martes, 22 de enero de 2013

ETAPA 25: O CASTRO DE DOZÓN - BANDEIRA

-

Por el Camino de los Mozárabes: Ruta Sanabresa

Domingo 10-6-2012 - De Castro-Dozón a Bandeira (35,7 Km.)
Salida: 6.45 - Llegada: 14.40

Diálogos teologales en tarde de fútbol.

Muy nuboso, con lluvias débiles y temperaturas otoñales (Mín. 10ºC - Máx. 18ºC)



Al levantarme, carreté todos mis trastos desde el dormitorio hasta el contenedor donde está instalada la cocina. En el local siguen desplegadas desde la tarde anterior numerosas prendas que los peregrinos han dejado a secar, y aunque el cielo sigue cubierto de nubes, hoy parece que el riesgo de lluvia es menor que ayer. Estoy a 68 kilómetros de alcanzar mi meta, distancia excesiva para pretender completarla en una sola etapa, pero no es fácil plantear un punto intermedio donde hacer escala. Curiosamente, al acercarse a Santiago la dotación de albergues es más escasa que a lo largo de toda la ruta. Ayer estuvo un hombre por aquí publicitando un albergue privado que acaban de abrir en Silleda, a 28 kilómetros de Dozón, pero me gustaría llegar un poco más lejos. Veremos como transcurre la jornada, quizás tenga que buscar otro alojamiento alternativo...

Al salir al exterior, enfilé directamente y sin pasar por el pueblo hacia el polígono industrial al que me habían llevado las flechas la tarde anterior, y allí enlacé con el itinerario correcto. Después de caminar un rato junto a la carretera se llega al Alto de Santo Domingo, a poco más de 700 metros de altitud, donde comienza un suave descenso hacia el extenso Valle del Deza.
















La ruta va hilvanando caminos y corredoiras de distinta naturaleza, que unen modernas granjas con caseríos aislados, casas de labranza, y pequeñas aldeas donde se distribuye una población aún muy diseminada. Santo Domingo, Puxallos, Pontenoufe, A Xesta... Cada núcleo tradicional cuenta con un cruceiro y una pequeña ermita dedicada a su patrón, pero junto a algunas edificaciones más modernas se aprecia también el gusto actual de sus habitantes por la iconografía en piedra, plasmada en los tradicionales símbolos jacobeos o en otros elementos que acentúan el culto a la personalidad. Así, en un doble busto junto a una casa en Puxallos, quedará inmortalizada para siempre la memoria de Los dos Reboredos, Manuel y Dosinda.
















El itinerario, que evita con acierto las grandes vías de comunicación, atraviesa un puente sobre la autovía AP-53 y cruza la vía del AVE, pasando bajo el viaducto del Deza en las proximidades de Lalín, aunque curiosamente no pasa por la pujante capital de la comarca, y la evita internándose por caminos que recorren  las aldeas de Baxán, Botos y Donsión. En contraste con lo visto en la provincia de Ourense, la señalización de esta zona está bastante descuidada, y es frecuente encontrarse con señales deterioradas o en las que han arrancado algunos de sus elementos identificativos, aunque el paisaje nada tiene que envidiar al anterior.














En una zona próxima al Polígono Industrial Lalín 2000, en A Laxe, donde la Xunta ha decidido ubicar un moderno y funcional albergue, el camino coincide con la carretera N-525 en un pequeño tramo donde hay un bar-restaurante que se anuncia a los peregrinos. Allí aprovecho la oportunidad para hacer un descanso a mitad de etapa y tomarme un café con leche y unos sobaos.

La marcha continúa después por una maraña de pistas y caminos que evitan la carretera, pero avanzan en paralelo a ella por un pequeño caos de lugares habitados e instalaciones agrícolas que han crecido en sus costados, VilasoaBendoiroPradoA Borralla... que se alternan con zonas arboladas o de pradera.













En las proximidades del Río Deza se recupera el antiguo Camino Real, que todavía conserva un importante tramo empedrado que atraviesa las encajonadas aguas del río sobre el Ponte Taboada. Construido en el año 912 en un lugar de paso obligado entre las ciudades de Santiago y Ourense, su arco románico se asentó entre dos peñascos, en sustitución de una estructura de madera anterior de la que conservó el nombre, Pons Tabulata. El lugar es de gran belleza, y está rodeado de una frondosa vegetación que llega a echar raíces en sus muros. Actualmente es lugar de paso de peregrinos y punto de unión entre los términos municipales de Lalín y Silleda.

















El enlosado de piedra continúa en el tramo de subida que llega hasta la aldea de Taboada, a la que llegué justo después del mediodía. En su Iglesia de Santiago acaban de celebrar la Misa del Corpus, por lo que pude visitar el interior de este pequeño templo románico construido en el Siglo XII, que tiene en el tímpano de la entrada un grabado con la figura de Sansón desquijando a un fiero león. Fue edificada sobre una antigua necrópolis, uno de cuyos sarcófagos de piedra se conserva junto al cruceiro situado a su entrada, donde también se puede contemplar una moderna figura en piedra dedicada a Santiago el Peregrino.
















Al salir de la iglesia, el Camino Real se interna entre las sombras del Couto de Trasfontao, un hermoso bosque de robles que se interrumpe bruscamente al llegar al Parque Empresarial de Silleda, que ocupa una parte de su territorio. El paseo por la excepcional carballeira se reanuda poco después, y continúa hasta llegar al Pazo de Trasfontao, donde varios árboles de gran tamaño dan cobijo a un edificio amurallado del Siglo XVIII que cuenta entre sus dependencias con un gran hórreo, un palomar circular y una capilla dedicada a Santo Tomé. Recientemente ha sido adquirido para ser rehabilitado y dedicado a uso privado.














El camino continúa empedrado en la bajada hacia el Rego de Mera, y después de recorrer el territorio de varias granjas ganaderas, entra en Silleda. La localidad cuenta con todos los servicios, y su actividad económica principal se basa en las actividades agropecuarias. Su desarrollo reciente gira en torno a su recinto ferial, donde se celebra la Semana Verde de Galicia, pero salvo la Iglesia de Santa Baia carece de edificios de especial interés histórico o arquitectónico. Ésta era una de las opciones que manejaba como final de etapa, pero como llegué sobre las 13 horas, todavía me sobraban fuerzas y tiempo para continuar, y tiré del teléfono de un hotel en Bandeira para reservar una habitación. Esta tarde, la selección española de fútbol comenzaba su participación en el mundial con un partido contra Italia, y el evento merecía ser disfrutado con todas las comodidades. Hoy me daría un homenaje.















El núcleo urbano se abandona siguiendo el arcén de la carretera N-525, hasta que la ruta abandona el asfalto y prosigue por una serie de caminos que avanzan en paralelo a la vía principal, pero a una distancia suficiente para no advertir su presencia y disfrutar del entorno natural. Se recorren de esta manera las pequeñas aldeas de O Foxo y San Fiz, y se pasa junto a varias explotaciones ganaderas hasta que, poco después de atravesar un puente sobre la autovía AP-53, el camino vuelve a retomar el asfalto y entra en Bandeira por carretera.













Bandeira es una localidad de casi mil habitantes que pertenece al municipio de Silleda, cuya economía se basa también en las actividades agrícolas y ganaderas. Su origen es debido a las ferias que se celebraban junto a un cruce de caminos, en las proximidades de una casa fuerte denominada Casa da Bandeira. El crecimiento de la villa en torno a la carretera nacional es reciente, y cuenta con buenos servicios, pero carece de albergue para peregrinos a pesar de que se encuentra a poco más de 30 kilómetros del final del Camino. Hay un pequeño albergue de ocho plazas dentro de las instalaciones del Camping de Medelo, en medio de la nada, sin ningún tipo de servicios, y apartado casi 3 kilómetros fuera de la ruta, pero todas las guías lo consideran un lugar poco recomendable.

Me instalé por un precio razonable en una habitación doble del Hotel Victorino, donde me pude duchar cómodamente y dormir una buena siesta. La habitación tenía televisión, pero la pantalla era pequeña y la ocasión merecía mayor amplitud de imagen. Cuando a media tarde salía hacia una cafetería próxima que ya tenía localizada, entraba buscando alojamiento Andreas, el teólogo aleman. Como no le interesaba el fútbol,  quedamos emplazados para vernos a la hora de la cena.













El partido no dio mucho de sí. La selección española salió a jugar sin delantero centro y le costó entrar en el partido. Tras empatar el gol que Italia marcó en la segunda parte, ambas demostraron tenerse mucho respeto, y ninguna de las selecciones fue capaz de desequilibrar de nuevo el marcador. Por entonces todavía no sabían lo que sucedería unos días después, en la final del campeonato...

Después de la cena, sentados a la mesa en torno a una botella con dos vasos de vino y sin nada mejor que hacer hasta que llegase la hora de retirarnos, dedicamos un buen rato a la charla. Ya fuese por la proximidad de la catedral, o por la influencia invisible del apóstol, o lo que es más probable, por la perniciosa consecuencia de los efluvios del alcohol, el caso es que terminamos hablando de temas religiosos... Al mostrarle mi curiosidad sobre sus estudios de doctorado en teología, me comentó que el objeto de su tesis era La Vocación. Le pregunté entonces si después del trabajo de investigación que llevaba acumulado podía definir ese concepto de forma certera, a lo que me contestó con un ambiguo "depende" que habría erizado el vello al Papa Benedicto, enemigo declarado del relativismo. Es posible que en la respuesta se hubiese dejado influir por el ambiente y el paisaje gallego, pero sólo estaba calentando motores...

Hablamos del actual descenso de vocaciones religiosas, de los seminarios casi vacíos, de la avanzada edad de la mayoría de los sacerdotes, de la carencia de fe en gran parte de la población... Circunstancias todas ellas coincidentes, tanto en España como en Alemania, y que ponen en riesgo la continuidad de la transmisión cultural de la religión, pero de las que afirmó no sentirse preocupado. Dice no creer en la religión transmitida por medio de la educación o el entorno cultural porque genera individuos poco comprometidos. Según sus palabras, "Mejor pocos creyentes, pero auténticos. La fe no puede limitarse a creer en una idea, sino que debe ser la consecuencia de algo vivido, de la experiencia de un encuentro, de un encuentro con Dios. Yo nunca daría la vida por una simple idea..."

Como la conversación había entrado en el terreno personal, le confesé que yo no pertenecía a ese grupo de elegidos, que nunca había participado de esa experiencia ni vivido ese encuentro "... pero respeto tu forma de pensar aunque no llegue a compartirla ni comprenderla, como también respeto a los que tienen otras creencias, en la medida en que no utilicen la coacción o la violencia para tratar de imponerlas". Para mi sorpresa, un tanto alterado me contestó que él no podía respetar a los que tenían una fe o unas creencias distintas, porque habían demostrado que eran el resultado de culturas inferiores... "Y si no, mira lo que está pasando con los musulmanes".

Para mí, que siempre prefiero mantener una distancia escéptica en estos temas, sus palabras habían llegado a un punto de no retorno. Lo achaqué a sus posibles limitaciones en el uso de otro idioma que no era el suyo, y así se lo dije, pero como no mostró ninguna intención de matizar o reorientar sus tajantes afirmaciones, di por finalizada la conversación y me despedí de él. No volvimos a encontrarnos.


- Descargar el itinerario de la etapa en un archivo para Google Earth: Clicar AQUÍ

- Volver al índice de etapas de la Vía de la Plata: clicar AQUÍ

-

jueves, 17 de enero de 2013

ETAPA 24: OURENSE - O CASTRO DE DOZÓN

-

Por el Camino de los Mozárabes: Ruta Sanabresa

Sábado 9-6-2012 - De Ourense a O Castro de Dozón (43,3 Km.)
Salida: 6.25 - Llegada: 16.40

De vuelta al invierno.

Cielo cubierto de nubes. Tarde fría y lluviosa (Mín. 8ºC - Máx. 12ºC)



Cuando salí del albergue, las calles de Ourense ya tenían cierta animación. Bajo la luz de las farolas recorrí la Rúa Bedoya pasando junto al Parque de San Lázaro, y continué la cuesta abajo por la Rúa do Concello hasta llegar a la Iglesia del Colegio Salesiano. La claridad de la mañana empezaba a asomar mientras atravesaba el Río Miño caminando sobre las históricas piedras de A Ponte Vella. Ya en la otra orilla, para salir de la ciudad se presentan dos itinerarios alternativos que llegan hasta la localidad de Cea, ambos bien señalizados y con una similar proporción de asfalto. Elegí el que se desvía inicialmente hacia el Oeste, pasando por delante de la estación de ferrocarril y siguiendo por las aceras o el arcén de la carretera N-120, que se dirige hacia Vigo en paralelo al cauce del río. Durante casi cinco kilómetros la urbe va perdiendo densidad y, junto a numerosos bloques de viviendas, gasolineras y naves industriales, en la zona perviven todavía las construcciones en piedra de varios núcleos tradicionales.













A la altura de la aldea de Quintela, la ruta abandona la N-120 y de desvía hacia el Norte, para alejarse del cauce del Río Miño siguiendo la carretera que sube a Castro de Beiro. Poco después de pasar bajo el viaducto del AVE que salva el Regato do Porto comienza la Costiña de Canedo, que en realidad no se ajusta a su nombre (costiña: cuestecita, cuesta pequeña...) porque se trata de una pronunciada pendiente en línea recta de casi 2 kilómetros que salva un desnivel de 300 metros. La pista no tiene arcén y, aunque el tráfico no es muy intenso, los coches bajan por ella a velocidades endiabladas, a pesar de que antes de cada cruce alguna mente lúcida decidió colocar pivotes de hormigón que estrechan la calzada y que sin duda habrán provocado más de un disgusto.













Con una dosis similar de esfuerzo y precaución llegué sin contratiempos al cruce situado en la Cima da Costa, donde termina el asfalto, y pude disfrutar de un furtivo respiro debajo de un guindo que me permitió continuar con el ánimo más reposado por el Camino Real de Santiago. Se alternan a partir de aquí amplios caminos con estrechos senderos y algún que otro tramo de asfalto, aunque siempre rodeados por un entorno natural envidiable, que recorren los lugares de Liñares y O Reguengo antes de cruzar el  Río Barbantiño por las piedras romanas de Ponte Mandrás.
















Tras la aldea de Mandrás, el Camino Real conserva en varios tramos su empedrado medieval, lo que proporciona a los ciclistas algunos "momentos vibrantes" no exentos de dificultades y de algún que otro riesgo. Así, al llegar a Pulledo adelanté a un grupo de portugueses que se detuvieron a repasar el estado de sus bicicletas y a reponerse de ciertas contusiones provocadas por el estado del firme. ¡Buen camino!

En Casas Novas se vuelven a juntar los dos itinerarios que se separaron a la salida de Ourense, para llegar hasta las primeras casas de Cea por un camino que avanza bajo la sombra del bosque que rodea la aldea de Paramios.













Conocida como "La Villa del buen Pan", la localidad de San Cristobo de Cea se desarrolló a partir de la producción artesanal de este producto, que ya en la Edad Media ocupaba a gran parte de sus vecinos en el suministro de pan a los ocupantes del Monasterio de Oseira y de su territorio de influencia. Su fórmula tradicional de elaboración, actualmente protegida por una denominación geográfica, se ha ido transmitiendo durante sucesivas generaciones, y aún hoy continúa sustentando a la principal actividad económica de la localidad, a la que se dedican al menos 20 hornos.















En el centro de su Plaza Mayor destaca una singular Torre del Reloj, construida en la primera mitad del Siglo XX y sustentada sobre cuatro pilares de los que manan otras tantas fuentes de agua potable. En un pequeño bar de la plaza entré a tomar un café y a descansar unos minutos. Cuando me disponía a retomar la marcha, llegaban al recinto un grupo de buenos amigos, el sevillano Javier y el trío de italianos especialistas en todo tipo de pasta. La foto nos la sacó el dueño del bar, y ésta fue la última vez en que coincidimos juntos.























Al salir de Cea hay un itinerario alternativo también señalizado que pasa por Oseira y, aunque es casi 6 kilómetros más largo que la ruta oficial, si se quiere visitar el monasterio merece la pena alargar el paseo por este tramo final de la provincia de Ourense. Y con ese objetivo abandoné esta villa de ilustres panaderos, por el camino que rodea su campo de fútbol y atraviesa el Monte da Agrela, O Carballo das Covas, O Rego de Silvaboa y el Monte de Fenampardo, internándose en una zona casi deshabitada. Por aquí desaparecen las señales oficiales, pero nunca faltan las flechas amarillas que sirven de auxilio en los momentos de duda y, a veces avanzando sobre un camino con buen firme, otras enlazando tramos de vía empedrada o aventurándose por senderos embarrados o poco definidos, se llega sin grandes problemas hasta la aldea de Pielas. Allí se enlaza con la carretera que viene desde Cea y que llega hasta el valle del Río Oseira, que da nombre al lugar, refugio de osos, donde se alza el monasterio.














El Monasterio de Santa María la Real de Oseira es un grandioso edificio ubicado en un paraje alejado de cualquier población y rodeado de montañas, y constituye uno de los monumentos religiosos más espectaculares de Galicia. Su fundación se remonta al año 1137, cuando el rey Alfonso VII donó los terrenos a cuatro religiosos que mostraban su intención de llevar una vida monástica: "Yo Alfonso, juntamente con mi esposa doña Berenguela, con ánimo generoso, voluntad sincera y sin coacción alguna, por amor de Dios y en remisión de los pecados de mis padres y míos, hago carta de donación a Dios nuestro Señor, a la Iglesia de Santa María de Ursaria y a don García, electo abad de aquel lugar y a los demás monjes presentes y venideros que construyen el monasterio y viven en él observando la religión y la regla de san Benito, de toda aquella heredad mía donde ahora se está construyendo el mencionado monasterio junto al río Ursaria..."














El conjunto cuenta con tres claustros de distintos estilos y exteriormente es de construcción muy sobria, pero su iglesia románica con tres naves y planta de cruz latina, finalizada y consagrada en 1239, está considerada como una de las obras maestras de la arquitectura cisterciense. Aunque de una época posterior, también es de gran belleza su sala capitular, de estilo tardogótico, digna de mención por las cuatro columnas que sustentan su original techo abovedado y que le dan la denominación de Sala de las Palmeras.

El recinto conoció su época de mayor esplendor durante los siglos XII y XIII, y en los siglos posteriores experimentó sucesivas fases de decadencia y florecimiento hasta que en el Siglo XIX fue abandonado a causa de la Desamortización de Mendizábal, lo que originó el expolio de sus obras de arte y su progresiva ruina. A lo largo del siglo XX, con la vuelta de los monjes, se han acometido importantes obras de reconstrucción que le han devuelto su aspecto anterior. Actualmente cuenta con un albergue para peregrinos y con un horario de visitas guiadas.



















Junto a la hermosa portada de piedra que da acceso a sus jardines hay un par de bares que dan servicio a los visitantes, pero como yo llevaba provisiones en la mochila, me senté a reponer fuerzas junto a la fuente de piedra de la entrada. Antes de volver al camino tuve que abrigarme, porque el cielo estaba cubierto y el fino orballo amenazaba con transformarse en lluvia.

Se abandona el lugar por una empinada cuesta desde la que se pueden obtener buenas imágenes del edificio y que todavía conserva algún tramo de sendero empedrado. Al cabo de un buen rato se llega a la aldea de Vilarello, el primero de una serie de pequeños núcleos habitados que, en un constante subir y bajar, irán apareciendo en los muchos recovecos de esta parte del itinerario. A Carballediña y Outeiro de Coiras son los últimos rincones habitados de la provincia de Ourense, y con los lugares de A Gouxa y Bidueiros nos recibe la provincia de Pontevedra, aunque nada hay que lo delate cuando se avanza por estos caminos de Dios.
















 La ruta se reencuentra con el progreso a la altura de San Martiño, donde confluye con la carretera N-525 que marcha en paralelo a la autovía AG-53, y en los últimos kilómetros de la etapa ya no se abandona el asfalto. Se entra en Castro-Dozón por el arcén de la carretera nacional, que se convierte en acera a la entrada del pueblo, y aquí se recupera también el trazado oficial del camino que había abandonado en Cea para visitar el monasterio.

Situada a 740 metros de altitud, la localidad  se encuentra diseminada en varios núcleos próximos que no forman un conjunto urbano definido. Unas casas que bordean la carretera nacional dan entrada al cruce que parece ser su centro neurálgico, formado por un centro escolar, un jardín y un bar multiusos que aloja también un pequeño supermercado. Me quedaba todavía localizar el albergue, situado a la salida del pueblo, y como la tarde se estaba poniendo fea, para no tener que volver atrás decidí entrar en el súper, con intención de comprar todo lo necesario para no tener que salir hasta la mañana siguiente. Hoy tocaba tarde de descanso.













Y salí cargado con un par de bolsas donde llevaba todo lo necesario para la cena de hoy, el desayuno de mañana, y con comida y líquido suficiente para beber durante la noche y equipar la mochila para el día siguiente. Y siguiendo las indicaciones del camino me fui en busca del albergue. En uno de los núcleos rurales que conforman la población se encuentra la Iglesia de San Salvador, rodeada del cementerio parroquial, pero al final de las casas no aparecía lo que yo buscaba, aunque podría ser un edificio que se veía al final de la cuesta... pero tampoco. Estaba cerrado a cal y canto y sin nadie para preguntar. Seguí un poco más, hasta un terreno preparado para polígono industrial con un par de naves desangeladas... Ni rastro del dichoso albergue, ni una indicación. Tardé un rato hasta que me convencí de que tenía que volver al principio y preguntar... Y allá fui paseando mis bolsas. Y, efectivamente, nunca lo hubiera encontrado donde lo buscaba... porque no estaba allí.













Como me habían informado en el súper, el albergue se encuentra "al final del pueblo", pero en otra dirección distinta a las indicaciones del camino y sin ningún cartel que lo anuncie. La Xunta de Galicia lo montó provisionalmente en Julio de 2007, ubicándolo en varios contenedores prefabricados en torno a un patio central cubierto. Sus instalaciones no son malas, aunque el edificio está en un lugar bastante desprotegido, y en pleno mes de junio era necesario tener la calefacción encendida. También es verdad que el día no ayudaba, porque el viento y la lluvia, que empezaron a azotar con fuerza a media tarde, eran más propios de una jornada de invierno.

Cuando llegué, sus 28 plazas casi estaban completas, pero pude aposentarme en una de las pocas literas libres. En mi dormitorio se alojaba un nutrido grupo de coreanos que desplegaban sus prendas de ropa a secar, y varios españoles que, como yo, habían conocido el polígono industrial antes de encontrar el albergue. A media tarde me encontré con Andreas, el teólogo aleman, que se alojaba en el otro dormitorio, y al menos pude compartir un rato de charla mientras me preparaba la cena. La tarde no dio para mucho más, y acabé en el saco de dormir aún más temprano que de costumbre.













El final de la jornada de hoy no se prestaba a dedicar el tiempo libre visitando lugares de interés, pero, ahora que ya he abandonado la provincia de Ourense, merece la pena destacar la magnífica colección de esculturas en piedra que señalizan el camino dentro de los límites de su territorio. Todas ellas son distintas y han sido realizadas por el escultor ourensano Nicanor Carballo, componiendo un original conjunto de 180 piezas en el que se combinan de manera creativa las flechas que indican la dirección a seguir con símbolos jacobeos. El color amarillo ha sido añadido posteriormente y, en algunos casos, de forma bastante chapucera.
























- Descargar el itinerario de la etapa en un archivo para Google Earth: Clicar AQUÍ

- Para volver al índice de etapas de la Vía de la Plata: Clicar AQUÍ

-