jueves, 25 de julio de 2013

ETAPA 4: REQUEJO DE SANABRIA - LAZA

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La Vía de la Plata en Bici: De Salamanca a Santiago
El Camino de Fonseca














- Lugares de paso: 1.- Requejo de Sanabria - 2.- Portilla del Padornelo - 3.- Lubián - 4.- Portela da Canda - 5.- O Pereiro - 6.- A Gudiña - 7.- Campobecerros - 8.- Portocamba - 9.- Laza

- Longitud de la etapa: 80,2 Km - Desnivel acumulado en las subidas: 2.226 m.
- Altitud inicial: 1.002 m. - Altitud final: 482 m.
- Altitud máxima: 1.352 m. - Altitud mínima: 469 m.
- Nivel de dificultad: 0 - 1 - 2 - 3 - 4 - 5 - E
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Miércoles 22 de mayo de 2013 (Salida: 8.35 - Llegada: 18.15)
Cielos casi despejados en una jornada primaveral (Mín: 7ºC - Máx. 20ºC)

La montaña nos pone a prueba



A pesar de que durante la noche alguno aprovechó para dar pedales sobre la litera, seguramente para estar lo mejor entrenado posible de cara a la etapa que nos esperaba, nos levantamos a las 7, como de costumbre, cuando alguno de los peregrinos a pie ya habían abandonado el albergue. Al salir, llamamos para que nos abriesen la planta sótano donde guardábamos las bicicletas, un antiguo taller de carpintería que todavía conserva la maquinaria y el polvillo de madera adherido por todas partes.













Desayunamos en el hostal que hay justo al lado del albergue, que abre temprano, y salimos de Requejo de Sanabria enfilando la calle de la Carrera. A la altura del cementerio, la ruta abandona la pista asfaltada y enlaza con el sendero que sube al puerto siguiendo el cauce del Río Castro, que a a medida que se asciende por la montaña se irá convirtiendo en poco más que un arroyo. Al principio se rueda sin dificultades por una agradable zona de bosque, pero en los casi 12 kilómetros de subida vamos a ir encontrando diferentes obstáculos que ralentizan nuestro avance, zonas embarradas o con piedras, pequeños repechos de fuerte pendiente, tramos con muchos restos de ramas producto de podas recientes, hasta que nos aproximamos al fondo del valle, por donde ya están avanzadas las obras para construir los túneles del AVE, y los desmontes han quebrado gran parte del paisaje original.















A partir de aquí, el trayecto que siguen los peregrinos a pie no es apto para las bicicletas y, según nos indican as flechas, nos desviamos por una pista que asciende hasta alcanzar la antigua carretera, que ahora está abandonada, y que nos llevará directamente hasta el puerto. Todavía queda mucha pendiente que subir, pero a base de esfuerzo y paciencia vamos ganando altura hasta que por fin alcanzamos los 1.352 metros de altitud de la Portilla del Padornelo y entramos en la Alta Sanabria.



















El puerto es un paso obligado donde se juntan varias vías de comunicación, y la pista termina en el asfalto de la N-525 para cruzar sobre la autovía, permitiendo durante un rato que nos dejemos llevar por la pendiente. Después de pasar junto a la Iglesia de la Asunción, y una vez sobrepasadas las casas de piedra gris características de la aldea de Padornelo, en la bajada se vuelve a recuperar el asfalto durante unos kilómetros, primero la carretera nacional y luego por una carretera secundaria que se dirige a Lubián.













Pero hay que controlar la velocidad y estar atentos, porque casi pasa desapercibida una flecha nos desvía del asfalto y nos obliga a bajar por un difícil sendero, que por momentos se parece más al cauce de un arroyo, y que desciende serpenteando hasta la aldea de  Aciberos, donde se puede contemplar la Iglesia el Carmen. Al dejar atrás el grupo de casas, nos cruzamos con  un equipo de Protección Civil, que subía andando, y uno de sus miembros nos pide con angustia algo de bebida porque venía asfixiado por el asma y por el esfuerzo.















El descenso no ha hecho más que empezar, y el sendero continúa después por las laderas de Hedroso para, sin alejarse del cauce del río, terminar entrando en Lubián por el Camino dos Portos Carros. Esta localidad es la última de Castilla y León, y aunque hoy no sobrepasa los 350 habitantes, en sus edificaciones se refleja lo que sin duda tuvo que ser un pasado mejor. La torre barroca de la Iglesia de San Mamés destaca entre sus calles perfiladas a media ladera, conformadas por casas con amplias portadas de piedra grabada, balcones de madera sobre soportales, y techos de pizarra que mantienen el encanto de los pequeños pueblos de montaña.















Teníamos intención de detenernos a tomar un café, pero no encontramos ningún bar y tuvimos que conformarnos con entrar en un pequeño ultramarinos donde compramos una tableta de chocolate. La señora que nos atendió nos dio un par de indicaciones para poder ascender al siguiente puerto por una alternativa más viable que la de seguir el sendero por donde se sube a pie, y no vernos obligados a tener que empujar en exceso las bicicletas. Auténtica información privilegiada...

El camino sigue su descenso hasta que, al alcanzar los 940 metros de altitud, atraviesa un puente sobre el Río Tuela y pasa bajo el viaducto con el que la autovía A-52 salva el fondo del valle. Justo en este lugar se encuentra el Santuario de la Virgen de la Tuiza que, con planta de cruz latina y torre barroca, conserva en su interior una imagen de la Virgen de las Nieves, patrona de la Alta Sanabria.















Siguiendo las indicaciones recibidas, abandonamos el sendero de la ruta a pie para ascender la fuerte pendiente de una pista asfaltada que nos llevará hasta la antigua carretera que buscábamos, y que nos conduce hasta la Portela da Canda ganando altura de manera progresiva, sin bruscos desniveles y con buenas panorámicas de la subida. Al llegar al puerto, donde se alcanzan los 1.262 metros de altitud, no hay unas grandes vistas, pero dejamos atrás el territorio de Castilla y León para entrar definitivamente en Galicia por la provincia de Ourense. En el mismo límite se encuentra el primer mojón gallego con la vieira amarilla del Camino de Santiago, de los que a partir de ahora llevarán inscrita en una placa la distancia que falta hasta la catedral, y que con una envidiable precisión marca 246,244 Km... ¡Chavales, disfrutad mientras podáis, que esto se acaba!















A los pocos minutos de iniciar la bajada se pasa cerca de la Capela de San Antonio, situada junto a las cuatro casas que componen la pequeña aldea de A Canda. En el largo descenso hasta llegar a A Vilavella, primera localidad gallega, el camino sigue la misma dirección que el arroyo que nace en el mismo puerto, el Regueiro dos Santos, y a medida que el valle se ensancha, sus aguas se apaciguan y el agreste paisaje de montaña se adentra en una zona de perfiles suaves y verdes pastos. Convertido ya en río, su corriente cristalina avanza siempre cercana al sendero, que poco antes de entrar en el núcleo de la parroquia de O Pereiro se separa del cauce para acercarse a la Ermita de la Virgen de Loreto. La pequeña localidad está formada por una agrupación irregular de añejas casas de piedra gris entre las que a duras penas sobresale el campanario de su Iglesia de San Pedro, y que dan como resultado una calle alargada con cierto aspecto de abandono.













Casi sin darnos cuenta, la mañana había ido avanzando hasta sobrepasar el mediodía, y el sol había empezado a hacer de las suyas en este lugar alejado del ruido. Desde hacía rato venía yo pensando que el transportín de mi bicicleta era el más silencioso del grupo a la hora de soportar las numerosas vibraciones causadas por las irregularidades del terreno, cuando comencé a notar algo raro y, al detenerme para comprobar la causa, comprobé que acababa de perder el tornillo y la tuerca de una de sus fijaciones a la bicicleta. Era la primera incidencia de este tipo que nos sucedía, y afortunadamente "la pillé al vuelo", porque podía haberme ocasionado una avería de mayor gravedad. Con un poco de paciencia y las herramientas adecuadas, en poco tiempo estábamos de nuevo en marcha.















El siguiente tramo nos presentó más dificultades de las que alguno esperaba. En el perfil de la etapa, el Alto do Canizo no deja de ser una pequeña "tachuela", pero hasta alcanzar su punto más elevado hay que recorrer un territorio bastante peculiar, donde se alternan parajes inhóspitos con rincones de gran belleza.  El terreno es pedregoso, incluso seco, con inmensas moles de granito distribuidas en desorden y restos de viejos troncos y retamas abrasadas por el fuego que componen un paisaje de apariencia un tanto desoladora, aunque el verde intenso nos da pequeños respiros cuando el sendero atraviesa el cauce de algún regueiro por una pasarela de piedras, colocada con tan buena intención como poco acierto para los que circulamos en bicicleta.




















Al igual que el resto de la zona, la aldea de O Canizo también parece aquejada de abandono, y poco tiene que merezca ser destacado además de la torre barroca de su Iglesia de Santa María y una amplia fuente al borde del camino. Fuera ya del grupo de casas, un curioso cruceiro anclado sobre una gran piedra marca el lugar donde se alcanzan los 1.067 metros de altitud del Alto do Canizo, donde el camino parece querer regresar con urgencia al mundo civilizado, ya que no hay más que dejarse llevar por el descenso para volver a encontrarse enseguida con la carretera N-525, la autovía A-52, una planta de energía solar y la estación de ferrocarril que da entrada a la localidad de A Gudiña que, después de lo recorrido desde el principio de la etapa, con sus 1.500 habitantes tiene todo el aspecto de las grandes urbes. Y ya se hacía la hora de comer...













Situada a las puertas de GaliciaA Gudiña debe su nombre a que su territorio albergó varios asentamientos de pobladores godos. Se le concedió escudo con motivo de que, el 15 de Junio de 1506, pernoctaron en ella Felipe El Hermoso y su esposa Juana, que desde La Coruña se dirigían a las proximidades de Puebla de Sanabria para reunirse con Fernando El Católico. La población estuvo dividida entre las diócesis de Astorga y Ourense hasta mediados del siglo pasado, motivo por el cual cuenta con dos templos parroquiales, la Iglesia de San Martiño y la de San Pedro, construidas en los Siglos XVII y XVIII.

La carretera N-525 atraviesa la localidad de parte a parte, y en paralelo a ella discurre su núcleo urbano, agrupado en torno a la Calle Mayor, donde pueden observarse buenas muestras de sus construcciones tradicionales. En el centro de una pequeña plaza, en realidad un cruce de caminos, destaca un cruceiro en piedra que indica el lugar de donde parten los dos ramales del camino por los que se puede continuar hacia Ourense. Uno más largo por Verín, y otro más corto, y también más frecuentado, que se dirige hacia Laza. Y justo aquí volvimos a encontrarnos con nuestra pareja favorita de ciclistas, Sindo y Soraya, que continúan su trayecto por la carretera y también se detuvieron aquí a comer.













El trayecto hacia Laza, más corto, se inicia en una ligera subida hasta el cerro de Penalobos, por una pista asfaltada cuyo trazado coincide con la antigua Verea Vella y que va recorriendo la línea de alturas de la Serra Seca situadas a poco más de mil metros de altitud. En medio de unas excelentes vistas panorámicas vamos pasando por las pequeñas aldeas que salpican la montaña y van jalonando el itinerario, agrupaciones de casas semiabandonadas que aquí llaman Ventas:  A Venda do Espiño, A Venda da TeresaA Venda da Capela...













El recorrido parece más bien un paseo para recrear la vista, y desde muchos puntos se pueden contemplar unas excepcionales panorámicas de la montaña orensana y del Parque Natural do Invernadeiro, uno de cuyos elementos centrales es el Embalse das Portas, que nos proporciona excelentes imágenes para el recuerdo. La vía del ferrocarril, que avanza próxima a media ladera, sortea a base de túneles cada una de las ondulaciones del terreno, y el tren aparece y desaparece una y cien veces por la montaña como si fuese una aguja que va hilvanando un tapete arrugado de color ocre y verde.



















En el Alto da Pantasma, una vez superada A Venda do Bolaño, la ruta abandona otra vez el asfalto y recupera un camino de tierra que recorre el Lombo das Lameiras avanzando entre dos valles. Al final de la alargada cresta, la vereda se escurre en una peligrosa bajada de fuerte desnivel, firme irregular y piedra suelta, que cae vertiginosa hasta el fondo del valle donde se encuentra la localidad de Campobecerros. Tranquilidad, echarse atrás sobre la bici, mucho control de la trazada, adecuado uso de los frenos y... ¡Déjala ir!















Campobecerros es una pequeña localidad que, como tantas otras de la zona, fue habitada en su origen por unos cuantos carboeiros que explotaban las entrañas de la montaña, pero su núcleo creció a partir de 1928 con la construcción de la vía del tren Zamora-Ourense, en la que trabajaron miles de carrileros y dinamiteros, y a día de hoy viven en ella más de un centenar de cambalanes (gentilicio de los naturales del pueblo). Actualmente la historia se repite, pues aquí desaparece la paz infinita de las cumbres para volver a oír por todas partes el sonido de la maquinaria y contemplar el trasiego constante de camiones y personal que trabaja a diario en las obras del AVE, que están cambiando radicalmente la configuración de un territorio casi virgen. La localidad cuenta con albergue para peregrinos, pero sus instalaciones estarán ocupadas hasta el fin de la obra por los trabajadores de la empresa constructora, lo que hace que los caminantes no encuentren otra opción de alojamiento hasta llegar a Laza.

Pasamos por allí sin detenernos, y al salir de la población el itinerario retoma el asfalto por una nueva pista que asciende por las laderas del Lombo do Marco para terminar cayendo hasta Portocamba, una aldea como tantas otras, antes de volver de nuevo a las alturas por una amplia pista de tierra. Se recorren parajes con nombres tan sonoros como A Forca dos Lobos O Alto da Pica antes de comenzar una prolongada bajada, esta vez más relajada, donde seguir disfrutando de las hermosas panorámicas de estos valles de montaña. El terreno irá perdiendo altura progresivamente hasta que las últimas estribaciones de la Serra da Teixeira terminen suavemente en O Val de Laza, por debajo ya de los 500 m. de altitud. En el fondo del valle, el Río Cereixo recorre la espesura entre soutos y carballeiras, y a media ladera, la aldea de Trez completa una imagen de postal.















Al terminar la bajada, después de cruzar el puente sobre el Río Cereixo se llega a la carretera OU-112, por la que se entra en Laza, y antes de dirigirse al albergue hay que pasar por la agrupación local de Protección Civil. Allí se hace la inscripción, se pagan los seis euros estipulados en los albergues de la Xunta, y se recoge la sábana y la funda de almohada que han pasado a ser norma. También te entregan una llave para poder entrar y salir con libertad del recinto, que habrá que dejar depositada en un buzón antes de salir a la mañana siguiente.













Situado en la Rúa do Toural, a las afueras del pueblo, el albergue cuenta con unas instalaciones magníficas. Está ubicado en un moderno edificio de una sola planta con forma de U, bien diseñado para cubrir las necesidades de los peregrinos y dotado de un mobiliario cómodo y funcional. Tiene varios dormitorios de ocho plazas y otro más habilitado para minusválidos, cocina bien equipada y una amplia sala de estar y de lectura. Cuando llegamos nos asignaron una habitación en que estábamos solos, pero la felicidad duró poco porque, cuando nos disponíamos a ducharnos, la capacidad del albergue se completó con un numeroso grupo de portugueses en bicicleta que fueron rellenando los huecos vacíos.













Laza es una localidad asentada en el fondo de un valle  rodeado de montañas y situado en la cabecera del Río Támega. Es capital de un municipio con algo más de 1500 habitantes que se encuentran diseminados en numerosas parroquias y otros pequeños núcleos de población. Famosa por sus ancestrales fiestas de carnaval, históricamente fue lugar de paso de labradores y ganaderos que se trasladaban desde Galicia hacia la meseta por la Vereda Real, cuyo trazado coincide con el de los peregrinos que se dirigían hacia Santiago.

Su edificio de más envergadura es la Iglesia de San Xoan, construida en estilo toscano y rematada a comienzos del Siglo XVIII, que está rodeada de un curioso cementerio. Junto a ella, en la recién remodelada Plaza de A Picota se encuentra la que fue casona del corregidor, que por delegación del Conde de Monterrei ejercía la jurisdicción sobre los vecinos del lugar, extendiendo también  su influencia a los de las parroquias vecinas. También se pueden apreciar otras casas señoriales a lo largo del pueblo, alguna de ellas en estado de abandono, y un artístico cruceiro.















Como ya iba siendo costumbre, otra vez aquí nos reencontramos con Sindo y Soraya, a los que ya empezamos a considerar amigos, y que se sentaron a la mesa con nosotros compartiendo cena y conversación. A él se le ve un joven fornido y preparado para realizar esfuerzos físicos prolongados, pero el mérito principal de la pareja se lo atribuimos a ella, de un aspecto más bien frágil, que se compró la bicicleta una semana antes de iniciar el camino en Sevilla hace ya unas cuantas jornadas y van marchando a nuestra altura desde que empezamos, lo que no deja de asombrarnos por mucho que se trasladen por carretera. Cousas veredes...



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jueves, 18 de julio de 2013

ETAPA 3: SANTA CROYA DE TERA - REQUEJO DE SANABRIA

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La Vía de la Plata en Bici: De Salamanca a Santiago
El Camino de Fonseca












- Lugares de paso: 1.- Santa Croya de Tera - 2.- Santa Marta de Tera - 3.- Calzadilla de Tera - 4.- Embalse del Agavanzal - 5.- Rionegro del Puente - 6.- Mombuey - 7.- Asturianos - 8.- Otero de Sanabria - 9.- Puebla de Sanabria - 10.- Requejo de Sanabria

- Longitud de la etapa: 83,2 Km - Desnivel acumulado en las subidas: 1.106 m.
- Altitud inicial: 725 m. - Altitud final: 1.002 m.
- Altitud máxima: 1.035 m. - Altitud mínima: 724 m.
- Nivel de dificultad: 0 - 1 - 2 - 3 - 4 - 5 - E
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Martes 21 de mayo de 2013 (Salida: 8.30 - Llegada: 18.20)
Nubosidad variable a lo largo del día y ligera mejora de las temperaturas (Mín: 6ºC - Máx. 18ºC)

Se abandona el llano para entrar en la senda de las mil ermitas


Aunque alguno arrastró la cara de sueño durante un buen rato, nos levantamos a las 7 con la puntualidad habitual y, como las posibilidades del lugar no son muchas, nos preparamos el desayuno con unos zumos, batidos de chocolate y algo de bollería que habíamos comprado en el súper la tarde anterior. Ya no hacía el frío de las primeras jornadas y, cuando salimos con todo el equipo preparado al exterior del albergue, todavía quedaban acostados los dos peregrinos americanos, que parecían tomarse el recorrido con bastante calma. La primera parada es obligada a poco más de 700 metros del comienzo.

Santa Croya y Santa Marta son dos pueblos vecinos, separados únicamente por el puente que atraviesa el cauce del Río Tera. Al otro lado se encuentra la Iglesia de Santa Marta, construida en el Siglo XI como parte de un antiguo monasterio. Es conocida porque al inicio de la primavera y del otoño se reproduce en ella el Milagro de la Luz, al igual que en el monasterio burgalés de San Juan de Ortega, y que en este caso consiste en la iluminación de un capitel en que se encuentra una talla del cristo resucitado, al que apunta la luz del sol que en ambos equinoccios entra al amanecer por el óculo situado detrás del altar. El hecho aporta al lugar un cierto halo mágico y de misterio, por lo que esta iglesia románica es muy visitada por los peregrinos que recorren el Camino Sanabrés, pero también lo es porque, junto a la portada que da frente al cementerio, se encuentra adosada la talla en piedra más antigua que se conoce de Santiago Peregrino, datada en el Siglo XII, y que se ha convertido en uno de los principales símbolos de esta ruta.















El camino sigue hacia el Oeste en paralelo al cauce del río, atravesando un paisaje rebosante de vegetación que poco tiene que ver con el de jornadas anteriores. El verde intenso de las grandes choperas, las fértiles fincas de regadío, pequeños puentes, viejos molinos y la presencia constante de agua, son ingredientes que alegran la vista y convierten la travesía en un relajado pedalear.













El itinerario avanza aguas arriba por un terreno sin desniveles apreciables, y pronto atraviesa las pequeñas pedanías de  Calzadilla de Tera y  Olleros de Tera, en las que hay que estar atentos a las señales, ya que las flechas a veces indican direcciones opuestas que, aunque vuelven a juntarse al cabo de algún molesto rodeo, son producto de las pequeñas batallas que se traen entre sí los bares locales, que mantienen la disputa por atraer a los peregrinos. Después de sobrepasar unas fincas de concentración parcelaria, se ve a lo lejos la silueta del Santuario de Nuestra Señora del Agavanzal, construida en el lugar en que, según la tradición, apareció una imagen de la Vírgen que dio origen al actual culto mariano y a una romería que se ha convertido en una de las tradiciones de la zona.















El camino continúa por la margen derecha del Río Tera hasta llegar al Embalse del Agavanzal, y nos obliga a dar un rodeo hasta llegar a la altura de la presa, para atravesarla y continuar después durante un buen tramo recorriendo la otra orilla por una vía de servicio que rodea el embalse. Durante el trayecto abundan los árboles cubiertos de líquenes con aspecto fantasmagórico, y nos llama la atención una pequeña señal que se repite varias veces: se trata de una humeante taza de café que, al sobrepasar el pequeño núcleo de Villar de Farfón, nos dirige hacia un portalón situado a la izquierda del camino, donde todo indica que es un lugar de parada obligada para los peregrinos...

















Superada la puerta azul, en el patio interior cubierto hay una mesa y una pequeña cocina donde se ofrece a los peregrinos café y galletas, que pueden servirse a su gusto a cambio de la voluntad. Se trata de una casa particular reconstruida piedra a piedra por un matrimonio de sudafricanos que, después de dar la vuelta al mundo y completar el Camino de Santiago, se enamoraron de este lugar y compraron una casa en ruinas para reconstruir la vivienda con sus propias manos y habilitar en uno de sus locales un pequeño albergue para peregrinos, el albergue Rehoboth, y allí viven con sus dos hijos y un perro. La parada es agradable.













A la salida se entra en un sendero arbolado que va ganando altura hasta sobrepasar el  alto de la Peña de la Cruz, para descender de nuevo hasta el cauce del Río Negro, que se cruza por una pasarela para entrar en la localidad de Rionegro del Puente. Aquí destaca el Santuario de la Virgen de la Carballeda, que da nombre a esta comarca en la que abundan los robles y las encinas. De construcción original en estilo románico, en etapas sucesivas fue ampliado y reformado hasta dotarlo de su configuración actual, con una espectacular torre de sillería. Al igual que el albergue, situado en un antiguo hospital rehabilitado, el templo es propiedad de la Cofradía de los Falifos, institución que desde el Siglo XIV se dedica a facilitar la vida a los peregrinos, manteniendo caminos y puentes y proporcionándoles alojamiento.













Según se abandona la población, el camino comienza a ganar altura y avanza en paralelo a la carretera, para internarse después en una planicie donde predomina el campo abierto y abunda todo tipo de matorrales en plena época de floración. Aquí podemos ver los primeros toxos con sus típicas flores amarillas, símbolo inequívoco de que Galicia está más cerca. Al cabo de un rato, la pista se junta de nuevo con la carretera para entrar en la localidad de Mombuey.

La arquitectura de sus edificaciones varía sustancialmente con respecto a la que se aprecia en otros pueblos anteriores. Aquí dominan las construcciones de piedra con balcones de madera y cubiertas de teja o pizarra características de las zonas de montaña. Hay varias casas bien cuidadas o restauradas que llaman la atención, pero el edificio que destaca sobre todos los demás es la Iglesia de la Asunción que, construida con piedra de sillería a comienzos del Siglo XIII, cuenta con una inconfundible torre románica de tres pisos rematada con un matacán y una bóveda piramidal, lo que denota el carácter defensivo que tuvo en su origen como atalaya militar. Está considerada como Monumento Histórico Artístico desde 1931, y su construcción se atribuye a la Orden de los Templarios, que se encargaban de proteger el camino al paso de mercaderes y peregrinos.















Reanudamos la marcha después de una breve visita al exterior de la iglesia, que a esas horas permanecía cerrada, y a la salida del pueblo nos encontramos con un curioso grupo de ciclistas que nos llama la atención. Estaba formado casi exclusivamente por mujeres rubias, equipadas todas con ropa deportiva de colores muy vistosos, que le cedieron la voz cantante al único hombre del grupo, también de pelo rubio, que parecía actuar como cabecilla...

Se trataba de un grupo de jóvenes pertenecientes a la Iglesia Evangélica Holandesa en España que iban desarrollando algún tipo de labor pastoral itinerante a lo largo de este tramo del camino, y que se ofrecieron a darnos todo tipo de información para que pudiésemos ver la luz y salvar nuestras almas atormentadas, con la garantía de que nuestra vida y nuestro destino cambiaría y nos haríamos merecedores de la vida eterna.













Reconfortados por tan interesante discurso, retomamos nuestro objetivo principal y reanudamos la marcha para continuar el periplo por la comarca de Sanabria, situada en el extremo Noroeste de la provincia de Zamora, y limítrofe con Portugal y con las provincias de León y Ourense. Rodeada de montañas, tiene una altitud media próxima a los 1.000 metros y, según se avanza hacia el Oeste, se asemeja cada vez más al territorio gallego, tanto por el paisaje y la orografía de sus valles como por la distribución de la población, la tipología de sus edificaciones, e incluso, por las costumbres y el habla de sus gentes.

El itinerario marcha en paralelo a la carretera N-525, la Autovía A-52, las vías del ferrocarril y las obras de la nueva infraestructura del AVE que se dirigen hacia los puertos de O Padornelo y A Canda, entrada natural a Galicia. Aquí abunda el agua, la vegetación y la tierra fértil, y la población se reparte por todo el territorio en pequeñas aldeas, donde nunca falta una iglesia o ermita consagrada al patrón local. Pero en su mayoría se encuentran cerradas, con lo que salvo alguna rara excepción, es imposible admirar los pequeños tesoros que encierran.

A medida que avanza la mañana vamos pasando por varias de estas pequeñas localidades. En Valdemerilla se encuentra  una Iglesia dedicada a San Lorenzo, con una espadaña que da la impresión de estar a punto de venirse abajo. A la entrada de Cernadilla está la Ermita del Cristo, y poco después la Iglesia de La Purificación de María, de torre barroca. Dos kilómetros más allá, en  San Salvador de Palazuelo se pasa junto a la Iglesia de la Transfiguración del Señor, románica del Siglo XIII y con una escalera exterior por la que se accede directamente al campanario, donde coincidimos con un peregrino italiano.













Por una amplia pista forestal donde abundan los robles y los castaños se llega pronto a Entrepeñas, localidad con 65 habitantes situada junto a uno de los brazos del Embalse de Cernadilla que retiene el caudal del Río Tera, donde se encuentra la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, construida en el siglo XVI, y se puede apreciar alguna buena muestra de la arquitectura popular de la zona. Un cambio de orientación nos desvía después hacia el Norte para evitar las obras del AVE y, tras sobrepasar la autovía, nos lleva a cruzar la carretera a la altura de Asturianos junto a la Ermita del Carmen, patrona de la localidad.

Continúa el periplo por la región con rumbo hacia el Oeste, aunque los cambios de dirección hacia las pequeñas aldeas son habituales. Aunque no pocos tramos almacenan abundante agua y barro que dificulta nuestra marcha, el camino es muy agradable de recorrer, porque se aparta de la carretera por zonas tranquilas de bosque donde con suerte se pueden sorprender hermosos ejemplares de fauna salvaje. En nuestro caso, una hembra de corzo y su cría se nos escaparon antes de poder "disparar" una fotografía, a pesar del sigilo con que intentamos desenvolvernos.

Disfrutando del itinerario se llega junto la Ermita de la Encarnación, en Palacios de Sanabria, junto a cuya entrada lateral nos llamó la atención un limosnero con una artística inscripción grabada en la piedra que reza así: SI AQUÍ TU LIMOSNA ECHARES TUS CAUDALES CREZERÁN A MILLARES













Por un sendero boscoso que sigue la trayectoria del antiguo Cordel de Benavente se llega a Remesal, pequeña localidad de 23 habitantes perdida en medio del monte, en cuya Ermita de Santa Marta tuvo lugar el 20 de junio de 1506 la reunión entre Fernando el Católico y Felipe el Hermoso que dio lugar al acuerdo llamado Concordia de Villafáfila, por el cual Fernando se retiraba a sus posesiones en Aragón y le cedía el trono de Castilla al esposo de su hija Juana, dado que se consideraba que la legítima heredera estaba incapacitada para reinar debido a su enajenación mental. La vigencia del acuerdo fue breve debido a la muerte de Felipe a los pocos meses, volviendo Fernando a asumir el trono de Castilla como regente, dado que el heredero de Juana y Felipe, el futuro emperador Carlos V, tenía tan sólo 5 años de edad.













En el tramo siguiente se vuelve a cruzar la autovía por dos veces, bordeando por una pista asfaltada la Iglesia de Santo Tomás Apóstol, en la localidad de Otero de Sanabria. Tras sobrepasar el Arroyo del Manzanal se llega a la aldea de Triufé, donde en medio de varias casas en ruinas y alguna rehabilitada se encuentra la pequeña Ermita de San Amaro, a un paso ya de la histórica villa de Puebla de Sanabria, que pronto se aprecia a lo lejos en una panorámica que domina todo el valle. Sólo queda descender por carretera hasta el cauce del Río Tera para apreciar el elevado promontorio donde se asienta la magnífica fortaleza tras la que se defendía su población.


Capital de la comarca, la Puebla de Sanabria es una localidad de 1.600 habitantes cuyo casco histórico ha sido declarado Conjunto Histórico-Artístico. Se encuentra ubicada en lo alto de un cerro, delimitado en gran parte de su contorno por la confluencia del Río Castro con el Río Tera, y situada en una zona estratégica fronteriza con Portugal y desde donde se controlaba el paso entre Galicia y Castilla.

Como ya habíamos sobrepasado ampliamente el mediodía, antes de la obligada visita a sus bien cuidadas calles y monumentos decidimos parar a comer algo ligero, y así pedimos unas jarras de cerveza bien fría y unos bocadillos en un mesón de la Calle del Arrabal, situada en la parte baja, con la casualidad de que en el mismo lugar se han detenido a comer un menú nuestros amigos Sindo y Soraya, que parecen seguir nuestros mismos los pasos.













El núcleo urbano de Puebla de Sanabria, situado en lo más alto del cerro y antiguamente amurallado, está articulado alrededor de la Plaza Mayor, donde se encuentran sus edificios más destacados: El Ayuntamiento, la Iglesia de Nuestra Señora del Azogue y el Castillo de los Condes de Benavente. Sus calles empedradas y sus sólidas casas con fachadas blasonadas, amplios balcones y galerías acristaladas, dan una clara muestra de la importancia de esta localidad a lo largo de la historia.

La ciudad cuenta con fuero propio desde el reinado de Alfonso IX, a finales del Siglo XII, y dentro de ella, el Castillo constituía el principal baluarte defensivo del conjunto de murallas que la rodeaban por completo y de las que sólo quedan algunos tramos. Fue construido durante el Siglo XV sobre los restos de una antigua fortaleza por Alonso Pimentel, tercer Conde de Benavente, y cuenta como elemento central con una gran torre del homenaje, el macho, rodeada por recias murallas con varios cubos cilíndricos. La fortaleza cambió varias veces de dominio y resultó parcialmente destruida, tanto en las guerras con Portugal como en la Guerra de la Independencia, siendo cedida al ayuntamiento a finales del Siglo XIX, quien se encargó finalmente de su reconstrucción después de haberle dado usos tan dispares como prisión, gallinero y almacén de paja. Actualmente, sus salas albergan diversas actividades culturales, y su visita es muy recomendable.













También en la parte alta de la villa se encuentra la Iglesia dedicada a su patrona, la Vírgen del Azogue, iniciada en el Siglo XII en estilo románico, aunque cuenta con reformas y añadidos posteriores. Adosada a ella en uno de sus costados se aprecia la Ermita de San Cayetano, pequeña capilla con una rica ornamentación barroca. Completa la plaza el edificio isabelino del ayuntamiento, construido en la época de los Reyes Católicos, cuya fachada cuenta con dos plantas porticadas flanqueadas por sendos torreones.















Dedicamos algo más de un par de horas a la visita, que bien merece la pena, y pasaban ya de las 5 de la tarde cuando salíamos de la Puebla cruzando el puente medieval sobre el Río Castro y enfilando la pista que, bordeando el cauce aguas arriba, se dirige hacia los puertos de montaña. Durante un buen rato se circula a la sombra de los chopos y con el murmullo del cercano discurrir del agua. El camino se hace agradable, y alternando tramos de buen firme con otros de molestos cantos rodados e incluso alguna incursión por el asfalto, no se tarda mucho en llegar a la Iglesia de Santiago, situada junto a una arboleda próxima a la aldea de Terroso.













El último esfuerzo de la jornada no deja de ser agradecido, porque se avanza por un sendero que atraviesa una zona boscosa en la que, aunque tiene alguna subida de exigente pendiente, el paisaje nos compensa de todos los sudores. En el tramo final, ya con las piernas pidiendo un merecido descanso, se pierde altura hasta que se atraviesa la autovía por un puente cercano a la entrada en Requejo de Sanabria, localidad  situada a los pies del Puerto del Padornelo y que marca para nosotros el final de esta larga jornada.













El camino entra en el pueblo enlazando con la la carretera nacional que atraviesa la localidad, y pasa junto a la Ermita de la Virgen de Guadalupe y muy próximo a la Iglesia de San Lorenzo, que domina desde lo alto con su vistoso campanario. Al llegar nos dirigimos a buscar plaza en uno de los albergues, uno público y otro privado, y nos decantamos por la segunda opción, Casa Cerviño, que es algo más caro pero cuenta con mejores servicios. Aquí podemos lavar la ropa con lavadora y dar un manguerazo a las bicicletas en el jardín de la parte trasera, que buena falta les hacía después de los barrizales que nos habíamos encontrado en el recorrido.













Requejo de Sanabria es una pequeña localidad con unos 170 habitantes que se encuentra en un entorno natural privilegiado, rico en agua y plagado de fuentes, arroyos y regatos. Situado a 1.000 metros de altitud, en el inicio del ascenso al Puerto del Padornelo, cuenta en sus alrededores con parajes naturales de gran valor, como el Bosque de Tejedelo, una masa forestal de tamaño considerable que conserva un buen número de tejos, robles y castaños, algunos de ellos milenarios, así como diversas especies de aves y mamíferos. En las calles de su núcleo urbano hay varias fuentes, y se pueden apreciar hermosos ejemplos de construcciones típicas de esta zona de montaña, casas de piedra con amplios balcones de madera y tejados de pizarra.

















Cuando conseguimos terminar con las tareas obligadas del final de etapa, ducha y colada incluidas, ya la tarde se había echado encima, pero todavía nos quedaba tiempo para visitar el pueblo y disfrutar de unas cervezas bien frescas en un bar donde anunciaban Estrella Galicia, al tiempo que nos informábamos de los lugares donde podríamos cenar esa noche  y desayunar a la mañana siguiente.













Finalizada la jornada, una vez tumbado sobre la cama y oyendo a través de mis pequeños auriculares las noticias que daban por la radio, me fui quedando dormido con la mente puesta en lo que nos esperaba al día siguiente, la que habíamos previsto como auténtica "etapa reina" de nuestra aventura, en la que nos habíamos propuesto el ambicioso objetivo de superar los dos puertos de mayor entidad de toda la ruta hasta Compostela, El Padornelo y A Canda, sobrepasar después el Alto de O Canizo y la Serra da Teixeira, y terminar cayendo al valle de Laza tras haber recorrido más de 80 Kilómetros.

Lo que habíamos hecho hasta aquí, las tres primeras etapas, no eran más que un mero entrenamiento para afrontar con garantías lo que nos esperaba a partir de ahora, nada menos que atravesar de un extremo a otro la montañosa provincia de Ourense, pero el esfuerzo bien valía la pena y Galicia estaba ya a tiro de piedra...



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