domingo, 23 de junio de 2013

ETAPA 1: SALAMANCA - ZAMORA

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La Vía de la Plata en Bici: De Salamanca a Santiago
El Camino de Fonseca




- Lugares de paso: 1.- Salamanca - 2.- Aldeaseca de Armuña - 3.- Castellanos de Villiquera - 4.- Calzada de Valdunciel - 5.- El Cubo del Vino - 6.- Villanueva de Campeán - 7.- El Perdigón (desvío) - 8.- Zamora

- Longitud de la etapa: 70,4 Km - Desnivel acumulado en las subidas: 425 m.
- Altitud inicial: 800 m. - Altitud final: 636 m.
- Altitud máxima: 886 m. - Altitud mínima: 625 m.
- Nivel de dificultad: 0 - 1 - 2 - 3 - 4 - 5 - E
- Descargar recorrido para ver con Google Earth: Clicar AQUÍ


Domingo 19 de mayo de 2013 (Salida: 10.00 - Llegada: 16.40)
Nuboso con algunos claros y temperaturas de invierno (Mín: 3ºC - Máx. 10ºC)

Calentando motores por la Tierra del Vino


Esta primera etapa no se presentaba muy exigente, por lo que decidimos no madrugar en exceso y tomarnos los preparativos con calma. Aún así, se me pasaron las horas dando vueltas en la cama con la inquietud de un niño en la Noche de Reyes y, a pesar de todo, cuando a las ocho de la mañana sonó el despertador, estaba profundamente dormido.

Agus ya se había levantado un buen rato antes para prepararnos un opíparo desayuno, y cuando terminamos por sentamos a la mesa, se hacía difícil decidir por dónde empezar para acompañar el tazón de café con leche. Cada uno siguió un criterio diferente a la hora de elegir, pero ninguno de los cuatro renunció a probar unas deliciosas lonchas de jamón de Guijuelo "marca de la casa".

Terminamos los preparativos sin prisas, y al salir al exterior, el frío era intenso y el cielo estaba plomizo. Iniciamos el recorrido dando un pequeño rodeo por el paseo fluvial del Río Tormes hasta llegar al comienzo del Puente Romano, punto que marcamos como comienzo de nuestra ruta y que nos permitía formar parte de una de las imágenes más representativas de la histórica ciudad de Salamanca. A partir de aquí, no teníamos más que seguir las indicaciones del Camino hasta llegar a Santiago, pero Agus decidió acompañarnos durante unos cuántos kilómetros para redondear su fenomenal papel de anfitrión, aunque de buena gana nos hubiera acompañado en nuestra aventura hasta el final.

Una vez cruzado el puente, se inicia la subida al casco antiguo por la Calle Tentenecio y se recorre la fachada de la Catedral Nueva hasta enfilar la Rúa Mayor, entrando por la Plaza del Corrillo a la monumental Plaza Mayor, a estas horas tranquila y casi despejada. Bajo el arco central del Ayuntamiento, una vieira de bronce en el pavimento nos indica el camino a seguir.


Después de enfilar la Calle Zamora, la salida de Salamanca se hace larga. Se atraviesa la ciudad casi por completo siguiendo por el Paseo del Doctor Torres Villarroel y la Avenida de los Agustinos Recoletos hasta que, ya en las afueras, se deja a mano derecha el Estadio Helmántico. Una vez que se abandona el asfalto, por una pista amplia de tierra se entra en Aldeaseca de Armuña, pequeña localidad en la que destaca la recia torre de su iglesia parroquial, construida en el Siglo XVI.
















A partir de aquí, el camino se aleja de la carretera N-630 y se adentra en la llanura. Siguiendo en línea recta entre fincas de cultivo y extensos campos de cereal, pronto se llega a Castellanos de Villiquera, cuyo nombre alude a su fundación por parte de las tropas castellanas del rey de León Ramiro II el Grande, que que en el Siglo X repoblaron la zona reconquistada a los musulmanes y se asentaron allí con sus familias. Al atravesar el pueblo vuelve a entrar de nuevo en la extensa llanura...

















Aunque las pistas son amplias y sin obstáculos, la lluvia de los días anteriores ha ablandado el firme de manera apreciable. Se circula bien, pero las ruedas se hunden más de lo esperado, lo que  supone un esfuerzo adicional. En Calzada de Valdunciel, la última población de la provincia de Salamanca, nos despedimos de Agus, que tiene que dar media vuelta muy a su pesar ¡Gracias por todo!

En esta pequeña localidad destaca la torre de la Iglesia de Santa Elena que, construida en el Siglo XVI, cuenta con tres grandes arcos en su fachada principal.



















A partir de aquí comienza un tramo completamente deshabitado de casi 20 kilómetros, en el que se avanza por una amplia pista que, salvo en un primer tramo, discurre siempre en paralelo a la autovía A-66. Al llegar a la altura del arroyo de Cañedo, en el cauce se ha originando una especie de laguna de aspecto pantanoso que obliga a dar un amplio rodeo por la cercana carretera N-630 a la altura de Huelmos de Cañedo.

Durante un buen trecho, además de la gran planta del Centro Penitenciario de Topas, cuyas torres de vigilancia se ven próximas, lo único que rompe la monotonía del itinerario son los frecuentes rodeos que da la pista para salvar cada uno de los pasos elevados que atraviesan perpendicularmente la A-66, que nos alejan de ella para volver a acercarnos poco después, sin olvidar también a algún que otro peregrino que  avanzaba solitario en la distancia hasta que terminamos por adelantarlo ¡Buen Camino!

















Tras sobrepasar una amplia zona de la dehesa atravesada por el arroyo de Izcala, se entra en la desangelada Calle Mayor de El Cubo de la Tierra del Vino, la primera localidad de la provincia de Zamora por la que entra la Vía de la Plata. Está situada en una comarca, la Tierra del Vino, que tradicionalmente había basado su economía en la elaboración del producto de los viñedos, hasta que durante el Siglo XIX una plaga de filoxera arrasó este tipo de cultivo. Aunque hay alguna pequeña explotación donde se intenta recuperar su producción, se puede recorrer la mayor parte de la comarca sin encontrarse una sola cepa.













El terreno que viene después es más entretenido, y discurre durante unos kilómetros por la Cañada Real, avanzando por terreno arbolado y en paralelo a una vía de tren abandonada que atraviesa la dehesa del Cubeto. Poco después la ruta entra en el Valle de la Corta, y el horizonte se abre otra vez en una amplia llanura que nos conduce hacia la pequeña población de Villanueva de Campeán.



















Pedaleando ahora con más facilidad, la pista continúa por terreno llano entre cultivos de secano, y aunque hay desvíos hacia varios pueblos de las cercanías, sigue siempre su recorrido hacia el Norte sin desviarse hacia ninguno de ellos. A escasos kilómetros de distancia, a un lado y a otro van quedando Peleas de ArribaCasaseca de CampeánSan Marcial...



















A lo largo de la mañana, en el cielo se fueron abriendo claros que suavizaron el frío intenso de las primeras horas, y el terreno despejado nos permitía circular con cierta alegría. Cerca ya del final del recorrido, nos desviamos hacia la pequeña localidad de El Perdigón, lugar en el que habíamos previsto detenernos a comer. Lo que da fama al pueblo son sus antiguas bodegas enterradas en el subsuelo, muchas de ellas abandonadas y otras rehabilitadas nuevamente como bares, asadores o restaurantes.

El la bodega Los Yugos, después de bajar escaleras hasta una profundidad considerable, nos encontramos con un espacio pintoresco, con varias galerías de techos abovedados y con las paredes decoradas de todo tipo de utensilios y aperos de labranza, a modo de museo etnográfico, donde los respaldos de los bancos eran diferentes tipos de cabeceros de camas antiguas. Aunque ya habíamos hecho hambre, la comida que nos sirvieron fue muy normalita (costillas, chorizo y morcilla a la brasa, patatas fritas y ensalada) y el precio no fue barato, pero mereció la pena conocer el lugar.















Con el estómago satisfecho, y ya en el último tramo del camino hacia Zamora, conocimos el significado de la palabra abrojo: planta rastrera que produce unas semillas con espinas lo suficientemente duras como para traspasar un neumático de bicicleta (incluso los equipados con cámaras antipinchazos), a las que se adhieren como erizos. Sólo Víctor se libró de caer en la trampa, y cuando ya veíamos cerca el final de la etapa, tuvimos que parar en repetidas ocasiones a bombear aire en las ruedas. Ya es sabido que después de una abundante comida, a falta de pendientes empinadas han de aparecer otras dificultades, pero el asunto nos sirvió para echarnos unas risas.

Por el Camino Hondo se accede a las primeras casas junto al cauce del Río Duero, alcanzando su orilla a la altura de las aceñas de Olivares, un grupo de molinos que aprovechaban la corriente del río y que han sido recientemente rehabilitados. Desde aquí se disfruta de un plácido recorrido hasta el Puente de Piedra en el que se puede contemplar una de las mejores vistas de la ciudad antigua, ubicada sobre la Peña Tajada, una meseta de bordes rocosos que la protegen de forma natural y que dieron a Zamora el sobrenombre de "La bien cercada".

















Se accede a la ciudad atravesando el Río Duero sobre los 16 arcos del Puente Nuevo, denominado así porque, aunque se inició su construcción a finales del siglo XII, venía a sustituir a otro anterior de origen romano cuyos restos todavía son visibles aguas abajo. A partir de aquí, comenzamos a disfrutar de las bondades de esta ciudad excelentemente rehabilitada. La primera de ellas, la entrada por la Plaza de Santa Lucía, conformada por el Palacio del Cordón y por la pequeña Iglesia de Santa Lucía donde se albergan los fondos del museo provincial.  En este conjunto han sabido conservar de forma acertada el primitivo aspecto medieval.













Subiendo por la Cuesta de San Cipriano se llega enseguida al albergue, uno de los más curiosos de todo el camino, que ya está a la vuelta de la esquina y a un paso de la Iglesia de San Cipriano. Situado en una antigua casona rehabilitada, sus instalaciones son magníficas y, aunque no cuenta con un espacio específico para guardar las bicicletas, las acomodamos en el interior de una pequeña terraza que sirve de tendedero y solarium. Elegimos litera en una habitación para cuatro y, después de reconfortarnos con una buena ducha, comenzamos la sesión de reparación de pinchazos y revisión mecánica. Allí coincidimos por primera vez con una una joven pareja de ciclistas, Sindo y Soraya, que unos días antes habían iniciado el camino en Sevilla, y también con un grupo de portugueses con problemas parecidos a los nuestros. Liquidado el asunto, teníamos el resto de la tarde libre y, sin tiempo que perder, nos dirigimos hacia la zona histórica de la ciudad.















La ciudad de Zamora cuenta con unos 65.000 habitantes. Su casco antiguo, de configuración alargada y rodeado en buena parte por murallas, cuenta con un destacado conjunto de edificios románicos, por lo que está calificado como Conjunto Histórico-Artístico. De la época de la dominación romana cuenta con la figura de Viriato como uno de sus principales símbolos, pero su relevancia como plaza fuerte la adquirió a partir del año 939, en que la Batalla de Simancas dio a los cristianos el control del Valle del Duero y, por su emplazamiento y características, llegó a convertirse en la ciudad fortaleza más importante de los reinos cristianos durante los siglos XI y XII. La villa fue perdiendo parte de su valor estratégico en los siglos posteriores, a medida que la reconquista se fue extendiendo hacia los territorios del Sur.


















Comenzamos el recorrido en dirección a la Catedral, construida a mediados del Siglo XII y situada casi en el extremo del recinto amurallado. Se trata de la catedral más pequeña y antigua de Castilla y León, y aunque a lo largo de los siglos se le han ido añadiendo algunos elementos arquitectónicos que rompen con el estilo románico original, como el Retablo Mayor, los ábsides góticos y la actual fachada principal de diseño neoclásico, conserva de su época inicial varios de sus elementos más característicos: La Torre del Salvador, auténtica fortaleza de 45 metros de altura, el cimborrio de estilo bizantino que, con sus 16 ventanas y su techo de escamas de piedra, recuerda al de la Catedral Vieja de Salamanca, y  la Puerta del Obispo, la única de sus tres entradas originales que se mantiene completa, constituyendo uno de sus elementos románicos más valiosos.



















Muy próximo a la catedral, y en el extremo Oeste de la meseta amurallada que domina la llanura del Campo de la Verdad, se alza el Castillo de Zamora. Construido en el Siglo XI con una planta en forma de rombo y rodeado por un foso que se conserva casi íntegro, fue escenario de mil batallas y asedios, constituyendo uno de los pilares básicos de defensa de los reinos cristianos frente a las tropas musulmanas, así como en las guerras internas entre los propios castellanos. En los últimos tiempos fue sede de varias instituciones educativas, pero actualmente, después de restauradas y consolidadas sus estructuras defensivas, ha sido abierto al público para su visita.

Saliendo al exterior de las murallas por la Puerta del Obispado y bordeando las paredes rocosas que rodean la ciudad, denominadas Peñas de Santa María, continuamos nuestro paseo por la orilla del río, donde pudimos contemplar la excepcional imagen del Puente de Piedra reflejada sobre la superficie del agua.



















Como elemento principal del destacable patrimonio arquitectónico de Zamora sobresale, además de la catedral, el castillo, el puente y las murallas, un total de 24 iglesias románicas construidas entre los siglos XI y XIII, cuyo conjunto se puede considerar como el más importante de España y uno de los principales de Europa. También cabe destacar, dentro del románico, el Palacio de Doña Urraca y la Casa del Cid, pero la tarde no nos da más que para una rápida visita al exterior de algunos de estos edificios que se encuentran más céntricos: San Juan Bautista, Santiago del Burgo, San Vicente Mártir, San Cipriano...








































La zona comercial del centro está muy animada, y sus calles y plazas presentan un aspecto muy cuidado, como corresponde a una ciudad con un gran respeto por su historia. Su centro neurálgico está ocupado por la Plaza Mayor, donde se puede contemplar la fachada porticada del Ayuntamiento Viejo, un edificio de estilo plateresco que, aunque con posteriores modificaciones y reformas, se comenzó a construir en el Siglo XV, en tiempo de los Reyes Católicos. También es de la misma época el Palacio de los Momos, situado en una calle próxima y actual sede del Palacio de Justicia, donde son visibles multitud de elementos decorativos propios del gótico isabelino. No nos resistimos a entrar en el patio interior del Parador Nacional de Turismo, construido como Palacio de los Condes de Alba y Aliste a mediados del Siglo XV sobre el solar de una antigua alcazaba musulmana.
















Cuando la tarde ya se echaba encima, dimos por finalizada la visita turística y comenzamos la gira gastronómica. Como a mediodía habíamos comido suficiente, y el desgaste físico de la etapa no había sido muy elevado, decidimos buscar una zona de bares donde disfrutar de unas cañas y de las tapas más típicas de cada local. En la "Zona de los Lobos" pudimos disfrutar de una oferta variada, donde el plato estrella son los pinchos morunos, picantes o no, aunque el ambiente de tapeo en los bares era un poco mortecino, quizá el propio de una tarde de domingo.





Poco antes de las 10 e la noche dimos por terminada la jornada, pues había que volver al albergue antes de la hora de cierre. El otro ocupante del dormitorio parecía haberse dormido dejando la ventana abierta y el ambiente frío. Nos llevábamos al saco una primera jornada ligera en lo físico, un mero entrenamiento para lo que nos esperaba unos días después, un buen paseo por la historia medieval y la grata experiencia de haber visitado una ciudad que por merecimientos propios debería estar situada en un lugar más alto en el ranking turístico nacional.


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miércoles, 12 de junio de 2013

ETAPA 0: SALAMANCA

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La Vía de la Plata en Bici: De Salamanca a Santiago

Sábado 18-5-2013 - Traslado y visita a Salamanca
Salida: 9.30 - Llegada: 16.15

Frío en la ciudad de la piedra dorada

Cielos casi despejados con temperaturas de invierno (Máx. 10ºC)



Nos embarcamos en esta nueva aventura con la experiencia acumulada en ocasiones anteriores y esta vez mejoramos la técnica de embalaje de las bicicletas para su transporte en autobús. El secreto consiste en un simple rollo de film transparente con el que se le van dando vueltas hasta que queda completamente "empaquetada".

Con los bultos preparados la tarde anterior, acordamos presentarnos en la Estación de Autobuses con tiempo suficiente para no pasar apuros, y todos fuimos puntuales a la cita, incluido el conductor, que arrancaba de la dársena a las 9.30 con nuestro equipaje perfectamente estibado en la bodega.















El autobús de la empresa Dainco (Gruo ALSA) recorrió a la inversa el mismo territorio que tendríamos que atravesar durante los días siguientes a fuerza de pedal. El terreno ondulado y verde característico de la geografía gallega se transforma en la provincia de Orense en una extensa orografía montañosa. Encontramos cielos muy nubosos y nieve en el Puerto de Padornelo, ya en territorio zamorano, con parada en las proximidades de Puebla de Sanabria y tiempo para comer un bocadillo. En la continuación, el horizonte se va suavizando hasta que entra en la meseta castellana, convirtiéndose en un paisaje monótono entre Zamora y Salamanca donde no hay desniveles apreciables. El tráfico era fluido, y entramos en la estación de destino un poco antes de la hora prevista.


A pesar de que llamamos la atención de algún curioso que no contenía sus ganas de hablar, al bajarnos del autobús desembalamos el equipo con mucha agilidad, y pronto estábamos preparados para desplazarnos por las calles de la capital charra hasta el lugar en que pasaríamos la noche, el domicilio de Agus y Ana, que fueron para nosotros un gran apoyo. Una vez aposentados en nuestro acogedor destino, y después de hacer unos recadillos, nos quedaba todavía el pequeño trámite de sellar nuestras credenciales en el albergue de inicio, que una vez cumplimentado nos dejaría libre el resto del tiempo para recorrer y disfrutar de la ciudad.

El albergue de peregrinos Casa de la Calera está situado en pleno casco histórico, en un edificio restaurado muy cercano a la Catedral Nueva. Por la parte trasera de ésta se accede a la Calle del Arcediano, que remata en una pequeña plazuela donde también se encuentra el Huerto de Calixto y Melibea, sugerente jardín que quedó inmortalizado por Fernando de Rojas desde que en 1502 se publicara su más conocida novela: La Celestina. Era media tarde y se apreciaba un intenso movimiento de peregrinos en el interior del albergue, un espacioso edificio con buenas instalaciones.

















Salamanca es una hermosa y monumental ciudad de dilatada historia, que acoge la sede de la más antigua universidad europea y cuyo casco histórico ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad. Tomada en el Siglo III a. C. por las huestes de Aníbal en su avance por las tierras de Hispania, la antigua Helmántica fue un importante enclave ya en tiempo de los romanos, quienes, para salvar el cauce del Río Tormes y dar continuidad a la Vía de la Plata, en el Siglo I construyeron los 26 arcos que completan un excepcional Puente Romano que se conserva actualmente como paseo peatonal. Tras la invasión musulmana, la ciudad quedó prácticamente despoblada, y no fue hasta después de la Reconquista cuando cobró nuevo auge, y en ella se fueron reuniendo gentes de muy distinto origen. Castellanos, portugueses, gallegos, leoneses, serranos procedentes de las montañas asturianas... fueron repoblando los diferentes barrios y levantando sus respectivas iglesias. La mayor parte de sus monumentos y edificios emblemáticos, así como sus dos catedrales, están construidos en piedra arenisca proveniente de las canteras de Villamayor de Armuña, que tienen un característico tono dorado.
























La Catedral Vieja de Santa María, proyectada también como fortaleza, comenzó a construirse en el primer tercio del Siglo XII. Combina elementos románicos y góticos, entre los que destaca el cimborrio de inspiración bizantina, popularmente conocido como La Torre del Gallo, el magnífico retablo del Altar Mayor y varias de sus capillas interiores. De su fachada frontal original y de sus torres casi no quedan restos, ya que fue tapada por la construcción posterior de la Catedral Nueva, quedando adosada a ella como si fuese una más de sus capillas.

La Catedral de la Asunción de la Virgen fue construida entre los Siglos XVI y XVIII, debido al crecimiento de la ciudad, en una mezcla de estilos donde se pueden apreciar importantes elementos del gótico tardío y del barroco. La torre y algunas partes de su estructura quedaron seriamente dañadas por el Terremoto de Lisboa del año 1755, por lo que tuvieron que ser reforzadas o sustituidas. Uno de sus elementos más destacados es el pórtico de su fachada principal, pero se encuentra dando frente a una calle estrecha y poco vistosa.




















El rey Alfonso IX de León otorgó en 1.218 el grado de Studium Generale a las escuelas catedralicias de Salamanca, pero no fue hasta 1.254, después de unido su reino con el de Castilla, cuando su nieto Alfonso X El Sabio le otorgó el título de Universidad, ratificado al año siguiente por el Papa Alejandro IV, y es desde entonces la primera institución educativa europea en ostentar ese título. Nombres como Antonio de Nebrija, Francisco de Vitoria, Fray Luis de León, Luis de Góngora, San Juan de la Cruz, Calderón de la Barca  o Miguel de Unamuno permanecerán para siempre unidos a su historia. Al denominado Patio de Escuelas da frente la fachada plateresca de su edificio principal o Escuelas Mayores, que se comenzó a construir en 1411 y se terminó en 1533, tras la muerte de los Reyes Católicos. Desde allí se accede también al claustro de las Escuelas Menores, donde los alumnos recibían las enseñanzas básicas previas al acceso a la universidad















La vida social de Salamanca pivota en torno a su concurrida Plaza Mayor, construida en el Siglo XVIII según un proyecto de Alberto Churriguera en forma de cuadrilátero irregular, en el que destaca la fachada del Ayuntamiento, cuyas torres nunca llegaron a construirse. Como en otras plazas castellanas, al amparo de sus 88 arcos se encuentran innumerables bares y terrazas, y es uno de los lugares principales de paseo para sus visitantes.


















En compañía de nuestros anfitriones seguíamos callejeando por esta ciudad plagada de monumentos, y como en tan poco tiempo es imposible abarcar con gran detalle todo lo que merece la pena ser visitado, nos centramos exclusivamente en sus edificios más emblemáticos. Nos llamó la atención la Casa de las Conchas que, construida a finales del Siglo XV como palacio de un caballero de la Orden de Santiago, llegaría a ser más tarde una cárcel para universitarios, y actualmente alberga una biblioteca pública y un hermoso patio interior con dos plantas porticadas.

La impresionante fachada de la Iglesia de La Clerecía, sede actual de la Universidad Pontificia, es de estilo barroco, y su construcción fue impulsada por la esposa de Felipe II en desagravio a la prisión sufrida por Ignacio de Loyola, fundador de los Jesuitas y condenado por la Inquisición. El Palacio de Monterrey, el Colegio de Calatrava, iglesias, conventos, palacios y casas señoriales, colegios, museos... componen una lista interminable imposible de abarcar en una sola tarde.















También merece la pena contemplar la impresionante fachada plateresca de la Iglesia de San Esteban, un auténtico retablo de filigrana labrada en piedra. En el interior de su convento se llegó a alojar en su día el mismo Cristóbal Colón, para defender ante los teólogos de la Universidad la posibilidad de llegar hasta las Indias navegando con rumbo hacia Occidente. Hoy acoge la sede de una Facultad de Teología regentada por los dominicos, heredera del Estudio General de Teología iniciado en el Siglo XIII .




















Entre los innumerables rincones que van surgiendo a nuestro paso por las calles de esta ciudad dorada, llama la atención la robusta construcción de la fortaleza que albergó al clavero de la Orden de Alcántara, de la que sólo se conserva una robusta torre. Y ya un poco cansados, cuando la tarde iba llegando a su fin, en la Cuesta de Carvajal visitamos un rincón especial que casi pasa desapercibido. Se trata del pasadizo que da acceso a una torre medio escondida, que aquí llaman la Cueva de Salamanca, donde según la tradición popular, aprovechando la oscuridad de la noche, el mismísimo diablo impartía clase de adivinación, brujería y demás ciencias ocultas. Cuentan que uno de sus alumnos más aventajados fue el propio Maestre de la Orden de Calatrava, el Marqués de Villena, y que fue la misma Isabel La Católica quien durante su reinado ordenó tapiar sus entradas.



















Y de tanto repetir el gesto de mover las piernas y abrir los ojos, en esta rápida ronda turístico-cultural, casi sin darnos cuenta empezamos a sentir hambre y sed, que fuimos calmando generosamente en la no menos interesante ronda lúdico-gastronómica que vino después. Así en locales como El Real, Casa Paca, Cervantes... fueron cayendo de manera sucesiva unas refrescantes dosis de cerveza, acompañadas de excelentes tapas que terminaron por calmar nuestros instintos más primarios. Aunque hay que decir que nos quedó una cuenta pendiente con unos "huevos rotos" que salían de la cocina cuando ya nos despedíamos de uno de los locales...














Por la calle hacía un viento frío para el que no estábamos excesivamente preparados y, cuando el sol desapareció de la escena, pocos argumentos nos quedaban para continuar con sufrimiento la que había sido una tarde completa, por lo que decidimos dirigirnos hacia el domicilio de nuestros anfitriones y rematar allí la jornada de una manera más agradable. Tampoco prolongaríamos la velada en exceso, porque al día siguiente nos tocaba levantarnos temprano para continuar con nuestra particular aventura... 




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