viernes, 1 de febrero de 2013

ETAPA 26: BANDEIRA - SANTIAGO DE COMPOSTELA

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Por el Camino de los Mozárabes: Ruta Sanabresa

Lunes 11-6-2012 - De Bandeira a Santiago de Compostela (33,6 Km.)
Salida: 6.30 - Llegada: 14.10

Compostela me recibe con división de opiniones.

Jornada muy variable. Sol, nubes y chubascos frecuentes (Mín. 12ºC - Máx. 18ºC)



Después de haber dormido toda la noche "a pierna suelta" en una habitación de hotel para mí solo, hoy no tuve que molestar a nadie a la hora de levantarme. Había dejado todos mis trastos desplegados con amplitud y pude organizar con calma la mochila. Todavía era de noche cuando terminé de desayunar, y por una puerta  lateral salí a las luces del exterior para comenzar la última etapa de esta andadura.

Se abandona Bandeira caminando por las aceras que bordean la carretera nacional, que es su calle principal. Al llegar al final de la población, la ruta se desvía a la derecha por una carretera local que desciende entre carballos y eucaliptos, hasta que sobrepasa el cauce del Regato de Cervañiño y alcanza las primeras casas de Vilariño. Se alternan después varios tramos de camino de tierra con otros de pistas que algún día parecieron estar asfaltadas, y que van enlazando los muchos lugares habitados y casas aisladas diseminadas por el paisaje. En Dornelas se puede contemplar la Iglesia de San Martiño, un hermoso ejemplo de románico rural del Siglo XII, construida en un terreno donado por la reina Doña Urraca a la iglesia compostelana.






























Se atraviesa una amplia zona arbolada antes de llegar a O Seixo, con su pequeña capilla de Nuestra Señora de las Angustias, y en Castro, donde soporté el primer chaparrón de la jornada, comienza un pronunciado descenso hacia el Río Ulla, que marca el límite entre las provincias de Pontevedra y A Coruña. En la bajada se puede disfrutar de unas buenas vistas sobre el Viaducto del Ulla, que soporta las vías del AVE sobre un gran arco central de 168 metros de luz, y que ha obtenido en 2011 el Premio San Telmo a la mejor obra de ingeniería civil de Galicia. También es de gran belleza el Puente de Gundián, por el que pasa la vía antigua del tren. Situado en un paraje espectacular, poco más de 100 metros aguas arriba del moderno viaducto, se construyó a mediados del Siglo XX en el espacio intermedio entre dos túneles, encaramado entre dos colosales peñascos que fuerzan al río a pasar por un estrecho desfiladero. Hoy en día es uno de los lugares más buscados por los practicantes del puenting.













Por ambas laderas del valle abundan los viñedos, y al cruzar el Río Ulla sobre el puente de la antigua carretera nacional, hoy bastante descuidada, se llega a la pequeña localidad de Ponte Ulla, la primera de la provincia coruñesa y del concello de Vedra. Con la disculpa de comunicar la noticia,y aunque todavía era temprano, aproveché la oportunidad para detenerme a tomar un café. Cuando estaba revolviendo con parsimonia el sobre de azúcar, no pude resistir la tentación que acababa de pasar por delante de mis ojos sobre una bandeja, recién salida del horno, y cayó también una ración de empanada de bacalao con pasas que, en combinación con el café, me supo a auténtica "gloria bendita".













En medio de un buen conjunto de casas de piedra que bordean la antigua carretera, en Ponte Ulla se puede contemplar la Iglesia de la Magdalena, cuyo origen prerrománico se remonta al Siglo VIII, y también un elegante cruceiro de piedra. Se abandona la localidad rodeando el Pazo de Vista Alegre, para iniciar poco después una pronunciada subida entre casas y viñedos que se va alejando progresivamente del cauce del río. Ya lejos de la zona habitada, la ruta entra en una pista forestal que recorre una amplia zona boscosa hasta llegar al lugar de O Outeiro. Allí se encuentra la Capilla de Santiaguiño y una artística fuente barroca cuyo mural cuenta con dos figuras del antiguo coro pétreo de la catedral compostelana. Se trataría de Teodoro y Atanasio, los dos discípulos del apóstol que trasladaron sus restos hasta Compostela.















En este apartado paraje, donde la Xunta de Galicia inauguró en 2006 el último albergue de peregrinos antes de llegar a Santiago, el cielo volvió a descargar agua con ganas, aunque la mojadura sólo duró unos minutos que no interrumpieron mi marcha. El itinerario continúa por las laderas boscosas del Pico Sacro, una mole de piedra de más de 500 metros de altitud que, según la tradición, estaba asentado en el territorio dominado por la Reina Lupa, y de allí salieron los dos bueyes que arrastraron el carro con los restos del apóstol hasta depositarlos en el lugar de su entierro definitivo.















De vuelta al territorio habitado, el itinerario serpentea sin una dirección definida por pistas y caminos que recorren las aldeas de Lestedo, Rubial y Deseiro, hasta que en un peligroso cruce del lugar de A Susana vuelve a encontrarse con la carretera N-625. La ciudad de Santiago se encuentra ya a escasos kilómetros, y a medida que la distancia se reduce, se aprecia una evidente mejora en la calidad de las construcciones, que en lugar de viviendas rurales pasan a ser pequeñas villas residenciales o presuntuosos chalets, algunos de reciente construcción.














Masas de pinos y eucaliptos, fincas de labor, casas con emparrados, una pequeña ermita con su cruceiro, un típico lavadero junto a un cruce de caminos... El recorrido es entretenido por los lugares de Aldrei y Vixoi, donde se salva la vía del tren al menos en un par de ocasiones, pero el final se acerca. A la altura de la Ermita de Santa Lucía se retoma el antiguo Camino Real, que después de atravesar el núcleo de Piñeiro  pasa bajo los tableros de la autopista que rodea la urbe compostelana, y allí pude protegerme en otro de los muchos chaparrones de la jornada.















Pero a los pocos minutos vuelve a salir el sol, y a la altura de Angrois se aprecian en el horizonte las faraónicas construcciones del Monte Gaiás, ese enorme despropósito nunca acabado que ha dado en llamarse Ciudad de la Cultura. Una vez superada la penúltima subida, desde el alto de O Cruceiro do Sar ya se ven con claridad las ansiadas torres barrocas de la Catedral, que parecen estar a tiro de piedra. Después de casi un mes caminando en solitario, sólo me resta a carreiriña d´un can...



















Dentro ya de la zona urbana, la Rúa da Ponte do Sar desciende hasta el mismo cauce del Río Sar, y lo atraviesa sobre un puente románico de tres arcos, por un camino empedrado que da acceso a la explanada donde se encuentra la Colegiata de Santa María la Mayor y Real de Sar, conjunto arquitectónico que constituye un ejemplo singular del arte románico.

Impulsada por el arzobispo Diego Gelmírez bajo el reinado de Alfonso VII, su construcción se inició a mediados del siglo XII con tres naves rematadas en ábsides, y fue llevada a cabo por componentes del taller del Maestro Mateo, que participaron también en la construcción de la catedral. Debido a la inestabilidad del terreno sobre el que se asienta, y a ciertos errores en su planificación, sus muros septentrionales se fueron deteriorando con el paso de los años hasta llegar a poner en riesgo la integridad del templo y de su claustro adjunto. Con el propósito de evitar su caída, durante los siglos XVII y XVIII se levantaron los gruesos arbotantes que le confieren su singular aspecto exterior, aunque manteniendo la inclinación de sus muros y columnas interiores que le dan todavía aspecto de inestabilidad.















Fue fundada como priorato, y ocupada por la primera comunidad formada por monjes seguidores de la regla de San Agustín, los mismos en 1170 fundaron la Orden de Santiago. Actualmente forma parte del Patrimonio Nacional y el claustro alberga un interesante Museo de Arte Sacro. Lamentablemente, sus puertas estaban cerradas y no pude contemplar el interior. Mientras rodeaba el edificio, otra vez las nubes descargaron agua con fuerza, aunque el sol volvió a dominar en pocos minutos. Definitivamente, Santiago me recibía con "división de opiniones"...
















Para ascender hasta el casco histórico, la Rúa do Sar pasa bajo los puentes que soportan las vías del tren y la avenida de Lugo, enlazando en la subida con la Rúa do Castrón Douro y la Rúa do Patio de Madres. Frente a la fachada barroca del Convento de las Madres Mercedarias Descalzas, la ruta entra en el recinto por el Arco de Mazarelos, la única puerta de las murallas medievales que se conserva en pie y por donde, según el Códice Calixtino, entraba el vino procedente de la comarca orensana de O Ribeiro. En la Praza da Universidade, presidida por la Facultad de Geografía e Historia, enlaza con el tramo final de la Rúa Caldeirería. Gira después 90º a la izquierda, para enfilar directamente hacia la catedral por la Rúa de Xelmírez.















Hoy es lunes, y la semana comienza con el ajetreo habitual de una jornada laborable en la que tan pronto llueve como hace sol. Los viandantes circulan completamente ajenos al tránsito de peregrinos, corazones emocionados que llegan de todas direcciones para alcanzar su ansiada meta. Para los que procedemos de la Vía de la Plata, el primer contacto con la catedral se produce curiosamente en la Fachada de las Platerías, dando frente a la Torre de la Trinidad o del Reloj, que aloja en su parte superior la campana más grande de la catedral, la  Berenguela. El grave tañido de sus casi diez toneladas de peso han marcado durante siglos a los compostelanos la pauta del discurrir del tiempo...


A escasos metros se encuentra la Oficina del Peregrino, al comienzo de la Rúa do Vilar, donde se solicita La Compostela. El documento se concede después de haber examinado las credenciales de cada peregrino, y constituye el certificado que acredita haber finalizado el recorrido hasta la tumba del apóstol a pie, en bicicleta o a caballo. Tiene su origen en las cartas probatorias que se expedían ya en el Siglo XIII, y que a partir de la época de los Reyes Católicos otorgaban el derecho de hospedaje en el Hospital Real durante tres días.














Finalizado el camino, todavía me quedaba por cumplir un importante ritual, y a ello me dediqué inmediatamente después. Entrar en la catedral, bajar a la cripta donde se conserva el venerado sepulcro, subir las escaleras para saludar al santo...

Al contrario que en otras ocasiones anteriores, esta vez no había ningún control en la entrada, ni itinerarios obligatorios dirigidos, ni limitaciones para hacer fotografías, y pude visitar el interior de la basílica a mis anchas. Lástima que el Pórtico de la Gloria se encuentre todavía en proceso de restauración, ya que los andamios que lo cubren impiden contemplar el conjunto de figuras que representan el Apocalipsis y sólo dejan a la vista el parteluz central donde se encuentra la imagen en piedra del apóstol.





















Precedida por otros templos anteriores que guardaban en su interior el sepulcro con los restos atribuidos al apóstol Santiago el Mayor y que se habían consolidado como centro de peregrinación, la construcción de la Catedral de Santiago de Compostela comenzó en el año 1075 bajo el impulso del rey Alfonso VI y del obispo Diego Peláez. La tarea inicial fue encomendada al maestro de obra Bernardo el Viejo, quien dirigía los trabajos de medio centenar de canteros. Tras variadas vicisitudes posteriores, en las que tuvieron un destacado protagonismo el arzobispo Diego Gelmírez y el Maestro Mateo, la catedral fue consagrada definitivamente en el año 1211, bajo el reinado de Alfonso IX.

A pesar de que su estructura románica original, materializada en una planta de cruz latina de tres naves y crucero, se ha mantenido intacta a lo largo de los siglos, la catedral ha ido incorporando posteriormente aportaciones arquitectónicas de otros estilos que han variado importantes aspectos de su fisonomía. La más visible de ellas es su Fachada del Obradoiro, obra cumbre del barroco, al igual que el Órgano, el Altar Mayor y la Fachada de la Quintana, por la que se accede a la Puerta Santa. También son de destacar las obras del Claustro, de estilo plateresco,  la Fachada de la Azabachería, de corte neoclásico y el Cimborrio gótico. El Coro Pétreo original, obra maestra de cantería realizada también por el taller del Maestro Mateo, fue sustituido cuatro siglos más tarde por otro de madera. Algunas de sus piezas se reutilizaron, otras se extraviaron, y después de rescatar muchas de ellas durante las excavaciones realizadas en los sótanos de la catedral, hoy se conserva parcialmente reconstruido y se puede visitar en el museo.

En torno al cuerpo principal del edificio, sobre todo alrededor de la girola, en distintas épocas se han ido construyendo y modificando multitud de capillas por encargo privado de diferentes personajes, familias o gremios. Todas ellas acogen importantes elementos simbólicos y ornamentales, como reliquias, esculturas,  sepulturas o retablos. Tiene distinto origen la más antigua de ellas, la Capilla de Santa María la Antigua, una iglesia de construcción anterior a la catedral que data del siglo IX, y que era usada como oratorio por los monjes benedictinos. También denominada La Corticela, fue destruida durante el asalto a Compostela por parte de las tropas de Almanzor en el año 997, y reconstruida en el Siglo XII. Hasta el siglo XVII estuvo separada de la catedral, a la que hoy está unida por un pasadizo en su esquina noroeste, y es desde hace casi 500 años la parroquia de los peregrinos y de los extranjeros. En ella destaca su portada románica y varias tumbas prerrománicas que se conservan en su interior.
















Una vez completada la rápida visita al templo, cuando salía por su entrada principal hacia la Praza do Obradoiro empezó otra vez a llover. Dicen que en Santiago hasta la lluvia es arte, y probablemente no les falte razón, pero yo seguí recorriendo indiferente las calles empedradas de esta ciudad Patrimonio de la Humanidad, satisfecho por el objetivo cumplido, y pensando en llegar a tiempo de coger el tren que me llevaría de vuelta a casa...




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