viernes, 24 de agosto de 2012

ETAPA 5: VILLAFRANCA DE LOS BARROS - MÉRIDA

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Por el Camino de los Mozárabes: Vía de la Plata

Domingo 20-5-2012 - De Villafranca de los Barros a Mérida (43,7 Km.)
Salida: 6.40 - Llegada: 16.20

Y también llegó el granizo

Cielos tormentosos. Nubosidad variable y temperaturas frescas



Desde muy temprano, en el albergue nos habían preparado un energético desayuno extremeño, con el correspondiente zumo, café con leche en vaso largo y un par de tostadas para untar con "cardillo y manteca colorá", sabrosos pringues a base de cerdo ibérico. A la salida, por recomendación del hospitalero seguí una ruta alternativa para abandonar el pueblo, más directa que la señalizada por las indicaciones oficiales del camino, que avanza en paralelo a ella por el Camino de las Vegas y termina por juntarse unos kilómetros más adelante. Durante un gran trecho, el paisaje se muestra como un auténtico mar de viñedos de un verde tierno y brillante, y a estas horas de la mañana ya se ven varias furgonetas y tractores con el personal que trabaja en su cuidado.


Me sorprendió el panorama, porque nunca había visto una extensión tan grande dedicada íntegramente a la producción de vino, auténtica riqueza de esta comarca, de cuyas cepas no sólo se abastecen las bodegas de la denominación Ribera del Guadiana, sino también otras de diferentes regiones de toda España que compran aquí la uva. Sin prisa, pero sin pausa, fui avanzando hasta encontrarme de nuevo con las indicaciones que señalaban que seguía el camino correcto.














La pista era amplia y la mañana, a ratos soleada, hacía de la ruta un paseo muy agradable cuando la temperatura cambió bruscamente y, al tiempo que se refrescaba el ambiente, el cielo se oscureció en pocos minutos. Una penetrante brisa y unos negros nubarrones que avanzaban desde el Oeste me convencieron de que era mejor detenerme a tiempo y tomar ciertas precauciones, entre ellas, poner a salvo la cámara de fotos. Sabia decisión, porque en poco tiempo comenzó a descargar una fuerte tormenta de granizo que golpeaba "a dolor" y sin posibilidad alguna de escapatoria. Duró poco más de cinco minutos, pero aparte de la mojadura exterior, sólo dejó como resultado un pantalón empapado y unas manos ateridas de frío que no recuperaron la sensibilidad hasta unas horas después. El resto del equipo no sufrió mayores consecuencias. En momentos como éste pienso en la importancia de llevar el material adecuado, y me alegro de haber acertado en la elección de cada prenda porque, al poco tiempo de seguir caminando, el pantalón volvía a estar completamente seco.

















El itinerario continúa sin mayores incidencias por la amplia llanura, ahora cubierta de nubes, en la que se asienta la ciudad de Almendralejo. Pasando a escasa distancia, la antigua calzada la evita en una larga recta que durante más de dos horas avanza en dirección a Torremejía, localidad donde Cela ambientó La Familia de Pascual Duarte y que fue rediseñada dentro del Plan Badajoz en la segunda mitad del Siglo XX. Sus calles rectilíneas dejan escasa concesión a la imaginación, y entre lo poco digno de mención queda su Iglesia de la Purísima Concepción, construida a finales del Siglo XVI como parte del Palacio de los Mejía y actualmente iglesia parroquial. Pasado ya el mediodía, es un buen momento para reponer fuerzas. Una bebida isotónica y unos bollos de chocolate serán suficientes para afrontar los 16 kilómetros que restan hasta el final de etapa.
















Pocas emociones presenta el recorrido de hoy, que discurre por un terreno completamente llano, más allá de las inclemencias meteorológicas. Pero para mí, que estoy acostumbrado al clima de más al Norte, casi es preferible una jornada con agua, frío o viento. Sólo pensar que podría haber tenido que atravesar una zona como ésta a pleno sol y con las temperaturas de la primera jornada, sin ningún tipo de sombra o protección y sin una sola fuente donde refrescarse, sería argumento suficiente para pensarme en serio el hecho de emprender el camino. Pero ya se sabe que en primavera puede ocurrir casi de todo, como pasar del calor al frío en muy pocas jornadas.














Los primeros kilómetros del último tramo hasta Mérida discurren por asfalto o pegados a la carretera, y después por un terreno similar al anterior, pero con caminos y senderos menos cuidados. La lluvia ha provocado que el suelo arcilloso se convierta en una dificultad añadida, porque la capa superficial de barro se adhiere a la suela del calzado lastrando el avance. A la altura de La Dehesilla me detengo a la sombra de unos árboles en un último descanso, con la ciudad ya a la vista, para continuar durante los últimos kilómetros por una pista en ligero descenso que se acerca al cauce del Río Guadiana.

















Siguiendo por la orilla del río se llega a la entrada del Puente Romano, dicen que el más largo de todo el antiguo Imperio, por el que se accede al casco histórico de la capital de Extremadura. Para mí fue una auténtica emoción pisar sus piedras, y llamé a casa comunicando la noticia. Aquí daba por terminada la primera fase de mi particular aventura, y aunque alguna de mis "bisagras" ya empezaba a pedir auxilio, había superado con éxito este auténtico raid que desde Sevilla me había supuesto recorrer en cinco etapas otros tantos maratones. Me tocaba ahora un pequeño descanso, y dedicaría toda la siguiente jornada a visitar la Muy Noble, Antigua, Grande y Leal Ciudad de Mérida, por cuyo conjunto arqueológico y monumental ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad.














El Puente Romano tiene una longitud de 790 metros, y descansa su estructura sobre 60 arcos de piedra que salvan el cauce del Río Guadiana. Al otro extremo se encuentran los muros de la Alcazaba, antigua fortaleza musulmana desde la que se controlaba la principal entrada a la ciudad. Para llegar al albergue hay que seguir un buen trecho por el Paseo de Roma, que bordea el río, y sobrepasar el Puente de Lusitania, auténtica obra de ingeniería moderna. El alojamiento de los peregrinos se encuentra a la orilla del río, aprovechando el edificio de un viejo molino restaurado, el Molino de Pancaliente. A la hora en que llego todavía quedan literas libres y puedo elegir la parte inferior de una de las situadas al fondo.




Quitarme las botas y relajar los pies, deshacer la mochila ordenando cada cosa encima de la cama, poner a cargar las baterías del móvil y de la cámara de fotos, preparar la ropa usada para lavar y la limpia para ponerme después, abandonarme un rato bajo el agua de la ducha, poner a secar la ropa lavada para el día siguiente... son tareas que hago de forma rutinaria al final de cada etapa, antes de comer el bocadillo que he transportado en la mochila, pero que hoy me tomo con  más calma de lo habitual, sin prisas. No tengo que salir a hacer compra ni tampoco nada  especial que preparar para el día siguiente.

El hospitalero me da todas las facilidades para quedarme en el albergue un día adicional y me proporciona una llave para que pueda entrar y salir con libertad. Viendo mi interés por el edificio del antiguo molino me lleva a visitar la planta inferior, donde antaño se situaban las muelas de piedra que trituraban el grano. El local tiene unas gruesas paredes, techo abovedado y unos pequeños tragaluces que le dan un aire novelesco. Se usa actualmente como almacén, pero creo que podría habilitarse para ampliar los locales del albergue y poner una sala de estar o un comedor, servicios de los que carece. No se hace, al parecer, porque con las crecidas del río el espacio llega a inundarse. Una lástima.

Me abrigo antes de salir al exterior, porque sigue haciendo frío y las nubes amenazan lluvia, pero hoy quiero hacer una primera visita a la ciudad para hacerme una idea de lo que me voy a encontrar y buscar un sitio donde cenar cómodamente sentado. Frente a los imponentes arcos del Acueducto de los Milagros, curiosa obra a base de mampostería mezclada con ladrillo que conducía hasta la ciudad el agua almacenada en el Embalse de Proserpina, encuentro un local donde sentarme a escuchar tranquilamente en la radio el partido en que el Xerez ganó por 3-2 al Deportivo, retrasando su ascenso matemático a 1ª y manteniendo la emoción al menos una semana más.


 Cuando dejó de llover ya se había echado el tiempo encima y, después de un corto paseo por las calles del centro, regresé al albergue con ganas de meterme en el saco. Las luces del dormitorio tardaban en apagarse, porque algunos ciclistas que llegaron a última hora aún se estaban instalando. Unos cuantos peregrinos extranjeros que pasaban su primera noche en un albergue porque iniciaban la ruta en Mérida, todavía no se habían adaptado al ritmo de sueño de los más veteranos, y contribuían con su ir y venir, sus conversaciones y sus risas a prolongar la fiesta dentro del dormitorio. Cerca ya de las 23.00 h., el peregrino que ocupaba mi saco se hartó de la situación y se levantó a apagar las luces. A partir de ese momento, y tras unas tímidas quejas iniciales en una lengua ininteligible, se fue haciendo el silencio...




Lunes 21-5-2012 - Visita a Mérida



Cuando me desperté por segunda vez ya era de día, el dormitorio estaba vacío y la luz del sol entraba por los resquicios que dejaban las contraventanas. Dueño por completo del albergue, me levanté para darme una ducha y, cuando ya estaba vestido y con todos mis trastos recogidos, me dispuse a salir al exterior para iniciar una merecida jornada de "descanso activo" haciendo un recorrido por la historia de la ciudad. En una terraza próxima desayuné por 1,50 euros un café con leche y una excelente tostada de pan con tomate y aceite de oliva, oferta de la casa. Me encontré después con la agradable sorpresa de que por 12 euros disponía de una entrada conjunta que daba acceso a todos los monumentos visitables, sin límite de tiempo y en el orden que creyese conveniente.

Augusta Emérita fue fundada en el año 25 a.C. por orden del emperador Octavio Augusto para asentar allí a los soldados retirados -eméritos- de varias legiones romanas, y en ella se estableció más tarde la capital de la provincia romana de Lusitania. Fue una de las localidades más florecientes de la época, y de su antiguo esplendor dan fe los restos de importantes edificios públicos que aún se conservan: Teatro, anfiteatro, circo, templos, puentes y acueductos. Durante los primeros siglos del cristianismo jugó también un importante papel en los reinos suevos y visigodos de Hispania, hasta que en el año 713 fue conquistada por los musulmanes. En la época de Abderramán II se desmantelaron sus murallas, y con sus piedras se ordenó edificar la Alcazaba. La Märida musulmana fue reconquistada en 1213 por las tropas de Alfonso IX, rey cristiano de León, quien la cedió en encomienda a los caballeros de la Orden de Santiago... Desde 1983 hasta la actualidad, la ciudad de Mérida es la capital de la Comunidad Autónoma de Extremadura.


















Se puede decir que el centro de la ciudad está construido íntegramente sobre la antigua ciudad romana, de manera que cada nueva excavación da lugar a la aparición de abundantes restos de sus antiguas construcciones. Así, los edificios administrativos de la Junta de Extremadura, construidos sobre el antiguo solar de un matadero municipal, se encuentran ubicados en plantas elevadas sobre columnas, reservando abierta la planta inferior para la conservación de los restos arqueológicos encontrados antes de iniciar la construcción y todavía no completamente excavados. De la misma manera, por cualquier parte de la ciudad se encuentran a la vista los vestigios de antiguas calzadas, villas, mansiones, edificios públicos o murallas.



















Aunque sufrió remodelaciones posteriores, la construcción del Teatro Romano, con capacidad para 6.000 espectadores, se inició en el año 16 a.C. La generalización del cristianismo en la Península Ibérica provocó su abandono, ya que pasó a considerarse como una actividad inmoral, y su estructura fue cubierta de tierra casi por completo, quedando visibles únicamente varias filas de la parte superior del graderío. Las excavaciones que lo sacaron nuevamente al exterior comenzaron en 1910, siendo posterior la reconstrucción del frente escénico. En la actualidad, y desde 1933, sobre su escenario se celebra cada verano el Festival de Teatro Clásico de Mérida.





















Después de visitar el anfiteatro y los restos del foro municipal, de contemplar en el interior del circo la colosal pista donde se celebraban las carreras de cuádrigas y, ya en el centro de la ciudad, tras observar atónito cómo en el interior de la bien conservada estructura del Templo de Diana, el Conde de los Corbos construyó en el Siglo XVI un espléndido palacete, mi pensamiento empezó a derivar hacia cuestiones más prosaicas. Se acercaba la hora de comer y el escaparate de una vinoteca se presentó ante mí como una tentación insuperable a la que me entregué con gusto, pues en las anteriores etapas no había podido dedicar mucho tiempo a los placeres culinarios.














Por la tarde reanudé la visita después de descansar un rato en al albergue, donde me reencontré con Jerónimo, al que había perdido la pista en Fuente de Cantos, quien me acompañó en el resto del recorrido por buena parte de la ciudad. Como en otros lugares, en Mérida hay variadas muestras de las sucesivas civilizaciones que han ido ocupando su superficie y de un hecho que se repite a lo largo de la historia: Los últimos en conquistar un territorio siempre han pretendido modificar u ocultar los restos de la  civilización anterior, como si con ello eliminaran por completo su influencia. Al igual que en el caso del teatro, una buena prueba de ello se puede apreciar en el interior de la alcazaba musulmana, donde unas excavaciones han dejado al descubierto parte de una bien conservada calzada romana y de la base de los muros que fueron desmontados para construir posteriormente esta fortaleza. Tras la Reconquista, la Orden de Santiago aprovechó esta construcción, pero derribó una de sus esquinas para construir en ella la sede de la encomienda, después reconvertida en convento, donde se ubica actualmente la sede de la Junta de Extremadura.

















La Basílica de Santa Eulalia se levantó en el Siglo XIII sobre los restos de un templo datado ya en el Siglo IV, que se construyó en el mismo lugar donde fue enterrada la niña mártir, patrona de Mérida. Bajo el suelo actualmente dedicado al culto se pueden visitar las excavaciones iniciadas en 1990, donde se encuentran los cimientos del antiguo mausoleo e importantes restos romanos y visigodos. En el exterior se puede apreciar un templete en honor a la santa, el Hornito de Santa Eulalia, que se construyó con las piedras de un antiguo templo romano dedicado a Marte, dios de la guerra.
















No se puede dar por finalizada la visita sin conocer el interior del Museo Nacional de Arte Romano, ubicado en un edificio de Rafael Moneo que es en sí mismo una obra maestra. Cuenta con 36.000 piezas y objetos de todo tipo recuperados en las sucesivas excavaciones realizadas en numerosos puntos de la ciudad, así como una colección de esculturas, pinturas y mosaicos que han sido restaurados de forma magistral y trasladados  allí para su conservación y estudio.

















Y como fin de fiesta, una última visita a uno de los locales más populares del centro de Mérida, el mesón Casa Benito, donde dí buena cuenta de unas suculentas carrilleras de cerdo ibérico. Ahora que la jornada tocaba a su fin, pensé que tardaría en repetirse un día de lujo como éste, porque tenía que continuar con la espartana vida de todo esforzado peregrino y, ya de vuelta al albergue, comencé a preocuparme de nuevo en lo que tendría que echar a la mochila para sobrellevar la nueva caminata que me esperaba mañana.















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