miércoles, 8 de diciembre de 2010

Etapa 11: VILLAFRANCA MONTES DE OCA - BURGOS

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Jueves, 7-10-2010: De Villafranca Montes de Oca a Burgos (39 Km.)

  Del milagro a la tentación

Cielos cubiertos con algún claro y tormentas por la tarde. Temperaturas suaves


Después de un potente desayuno en El Pájaro, a las 7.30 h. ya estoy tirando cuesta arriba por la empinada pendiente con que comienza el ascenso a los Montes de Oca. Aún es de noche, pero hoy he salido un poco más temprano por si tengo la oportunidad de visitar las excavaciones de Atapuerca, que quedan a mitad de etapa. Las rampas son duras durante algo más de un kilómetro, hasta el mirador de la Fuente de Mojapán, al que llego cuando el sol empieza a despuntar a mi espalda. Bajo la marquesina del mirador me encuentro al grupo de la mula con el personal desperezándose dentro del saco, después de dormir toda la noche al raso.


Aunque siempre subiendo, desde aquí la pendiente se suaviza y  el camino atraviesa un hermoso bosque autóctono de  robles y encinas. Al llegar al Alto de la Pedraja, muy cerca del puerto por donde pasa la N-120, se interna por una amplia pista forestal abierta entre grandes pinares que, aunque con algún tobogán intermedio, se transforma en un largo y agradable paseo de bajada hasta el Monasterio de San Juan de Ortega.


El llamado Juan de Ortega fue discípulo de Santo Domingo y continuador de sus obras en favor de los peregrinos. Se le atribuye la terminación hasta Burgos del tramo de camino que su maestro había iniciado en Nájera, así como la construcción del hospital de peregrinos y del monasterio que lleva su nombre, donde falleció en 1.163. En la iglesia del monasterio, ampliada por Isabel la Católica, se encuentra su tumba bajo un soberbio baldaquino gótico construido por Gil de Siloé.

El lugar es muy conocido porque, en los días del equinoccio, se puede contemplar el llamado Milagro de la Luz, que se produce cuando un rayo de sol, que entra a eso de las cinco de la tarde por la ventana ojival que hay bajo el campanario, ilumina un capitel que representa los misterios de la Anunciación, la Presentación y la Natividad de la Virgen, simbolizando la intervención del Espíritu Santo.


Con un firme muy bien acondicionado, el camino sigue a continuación por un  rebollal, hermoso bosque autóctono de robles, que se abre más adelante a panorámicas más amplias. Más de una cancela limita aquí  los movimientos del ganado, que se mueve por la zona con relativa libertad.

Después de los días que llevo en ruta empiezo a tener la sensación de que mis piernas responden a cualquier esfuerzo, llegando al final de las etapas sin gran sensación de fatiga. Pronto entraré en la meseta y siento que ya estoy bien preparado para hacer kilómetros.



Aún así, después de más de tres horas andando me ha entrado hambre. Pronto llegaré a Agés, pequeña localidad que cuenta con una iglesia dedicada a Santa Eulalia, un par de albergues y varias casas restauradas que componen un buen muestrario de la arquitectura popular castellana. Aquí encuentro un buen lugar donde me sirven una empanada todavía humeante, recién salida del horno, con una cerveza bien fresquita. El hombre que atiende el bar no conoce los horarios de visita a las excavaciones; hay que seguir.





A la salida del pueblo se deja a un lado un pequeño puente medieval, construido también por San Juan de Ortega, para entrar en una pista asfaltada que conduce directamente a la localidad de Atapuerca, a donde llego 15 minutos antes del mediodía.

Se trata de un pequeño núcleo en el que sobresale la Iglesia de San Martín, situada en lo alto de un cerro. Aparte del movimiento que originan los peregrinos, la actividad principal del pueblo se centra en la atención a los numerosos visitantes del yacimiento arqueológico, que se concentran principalmente en los fines de semana. En la oficina dedicada a la recepción de visitas me informan de que ya no me puedo acoger al horario del recorrido, que comenzó a las once. Me planteo dos alternativas, quedarme hasta el día siguiente o seguir mi camino. Me recomiendan como mejor opción una visita al Museo de la Evolución Humana  que, inaugurado recientemente en Burgos, está basado en todos los hallazgos de estas excavaciones. ¡Otra vez será!


La Sierra de Atapuerca se atraviesa subiendo por un accidentado y pedregoso camino, bordeado por la destartalada alambrada que limita unos terrenos militares, hasta llegar por un pequeño encinar a los 1.079 m. del Alto de San Vicente, una explanada pedregosa presidida por una gran cruz de madera, desde donde se domina una  amplia panorámica con la ciudad de Burgos al fondo. La bajada también avanza por un sendero bastante abrupto, hasta que se transforma en una amplia pista agraria que dejará Villaval a la izquierda del camino.

A partir de aquí, cuando un sol plomizo se ha abierto paso entre las nubes, comienza la parte más desagradable de la etapa, en la que ya no se abandona el asfalto hasta el final. En Cardeñuela me paro un momento a tomar una cerveza en un bar, donde la posadera, con aspecto de estar permanentemente enojada, no hace más que quejarse de que el ayuntamiento ha cerrado el albergue de forma unilateral, sin reparar en los perjuicios que supone para los pequeños establecimientos como el suyo. Al poco llegan un par de francesas con las que ya me había cruzado anteriormente y que, con aire de autosuficiencia, se quejan de lo mismo. Ellas pensaban terminar aquí la etapa y se ven obligadas a continuar 14 kilómetros más, porque hasta Burgos ya no hay albergues.

¡Y qué 14 kilómetros! Siempre por asfalto se deja atrás Orbaneja, se cruza la autopista A-1 y, dando un gran rodeo por el arcén de una carretera en que los coches van a gran velocidad, se bordea la pista de aterrizaje del aeropuerto. Tras una gran rotonda y un nuevo cruce de autopista se llega hasta Villafría. Ya no quedan más que 8 kilómetros de tormento. Me desvío hasta la plaza de la iglesia para coger agua en una fuente, y justo allí... delante de mí... surge La Tentación: Junto a la Iglesia de San Esteban, donde la línea 8 de autobuses urbanos de Burgos tiene su estación término, un autobús parece esperarme... durante un buen rato... Pero del duro combate entre las dos voces antagónicas que se produce en mi interior, esta vez saldrá victoriosa la posición sufridora... la que decide seguir a pie hasta el final... "Con lágrimas en los ojos" veo que el bus abandona la parada e inicia su trayectoria hacia el centro de Burgos. No queda otro remedio que caminar.


En la entrada a Burgos por la N-1, el paisaje se transforma en una interminable y ancha recta flanqueada por  infinidad de naves industriales. Aquí peregrinar consiste en caminar siempre por la acera, subir y bajar bordillos, atravesar cruces, rodear rotondas, esperar al semáforo en verde... Más cruces, más aceras, más sedes de empresas... Hasta llegar al moderno y populoso barrio de Gamonal, principal zona de expansión del casco urbano, donde los modernos bloques de viviendas sustituyen a las instalaciones industriales, pero sigue la amplia avenida en línea recta con todos sus cruces y semáforos. Nada menos que 8 kilómetros, aproximadamente una hora y media, para completar este tramo, que se me antoja horroroso, para llegar al casco antiguo de Burgos, a orillas del Río Arlanzón.

Una vez superado el territorio hostil me dirijo directamente al albergue municipal La Casa del Cubo, ubicado en un espléndido edificio recientemente rehabilitado y situado muy cerca de la parte trasera de la Catedral. Con unos buenos espacios colectivos y los dormitorios distribuidos en cinco plantas, tiene capacidad para acoger a más de cien peregrinos. Sobrado de diseño, en su interior es todo muy moderno, pero con un ambiente poco acogedor. En cada planta, los espacios reservados a las literas están comunicados entre sí, pero también lo están con los pasillos, las escaleras y los espacios de ducha o aseo, con lo que cualquier movimiento afecta a todos. Otra vez me toca rodear mi cama con unas cortinillas si quiero dormir sin que me afecte el exceso de luz o de ruido. Comparto litera con un maño que viene en bicicleta desde Zaragoza, siguiendo la ruta que sale de Montserrat y asciende por el Valle del Ebro.


Cuando he acabado mis tareas son casi las siete de la tarde. Salgo del albergue con el tiempo justo para entrar a visitar la Catedral y, cuando todavía estoy rodeando su parte trasera, empieza a descargar una tromba de agua que me obliga a refugiarme en el primer portal que encuentro. Con la entrada para las visitas a escasos cincuenta metros, me resulta imposible salir a riesgo de echar a perder la cámara de fotos. El tiempo pasa, y para cuando remite la lluvia ya han cerrado el acceso al interior del recinto. Aunque pronto empezará a oscurecer, me queda el consuelo de callejear por Burgos.




Qué contar de Burgos en pocas palabras, del amplio conjunto monumental y de la dilatada historia de una ciudad que durante más de dos siglos fue capital del Reino de Castilla. Sólo decir que  me gusta todo, me encantan las calles y plazas, los edificios góticos, las iglesias y los restos de sus murallas, el acierto con el que han peatonalizado todo el centro histórico... Pero el tiempo de que dispongo se me agota fotografiando su monumento más representativo, la Catedral  de Santa María la Mayor, desde todos los ángulos posibles. Me quedo con el que se ve en esta foto.


Dejaré para mejor ocasión la visita al Monasterio de las Huelgas, la Cartuja de Miraflores, el Convento de Santa Clara, las iglesias de San Gil Abad, San Esteban, San Nicolás de Bari o Santa Gadea, el Palacio Arzobispal, el Arco de Santa María, el Palacio de los Condestables de Castilla... ¡Burgos es Burgos!


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4 comentarios:

Nando dijo...

Eres un ejemplo para los peregrinos y un orgullo para la infantería española. Se me han saltado las lágrimas al imaginarme tu mirada pèrdida, siguiendo el autobus que se aleja poniendo carretera de por medio.
Seguro que Santiago Apostol reconocerá tu esfuerzo y te premiará

Miguel Aradas dijo...

¡Gracias! ¡Gracias! Pero no merezco tan desmesurados elogios. Sólo estaba cumpliendo con "mi obligación".

César dijo...

Fuiste fuerte e inteligente , ya que sobreviviste a la tentación del Diablo ... ese autobús te llevaría a un destino de tormentos durante el resto del camino.
El diablo , puede envaucar a otros,seguramente a muchos . Pero no a ti.
Por cierto , no se te hizo la boca agua recordando el lechal de año pasado?

Miguel Aradas dijo...

Tampoco estuvo mal la cena que me pegué este año, pero cuando la cosa es compartida sabe mejor.