guitarra y deleitando con sus canciones a varios peregrinos que le servían de público y coreaban los estribillos. Feliz momento que no pude inmortalizar porque me había dejado la cámara dos plantas más arriba.

De la fiesta participaba Gloria, hospitalera nacida en Honduras que, tras haber pasado cuatro años en EEUU y haber enviudado, parecía haber consagrado esta parte de su vida a la atención a los peregrinos. Estaba aquejada de fibromialgia y, según ella misma declaraba, ya había recorrido el camino en tres ocasiones con la ayuda de Dios, ya que gracias a su directa intervención había podido seguir adelante en los momentos de mayor sufrimiento.


Lo que sí pude constatar fue la calidad del arroz con leche que nos preparó con todo el cariño, y que me sirvió de ayuda para acostarme con buen sabor de boca y dormir plácidamente...


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