miércoles, 19 de diciembre de 2012

ETAPA 22: LAZA - XUNQUEIRA DE AMBÍA

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Por el Camino de los Mozárabes: Ruta Sanabresa

Jueves 7-6-2012 - De Laza a Xunqueira de Ambía (34,2 Km.)
Salida: 6.25 - Llegada: 13.40

Bajarse del monte para bordear la llanura.

Variable y tormentoso. Viento, lluvia, sol, claros y nubes (Mín. 7ºC - Máx. 18ºC)



Compartía el dormitorio con cuatro ciclistas que se levantaban más tarde, como suele ser costumbre, por lo que otra vez tuve que sacar los trastos al pasillo para no tener que molestar, y después de prepararlo todo pude desayunar cómodamente en la cocina. Al salir del albergue dí un pequeño rodeo hasta los locales de Protección Civil para depositar las llaves que me habían dejado, y enseguida tomé rumbo hacia la salida de Laza por la Rúa do Cruceiro.

Durante los primeros kilómetros se camina sobre el asfalto de la carretera OU-110, que se abandona al entrar en Soutelo Verde, pequeña aldea donde se encuentra la Capilla de los Dolores y se pueden ver buenas muestras de las viviendas tradicionales de la zona, algunas con el maíz colgado a secar en los balcones.













El itinerario continúa aguas arriba rodeado de un paisaje agradable, por un terreno con escasa pendiente y muy cercano al cauce del Río Támega. El camino de tierra termina en la misma cabecera del valle, en la aldea de Tamicelas, y allí me encontré con la hermosa estampa de la Capilla de Nuestra Señora de la Asunción, construida en el Siglo XVIII.  La mañana no se había desperezado todavía cuando las nubes comenzaron a hacerse más densas, y a medida que iban soltando las primeras gotas de lluvia fueron tornando a gris plomizo. La temperatura suave con la que comencé a andar había refrescado bastante, con lo que me detuve un par de minutos para protegerme con el chubasquero y poner la funda a la mochila.













Comenzó a descargar con ganas a mitad de la pronunciada subida que asciende por el lomo del Monte da Travesa, cuando el motor iba funcionando a pleno rendimineto. A medida que el camino ganaba altura y se volvía más tortuoso, la lluvia y el viento arreciaron con más fuerza, dejándome las manos y la cara ateridas durante un buen rato. Después de las primeras rampas de fuerte pendiente el esfuerzo se fue haciendo más llevadero, pero la lluvia y el viento continuaron hasta los 910 metros de altitud en que se alcanza la carretera que lleva a la localidad de Alberguería, en la parte alta del Monte da Requeixada. En cuatro kilómetros escasos había salvado un desnivel de 400 metros, y lo que más deseaba en ese momento era tomar un café con leche que me hiciese entrar en calor.













Y en Alberguería encontré el lugar adecuado en el Rincón del Peregrino, un curioso bar regentado por Luis, que entrega a cada peregrino que pasa por allí una vieira en la que puede dejar grabado su nombre, y que luego colgará en las paredes de alguna de sus salas, recubiertas hasta el último rincón con miles de vieiras con las inscripciones de recuerdo. Como ya no tiene más espacio, ha comenzado a rellenar de la misma manera las paredes del albergue de 24 plazas que ha abierto frente al bar, donde cobra un donativo voluntario por el alojamiento.















La mayoría de las casas de Alberguería están construidas con mampostería de granito, y cuentan con bajo y planta alta cubierta con tejas de cerámica. En el centro del pueblo se encuentra una pequeña ermita dedicada a Santa Mariña, y recientemente se ha recuperado una picota datada en el Siglo XV que hasta hace poco formaba parte del cierre de una finca. Actualmente, los peregrinos pueden pasar junto a este rollo jurisdiccional único en Galicia, antiguo símbolo del Señor que ejercía el poder y la justicia sobre sus súbditos, donde eran cruelmente castigados todo tipo de delincuentes, herejes y otras gentes de mal vivir.













La subida continúa al salir de la localidad hasta llegar a los casi 1000 metros de altitud del Monte Talariño, en cuyo punto más alto se encuentra una gran cruz de madera. La montaña llega aquí a su fin, y en el posterior descenso se pueden apreciar buenas panorámicas de la gran llanura agrícola de A Limia, antiguo humedal ocupado en buena parte de su superficie por la Laguna de Antela, ahora desecada. La primera localidad de paso es Vilar de Barrio, que cuenta con un buen albergue y otros servicios. En el centro de la población se encuentra la Iglesia de San Pedro Fiz, y junto al camino se pueden apreciar buenos ejemplos de los típicos hórreos que en toda Galicia se empleaban tradicionalmente para guardar el producto de las cosechas.













La ruta continúa sin complicaciones, bordeando la gran llanura por el Norte y atravesando los pequeños núcleos de Bóveda y Vilar de Gomareite, que se suceden sin solución de continuidad, para entrar a continuación en un tramo recto de varios kilómetros que atraviesa el extremo de la gran extensión dedicada al cultivo. Por esta zona me encontré con varios grupos de peregrinos y, en una de las interminables rectas, me adelantaron a buen ritmo los que habían sido mis compañeros de dormitorio la noche anterior, los cuatro ciclistas entre los que iba un ciego guiado en tándem por su lazarillo.














En la aldea de Bobadela, al final de la llanura, pude visitar el interior de la bien cuidada Iglesia de Santa Mariña, aprovechando que el sacristán estaba en su interior y me sirvió de cicerone. Comienza después una travesía por el paisaje típico del interior de Galicia, de terreno ondulado, con subidas y bajadas continuas, atravesando bosques de robles y castaños, pequeños regatos, huertas o zonas de pradera con ganado pastando en libertad, senderos embarrados flanqueados de exuberantes helechos, alguna incursión al monte con tramos de camino roto...














... Y así, paso a paso, voy dejando atrás los lugares de Padroso, Cima de Vila y Quintela. Casi al final de la etapa, a la altura del Monte do Santo, un paisano que estaba trabajando en una huerta junto al camino me ve pasar, se detiene a contemplarme apoyado en el palo de la azada y me saluda...

- ¡Hola! ¿Español o francés?
- Español... español de Coruña.
- Ou sexa, que es galego... Iso hai que dicilo...
- Non mo preguntou pero estoullo dicindo.
- Pois si... ¿E... de onde ves?
- Fai vinte días que empecei en Sevilla.
- ¿E por qué estando tan preto de Santiago vés desde tan lonxe?
- O importante non é o punto de chegada, senón o camiño percorrido.
- ¿E por qué se fai un camiño así... tan longo... por devoción ou por deporte?
- Cada un ten os seus motivos.
- Pois eu penso que o 99,9 por cento o teñen que facer por devoción.
- Pois eu vexo que tamén hai moita xente non creyente que o fai por coñecer mundo.
- Bueno... ¡Que vaia ben!













El albergue de Xunqueira de Ambía está antes de entrar en la localidad, junto a la zona deportiva. El edificio es moderno, distinto a los anteriores pero construido con su misma funcionalidad, y cubre bien las necesidades para las que fue diseñado. Esta vez llegué con tiempo suficiente para instalarme cómodamente, organizar mis cosas, ducharme con tranquilidad, lavar la ropa y echarme una siesta después de comer el bocata que llevaba en la mochila. Cuando me preparaba para salir al pueblo tuve que dejar pasar el tiempo, porque llovía a cántaros...














Xunqueira de Ambía es cabecera de un municipio con algo menos de 2.000 habitantes, pero la localidad alberga apenas a 500 vecinos, porque el resto se encuentra diseminado en varias parroquias y núcleos menores. Su nombre proviene de una antigua tradición, que sitúa en el Siglo IV la aparición de la virgen en un juncal próximo, donde se levantaría una pequeña ermita que pronto fue objeto de la devoción popular. Sus calles están organizadas con cierto desorden en torno a la Plaza de San Rosendo, donde se encuentra la sede del Ayuntamiento.













A pesar de ser una población pequeña, en esa misma plaza se alza un edificio monumental de grandes proporciones, se trata de la Colegiata de Santa María la Real, que se construyó a partir del Siglo XII formando parte de un antiguo monasterio, aunque cuenta con elementos arquitectónicos que van del románico al barroco. Tiene una gran torre adosada a su planta de cruz latina, y su interior se asemeja al de una pequeña catedral, estructurada en tres naves con sus respectivos ábsides.























El claustro fue construido en el Siglo XVI, como varios de sus retablos, pero su auténtica joya es el órgano situado en la nave central. El monasterio llegó a ser sede de un próspero priorato que, curiosamente, en tiempos de Felipe II y con la oposición del obispo de Ourense,  fue concedido en Señorío al obispado de Valladolid, al que cedía sus cuantiosas rentas. El Señorío se extinguió con la Desamortización de Mendizábal, quedando la iglesia a partir de entonces convertida en simple parroquia de la diócesis de Ourense.














Al salir de la iglesia, la visita ya no presentaba muchos más alicientes, y después de hacer en el súper las compras de rutina me fui directamente a cenar al Bar Bejé, regentado por dos amables señoras que prestan un gran servicio a los peregrinos. De hecho, allí se encontraba medio albergue, y entre los extranjeros que daban cuenta de unas buenas jarras de cerveza el ambiente era festivo. Mientras me preparaban la cena pude ver el telediario y leer la prensa, que ya llevaba con varios días de retraso. Las noticias no eran buenas para varios bancos españoles.













De vuelta al albergue me encontré alojados a un buen número de jóvenes portugueses que venían con la intención de participar en las fiestas de Allariz, y éste era el alojamiento más próximo y barato que habían encontrado. Lo que nunca me pude explicar es cómo consiguieron las credenciales de peregrino con que se puede pedir plaza en un albergue, si es que las llevaban... pero la verdad es que fueron bastante respetuosos con las extrañas horas a las que se acuestan y se levantan los peregrinos. Yo, al menos, pude dormir a pierna suelta.


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martes, 11 de diciembre de 2012

ETAPA 21: A GUDIÑA - LAZA

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Por el Camino de los Mozárabes: Ruta Sanabresa

Miércoles 6-6-2012 - De A Gudiña a Laza (34,5 Km.)
Salida: 6.05 - Llegada: 14.10

Fantasmas en la Sierra Seca.

Cielo nuboso, niebla, orballo y temperatura otoñal (Mín. 14ºC - Máx. 18ºC)



En el ambiente espeso del dormitorio reinaban las respiraciones profundas y pausadas cuando desde las profundidades del saco pude escuchar el sonido lejano de la alarma. Me levanté a las 5, y en un par de rápidos viajes transporté todas mis cosas hacia la planta inferior, para preparar mi equipo molestando lo menos posible. A pesar de que era muy temprano, ya había varios peregrinos que se habían levantado y desayunaban en la cocina hablando con prudentes susurros.

Frente al crucero que hay al final de la Calle Mayor se encuentra la señal donde se separan las dos opciones para continuar el camino hacia Ourense: Por Verín o por Laza. La primera da un pequeño rodeo hacia el Sur y supone emplear una jornada más, así que, como la mayor parte de los caminantes, elegí la alternativa más corta.

El itinerario se inicia en una ligera subida hasta el cerro de Penalobos, por una pista asfaltada cuyo trazado coincide con la antigua Verea Vella y que va recorriendo la línea de alturas de la Serra Seca a poco más de mil metros de altitud. A medida que A Gudiña va quedando atrás aumenta la claridad de la mañana, pero la espesa niebla no me deja disfrutar de las excelentes panorámicas que imaginaba.















La primera parte de la jornada se traduce en un monótono seguimiento de la vía de asfalto, que sólo se abandona al pasar por cada una de las aldeas que salpican la montaña y van jalonando el itinerario, pequeñas agrupaciones de casas semiabandonadas que aquí llaman Ventas. En esta zona perdida en las alturas, en la que los inviernos han de ser difíciles de soportar, la presencia humana es escasa o nula, y los peregrinos avanzamos traspasando la niebla en medio de un completo silencio, como si fuésemos participando en la procesión de Os Caladiños...













Una vez sobrepasada A Venda do Espiño, con todo el aspecto de una aldea fantasma, la jornada sigue transcurriendo sin sobresaltos y con la vista siempre puesta en el asfalto. En A Venda da Teresa me llaman la atención los paraguas colgados a la entrada de unas casas, muestra palpable de que son herramienta de uso frecuente para los que allí habitan. De haber llevado uno en el equipo me habría hecho un buen servicio, porque la espesa niebla terminó por transformarse en persistente orballo y me obligó durante un largo tramo a proteger la cámara de fotos. Así, tuve que pasar por A Venda da Capela forzosamente "mudo" y "ciego".













La temperatura no llegaba a ser fría, y en ciertos momentos las nubes parecían querer deshilacharse, pero volvían a invadir por completo el escenario después de la siguiente curva, y sólo la fugaz presencia de un peregrino en bicicleta parecía querer alterar el plomizo guión. Una auténtica lástima, porque por esta zona las vistas prometían ser espectaculares. La pista va bordeando desde las alturas el amplio desfiladero en que se asienta el Embalse das Portas que, aunque no lo pude ver, es el elemento central del Parque Natural O Invernadeiro. La vía del ferrocarril avanza a media ladera sorteando a base de túneles cada una de las ondulaciones del terreno, y es un auténtico espectáculo detenerse a observar cómo avanza el tren, que aparece y desaparece una y cien veces por la montaña como si fuese una aguja que va hilvanando un tapete arrugado de color ocre y verde.

Pero una vez superada A Venda do Bolaño, poco después de las 10 de la mañana, las nubes comenzaron a levantarse perezosamente, y volvió a aparecer el paisaje... Fue justo después del Alto da Pantasma, cuando la ruta abandona el asfalto y, una vez recuperado el camino de tierra, avanza entre dos valles recorriendo el Lombo das Lameiras... Al final de la alargada cresta, la vereda se escurre en una peligrosa bajada de fuerte desnivel y firme irregular, que cae vertiginosa hasta el fondo del valle donde se encuentra la localidad de Campobecerros. Parada y fonda.


















Campobecerros es una parroquia del concello ourensano de Castrelo do Val y, situada a 900 m. de altitud en una de las colas del Encoro das Portas, es puerta de entrada al Parque Natural. De ser en su origen una aldea como tantas otras de la zona, habitada por unos cuantos carboeiros, su núcleo creció a partir de 1928 con la construcción de la vía del tren Zamora-Ourense, en la que trabajaron miles de carrileros y dinamiteros, y a día de hoy viven en ella más de un centenar de cambalanes (gentilicio de los naturales del pueblo). Una historia que podría volver a repetirse pues, aunque la localidad cuenta con albergue para peregrinos, sus instalaciones estarán ocupadas hasta el fin de la obra por los trabajadores de la empresa que construye la vía del AVE, lo que hace que los caminantes no encuentren otra opción de alojamiento hasta llegar a Laza.













Este pequeño pueblo es el único lugar "civilizado" en medio de la etapa, y recibe con una imagen de Santiago a todo el que se detiene frente a la Iglesia de la Asunción. En su centro, una especie de túnel entre casas es lugar de paso obligado, y a su lado, la Tienda-bar Da Rosario es parada recomendada. Allí me encuentro con el grupo que iba por delante, y Javier, un sevillano que marchaba en compañía de tres italianos, se ofrece a sacarme una de las pocas fotos en las que salgo retratado. El lugar es acogedor, y aprovechando el breve descanso, me tomo un café con leche y unas galletas maría que me dan nuevos bríos. Allí me comentan que, de un tiempo a esta parte, ha venido aumentado sensiblemente el número de peregrinos que recorren esta ruta. Ningún lugar mejor que éste para entretenerse a contar...
















Al salir de la población, echando la vista atrás se puede apreciar una buena panorámica de la bajada anterior por el Lombo das Lameiras, y el itinerario retoma el asfalto por una nueva pista que asciende por las laderas del Lombo do Marco, evitando así asociarse a los muchos requiebros del cauce del río, para terminar cayendo hasta Portocamba, una aldea como tantas otras, donde casi 25 almas sobreviven alejadas de las prisas de la civilización actual. Y aunque conviven junto a la vía del tren en el corto espacio en que sale de nuevo a la luz, son completamente ajenas al ajetreo que pasa a diario por delante de sus casas.













Por una amplia pista de tierra, la ruta vuelve de nuevo a las alturas para recorrer parajes con nombres tan sonoros como A Forca dos Lobos O Alto da Pica, contemplando las hermosas panorámicas de estos valles de montaña donde ahora las nubes no se atreven a entrar. Pero tras rodear A Pica do Rocín comenzará una larga bajada hacia un nuevo núcleo habitado, la aldea de As Eiras, que cuenta con una pequeña capilla y con un área de descanso para peregrinos muy bien cuidada. ¡Cuánta soledad y qué derroche de paisaje!














Desde aquí, el descenso se prolonga por las laderas de A Mallada Grande, y el terreno irá perdiendo altura progresivamente hasta que las últimas estribaciones de la Serra da Teixeira terminen suavemente en O Val de Laza, por debajo ya de los 500 m. de altitud. En el fondo del valle, el Río Cereixo recorre la espesura entre soutos y carballeiras, y a media ladera, la aldea de Trez completa una imagen de postal.


















Antes de llegar al fondo del valle me detuve un par de minutos para disfrutar de un puñado de guindas cogidas directamente del árbol y, muy cerca de allí, me entretuve en retratar una de las muchas piedras que  he venido observando desde la entrada en la provincia de Ourense, todas ellas distintas, y que componen un original sistema para señalizar el camino. Se trata de trozos de piedra natural de diferentes tamaños y con  formas irregulares, donde han ido tallando diferentes combinaciones de varios símbolos jacobeos con flechas amarillas, y a las que a partir de ahora prestaré más atención, porque constituyen un elemento novedoso y original en el que no había reparado lo suficiente.















Al terminar la bajada, después de cruzar el puente sobre el Río Cereixo se llega a la carretera OU-112, por la que se entra en Laza, y antes de dirigirse al albergue hay que pasar por la agrupación local de Protección Civil. Allí se hace la inscripción, se pagan los cinco euros estipulados en los albergues de la Xunta, y se recoge la sábana y la funda de almohada que han pasado a ser norma. También te entregan una llave para poder entrar y salir con libertad del recinto, que habrá que dejar depositada en un buzón antes de salir a la mañana siguiente.













Situado en la Rúa do Toural, a las afueras del pueblo, el albergue cuenta con unas instalaciones magníficas. Está ubicado en un moderno edificio de una sola planta con forma de U, bien diseñado para cubrir las necesidades de los peregrinos y dotado de un mobiliario cómodo y funcional. Tiene varios dormitorios de ocho plazas y otro más habilitado para minusválidos, cocina bien equipada y una amplia sala de estar y de lectura. Lo único que eché en falta fue un tendedero a cubierto de la lluvia... que terminó por caer.













Laza es una localidad asentada en el fondo de un valle  rodeado de montañas y situado en la cabecera del Río Támega. Es capital de un municipio con algo más de 1500 habitantes que se encuentran diseminados en numerosas parroquias y otros pequeños núcleos de población. Famosa por sus ancestrales fiestas de carnaval, históricamente fue lugar de paso de labradores y ganaderos que se trasladaban desde Galicia hacia la meseta por la Vereda Real, cuyo trazado coincide con el de los peregrinos que se dirigían hacia Santiago.

Comencé la visita en la Iglesia de San Xoan, que fue construida en estilo toscano, rematada a comienzos del Siglo XVIII, y cuenta con varios retablos barrocos. Se accede al interior a través de un pórtico abierto en la base de su gran torre, de donde también parten las escaleras por las que se sube al campanario. El exterior del templo, de considerables dimensiones, está completamente rodeado por las 280 tumbas que componen el cementerio, muchas de las cuales son auténticos panteones, lo que revela la importancia que dan los lugareños al cuidado de sus difuntos. Me llamó la atención también una reciente ampliación del camposanto financiada por la parroquia, cuyas sepulturas en piedra están elaboradas con un lujo que en el pueblo sólo veré en las viviendas de los vivos en contadas ocasiones, y que cuenta además con aseos y una sala de autopsias.













Buscando una panadería y un súper donde hacer unas compras, completé un amplio recorrido a lo largo de las calles en las que se celebra el entroido, por donde los peliqueiros van con la cara cubierta por una máscara, la cintura rodeada de cencerros, y corren detrás de los incautos que se interponen en su camino armados con una fusta.

En la recién remodelada Plaza de A Picota se encuentra la que fue casona del corregidor, que por delegación del Conde de Monterrei ejercía la jurisdicción sobre los vecinos del lugar, extendiendo también  su influencia a los de las parroquias vecinas. También se pueden apreciar otras casas señoriales a lo largo del pueblo, alguna de ellas en estado de abandono, y un artístico cruceiro.


















De vuelta al albergue me pasé por el tendedero a recoger la ropa que había dejado a secar, algo que la lluvia que estaba cayendo convertía en tarea imposible, y allí me encontré con varias bicicletas de recién llegados. Una de ellas era un curioso tándem con remolque, conducida por un ciego y su lazarillo que resultaron ser mis compañeros de dormitorio. Me imaginé que a lo largo del camino tendrían que haber pasado por situaciones muy curiosas...

Mientras me preparaba el bocadillo para el día siguiente, el grupo de italianos se esmeraba en cocinar una buena cantidad de pasta, que pensaban acompañar con una salsa a base de champiñones silvestres que habían recolectado en un alto del camino, y la verdad es que demostraban tener buena maña. Cuando se sentaron a la mesa me invitaron a acompañarles, y el plato estaba realmente bueno. La conversación derivó en la eurocopa de fútbol que estaba a punto de comenzar, y en el partido España-Italia de la primera fase, pero aquí las fuerzas se equilibraron, porque en esto el sevillano estaba de mi lado, a pesar de que todavía no estaba claro si Del Bosque iba a jugar con Torres o alinearía a un falso delantero...














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