lunes, 30 de julio de 2012

ETAPA 3: EL REAL DE LA JARA - FUENTE DE CANTOS

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Por el Camino de los Mozárabes: Vía de la Plata

Viernes 18-5-2012 - De El Real de la Jara a Fuente de Cantos (42,6 Km.)
Salida: 6.55 - Llegada: 16.15

Por tierras de la ancha Extremadura

Sol y calor. Temperatura máxima de 28º



Con puntualidad andaluza, la señora de la casa nos tenía el desayuno preparado a las 6.30 h, poco antes de amanecer. Me senté a la mesa con una pareja de peregrinos suizos de cierta edad, quizá matrimonio añejo, que bebieron el zumo, se sirvieron el café y fueron dando buena cuenta de un par de tostadas con mantequilla y mermelada sin siquiera mirarse. Tampoco dirigieron la palabra el uno hacia el otro, ni por supuesto hacia mí, mero espectador de una escena que, más que incómoda, me pareció curiosa. Ambos orientaban la mirada  hacia algún punto muy lejano en la pared de enfrente, y sólo la bajaban hacia la mesa cuando tenían que mojar el pan o beber de la taza. Como terminé un poco antes que ellos, me despedí y me levanté de la mesa deseándoles una buena jornada. Fue entonces cuando parecieron dar señales de vida animada y me contestaron con el socorrido ¡Buen camino!.

Saliendo del pueblo por la misma Calle Real, bordeando la loma donde se encuentra el castillo medieval, en pocos minutos se atraviesa el cauce del arroyo de la Víbora, límite entre Andalucía y Extremadura. Allí mismo, pero ya dentro de la provincia de Badajoz, se encuentran las ruinas del Castillo de las Torres, que todavía conserva en pie parte de los baluartes cilíndricos que le dan nombre y forma. Parece que ambas fortalezas se dedicaron en su día a la protección de la vía romana dentro de sus respectivos límites territoriales.

El camino continúa por un paisaje de dehesa, y entre encinas, chaparros y alcornoques, pronto aparecen los símbolos que van a marcar la ruta a lo largo de toda la región. Se trata de unos cubos de granito que indican la dirección a seguir y que, mediante un código de colores, señalan en cada tramo si el camino sigue o no el trazado original de la vía romana. Tardaré poco en comprobar que en toda Extremadura desaparece de las señales oficiales la denominación de Camino de Santiago, que se sustituye por Vía de la Plata, y se omiten las referencias a la tradición jacobea. En los carteles se cambia el símbolo de la vieira por una imagen del arco romano de Cáparra, y los albergues de peregrinos se denominan aquí albergues turísticos, pero las señales que siempre se mantienen son las flechas amarillas.






La mañana es agradable, y aunque el sol luce sin obstáculos, la temperatura se muestra algo más suave que en las jornadas anteriores. El camino, que ahora es amplio y cómodo, atraviesa varias fincas ganaderas por un amplio valle, limitado al Norte por la Sierra de San Roque, antiguo refugio de contrabandistas, lo que hace que estas primeras horas transcurran como un agradable paseo.


Cuando el valle comienza a ganar altura, casi llegando a la Venta del Culebrín, se encuentra la curiosa ermita de San Isidro, lugar en que cada 15 de mayo se celebra una romería que reúne a numerosos vecinos de las localidades próximas. Y en esta plácida mañana del tercer día después de la fiesta, el lugar todavía conserva los restos de lo que más parece haber sido un macrobotellón, con la basura que nadie se ha preocupado de recoger acumulada por todas partes. Me encuentro aquí con un peregrino en bicicleta, perteneciente a la Asociación de Amigos del Camino de Sevilla, con el que ya había coincidido hace dos jornadas en el final de etapa en Castilblanco. Periódicamente recorren la ruta para comprobar la señalización, reforzarla en los puntos conflictivos o modificar parcialmente el trazado, visitar los albergues y, en definitiva, procurar la mejora constante de todos los aspectos del recorrido.














Por una complicada rotonda y superando un par de túneles se atraviesa la carretera N-630 y la autovía A-66 que, junto al camino, suben ahora en paralelo al arroyo del Culebrín hasta sobrepasar la Sierra Morena por el Puerto de la Cruz a 760 metros de altutud. En este tramo me encuentro con varios peregrinos que empiezan a sufrir las consecuencias del calor y del mayor esfuerzo al que obligan las prolongadas rampas. Una vez sobrepasado el alto, ya se ven cerca los tejados rojos y las fachadas blancas de Monesterio, primera localidad extremeña con que se encuentran los peregrinos.

















En esta localidad volcada a la industria derivada de los productos del cerdo ibérico, a pesar de sus casi 4.000 habitantes no se ve mucho movimiento por las calles. En la Plaza del Pueblo destaca como construcción singular la Iglesia de San Pedro, construida en el Siglo XV en estilo mudéjar, aunque cuenta con varias remodelaciones posteriores. Como mi intención es proseguir la ruta, no puedo dedicar mucho tiempo a esta visita pero hay un requisito que no puedo pasar por alto: Tengo que probar el jamón.

Saliendo de nuevo a la carretera general que atraviesa el pueblo, en una pequeña plazoleta recientemente renovada encontré el sitio apropiado, donde además de una cerveza acompañada de pan, aceite de oliva y un buen jamón, también tuve la oportunidad de probar una "tostá con cardillo" con las que se desayuna la gente de la zona. Se pide una tostada, y cada uno añade a su gusto cualquiera de los productos del cerdo que se encuentran desplegados por todas las mesas del local. Siguiendo un buen consejo, yo opté por untar una mitad de la enorme tostada con paté de jamón y la otra con paté de lomo, dejando la "manteca colorá" para mejor ocasión. Sabrosa energía para proseguir la ruta con garantías.

















Me quedan todavía casi 22 km. para el final de esta etapa y ya es casi el mediodía cuando retomo la marcha, saliendo de Monesterio por la carretera. Tras sobrepasar el cuidado campo de fútbol municipal se retoma el sendero, que sigue durante un buen trecho en paralelo al arroyo de la Dehesa. El paisaje apenas cambia durante un buen tramo, en el que un camino salpicado de encinas avanza jalonado por muretes de piedra. Sobre la ruta se suceden las cancelas que hay que abrir y cerrar al traspasar los límites de cada nueva finca.

A la altura de la última cancela, donde desaparecen los árboles y las sombras de la dehesa dejan paso a los amplios espacios del cultivo de secano, una pareja de ciclistas que acababan de adelantarme están peleando con la portezuela, que se resiste a la maniobra de dejar el paso abierto. Intento ayudarles pero, al cabo de un rato de forcejeo, llegamos a la conclusión de que se encuentra totalmente bloqueada y no queda otro remedio que saltar por encima. Yo lo tengo menos complicado, pero a ellos no les queda más solución que desmontar las alforjas de las bicicletas e ir pasando cada parte por separado, para volver a montar el conjunto al otro lado de la alambrada.

















Entrando en el nuevo territorio, en el que el sol se convierte de nuevo en dueño de la escena, la silueta de Fuente de Cantos pronto aparece lejana en el horizonte, pero a veces da la impresión de que se trata de un espejismo, porque la llanura es inmensa y se hace interminable. Al sobrepasar cada cierto tiempo alguno de los suaves lomos que presenta el terreno se vuelve a ver la población, pero siempre a la misma distancia. No hay absolutamente ninguna sombra, y a estas horas ya aprieta el calor. Me estoy volviendo un maestro en reservar los peores tramos de cada jornada para las horas más difíciles, pero es lo que hay. Y al cabo de un buen rato caminando, Fuente de Cantos vuelve a aparecer otra vez tras una loma, pero... ¡A la misma distancia!

Como no hay mal que cien años dure, después de casi 12 Km. de travesía en el desierto logré por fin que la imagen deseada se acercase hasta mí para poder alcanzarla. Llegando al pueblo se puso a mi altura un grupo de ciclistas, compuesto por un hombre ya entrado en años y cuatro mujeres más jóvenes, todos ellos alemanes residentes en Granada, que se detuvieron unos instantes a cruzar unas palabras amables conmigo. Eran casi las cuatro de la tarde y hasta que no estuve a tiro de piedra del final del recorrido no comencé a notar que se aliviaba el sofocón de más de dos horas de secarral que quedaba a mis espaldas.















Al llegar al pueblo hay que dar un gran rodeo para dirigirse al convento de San Francisco, edificio recientemente restaurado por la Junta de Extremadura donde se encuentra el albergue. También entre sus muros acoge un centro de interpretación de Francisco de Zurbarán, místico pintor del Siglo de Oro nacido en la localidad. Son de sobresaliente los modernos locales habilitados para el albergue, sin duda el mejor de los que me encontré en Extremadura. Cuenta con recepción, una cómoda sala de estar con televisión, un completo mesón, jardín trasero exterior, unos amplios y aseados dormitorios, duchas y todos los demás servicios que necesita un peregrino para pasar una confortable jornada. Pero curiosamente, conmigo no había más que otros cuatro ocupantes. Según me enteré más tarde, el secreto parece estar en que en el pueblo hay una casa rural que también acoge peregrinos, y en que su dueño se pasa buena parte de la jornada a la entrada del pueblo "pescando" clientes, a base de cantar las excelencias de su negocio a todo el que llega andando y de difundir unas supuestas desventajas del albergue público, tales como lo descuidado de sus instalaciones, la falta de higiene, e incluso aludiendo a una probable invasión de chinches. ¡Cousas veredes!

















Cuando terminé mis rutinas de final de etapa, después de asearme y lavar la ropa, me aposenté en el mesón. Disponía de sus instalaciones al completo para sentarme cómodamente a comer el bocadillo y la fruta que llevaba en la mochila. Mantuve después una animada conversación con Jerónimo, compañero de dormitorio al que inicialmente identifiqué por error como extranjero, pero que resultó ser un joven andaluz de los campos de Jaén que buscaba en el camino un nuevo rumbo para su vida. También hablé con Matías, un alemán que hacía la ruta con mucha ilusión, recién acabada su carrera universitaria, pero que estaba seriamente perjudicado por una tendinitis y sospechaba que su andadura había llegado a su fin.

En el mismo edificio del convento, el espacio de la antigua iglesia ha sido habilitado como centro de interpretación de la obra de Francisco de Zurbarán, de entrada libre, y que en ese momento tenía como única ocupante a la señora dedicada a atender a los posibles visitantes. En el pueblo se encuentra la casa museo donde nació el pintor, dedicada también a su obra.


















Sin más tiempo que perder, saliendo del convento por la calle de los Frailes me dirigí al interior de la localidad con el objetivo principal de comprar lo necesario para la siguiente jornada. En su centro está ubicada la plaza de la Constitución, flanqueada por el ayuntamiento y la Iglesia de Nª Sra. de la Granada, que fue construida en el Siglo XV y cuenta en su interior con un excelente retablo barroco. Tras recorrer varias calles solitarias, cargado como iba con las bolsas de la compra me retiré a descansar.

Al volver al albergue estuve un rato charlando con el encargado de la recepción, que entretenía su soledad ante la pantalla de un moderno ordenador. Se mostraba preocupado por su futuro, y por las consecuencias que tendrían para su empleo los recortes de fondos públicos que ya habían obligado a reducir a la mitad la plantilla de personal. Encendió el televisor para mí, que me hice dueño del mando a distancia como único ocupante de la amplia y confortable sala de estar. Era la primera vez que veía un informativo en tres días pero, a pesar de mi interés, me fui quedando dormido antes de llegar a la meteorología, invadido por un plácido sueño y contagiado por la sensación de calma y soledad que todo parecía transmitir en este lugar de Extremadura perdido en medio de la inmensa llanura...


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viernes, 20 de julio de 2012

ETAPA 2: CASTILBLANCO DE LOS ARROYOS - EL REAL DE LA JARA

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Por el Camino de los Mozárabes: Vía de la Plata

Jueves 17-5-2012 - De Castilblanco de los Arroyos a El Real de la Jara (46,1 Km.)
Salida: 6.55 - Llegada: 17.00

Parque Natural de la Sierra Norte de Sevilla. Sierra Morena

Sol y calor. Temperatura máxima de 35º



Situado frente al albergue, el bar que da servicio a los peregrinos abre a las 6.30 de la mañana, con lo que hoy no podré anticipar la salida todo lo que quisiera, y otra vez vuelvo a ponerme en marcha casi a las 7. Menos mal que la predicción para hoy apunta hacia una ligera bajada de las temperaturas y que he tomado algunas precauciones, como llevar mayor cantidad de bebida en la mochila repartida en varios botellines, y modificar mi visera con un pañuelo y unos imperdibles, añadiéndole una protección trasera tipo nómada sahariano que ya no me abandonará hasta la última etapa.

Se sale de Castilblanco siguiendo la Avenida de Antonio Machado hasta enlazar con la carretera SE-5405 en dirección a Almadén de la Plata. Por delante, nada menos que 16 kilómetros de arcén y de asfalto por un terreno ondulado de dehesa. Hasta que por fin, una vez sobrepasado el cartel del Km 4, se abandona la carretera para entrar en el Parque Forestal de los Berrocales, donde por un camino amplio de tierra se atraviesa un precioso bosque de alcornoques que en esta época brillan con un espléndido verde juvenil. Aunque ya empieza a apretar el calor, este paisaje compensa con creces el tedio de haber caminado casi tres horas por la carretera, y relaja la tensión acumulada en la planta de los pies.



















Aunque no abunda el agua, en esta época el campo está verde, y el paisaje rebosa de lavandas y jarales con vistosas flores de variados colores. Disfrutando del agradable paseo, entre subidas y bajadas se encuentra el cortijo de La Morilla y se sobrepasan varias cancelas que hay que cerrar al pasar, que permiten que el ganado suelto se desenvuelva a sus anchas. Un detalle curioso que se repite varias veces me hace detenerme y fijar la atención por un momento. Se trata de los carteles plastificados que, en varios tramos del parque, alguien ha ido dejando bien visibles. Sin duda se trata de una persona desconsolada ante una pérdida que acaba de sufrir. Junto a la foto de un peregrino que camina, el texto dice lo siguiente:

No puedo evitar mi sufrimiento y la pena que me parte el corazón pensando en ti
pero hoy puedo llorar cerca de ti y contigo y recoger los pedazos de mi corazón
para armarlo de nuevo para quererteeeeeeeee y recordarte siempreeeeeeeeeeee
descansa en paz cariño fuen que Dios te tenga en el mejor de los sitios.
Pronto nos veremos................















Y así sigo avanzando, dejando atrás a algunos peregrinos que salieron más temprano del albergue y que ahora, salpicados a lo largo de la ruta, se van deteniendo a descansar bajo la sombra de algún árbol. Aunque calurosa, la mañana es apacible hasta que, casi por sorpresa, aparece delante de mí una imponente cuesta arriba. Se trata de la subida al Cerro del Calvario y, aunque no muy prolongada, es de las que hace honor a su nombre. Se sube con gran dificultad, obligadamente a paso cansino, y a cada poco tiempo hay que detenerse para recuperar el resuello. Al culminar sus 561 metros de altitud, hacia el Sur se observa una buena panorámica de la Sierra Morena, y hacia el Norte de Almadén de la Plata. Sólo queda una irregular y pedregosa bajada para la que será mi próxima parada.














Entrando por la Calle del Olmo me encuentro una fuente de tres caños, donde aprovecho para reponer mis bidones con agua fresca, y en ese momento se detiene allí mismo un camión de venta de fruta. Me hubiera comprado un par de naranjas, pero sólo las vende embolsadas, y me decido por una jugosa pera que, después de un rato de conversación, el paisano no me quiso cobrar. En el hogar del pensionista me sirven una cerveza bien fría y una tapa de "carne asada". Por aquí llaman así a  pequeños trozos de filete de cerdo pasados por la plancha, que me vienen bien para arreglar un pequeño roto que tenía en el estómago.























Se acercan las dos de la tarde y después de andar casi 30 Km desde el inicio de etapa se me presenta la misma situación que ayer. Aquí hay albergue, pero todavía no está abierto, y el próximo está en El Real de la Jara, a 17 Km, lo que suponen algo más de tres horas a pleno sol. Y mi decisión vuelve a ser la misma. Si ayer pude hoy también. Dejo atrás la Iglesia de Santa María de Gracia y la Torre del Reloj, y me encamino hacia la salida del pueblo donde al pie del Cerro de los Covachos se encuentra la plaza de toros, con la puerta abierta...


Del recorrido que viene ahora guardo muy buen recuerdo. Comienza atravesando un parque de placas solares para, después de sobrepasar un tramo limitado a ambos lados por una densa plantación de chumberas, adentrarse en un hermoso paisaje de dehesa muy accidentado y lleno de recovecos, apropiado para filmar algún capítulo de bandoleros del estilo de "Curro Jiménez". Caminando en soledad entre jarales y encinas, numerosos conejos y perdices saltan a cada paso. Caballos, cabras, cerdos, ovejas... animales de todas clases que, a esta hora y con este calor, en su mayoría sestean a la sombra. Los arroyos están secos, pero con frecuencia se encuentran balsas artificiales que retienen el agua de la lluvia caída en los días de primavera. Buenos jamones han de salir a la fuerza de estos cerdos, que retozan en el barro y se alimentan a base de bellotas.




















Tras pasar por lugares con nombres tan sonoros como Cerro del Gato, Arroyo de la Víbora, El Encinarejo, Arroyo del Burro, la Huerta del Corcho, El Chaparral, la Vereda de Los Bonales... los últimos kilómetros se recorren por el Camino Viejo, una pista amplia y sin apenas pendiente que nos conduce directamente hasta El Real de la Jara. El albegue está completo pero, afortunadamente, hay una hospedería donde también acogen peregrinos, y a ella me dirijo cuando ya pasan de las 5 de la tarde.


















Alojamiento Molina es una casa particular habilitada para tal fin, situada casi al final de la Calle Real y atendida por una mujer que me recibe con un niño en brazos. El trato es muy familiar, y me acomodan en una austera habitación con dos camas en la que me despliego a mis anchas. Una vez he terminado de lavar la ropa que llevaba para andar, me doy una ducha y ya estoy libre para comer el bocadillo que llevo en la mochila, preparado del día anterior. A la hora que ya es no me puedo entretener mucho, tengo que salir a buscar una tienda de alimentación donde avituallar la mochila para la próxima jornada, en la que también me esperan largos tramos sin ningún tipo de servicios.














El Real de la Jara, atravesada por el antiguo Camino Real que comunicaba Andalucía y Extremadura, es la última población de la provincia de Sevilla, y fue conquistada a los musulmanes en 1247 por Fernando III el Santo. Como todos los de la Sierra Norte, es un pueblo de casas blancas y tejados rojizos, y entre sus edificios más destacados se encuentra la Iglesia de San Bartolomé, de estilo mudéjar, construida a finales del Siglo XVI. Domina la localidad un castillo medieval de ocho torres, levantado sobre un cerro a finales del Siglo XIII con el fin de defender las fronteras del reino cristiano. Está restaurado en su configuración original y es de acceso libre, por lo que pude recorrerlo en su totalidad a pesar de lo avanzado de la tarde. Ya cansado, antes de retirarme a dormir me senté un rato a disfrutar del atardecer en una terraza frente a la torre de la iglesia, donde en ese momento cenaban otros peregrinos.















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