domingo, 30 de septiembre de 2012

ETAPA 10: GALISTEO - ALDEANUEVA DEL CAMINO

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Por el Camino de los Mozárabes: Vía de la Plata

Sábado 26-5-2012 - De Galisteo a Aldeanueva del Camino (49,5 Km.)
Salida: 6.00 - Llegada: 17.25

Tirando millas en busca de un Norte lejano.

Cielos claros con nubes dispersas, sol y calor (Máx. 27ºC)



Sobre las 4.30 ya se apreciaba movimiento en el interior del albergue. Como habían anunciado, el grupo de peregrinos que ocupaban el dormitorio se preparaba para salir muy temprano y, mientras unos ordenaban el interior de sus mochilas, otros se preparaban el desayuno en la sala de estar aprovechando la luz del pasillo. A pesar de que su presencia era perceptible, lo hacían sigilosamente, intentando molestar lo menos posible a los que allí parecíamos dormir... hasta que la lideresa cumplió su amenaza... y haciendo valer sus derechos, entró en la estancia encendiendo la luz, hablando con voz firme y tomando posesión del territorio...

En esas condiciones me era casi imposible volver a conciliar el sueño, pero como tenía por delante una etapa muy larga, aproveché la forzada situación para sacarle partido y, según fueron abandonando la sala, me puse yo también en marcha.














Abandoné el albergue todavía de noche, para subir hasta la Puerta de Santa María por la que se entra al recinto amurallado de Galisteo y, después de atravesar la Plaza de España, salir de nuevo al exterior por el arco de la Puerta de la Villa. A escasa distancia se atraviesa un puente de piedra construido en el Siglo XVI, una estructura elevada sobre siete arcos que salva el cauce del Río Jerte. Vienen después más de diez kilómetros caminando por una carretera secundaria, que continúa por la margen derecha del río y enlaza sucesivamente con las pequeñas localidades de  Aldehuela del Jerte y Carcaboso, todavía dormidas a pesar de que a estas horas ya ha amanecido.


















El trazado de la vía romana, hasta aquí sepultada bajo el asfalto, se interna ahora en campo abierto, pasando por una fértil llanura dedicada al cultivo y la ganadería. Caminaba en solitario cuando llegué a la altura del Canal del Jerte, donde termina la zona de cultivos, y allí alcancé a la lideresa y su grupo hasta que se fueron quedando atrás. Abriendo y cerrando cancelas al pasar, tras subir una pequeña pendiente se entra en los Llanos de la Jarilla, una amplia y agradable zona de dehesa por la que, entre encinas, alcornoques y muretes de piedra, se atraviesa una inmensa zona despoblada...
















... porque despoblados están los lugares de Canchal del Gato, Dehesa del Cuarto Real, El Cuerno, Las Veredillas, la Venta Quemada, el Cuartillo, el Arroyo de las Torrucas... por los que voy pasando entretenido y sin detenerme hasta un lugar perdido en medio de la llanura, donde aparece como caído del cielo un gran objeto que en Extremadura se ha adoptado como símbolo de la Vía de la Plata: El Arco de Cáparra.

























La ciudad romana de Cáparra, situada a orillas del Río Ambroz en los límites de la antigua provincia de Lusitania, no fue seguramente una de las más importantes de la península, pero llegó a contar con un gran número de viviendas, foro, baños públicos y anfiteatro. Empezó a perder población durante la Alta Edad Media, quedando casi abandonada tras la invasión del territorio por los musulmanes. El arco es un pórtico cuadriforme de más de 13 metros de altura, sustentado por cuatro gruesas columnas de piedra y situado sobre el cruce en perpendicular de las dos calzadas o calles principales de la ciudad. La Vía de la Plata lo atraviesa de Norte a Sur.














Desde que comenzó la jornada he caminado hasta aquí durante casi 30 km y estoy todavía muy lejos de llegar a una población con albergue. Cuando me planteé el recorrido de esta larga etapa, al llegar a este punto tenía varias alternativas; continuar andando otros 20 km hasta llegar a Aldeanueva del Camino, desviarme hasta Oliva de Plasencia, situada algo más de 6 km fuera de la ruta, o llamar al teléfono de un hostal de carretera que por un módico precio tiene un servicio de taxi que recoge a los peregrinos en Cáparra y los vuelve a dejar en el mismo punto al día siguiente. Elegí la primera de ellas, y después de dedicar unos minutos a visitar las ruinas, seguí en dirección Norte mi recorrido a lo largo del Valle del Ambroz.



















Enfrascado en mis pensamientos de caminante, voy meditando acerca de una teoría sobre tramos horarios que tengo ya bastante perfeccionada. Se trata de que, según mi propia experiencia, durante las cuatro primeras horas de marcha se disfruta del camino como si se tratase de un agradable paseo; en las dos horas siguientes la calidad va disminuyendo gradualmente, y comienzan a aparecer los primeros signos de fatiga que equilibran la balanza; a partir de la sexta hora, el cansancio hace pensar cada vez con mayor frecuencia en lo que queda para llegar, y se va complicando encontrar un buen acomodo para la mochila sobre los hombros; pero a medida que se sobrepasan las horas centrales del día, sobre todo si el sol cae a plomo, es cuando aparece el sufrimiento y la etapa se puede hacer larga, o muy larga...

















A estas alturas, el itinerario todavía reserva algunas imágenes de postal al aproximarse a la zona de montañas, y cerca ya del final de la jornada lo peor no es la distancia, ni el calor, sino los caprichosos desvíos ocasionados por la carretera N-630 y por la reciente construcción de la Autovía de la Plata, que a la fuerza han de compartir el mismo territorio, lo que obliga a los peregrinos a utilizar otros caminos alternativos. Alguno de ellos está poco o mal indicado, y otros obligan a dar considerables rodeos en los que aparentemente se progresa en dirección contraria, lo que ocasiona no pocas dudas. Pero al fin se recupera nuevamente el trazado de la Cañada Real, que dirige su curso hasta la misma entrada de Aldeanueva del Camino, y desde allí, siguiendo en línea recta a lo largo de la Calle de las Olivas se llega a la misma puerta del albergue.
















El albergue de Aldeanueva está ubicado en un edificio de propiedad municipal, y en sus dos plantas ofrece diez plazas para alojamiento de peregrinos. Aparentemente nadie se ocupa del orden y la limpieza, por lo que tiene un aspecto de total abandono, pero es lo que hay, y después de esta larga jornada al menos encuentro aquí un lugar a cubierto donde ducharme y descansar.

Llegué casi al mismo tiempo que Tierry, un francés con el que ya me había cruzado varias jornadas atrás, en la etapa que acabé en Villafranca de los Barros, y antes que yo habían llegado dos peregrinas suizas y un argentino residente en Sevilla que venía desde allí en bicicleta. A lo largo de la tarde llegaron otros tres ciclistas.
















Habitada escasamente por 800 habitantes y poblada desde la época de los romanos, Aldeanueva del Camino es una localidad con una larga historia que cuenta con abundantes muestras de arquitectura popular, plasmada en los vistosos balcones de madera que reflejan otras épocas de economía más floreciente. Con la invasión de los musulmanes la población fue arrasada, pero se volvió a repoblar paulatinamente. Después de la reconquista quedó en el mismo límite de dos reinos cristianos, por lo que fue dividida en dos núcleos de población separados únicamente por la calle por la que discurre la Vía de la Plata.

Agrupada en torno a la Iglesia de Nuestra Señora del Olmo se constituyó Casas de Aldeanueva, perteneciente al Reino de Castilla y dependiente de la diócesis de Plasencia. En torno a la Iglesia de San Servando se agruparon los habitantes de Aldeanueva del Camino, perteneciente al Reino de León y bajo la dependencia de la diócesis de Coria. Ambos núcleos volvieron a unirse bajo el reinado de los Reyes Católicos, pero la división eclesiástica permaneció hasta 1959 condicionando el devenir de la localidad.
















Después de recorrer ampliamente sus calles busqué un sitio donde comer algo distinto de un bocadillo, hasta que encontré el Bar Sebas, donde por un precio razonable me sirvieron un completo menú: Patatas revolconas, estofado de carne y arroz con leche. Buen premio a una larga caminata que me llevó a detenerme en los confines de Extremadura, cerca ya de las montañas que conforman el Puerto de Béjar, puerta natural de entrada a la provincia de Salamanca. Estaba fatigado... pero una vez más pude con todo.















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domingo, 23 de septiembre de 2012

ETAPA 9: EMBALSE DE ALCÁNTARA - GALISTEO

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Por el Camino de los Mozárabes: Vía de la Plata

Viernes 25-5-2012 - De Embalse de Alcántara a Galisteo (44,5 Km.)
Salida: 6.15 - Llegada: 15.25

De garbeo por las Vegas del Alagón.

Cielos con nubes dispersas, sol y calor (Máx. 31ºC)



Durante la noche anterior, antes de marcharse, la encargada del albergue dejó el desayuno preparado y a disposición de los peregrinos. A las 6 en punto ya éramos varios los que trasteábamos con la cafetera y las tostadas, de manera que hoy pude empezar a caminar muy pronto, todavía de noche. La sumergida vía romana sale otra vez a la superficie muy cerca del albergue, y se aleja del cauce del Río Tajo con una enrevesada subida que rodea el Cerro Garrote hasta llegar a una pequeña meseta, desde donde se domina una buena panorámica del embalse. Un paso canadiense limita los movimientos del ganado, que anda completamente suelto, y vuelven a aparecer las obras del AVE, que complican el itinerario obligando a rodear, bajar y subir grandes taludes de tierra suelta. Tengo que aclarar que, a pesar de las apariencias, cuando un toro bravo se cruza en el camino y va acompañado de un pequeño becerro... entonces es una vaca negra.
















Más adelante, un cartel anima a los peregrinos a desviarse a la localidad vecina de Cañaveral, pero el camino la rodea a cierta distancia, pasando por su estación de tren hasta llegar a la Ermita de San Cristobal. Allí, ante una de las escasas fuentes que he visto lo recorrido hasta aquí, comienza un primer tramo muy empinado de subida al Puerto de los Castaños, que no hace honor a su nombre, porque no hay un solo castaño, sino que se llega a lo alto del collado en medio de un bosque de pinos. El sendero de bajada transita por el Valle de los Muertos, un paraje excepcional rodeado de magníficos alcornoques y surcado por pequeños arroyos, donde por momentos el camino se difumina hasta perderse y sólo las flechas pintadas en los árboles o en cualquier otro lugar visible animan a continuar hacia delante.
















En la etapa de hoy la ruta no atraviesa ninguna población, pero las localidades vecinas no se resisten a tentar a los peregrinos a que se desvíen hacia ellas a descansar, reponer fuerzas, comprar algo de comida o bebida, y dejar algún dinerillo a su paso. El trazado de la calzada pasa ahora a escasos 700 metros del pequeño núcleo de Grimaldo, pero tampoco tengo intención de desviarme y sigo de frente. Comparado con los días anteriores, el paisaje de hoy es un auténtico placer. Han quedado atrás los territorios de secano, con sus amplias y monótonas llanuras, para entrar de nuevo en un territorio de dehesa, más accidentado y agradable, al que la primavera también ayuda desplegando todo su colorido.

















Bien avanzada la mañana, en un desvío que sale a la izquierda hay un cartel que indica "Camino de Santiago. Riolobos. 4 Km.". Por un momento me hace dudar, pero soy consciente de que el camino no pasa por ningún pueblo, y también hay flechas que indican hacia el frente. ¡Ya están otra vez los de los bares intentando atraer al personal! ¡Mejor será continuar según lo previsto! Un poco más adelante, uno de los cubos de granito que señalan oficialmente el trazado me confirma que he tomado la decisión correcta.

Aunque voy disfrutando del recorrido, la jornada está siendo especialmente solitaria, ya que el único peregrino que ha pasado junto a mí iba en bicicleta. Pero es algo que, lejos de inquietarme, me agrada, porque aunque no lo parezca, siempre hay alguien que se acuerda de tí. A lo largo de un buen tramo, algún peregrino afectado por intenciones de plenitud dejó en su día mensajes escritos del tipo "Dios te acompaña" o "Lo importante no es el destino, sino el camino recorrido", pero donde se supera realmente es cuando intenta sumarse a la moda de lo políticamente correcto con un "Jesús camine con tiga/tigo".

















Una vez sobrepasada la presa del Embalse de Riolobos, que retiene el agua del Arroyo del Boquerón, hay una confusión de flechas que indican en dos direcciones. Según marcan las indicaciones oficiales, la calzada romana atraviesa la Finca Larios pero, al parecer, sus propietarios han ganado un pleito a la Junta de Extremadura y no permiten el paso de los peregrinos por su propiedad, con lo que hay que desviarse por el trazado alternativo señalado por la carretera que sale a la izquierda. Yo ya estaba informado de que esta opción suponía dar un pequeño rodeo para llegar a Galisteo y, aunque sabía que hay peregrinos que saltan la cancela y continúan recto, como no quería enfrentarme a situaciones desagradables, decidí ser disciplinado y cumplir las normas. ¡Total, ya no debe de quedar mucho!

Siempre por el arcén, la nueva ruta pasa bajo el acueducto que soporta el Canal del Río Alagón y, después de bordear el cauce del Arroyo del Boquerón durante un buen rato, las flechas me conducen hacia la localidad que ya se aprecia en la distancia. ¡Esto se acaba por hoy! Parecía que el rodeo no era para tanto, peeero... al llegar a la altura de las primeras casas me recibe un gran cartel que dice: Bienvenidos a Riolobos... ¡Aaarrrg! ¡Si yo no tenía que pasar por aquí!

Eran ya las 13.30 h. y, preguntando a unos paisanos, descubrí que me quedaban todavía 10 kilómetros de patear por el asfalto, por lo que decidí tomarme un respiro y, antes de reanudar la marcha, busqué un pequeño ultramarinos donde comprar una bebida fría y algo de comer. Superado el desconcierto inicial, entendí el porqué del desvío hacia Riolobos que había rechazado unos kilómetros atrás, y descartando volver sobre mis pasos para saltar la cancela que había decidido respetar media hora antes, decidí tomármelo con calma y asumir la nueva situación, al fin y al cabo, no se trataba más que de "un pequeño rodeo".














No era el momento de venirse abajo, sino de apretar el paso para superar este tramo lo antes posible. La carretera que une Riolobos con Galisteo apenas tiene tráfico, y avanza primero en paralelo al Arroyo del Boquerón, hasta que cambia de dirección para acercarse primero al cauce del Rio Alagón y después al del Río Jerte, cuya compañía no abandonará hasta llegar al final de la etapa. Avanzo a un ritmo ligero por la comarca de las Vegas del Alagón, una zona muy fértil con agua abundante, amplios regadíos y buenas fincas ganaderas que distraen la vista, alguna de toros bravos.
















Entretengo la marcha con un par de llamadas telefónicas, en las que desahogo mis desdichas y recibo mensajes de ánimo que me ayudan a mantener alta la moral y el paso vivo. Avanzo rápido, de tal manera que termino de recorrer los 10 kilómetros en poco más de hora y media, hasta que me encuentro delante de una panorámica sorprendente, la imagen de las murallas almohades que rodean por completo la localidad de Galisteo, situada sobre un altozano.















El albergue está ubicado en un pequeño edificio de propiedad municipal, en el exterior del recinto amurallado. Cuando llegué, sus 12 plazas estaban ya completas, y varios peregrinos dormitaban en una plácida siesta. Busqué la alternativa de un hostal próximo, pero no era barato, y me puse en contacto con Sandra, la hospitalera que gestiona el local, quien acudió rápido. Sacó uno de los colchones de emergencia que tienen para estos casos y rápidamente habilitamos un hueco en la sala de estar, bajo una gran pantalla de televisión. No estaría tan cómodo como en la tranquilidad del dormitorio, pero tenía el problema solucionado, y después del paseo ya me iba mereciendo una buena ducha antes de empezar a pensar en organizarme para el día siguiente.














Construidas en la Edad Media a base de cal y cantos rodados, con más de 2 metros de grosor y hasta 11 de altura, las bien conservadas murallas cierran por completo un perímetro de 1200 metros, levantado durante los siglos de ocupación musulmana para proteger a la población de la villa de Galisteo, que después de reconquistada pasaría a ser cabecera del Señorío de Galisteo. Cuenta con tres puertas de acceso, y a su adarve se puede subir a través de varias escalinatas de piedra escondidas entre las casas. Por una de ellas se puede acceder al campanario, situado junto a la Puerta de Santa María y separado del cuerpo principal de la Iglesia de la Asunción, que conserva un ábside mudéjar del Siglo XIII.


















Ocupada a lo largo de los siglos por romanos, árabes, judíos y cristianos, la villa de Galisteo cuenta con poco más de 1000 habitantes y, excepto su espacio central ocupado por la Plaza Mayor, sus calles son estrechas e irregulares, de trazado medieval, y muchas de sus casas se fueron construyendo apoyadas en la muralla y aprovechándose de su grosor para ganar pequeños espacios, lo que ha ocasionado no pocos disgustos a lo largo de la historia. En su extremo Norte se conservan las ruinas del antiguo alcázar árabe, que pasó a ser posteriormente palacio de los condes y duques que encabezaban el Señorío, y del que todavía se mantiene en pie la torre del homenaje, conocida como La Picota por estar rematada por una puntiaguda pirámide octogonal.

El perímetro del recinto amurallado está rodeado por un paseo peatonal desde el que se pueden contemplar unas excelentes panorámicas de la comarca, y en el mirador de su extremo Noroeste se conserva todavía el que llegó a ser un auténtico símbolo del temor al poder: El Pericutín, la antigua picota en la que se exhibía a los reos y se ejecutaban las sentencias.





Completada la visita, y de vuelta al albergue con la compra hecha, preparé algo de cenar y un bocadillo para llevar en la mochila. Como un poco más tarde daban la final de la Copa del Rey entre el Barcelona y el Athletic de Bilbao, encendí la televisión con intención de calentar viendo las noticias. El resto de peregrinos apenas pasaban por la sala de estar, por lo que me fui haciendo dueño de la situación hasta que, poco después de las 9, llegaron inesperadamente dos ciclistas buscando refugio. Hablaban con otros peregrinos, que les decían que ya no quedaba sitio disponible y, mientras que yo les contaba mi situación, una mujer que parecía llevar la voz cantante intentaba convencerles para que buscasen alojamiento en el hostal que estaba próximo.

A pesar de los consejos de la mujer, llamaron al teléfono de la hospitalera, que en pocos minutos se presentó en el albergue y les buscó una rápida solución. Uno de ellos se instalaría en el sofá, y el otro en un colchón adicional que todavía tenía en reserva. Para hacerle hueco, desplazamos la mesa y el resto de los muebles hasta que ambos quedaron acomodados. Antes de que los ciclistas saliesen a buscar un lugar donde cenar, y cuando la hospitalera ya se había retirado, la lideresa nos advirtió a los ocupantes de la sala de estar de que ellos se levantarían a las 4 de la mañana, y que pensaban utilizar el comedor para prepararse el desayuno y hacer el ruido que fuese necesario...

Y yo, que había sido despojado parcialmente de mi reino, me senté lo más cómodo que pude a ver el partido. Pero sólo aguanté hasta el descanso, porque viendo la superioridad del Barça, que en la primera media hora ya había marcado tres goles, me dejé caer rendido en el colchón. Con lo cansado que estaba, no era cuestión de desperdiciar ni un minuto de sueño, no fuera a hacerse realidad la amenaza...


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