jueves, 25 de noviembre de 2010

Etapa 8: VIANA - VENTOSA

-
Lunes, 4-10-2010: De Viana a Ventosa (30 Km.)

  Por tierras de buen vino

Cielos muy cubiertos que despejan a media tarde. Temperaturas suaves


 Desayuné temprano en una cafetería a la que le había echado el ojo el día anterior, porque no todas abren en horario de peregrinos, y comencé a caminar antes de que se hiciese de día, saliendo del casco antiguo de Viana por la entrada del Oeste, el Portal de San Felices. Caminando entre las huertas que rodean la población, a poco más de dos kilómetros dejo a mi derecha la ermita de la Virgen de las Cuevas, patrona de Viana.

Siempre  por el valle del Río Ebro, voy dejando atrás las tierras de Navarra para adentrarme en La Rioja sin que se aprecie un cambio de paisaje, casi monopolizado por las hileras de viñedo que están esperando la vendimia con sus cepas cargadas de uva. La ciudad de Logroño y su entorno urbano ocupan la parte central de esta etapa. Precede a la urbe una zona industrial con varios polígonos que el camino va sorteando sin poder evitar del todo. Se rodean varias naves y se franquean túneles y cruces de vías. Poco antes de alcanzar el Río Ebro, que pasa al Norte de la ciudad, se bordea un pequeño monte por una pista asfaltada en la que se encuentra la curiosa casa de Doña Felisa. Un mostrador con un cartel anuncia la oferta de "higos, agua y amor" y suele ser parada obligada de peregrinos.


Se accede a la capital cruzando el río por un largo puente de piedra que da entrada a su casco antiguo. Dejando a un lado gran parte del centro histórico, el camino pasa casi de largo por la Calle Ruavieja,  por lo que me desvío callejeando con la intención  llegar hasta la Plaza del Mercado, donde se encuentra  la Catedral de Santa María de la Redonda con sus esbeltas torres barrocas. Me decepciona un poco recorrer varias callejas estrechas y descuidadas que dan cierta sensación de abandono.


Junto a la catedral encuentro un buen lugar para tomar un refrigerio (con "puñalada" incorporada de serie) y, aprovechando que hoy es lunes y los comercios están abiertos, puedo hacer alguna compra que tenía pendiente del fin de semana para aprovisionar mi mochila (algo de fruta, sellar la primitiva... pequeñas cuestiones logísticas). El cielo está cubierto de nubes y pronto comienza a llover. Toca proteger la mochila y ponerse el chubasquero. Por la Calle de los Portales sigo adelante, y después de pasar junto al edificio del Parlamento de La Rioja, abandono el casco histórico para enfilar la interminable Calle del Marqués de Murrieta, que me conduce hacia la salida de la ciudad.



Mientras cesa la lluvia y el sol comienza de nuevo a abrirse paso entre las nubes, voy dejando atrás  la capital de La Rioja avanzando por un itinerario muy agradable. La ruta atraviesa inicialmente el Parque de San Miguel, un tramo con carril bici, fuentes, árboles y  césped bien cuidado, y tras cruzar la autopista se prolonga durante más de una hora por el Parque de la Grajera, organizado en torno a una laguna artificial. El camino se convierte aquí en un sendero cubierto de arbolado en el que se disfruta de la subida.

Al llegar al Alto de La Grajera el camino sigue durante algo más de un kilómetro en paralelo a la autovía, amplia zona que los peregrinos han ido convirtiendo espontáneamente en santuario por la multitud de cruces de todo tipo que han dejado fijadas en la verja de separación. El resultado es digno de ver.


De vuelta a los campos de viñedo, la silueta del cerro donde se asienta Navarrete aparece al fondo. A un lado del camino quedan las ruinas del antiguo Hospital de San Juan de Acre, que ya había sido monasterio antes de estar dedicado a la atención de los peregrinos. Levantado en el Siglo XII y destruido en el XIX, los restos románicos de su portada y dos arcos de ventana sirven hoy de fachada al cementerio situado al otro lado del pueblo, al que se llega enseguida.



Siguiendo en línea recta, después de pasar junto a una de las numerosas bodegas que hay en su municipio, se entra en Navarrete por la Calle de la Cruz. Hasta ahora he llevado una norma con respecto al camino hecho el año anterior en bicicleta, que procuraré mantener hasta la última etapa, consistente en no repetir el mismo albergue o lugar de comida con objeto de conocer otros sitios nuevos. Pero aquí voy a hacer una excepción, porque se ha echado encima la hora de comer y un gusanillo me tortura desde hace rato... "Ir al Bar Deportivo, junto a la iglesia"  y un menú se me repite una y cien veces... "Sopa de verduras, Pimientos del piquillo rellenos de carne y Arroz con leche"... y, como si tratasen a un autómata, mis piernas me dirigen al lugar señalado.


Tal como recordaba, el lugar es acogedor, el servicio amable y la comida preparada con destreza y cariño. Todo un éxito de la voz interior que me orientaba hacia este buen fin. No  siempre querer controlarlo todo es la postura más acertada, a veces hay que dejar que la providencia nos guíe.

Navarrete, pueblo de bodegas y alfareros,  está declarado como conjunto histórico-artístico, y sus calles rodean el Cerro Tedeón en forma de círculos concéntricos. Fue fundada en el siglo XII por Alfonso VIII  de Castilla, en torno a la fortaleza levantada en lo alto del cerro, como bastión defensivo de la frontera de su reino frente al de Navarra. La Iglesia de la Asunción, que se empezó a construir en el Siglo XVI, cuenta con una recia torre herreriana y un retablo barroco. Ocupa un lugar central en el pueblo, dividiendo en dos partes su Calle Mayor.



Saliendo por la Calle del Arrabal, al lado izquierdo de la carretera se encuentra enseguida la fachada del cementerio, depositaria de los restos del hospital de peregrinos. Pronto vuelven los interminables viñedos a dominar el paisaje y, tras pasar junto a las naves de una cooperativa vinícola, hay que abandonar el camino y desviarse ligeramente para llegar a Ventosa, un pueblecito de poco más de cien habitantes donde está el albergue que busco como objetivo final de esta etapa.



El albergue San Saturnino está emplazado en una casa de tres plantas completamente renovada y que cuenta con  buenos dormitorios y  demás servicios comunes; cocina, comedor y un patio en el disfrutar del sol mientras se seca la ropa recién lavada. Aunque hoy he llegado hacia las tres de la tarde, ya hay bastantes peregrinos que se han anticipado. Compartiré habitación con tres jóvenes, un canario de grandes dimensiones y verbo fácil, una peruana con afición por lo esotérico y un callado y risueño  japonés, con los que volveré a coincidir en posteriores etapas.



Ventosa es uno de los muchos pueblos  del camino cuya principal industria, al margen de la producción agropecuaria, es la explotación del albergue de peregrinos, ya que son éstos casi en exclusiva los que originan movimiento de personas por sus calles. Después de acomodarme y realizar mis tareas rutinarias, hoy tengo casi toda la tarde disponible para callejear por el pueblo, pero poco pueblo por el que callejear.

Con su altar orientado hacia oriente, y construida con una curiosa mezcla de ladrillo y piedra, la Iglesia de San Saturnino domina la parte alta del pueblo, desde donde se contempla una amplia panorámica de sus alrededores.  Muy cerca de  este lugar  de veneración, durante mi paseo pude satisfacer una de mis aficiones favoritas, "la rapiña de higos". Por las  calles casi solitarias encuentro un mesón en el que sirven comidas, un bareto con dos paisanos, un rebaño de ovejas conducidas sabiamente por los perros al aprisco... y, aparte del curioso nombre de alguna calle, poco más hay que atraiga mi atención en la villa.





De vuelta al albergue me paso un buen rato colgado al teléfono y, una vez dentro, descubro el animado ambiente que se ha generado en la cocina, provocado por un grupo numeroso de peregrinos que preparan sus cenas. Para mí es algo sorprendente, pero yo no he localizado ninguna tienda en todo el pueblo y la gente está muy bien pertrechada con todo tipo de suministros. Botellas de vino, barras de pan, latas de conserva de un tamaño considerable, botellas de aceite, fruta... ahora empiezo a explicarme el volumen de algunas mochilas... y el rictus de sufrimiento que lleva más de uno por esos caminos de Dios... ¡Encomendémonos al Señor Santiago! ¡Él nos proporcionará fuerzas para portear todo lo necesario para no pasar hambre! ¡Oremos...!
 

Para volver al índice de etapas, clicar AQUÍ
-

martes, 23 de noviembre de 2010

Etapa 7: VILLAMAYOR DE MONJARDÍN - VIANA

-
Domingo, 3-10-2010: De Villamayor de Monjardín a Viana (31 Km.)

  Un concierto de alto nivel

Cielos cubiertos con nubes altas y algunos claros. Temperaturas suaves


En lo más alto de Villamayor, bajo un cielo abierto y plagado de brillantes estrellas del que me separa únicamente el techo abuhardillado del albergue, suena en la oscuridad de la noche un concierto de instrumentos de viento que parecen seguir una acompasada partitura: Unos y otros entran alternativamente en acción, produciendo una serie de armónicos naturales que dan lugar a una brillante composición, dirigida por la batuta imaginaria de un director también virtual...

¡Grrssh... Grrrrrsh... GRRsssh...!        ¡Brrrrfff... BrrrFFFF... BrrFffff...!
¡Brrrrrr... Brrrr... BRRRRRR...!        ¡HHrrrrrff... HRff... HRRRRRfffffff!
¡Zzzzrr... ZZZZrr... ZZrrrggg...!          ¡Fzrzrrr... FFFzzzzzz... FFzzzzRRR...!

El sonido me envuelve, inundando por completo el volumen de la estancia. Al intentar localizar el origen del que proviene tan magistral interpretación, veo que son los tres coreanos varones actuando perfectamente coordinados. ¡Qué potencia de nariz! ¡Increíble el nivel de afinación de los instrumentos! Pero...¿Qué se puede hacer ante esto? ¡Son muchos contra uno solo! Intento relajarme y continuo disfrutando durante un buen rato de esta inesperada sinfonía. Progresivamente... mi umbral de percepción sonora se va relajando... y vuelvo a quedarme dormido... plácidamente dormido...

Hoy al levantarme, mientras organizo mi mochila, puedo apreciar algo que no me había dejado ver la oscuridad de la noche: La directora de orquesta parece ser la mujer. Nada más levantarse reúne en torno a sí al resto del grupo y, sosteniendo entre sus manos una especie de libro-partitura escrito en caracteres orientales, comienza a recitar una  jaculatoria semejante a las de los rituales religiosos, en la que todos ellos responden a coro con aire de contrición. Debe de estar corrigiendo los errores observados unas horas antes. ¡Tranquilos! ¡La próxima vez os saldrá perfecto!


Durante el desayuno, servido en horario holandés, cruzo unas palabras con un italiano que se desenvuelve aceptablemente en español. Comienzo a andar hacia el Oeste cuando todavía no ha amanecido, siguiendo inicialmente la ruta que ya había inspeccionado durante la tarde anterior. El día comienza a iluminarse cuando ya llevo un rato andando. La salida de Villamayor está jalonada por grandes extensiones de viñedos. El camino ahora es amplio y discurre por un terreno llano y  prácticamente deshabitado durante los doce kilómetros que siguen hasta Los Arcos.


Avanzo rápido entre tierras de cultivo, en una zona en la que hay poco que destacar, aparte de varios cruces, una fuente y alguna chopera. Bueno, sí que hay algo que merece una fotografía, ya que junto a un pinar a la entrada de Los Arcos me cruzo con cuatro simpáticas francesas ya entradas en años, Las Chicas de Oro, con las que había coincidido la tarde anterior en el lavadero y que se habían reído un rato con mi forma de centrifugar la ropa. ¡Bon chemin...et bon appétit!.


Se entra en Los Arcos con un recorrido a lo largo de su Calle Mayor, junto a nobles y antiguas casonas, que nos lleva a la Plaza de Santa María, donde destaca la gran torre barroca y la fachada plateresca de la Iglesia de Santa María. Aunque su planta es de cruz latina, ya que se comenzó a construir en el Siglo XII, sus obras no terminaron hasta el Siglo XVIII, de ahí su mezcla de estilos.



Hasta llegar a Sansol hay casi siete kilómetros de terreno llano. El camino continúa sin grandes complicaciones por tierras de labor, hasta que a lo lejos aparece la esbelta torre de la Iglesia de San Zoilo. A un tiro de piedra, pero separado por el cauce de un arroyo al que hay que bajar para volver a subir, se encuentra el pueblo de Torres del Río, buen momento y lugar para pararse a tomar un cañón con un gran pincho de tortilla.

Al reanudar la marcha, en una de sus callejuelas me encuentro de frente con la Iglesia del Santo Sepulcro, que con su planta octogonal, recuerda a la ermita de Eunate. En el mismo peculiar estilo románico, fue construida también en el Siglo XII, y su parte superior se empleaba como faro para guiar a los peregrinos en la noche. El cilindro que se aprecia a la izquierda de la foto alberga una escalera de caracol destinada a dar servicio al faro.





El  tramo siguiente está prácticamente deshabitado. En él se suceden innumerables subidas y bajadas que van acomodando el itinerario a los pliegues caprichosos de un terreno irregular. En alguna  de ellas el camino avanza por senderos pedregosos o, en medio de una vegetación de monte bajo, atraviesa alguna barranquera de fuerte pendiente en la que se puede resbalar con facilidad. Una capilla solitaria, algún pinar, un par de cabañas de pastores, ninguna fuente... hasta que se llega de nuevo a una llanura plagada de viñedos. A lo lejos ya se distingue Viana, ciudad fundada en  1219 por Sancho el Fuerte, y por la que el heredero al trono de Navarra recibía el título de Príncipe de Viana.



Subiendo por la Calle del Cristo se accede al casco antiguo por un arco, antiguo resto de las murallas que rodeaban la villa y de las que todavía se conserva algún sector en buen estado. Decido dirigirme directamente en busca del albergue, porque aquí hay mucho que ver y será mejor dejar la visita para cuando me haya aposentado, ya un poco más descansado.

El albergue Andrés Muñoz Garde, que recibe este nombre en memoria del que fue uno de los pioneros en señalizar el Camino con las flechas amarillas, está situado en un callejón al fondo del casco antiguo. Es un edificio nuevo de dos plantas, con los servicios comunes en el bajo y los dormitorios en el piso superior. Las habitaciones cuentan con varias literas de tres camas cada una, se supone que para  peregrinos escaladores, y al llegar me encuentro todas las ventanas cerradas. Cuando abro la que tengo más próxima, para que entre un poco de luz, me encuentro con una grata sorpresa. Algo que no se apreciaba desde el nivel inferior de la calle: nos encontramos en el interior del recinto de las ruinas góticas de la Iglesia de San Pedro. En la foto de la derecha se aprecia la situación de mi privilegiado observatorio, la ventana en la que se ve una luz.


Cuando salgo de recorrido me encuentro con un impresionante conjunto monumental. En pleno centro de la ciudad se sitúa la Plaza de los Fueros, formada por el edificio barroco de la Casa Consistorial  y la imponente Colegiata de Santa María que, comenzada en el Siglo XIII, fue modificada y ampliada posteriormente. Tiene el tamaño de una catedral, con tres naves y once capillas laterales, y cuenta además con un retablo excepcional, una portada  principal renacentista y una torre de estilo Herreriano.



Todo el casco viejo está declarado conjunto histórico-artístico, y además de las murallas con sus cuatro portales, y de las recuperadas ruinas de San Pedro, otros monumentos a destacar son el Convento de San Francisco, el palacio de la Casa de la Cultura, el Palacio de Pujadas... pero por hoy ya he andado bastante y mi pierna todavía requiere de un poco de cuidado. Me voy ahora a buscar un sitio para cenar y, tomando una caña, me encuentro con Enrico, el italiano con el que desayuné esta mañana, y con una pareja de alemanes de nombre difícil de reproducir (hombre y mujer) con los que terminaré la jornada en torno a una mesa. Un poco de conversación después de contemplar tantas piedras me deja en condiciones perfectas para dormir hasta el día siguiente. Sobre todo después de que hoy el Deportivo haya perdido por  6 -1  frente al Real Madrid...


Para volver al índice de etapas, clicar AQUÍ 
-

viernes, 19 de noviembre de 2010

Etapa 6: PUENTE LA REINA - VILLAMAYOR DE MONJARDÍN

-
Sábado, 2-10-2010: De Puente la Reina a Villamayor de Monjardín (32 Km.)

  El milagro de Airtal

Cielos cubiertos al amanecer que se despejan a mediodía. Buena temperatura

Aunque he entrado ya en terreno conocido, a partir de Puente la Reina empieza un nuevo Camino, en el que la  gran cantidad de peregrinos que vienen por la vía de Roncesvalles hace difícil que se repitan las soledades de la ruta aragonesa. Ahora está mejor equipado de albergues y de todo tipo de servicios para los peregrinos, con lo que aumentan las posibles alternativas para preparar el itinerario a recorrer en cada jornada, pero hay que contar  también con el riesgo de que los albergues se completen y haya que desplazarse un poco más para encontrar una plaza en el siguiente.

Bien desayunado, y con el día recién amanecido, vuelvo a pasar junto al puente medieval y continúo por la ribera del Arga en dirección a Mañeru, donde destaca a lo lejos la torre de la Iglesia de San Pedro, por donde paso de largo. Parece que el nuevo antiinflamatorio ha comenzado a hacer efecto y, después de un rato caminando en el que las articulaciones se ponen a tono, he vuelto a recuperar en parte el ritmo alegre de los primeros días. Esta zona de Navarra es tierra de vino, y a ambos lados del camino se ven grandes plantaciones con las cepas alineadas y cargadas con racimos de uvas moradas. Es tiempo de cosecha.


El terreno es accidentado, con continuos repechos que, aunque no tienen unas pendientes muy prolondadas, alguna hubo  que se nos llegó a hacer dura cuando tuvimos que remontarla el año anterior montados sobre la bicicleta. Sin embargo, caminando se superan sin mayores dificultades.  Sigo la marcha con la vista puesta en lo alto del cerro donde se asienta Cirauqui, hermosa villa a la que se accede a través de un arco gótico, con calles empinadas y recios caserones que conservan en sus fachadas los portalones originales con forma de arco. En lo más alto, junto a su plaza porticada, sobresale la Iglesia de San Román, en la que cabe destacar su hermosa portada.



Cruzando a través de uno de los arcos de la plaza comienza la calle de bajada por la que, ya saliendo del pueblo, se accede a un tramo bien visible de calzada romana, la antigua vía de Pompaelo a Vareia, que conserva los deteriorados restos de un puente por donde pasan los peregrinos.

Tras cruzar la autovía A-12, entre subidas y bajadas vuelve a aparecer esta histórica vía de forma intermitente, avanzando en paralelo a un camino agrario que da servicio a los campos de viñedo. Veo una furgoneta blanca que avanza hacia mí y se detiene. Cuando llego a la altura de su conductor, deseándome un buen camino me alarga por la ventanilla un racimo de uvas  moradas recién cortado. Sorprendido por el gesto, le doy las gracias y continuo mi marcha dando buena cuenta del apetecible regalo. ¡Nunca unas uvas me supieron tan dulces! Apuesto a que la cosecha de 2010 tendrá la calificación de "excelente".



Tanto si van a pie como en bicicleta, el hecho de cruzarse con otros peregrinos pasa a ser ya algo habitual. ¡Buen Camino!  Es el deseo que se recita de modo ritual al pasar a su altura y, según sus rasgos físicos, el tono y los matices de la respuesta, se puede averiguar con cierta precisión el lugar de origen de los que responden, la mayoría extranjeros.

Siempre con la autovía a la vista, casi sin darme cuenta he dejado atrás la localidad de Lorca, situada en pleno escenario de las Guerras Carlistas y desde donde se divisa el Montejurra. Lo mejor para mí es que las molestias que me torturaban el día anterior en el talón se han reducido en una proporción considerable. ¡Bendito Airtal! Empiezo a pensar que mi tendinitis tiene remedio, aunque voy todavía con cuidado de no forzar el ritmo ni alargar el paso en exceso.

Tras cruzar de nuevo la autovía bajo un túnel, a través de una moderna urbanización se llega a Villatuerta, a la que se accede pasando sobre un coqueto puente medieval. La Iglesia de la Asunción tiene aspecto de una robusta fortaleza, pero me llama más la atención a la salida del pueblo, en un descampado entre olivos, la pequeña Ermita de San Miguel, que rompe el horizonte de la imponente Montaña de Montejurra.



Tras seguir luego durante un buen trecho por la ribera izquierda del Río Ega, la ciudad de Estella, asentada en uno de sus meandros, recibe al peregrino en la Iglesia del Santo Sepulcro, donde merece la pena detenerse unos instantes para contemplar su fachada gótica en la que, a ambos lados de su portada, destacan las figuras de los doce apóstoles.



Por el histórico Puente de la Cárcel se accede al otro lado del río, donde se ensancha la ciudad y se asienta el actual centro urbano, pero el Camino discurre siempre por el margen izquierdo, en el que se encuentra la mayor parte de su impresionante patrimonio monumental. Siguiendo la Rúa de Curtidores se puede visitar el Palacio de los Reyes de Navarra, la Iglesia de San Pedro de la Rúa, el antiguo Ayuntamiento... Pero entre entre iglesias, palacios y conventos se me ha hecho la hora de comer y hay que ir a lo práctico. Por el Puente de los Azucareros cruzo a la otra orilla del río y busco un sitio junto a la Plaza de los Fueros donde me atienden como aquí saben hacerlo.



Este lugar me trae a la memoria muchos recuerdos y, una vez bien satisfechas mis necesidades básicas, no puedo pasar sin hacer una llamada a Javier, un viejo y buen amigo navarro, que tras la sorpresa inicial me dedica unos minutos de agradable conversación y, al despedirnos, desde Madrid me encomienda un encargo que he de cumplir a mi llegada a Compostela.

Otra vez en marcha, por la Calle de San Nicolás voy enfilando la salida de la ciudad, y sin solución de continuidad entro en las modernas urbanizaciones de Ayegui, localidad convertida casi en un barrio de Estella, desde cuya parte alta se puede ver la silueta del Monasterio de Irache. A su vera se encuentran unas bodegas que encierran una fuente milagrosa que ofrece permanentemente agua o vino, a voluntad del peregrino .


Una vez se deja atrás el asfalto que atraviesa las urbanizaciones de Irache, el camino entra en un bosquete de robles y encinas desde el que se puede ver el Pico Monjardín coronado por el Castillo de San Esteban de Deio, que fue construido por los árabes en el Siglo IX, en cuya ladera se encuentra el final de la etapa de hoy.

Tras  bajar  un tramo con alguna revuelta y cruzar un arroyo, se bordea el pueblo de Azqueta para comenzar una exigente subida por la ladera  en la que se asienta Villamayor, adonde llegaré a las cuatro de la tarde. Situado junto a la Iglesia de San Andrés, de planta románica y torre barroca, el albergue parroquial tiene todavía plazas libres, pero decido seguir hasta el siguiente, que está situado en la parte más alta del pueblo y lo atienden hospitaleros  voluntarios de una fundación holandesa. La decisión supone un poco más de esfuerzo pero es acertada.


El albergue "Hogar de Monjardín" agrupa dos  casas de piedra  muy bien conservadas, y restauradas con  el acierto de mantener sus materiales originales. Como la ocupación es alta, la hospitalera me asigna cama en una habitación de cinco plazas situada en la buhardilla, que he de compartir con cuatro coreanos, tres hombres y una mujer, que llegarán  poco después. Al final de la tarde resulto ser la única persona que habla español en todo el albergue, y debido a mi gran dominio del inglés tengo que explicarme con mi particular código de señales, que demuestra tener validez internacional... o casi.

Hoy he terminado la etapa bastante bien, pero al final mi pierna izquierda ya pedía descanso. La habitación que me han asignado tiene acceso a una terraza que se usa como tendedero-solarium y que tiene unas excelentes vistas de Villamayor y sus alrededores. Desde aquí se domina la amplia extensión de viñedos que pertenecen a las Bodegas Castillo de Monjardín, situadas a la entrada del pueblo. Mientras disfruto del sol y de la amplia panorámica se me ocurre examinar el estado deplorable de mis pies. Espero que mañana la inflamación de mi talón izquierdo se haya reducido un poco más, porque hoy se ha portado "como un campeón". Me seguiré encomendando al "Gran Poder del Airtal", que todo lo cura.




Para volver al índice de etapas, clicar AQUÍ 
-