viernes, 31 de diciembre de 2010

CERRADO POR DEFUNCIÓN

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Tras una prolongada hoja de servicios, y después de una grave enfermedad de la que no se pudo sobreponer a pesar de los denodados intentos de reanimación, en el día de hoy...

... Mi ordenador ha pasado a mejor vida.

 D.E.P





Estaré ausente durante un período de duelo, que espero sea lo más corto posible. ¡Volveré!
  
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miércoles, 29 de diciembre de 2010

HASTA SIEMPRE CNN+

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Puede ser debido a la casualidad, pero el cierre de CNN+ se perpetró el día de los Santos Inocentes del año 2.010...

A usted le preferimos atontado

¿ Es usted inteligente? ¿Tiene el más mínimo sentido común, capacidad crítica o discernimiento? Mal, amigo mío, muy mal. Es usted una rara avis, un apestado, alguien que estorba a los mecanismos del poder y la suave dialéctica del progreso. Le preferimos atontado, observando la pantalla con una de nuestras cenas precocinadas sobre las rodillas.
No nos gustan los listillos. Llevamos más de un siglo medrando despacio, en la sombra, readaptándonos con cada cambio social, extendiendo nuestros tentáculos para acabar con los que son como usted. Fabricamos la idea de la democracia moderna para ocultar el auténtico dominio que nosotros, las grandes empresas, tenemos sobre usted. Les hacemos pasar cada cuatro años por las urnas para alimentar esa fantasía. Creamos y deshacemos los ciclos económicos. En las épocas de prosperidad crecemos saludablemente, y en las de crisis nos inflamos como sanguijuelas a punto de estallar.
Sí, competimos a muerte entre nosotros pero somos ferozmente corporativistas cuando alguien amenaza los mecanismos de nuestro poder. Ministros y gobiernos no son más que asalariados temporeros, instrumentos con los que ejecutar nuestros intereses inmediatos. Les hacemos invadir países para quedarnos con sus recursos o crear leyes opresivas que aseguren nuestro privilegios. Aún se nos escapan algunos reductos de poder. Internet, por ejemplo, es un lugar donde las hormiguitas se juntan para roer nuestros cimientos, pero están muy lejos aún de causarnos auténtico daño. Mientras, nosotros seguimos la batalla por su atontamiento. Ayer apagamos un molesto canal de noticias y lo sustituimos por un confortable Gran Hermano 24 Horas. A veces nos gusta subrayar la ironía con metáforas orwelianas, pero claro, al mismo tiempo esperamos que no tenga capacidad de comprenderlas. Y ahora relájese y vuelva a encender la tele, por favor.

Juan Gómez-Jurado

Publicado en La Voz de Galicia de 29 de Diciembre de 2.010



¡Yo no lo hubiera dicho mejor!
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Etapa 16: EL BURGO RANERO - LEÓN

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Martes, 12-10-2010: De El Burgo Ranero a León (37 Km.)
  
De la quietud del secano a la animación del "húmedo".

Nubes y claros durante toda la jornada. Temperaturas agradables.


Ya fuese real o imaginario, el ataque masivo de los chinches no me dio reposo en la noche de las mil y una vueltas dentro del saco. Me levanté en silencio antes de las cinco de la mañana, cuando el albergue todavía dormía, y me metí en la ducha para intentar purificarme del malestar que no me dejaba conciliar el sueño. Recogí y sacudí energicamente cada prenda de las que tenía a secar en el exterior, lo mismo que hice con toda mi ropa antes de ponérmela, y fui examinando a conciencia todo lo que metía en la mochila. Afortunadamente, llevaba mi equipo en bolsas plásticas bien cerradas. Salí del albergue en plena noche, cuando ya empezaba a desperezarse el resto del personal. Pronto abrirían el mesón de enfrente; necesitaba relajarme y echar al cuerpo algo más que un café con leche.

Una hora antes de amanecer ya estaba de nuevo en el andadero saliendo de El Burgo Ranero junto a los muros del cementerio. Después de un rato avanzando ligero en la oscuridad y apartando de mi cara sedas de araña a cada paso, me cambié a caminar por el asfalto, lejos de la hilera de árboles desde los que ondeaban los molestos filamentos, aprovechando que la carretera no llevaba tráfico a esas horas. Se hizo de día a la altura del desvío a Villamarco, casi a siete kilómetros del punto de partida. Después de tantas jornadas por esta llanura, la soledad del páramo comienza a ser un poco agobiante. Ya tengo ganas de llegar a Galicia... ¿Será tan verde como dicen?














A la entrada de Reliegos, primer lugar habitado que aparece hoy a los trece kilómetros de ruta, encuentro unas  típicas cuevas con bodega bastante bien cuidadas. Paso a continuación por su Calle Real, justo donde cayó un meteorito de casi nueve kilos de peso en la mañana del día de los Santos Inocentes de 1948. Después, el andadero sigue su curso monótono hasta las proximidades de Mansilla de las Mulas, localidad amurallada que recibe este nombre por la importancia de las ferias de ganado que allí se celebraban.


Se entra en Mansilla por la Puerta del Castillo o de Santiago, que atraviesa los restos de sus  importantes murallas, construidas "a cal y canto", pasando a continuación junto a la Iglesia de Santa María. Como a estas horas ya se me ha abierto un boquete en el estómago, busco un buen sitio en la Calle de los Mesones donde me ponen algo de comer y de beber, y me preparan un bocadillo para  llevar a la mochila. Como hoy es el día de la Fiesta Nacional, en la tele ponen la imágenes del desfile de las Fuerzas Armadas.


Se sale de Mansilla por un paraje arbolado, cruzando el Río Esla sobre los ocho arcos de piedra de un puente medieval  que data del Siglo XII. Desde aquí cambia el paisaje hasta que, en la localidad de Puente Villarente, se atraviesa el cauce del Río Porma. El color pardo del páramo abre paso a los tonos verdes de  la vega, donde abundan las huertas y las fincas de regadío dedicadas al cultivo de maíz, y son frecuentes las hileras de chopos y álamos. Pero el respiro no es completo, porque ahora se camina por un camino carretero en paralelo a la N-601 entre Valladolid y León, que  soporta una gran densidad de tráfico.


Cuando terminan las llanuras agrarias vuelve a dominar el ocre de los campos de cereal, pero  ahora León ya está cerca, y a lo largo de la carretera surgen las zonas residenciales y los talleres y naves industriales de su extrarradio. Afortunadamente, el camino se aparta ahora unos cientos de metros del asfalto. Tras una ligera subida, voy dejando a mi izquierda la villa de Arcahueja, con su Iglesia de Santa María, y el cementerio de Valdelafuente.




La subida continúa hasta el Alto del Portillo, desde donde se puede apreciar una buena panorámica de la ciudad. Por un complicado puente metálico se atraviesa la autopista de circunvalación y varias carreteras, para iniciar luego una bajada hacia el arrabal de Puente Castro. Cruzando el Río Torío por un puente de piedra que da nombre a esta antigua judería, se llega enseguida hasta las mismas murallas de León.



Antes de las tres de la tarde entro en el casco antiguo franqueando las murallas por la Puerta Moneda. Andando poco más de cien metros, detrás de la Iglesia de Santa María del Mercado (Siglo XII), se encuentra la Plaza del Grano, con su pavimento de canto rodado y un bien conservado aspecto pueblerino. Aquí se termina mi etapa de hoy, porque en uno de los laterales de la plaza  se abre el portón del albergue que estaba buscando, ubicado en el interior del Convento de las Carbajalas. Es uno de los pocos de todo el camino que cuenta con dormitorios separados para hombres y para mujeres.


Antiguo asentamiento de legiones romanas, y casi despoblada en la época de dominio musulmán, la ciudad de León adquiere relevancia al convertirse en el año 910 en cabecera del Reino de León, condición que conservará durante casi cuatro siglos, hasta que en 1301 se integra definitivamente en la Corona de Castilla. Su patrimonio histórico y cultural es inmenso, pero tres grandes monumentos religiosos destacan sobre los demás: La Basílica de San Isidoro, una de las construcciones más significativas del románico español, y panteón de reyes medievales, la Catedral de Nuestra Señora de Regla o Pulchra Leonina, iniciada en el Siglo XIII por Alfonso IX en un cuidado gótico de estilo francés, y el Convento de San Marcos, construido por los Reyes Católicos como sede de la Orden de Santiago, excelente ejemplo de la arquitectura plateresca propia del renacimiento español.




De su arquitectura civil es de destacar el Palacio de los Guzmanes, sede actual de la Diputación Provincial, la barroca Casa Consistorial, situada en la Plaza Mayor, y la Casa Botines, obra neogótica proyectada por Gaudí. Pero, personalmente, me quedo con la excelente rehabilitación y peatonalización de las calles y plazas de su casco histórico, y en concreto de las coloridas callejas del conocido como Barrio Húmedo, antigua sede de artesanos, mercaderes y peregrinos, en el que se puede disfrutar siempre en compañía de la comida y bebida servida en decenas de bares, cafés y mesones que hacen de él uno de los lugares de visita obligada.



El interior de la Catedral merece ser destacado por sus magníficas vidrieras, las cuales, según el guía que daba las explicaciones, llevan actualmente veinticinco años en período de complicada y costosa restauración, y se calcula que le queda al menos otro tanto, ya que de sus dos niveles sólo han terminado con las situadas en el nivel inferior. Supongo que cuando hayan acabado tendrán que volver a empezar otra vez. La fachada, aunque distinta que la de la catedral de Burgos, no deja de ser majestuosa.














Hoy he llegado pronto al final de la etapa, pero aquí hay mucho que ver y no soy capaz de absorber tal cantidad de información en un tiempo tan reducido. Después de visitar la Catedral y sus impresionantes vidrieras, cuando llevo más de dos horas callejeando por la ciudad, me da un bajón físico que me obliga a parar a comer, algo que mi cuerpo iba pidiendo a gritos desde hacía rato. Lo primero que encuentro es una pastelería en la avenida Ramón y Cajal, frente a las murallas, donde hacen unos pasteles de manzana "que quitan el hipo". Pronto me tocará sentarme a cenar, que en este albergue cierran a las 9.30 h. y hay que retirarse a tiempo para no quedarse a dormir en la calle. ¡Estas monjitas te son muy estrictas con la disciplina!



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domingo, 26 de diciembre de 2010

Etapa 15: CALZADILLA DE LA CUEZA - EL BURGO RANERO

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Lunes, 11-10-2010: De Calzadilla de la Cueza a El Burgo Ranero (41 Km.)

  ¡Chinches! "La Amenaza Fantasma"

Muy nuboso con algunos claros a mediodía. Temperaturas frescas.



Tras cruzar el Río Cueza a la salida de Calzadilla, seguiré en solitario una jornada más por la Tierra de Campos, hoy caminando en paralelo a la N-120 entre las provincias de Palencia y León, quizá una de las zonas más deprimidas de todo el itinerario hasta Compostela. Cada pocos kilómetros de andadero me voy encontrando con pequeños núcleos de población que, con sus construcciones de  tonos ocres y pajizos, se  mimetizan con el terreno. Casas levantadas con humildes bloques de barro secados al sol, muchas veces arruinadas por el paso del tiempo, se alternan con grandes obras hechas en ladrillo, dando testimonio de una herencia arquitectónica mudéjar que se remonta a la época medieval.



Antes de llegar al límite entre Palencia y León dejaré atrás las  pequeñas localidades de Lédigos, Terradillos de los Templarios, Moratinos y San Nicolás del Real Camino, a cada una de las cuales se accede dando un pequeño rodeo que  por un momento hace que me olvide de la monótona carretera. Todas ellas cuentan con una iglesia de ladrillo, siendo la de Lédigos la única de todo el Camino que guarda imágenes de "los tres santiagos": El apóstol, el peregrino y el matamoros. Una vez sobrepasado el marco de piedra que indica el cambio de jurisdicción, tras una larga recta de casi cuatro kilómetros se entra en Sahagún, localidad central en la etapa de hoy, cruzando por un puente que pasa sobre las vías del tren.



La villa de Sahagún, surgida en torno a un antiguo monasterio y ubicada entre los Ríos Cea y Valderaduey, se convirtió a partir del fuero concedido en 1.085 por por Alfonso VI, en un importante foco cultural donde, entre comerciantes, artesanos y labradores, convivían gentes de distintas religiones y culturas procedentes de toda Europa. La localidad cuenta con importantes edificaciones religiosas de estilo románico mudéjar, levantadas durante los Siglos XII y XIII enteramente en ladrillo. El camino pasa frente a la Iglesia de la Trinidad, hoy convertida en albergue y auditorio, y muy cerca de la Iglesia de San Tirso, auténtica joya mudéjar cuya torre se derrumbó en 1948 y fue restaurada posteriormente. Aunque algo alejada del itinerario jacobeo, y situada en el Barrio de la Judería, la Iglesia de San Lorenzo destaca también por las arquerías de su torre.


Me detengo en los soportales de la Plaza Mayor a descansar un rato y reponer fuerzas, a comprar fruta para el camino, y a cumplir con el ritual de cada lunes para tentar a la fortuna. Al salir del casco antiguo, el camino pasa junto al Arco de San Benito, que junto a la Torre del Reloj y la Capilla de San Mancio constituye uno de los restos que se conservan del monasterio cluniacense que dio origen a la ciudad, para cruzar un poco después sobre el puente romano que con sus cinco arcos de piedra salva el cauce del Río Cea.


Jalonado por una interminable hilera de árboles plantados en su costado izquierdo para dar sombra a los peregrinos, el andadero continúa en paralelo a la N-120 durante casi cuatro kilómetros, hasta que se desvía siguiendo una carretera local en dirección a Bercianos. El área de descanso que se encuentra junto a la Ermita de la Virgen del Peral será una de las escasas referencias en medio del páramo despoblado.


Por esta zona se hace incómodo avanzar debido a que las arañas del lugar parecen haber desarrollado nuevas tácticas de caza cuya efectividad ponen a prueba al paso de los peregrinos. En lugar de tejer complejas telarañas, tienden largos y casi imperceptibles filamentos, a modo de sedales de pesca, que ondean horizontales con la mínima brisa, lo que hace que  todos aquellos que van pasando se harten de quitar de la cara los molestos hilillos, y que terminen la jornada con su ropa y equipo cruzados por multitud de pegajosas líneas de seda. Más que a cazar moscas, estas arañas se dedican a incordiar a los sufridos viandantes que avanzan hacia el Oeste.

Desde su construcción en el Siglo XV hasta que se desplomó el 8 de junio de 1998, Bercianos del Real Camino lucía con orgullo la torre de su Iglesia de San Salvador, de más de treinta metros de alto, que por estar edificada sobre unas bodegas terminó viniéndose abajo. Actualmente se ha levantado una nueva iglesia con un formato muy original, ya que el cuerpo principal de la misma, el campanario y la torre con el nido de cigüeña incorporado, tienen tres ubicaciones diferentes y distantes. Debe de tratarse de un nuevo concepto de arquitectura religiosa originado en la postmodernidad... la tradición deconstruida... o algo así.


Por lo demás, la villa de Bercianos, que debe su nombre a que sus primeros colonos procedían del Bierzo, no tiene grandes edificios ni una historia por la que merezca la pena ser destacada, pero el aspecto de sus calles  y casas es bastante representativo del resto de los pueblos de la comarca.


Otros siete kilómetros más de andadero con arbolitos me quedan para el final de la etapa. Sin grandes cosas que contar, sólo destacar que volvió a llover en medio de la nada, pero en esta ocasión tenía a mano un tunel bajo la autopista en el que protegerme. Allí acudió también un agricultor con su tractor que estaba trabajando por los alrededores, con el que estuve hablando de los cambios sociales acelerados que  había sufrido la comarca en los últimos tiempos... La conversación fue fugaz como el paso de la nube.


Una vez en El Burgo Ranero, por la Calle Real se entra directamente hasta la Iglesia de San Pedro, y de allí hay que desviarse para llegar al albergue municipal, situado en la Calle de la Carretera. La suerte que tienen los vecinos de este pueblo es que no suelen tener problemas para aparcar el coche delante de la puerta de su casa. Es también digno de mención que, la víspera de la fiesta de San Pedro, patrón de la localidad, es tradicional que los mozos coloquen un ramo debajo de las ventanas de las mozas casaderas y que en esa misma noche se encienda una gran hoguera que sirve como diversión para los niños y la gente joven de todas las edades.

El albergue municipal "Doménico Laffi", antigua vivienda del párroco, es un edificio reciente pero construido al modo tradicional, con techos de estructura en madera, muros de tapial y adobe. Su interior es de aspecto moderno, y está totalmente intercomunicado por medio de una escalera central que da acceso a los  cuatro dormitorios que, situados en la primera planta, están separados entre sí y del pasillo por tabiques de media altura, abiertos en la parte superior. Comparto habitación con un finlandés al que llaman Jarko y con otros tres jóvenes, uno de ellos ferrolano. Es el primer gallego que me encuentro desde que comencé a caminar en Somport.


Cuando salgo de la ducha, el ferrolano se interesa por cómo llevo "lo de los chinches". A mi desinformación sobre el tema, me comenta que ellos vienen escapados de otros albergues en los que varias personas han sufrido sus típicas picaduras en forma de rosario, y después de describirme algún caso con pelos y señales, me informa de que ya hay varios centros a lo largo del Camino que han sido cerrados para proceder a su desinfección. Me confiesa que ellos han tenido que someter toda su ropa y equipo a un procedimiento bastante engorroso recomendado por un sanitario. A partir de entonces, miraré con desconfianza los muros de adobe y los desangelados techos de madera que protegen nuestra estancia común, a los que había atribuido un cierto toque romántico, ya que proporcionan una guarida ideal para toda clase de bichejos.



Ya de noche, cuando vuelvo al albergue después de haber cenado, el ambiente en el interior está totalmente viciado por la intensa humareda que alguien ha provocado al trastear con el fuego de la chimenea. Toda la ropa recién lavada que tenía allí a secar está impregnada de un intenso olor a humo y cenizas, lo que me obliga a improvisar con unas cuerdas un tendedero al aire libre para intentar salvar "la colada" .

Con bastante alboroto en el entresuelo, y el ambiente enrarecido por el humo, me toca resignarme e intentar dormir. No hago más que acomodarme en el saco, cuando uno de mis compañeros de habitación entra fumigando toda la estancia, haciendo uso intensivo de un bote de insecticida y espetando: ¡Estoy harto de chinches! ¡No me arriesgo a que me pase otra vez!

En una atmósfera donde respirar se está poniendo cada vez más complicado, a mí ya me pica todo el cuerpo y veo chinches por todas partes. Veremos como salgo de ésta... Rascando aquí y allá se me hace difícil conciliar el sueño, pero finalmente entro en un frágil duermevela que me mantiene alerta hasta que, sobre las dos de la mañana, se enciende una linterna en la cama de al lado. Es Jarko, que persigue con el haz de luz algo que parece querer esconderse debajo de su saco. Medio dormido, intento averiguar de qué se trata cuando, para mi sorpresa, el finlandés intenta fotografiar a un ser diminuto que se escabulle con habilidad por los pliegues de la ropa. Finalmente, no consigo averiguar lo que persigue con tanto afán... pero lo sospecho...

A partir de ahora, dormir se volverá imposible. Preveo que esta noche se me va a hacer muy larga...



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lunes, 20 de diciembre de 2010

Etapa 14: BOADILLA DEL CAMINO - CALZADILLA DE LA CUEZA

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Domingo, 10-10-2010: De Boadilla del Camino a Calzadilla de la Cueza (42 Km.)

  Ancha es Castilla... Y larga...

Nuboso o muy nuboso con algunos claros. Temperaturas frescas.


 Después de un animado desayuno, salgo del albergue caminando por la llanura junto a Philippe y Ryohei, pero no será por mucho tiempo, porque yo he programado una etapa larga y ellos tienen planes diferentes para esta jornada. En las afueras de Boadilla, el camino discurre junto a una agradable hilera de chopos y en paralelo al Canal de Castilla. Llegando a Frómista se cruza el canal por un pequeño puente que atraviesa el antiguo sistema de esclusas que lo hacía navegable.




El Canal de Castilla es una gran obra de ingeniería realizada entre los Siglos XVIII y XIX  por iniciativa del Marqués de la Ensenada, para facilitar el transporte de cereal desde las llanuras de la meseta al puerto de Santander. Con una longitud de 207 kilómetros, es navegable a lo largo de sus dos ramales, y fue surcado por numerosas barcazas cargadas con cereal  hasta que perdió vigencia con la llegada del ferrocarril. Actualmente se usa para regadío.

Quelle Beauté! exclama el francés cuando, llegados a Frómista, vemos aparecer esta pequeña joya del arte románico delante de nuestros ojos.



La Iglesia de San Martín de Frómista fue construida en la segunda mitad del Siglo XI por orden de Doña Mayor, condesa de Castilla y viuda del rey Sancho III de Navarra, como parte de un monasterio hoy desaparecido. En ella trabajaron algunos de los canteros que participaron en la construcción  de la catedral de Jaca. Después de sufrir un largo período de abandono, fue desmontada y reconstruida en el Siglo XIX . Junto a las catedrales de Jaca y Santiago y a la Iglesia de San Isidoro de León, representa la cumbre del románico español.

A la temprana hora en que llegamos, la iglesia todavía no estaba abierta. Philippe tenía interés por visitar el interior y se quedó aquí, mientras que los otros dos seguimos nuestro camino. Au revoir, mon ami! Nous nous reverrons, bien sûr!   A la salida de Frómista enlazamos con un andadero, lo que, salvo contadas excepciones, será la tónica general de las jornadas que quedan para llegar hasta León. Esta solución de construir una vía paralela al asfalto se adopta para salvaguardar la integridad física de los peregrinos en los tramos donde el camino coincide con carreteras asfaltadas y en un trazado con escasos desniveles.



Seguimos avanzando con la incómoda compañía de la carretera, y antes de llegar a Población de Campos dejamos a un lado la ermita de San Miguel, coqueta capilla construida en el Siglo XIII. Vamos pasando después junto a los caseríos de Revenga de Campos y Villarmentero de Campos, cada uno con su sobria iglesia parroquial. De vez en cuando cruzo algunas palabras con Ryohei que, aunque no sé si entiende todo lo que le digo, siempre sonríe. El paisaje no da mucho más de sí en los casi catorce kilómetros que hay hasta llegar a Villalcázar de Sirga, otra de las localidades del Camino que merece que se le dedique una parada.



La Villa perteneció a la Orden de los Templarios, que construyó un templo-fortaleza a finales del Siglo XII en un estilo de transición entre románico y gótico, la Iglesia de Santa María la Blanca, que por sus dimensiones más parece una catedral. Además de un rosetón frontal, sobre la portada principal destacan las figuras en piedra de Jesús y sus apóstoles. En su interior se conservan los restos del infante don Felipe y de doña Leonor, hijo menor y segunda esposa de Fernando III el Santo, el rey que unificó las coronas de Castilla y León en un solo reino. Su hijo mayor  Alfonso X el Sabio, se inspiró para componer las Cantigas en los numerosos milagros que se atribuían a la imagen de la Virgen que allí se custodia.


Después de la visita al templo me despido de Ryohei, que decide pedir plaza en el albergue y dar por terminada su etapa,  con lo que  a partir de aquí he de continuar  la ruta en solitario. ¡Adiós al "caballero de la eterna sonrisa"!    Antes de salir de Villasirga, me detengo un instante  en un mesón situado frente a la iglesia para tomar un tentempié (el obligado cañón con ración doble de tortilla). Me quedan casi seis kilómetros del monótono andadero que continúa por el páramo hasta llegar a Carrión de los Condes, ciudad que según el Códice Calixtino ya en la Edad Media era "rica en pan y vino".

Se entra en Carrión por la Avenida de los Peregrinos y, junto a los restos de las murallas de su casco antiguo, se deja a la derecha la Iglesia de Santa María del Camino, en la que se puede ver un pórtico lateral techado sobre cuatro arquivoltas. En las animadas calles del centro urbano se encuentra la fachada de la Iglesia de Santiago que, construida en el Siglo XII, se emplea actualmente como sala de exposiciones. Destaca por las trabajadas figuras del friso superior, donde se representa el Juicio Final con el Cristo en Majestad, los cuatro Evangelistas y los doce Apóstoles. Es domingo, hora del vermú, y la buena temperatura anima a la gente a salir a las calles, que parecen un hervidero de gente ociosa.


En la villa, cuna del Marqués de Santillana, hay además otros edificios civiles y religiosos dignos de mención, como  el Ayuntamiento, las murallas medievales, la Iglesia de San Julián, la de San Andrés, el Santuario de la Virgen de Belén y varias ermitas menores. Al salir de la localidad, después de atravesar el puente de piedra sobre el Río Carrión, frente a una frondosa chopera se alza el voluminoso Monasterio de San Zoilo, hoy convertido en hospedería, que guarda en su interior un hermoso claustro plateresco y cuya iglesia acoge las sepulturas de los Condes de Carrión.


Me enfrento a continuación a uno de los tramos despoblados más largos del Camino Francés. Casi diecisiete kilómetros de "travesía en el desierto" me esperan antes de llegar a Calzadilla de la Cueza, gran parte de los cuales siguen por lo que fue la antigua calzada romana denominada Vía Aquitana, trazada entre Burdeos y Astorga, de la que ya no se aprecian restos. El camino  tiene un firme amplio, compactado a base de tierra y gravilla; en el paisaje domina el secano y las rectas interminables, con escasas sombras y sin un solo pueblo ni fuente de agua potable, lo que hace obligatorio  iniciar el tramo con la cantimplora bien llena y algo de comida en la mochila.

Resignado a superar la tediosa prueba que tenía por delante,  acababa de echar a andar cuando una bendición se cruzó en mi camino. Era Pablo, el mejicano con quien había compartido mesa en la cena de la noche anterior en el albergue de Boadilla y que, a partir de ahora, sería para mí "San Pablo". Seguimos adelante juntos y, gracias a la animada conversación que entablamos, en la que tratamos temas de lo más variado, el que se preveía como recorrido inteminable se transformó en un agradable paseo en el que poco reparé en distancias o en tiempos.














A partir de la Abadía de Benevívere, hoy convertida en explotación agraria, la llanura sólo se ve alterada por un par de pajares, escasos arbustos o alguna solitaria encina. Las únicas referencias son los cruces de caminos que vamos dejando atrás, algún canal de riego o una moderna área de descanso sin agua potable montada en atención a los peregrinos. Pero llegamos por fin a nuestro destino, y a eso de las seis de la tarde vemos el cartel que anuncia el albergue a la entrada de Calzadilla de la Cueza, que con sus 75 habitantes es la mayor aglomeración urbana de esta parte del planeta.

Además de naves agrícolas y algún palomar, el pueblo tiene poco más de cuatro casas junto a la Iglesia de San Martín, levantada casi toda en ladrillo, y algún coche solitario aparcado en la calle. Aquí comienzan a verse las primeras construcciones de adobe y tapial, ya que el barro arcilloso será, mezclado con piedras o paja, la principal materia prima empleada en los pueblos de esta zona. El cementerio está un poco alejado del núcleo, destacando en el horizonte por su alto campanario. El lugar transmite soledad y aislamiento en medio del silencio.



Poco hay que contar de las horas que siguen. El movimiento de personas lo protagonizan casi en exclusiva los peregrinos que se trasladan desde el albergue hasta el único mesón donde sirven comidas. Después de dar buena cuenta del bocadillo que todavía llevaba en la mochila, me conformo con leer allí el periódico y tomar un café con leche. Hoy toca acostarse pronto. Mañana será otro día.



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