miércoles, 14 de agosto de 2013

ETAPA 7: SILLEDA - SANTIAGO DE COMPOSTELA

-
La Vía de la Plata en Bici: De Salamanca a Santiago
El Camino de Fonseca












- Lugares de paso: 1.- Silleda - 2.- A Bandeira - 3.- Ponte Ulla - 4.- A Susana - 5.- Piñeiro - 6.- Santiago de Compostela (Catedral)

- Longitud de la etapa: 40,4 Km - Desnivel acumulado en las subidas: 972 m.
- Altitud inicial: 492 m. - Altitud final: 260 m.
- Altitud máxima: 492 m. - Altitud mínima: 55 m.
- Nivel de dificultad: 0 - 1 - 2 - 3 - 4 - 5 - E
- Descargar recorrido para ver con Google Earth: Clicar AQUÍ


Sábado 25 de mayo de 2013 (Salida: 8.25 - Llegada: 12.35)
Fresco a primera hora. Cielo despejado y temperatura suave (Mín: 5ºC - Máx. 18ºC)

La aventura se acaba: Misión cumplida



El día había amanecido con el cielo despejado y hacía algo de frío, por lo que decidimos iniciar la jornada bien abrigados. Desayunamos en el albergue a la hora acostumbrada y, una vez instalado el equipaje sobre las bicicletas, recorrimos las calles de Silleda hasta encontrarnos con la carretera N-525, donde recuperamos la ruta. A la salida de la localidad se abandona el asfalto y el itinerario marcado por las flechas prosigue por una serie de caminos que avanzan en paralelo a la vía principal, pero a una distancia suficiente para no advertir su presencia y disfrutar del entorno natural.













Recorrimos de esta manera las pequeñas aldeas de O Foxo y San Fiz, y pasamos junto a varias explotaciones ganaderas hasta que, poco después de atravesar un puente sobre la autovía AP-53, el camino vuelve a retomar el asfalto y entra en A Bandeira por la carretera. Se trata de una localidad de casi mil habitantes que pertenece al municipio de Silleda, cuya economía se basa también en las actividades agrícolas y ganaderas, y que se originó en torno a las ferias que se celebraban junto a un cruce de caminos situado en las proximidades de una casa fuerte denominada Casa da Bandeira.













La travesía es rápida por la carretera nacional, que es su calle principal, y al final de la población la ruta se desvía a la derecha por una carretera local, que desciende entre carballos y eucaliptos hasta que alcanza las primeras casas de Vilariño. Se alternan después varios tramos de camino de tierra con otros de pistas que algún día parecieron estar asfaltadas, y que van enlazando los muchos lugares habitados y casas aisladas diseminadas por el paisaje. En Dornelas se puede contemplar la Iglesia de San Martiño, un hermoso ejemplo de románico rural del Siglo XII, construida en un terreno donado por la reina Doña Urraca a la iglesia compostelana, y en O Seixo, la pequeña capilla de Nuestra Señora de las Angustias.

En Castro comienza el descenso hacia el cauce del Río Ulla, que marca el límite entre las provincias de Pontevedra y A Coruña. En la bajada se puede disfrutar de unas buenas vistas sobre el Viaducto del Ulla, que soporta las vías del AVE sobre un gran arco central de 168 metros de luz, y que ha obtenido en 2011 el Premio San Telmo a la mejor obra de ingeniería civil de Galicia.













La bajada es pronunciada, y por la ladera abundan los viñedos que dan origen al vino con gusto ácido típico de la zona. Al cruzar el Río Ulla sobre el puente de la antigua carretera nacional, hoy bastante descuidada, se llega a la pequeña localidad de Ponte Ulla, la primera de la provincia coruñesa y del concello de Vedra, donde en medio de un buen conjunto de casas de piedra se puede contemplar la Iglesia de la Magdalena, cuyo origen prerrománico se remonta al Siglo VIII. Un elegante cruceiro de piedra preside el Campo da Feira y, aunque todavía es temprano, hoy no tenemos prisa por terminar y decidimos darnos un respiro. Siempre es buen momento para detenerse a tomar un café con aroma coruñés.
















Se abandona la localidad rodeando el Pazo de Vista Alegre por un camino empedrado que pronto se nos hace "cuesta arriba", para iniciar poco después otra pronunciada subida entre casas y viñedos que se va distanciando progresivamente del cauce del río. Ya alejados de la zona habitada, la ruta entra en una pista forestal que recorre la amplia zona boscosa del Monte da Revolta hasta llegar al lugar de O Outeiro. Allí se encuentra la Capilla de Santiaguiño y una artística fuente barroca cuyo mural cuenta con dos figuras del antiguo coro pétreo de la catedral compostelana. Se trataría de Teodoro y Atanasio, los dos discípulos del apóstol que, según la tradición, habrían trasladado sus restos hasta Compostela.
















En 2006, la Xunta de Galicia inauguró a escasos metros de aquí el último albergue en el que los peregrinos pueden hacer noche antes de llegar a Santiago, un apartado paraje que se encuentra al inicio de las laderas boscosas del Pico Sacro, una mole de piedra de más de 500 metros de altitud que, según la tradición, estaba asentado en el territorio dominado por la Reina Lupa, y de allí salieron los dos bueyes que arrastraron el carro con los restos del apóstol hasta depositarlos en el lugar de su entierro definitivo.

De vuelta a territorio habitado, el itinerario serpentea sin una dirección definida por pistas y caminos que recorren las aldeas de Lestedo Rubial y Deseiro, hasta que en el lugar de A Susana vuelve a encontrarse con la carretera N-625 en un peligroso cruce. La ciudad de Santiago se encuentra ya a escasos kilómetros, y a medida que la distancia se reduce, se aprecia una evidente mejora en la calidad de las construcciones, que en lugar de viviendas rurales pasan a ser pequeñas villas residenciales o presuntuosos chalets, algunos de reciente construcción.













Masas de pinos y eucaliptos, fincas de labor, casas con emparrados, una pequeña ermita con su cruceiro, un típico lavadero junto a un cruce de caminos... El recorrido es entretenido por los lugares de Aldrei y Vixoi, donde en un largo tramo asfaltado se salva la vía del tren al menos en un par de ocasiones, pero a la altura de la Ermita de Santa Lucía se retoma el antiguo Camino Real, que después de atravesar el núcleo de Piñeiro pasa bajo los tableros de la autopista que rodea la urbe compostelana. El final se acerca de manera inevitable.














El camino entra en el barrio compostelano de Angrois, atravesando un moderno puente que salva las vías del AVE a la altura de A Grandeira, desde donde se aprecian en el horizonte las faraónicas construcciones del Monte Gaiás, ese enorme despropósito nunca acabado que ha dado en llamarse Ciudad de la Cultura. Una vez superada la penúltima subida, desde el alto de O Cruceiro do Sar ya se ven con claridad las ansiadas torres barrocas de la Catedral, que parecen estar a tiro de piedra, y tras casi 500 kilómetros de exigente recorrido, ya sólo nos resta a carreiriña d´un can. Mejor que sea así porque, después de tanto maltrato, la bici de Víctor empieza a protestar pidiendo un descanso que cree merecido.
















Dentro ya de la zona urbana, la Rúa da Ponte do Sar desciende hasta el mismo cauce del Río Sar, y lo atraviesa sobre un puente románico de tres arcos, por un camino empedrado que da acceso a la explanada donde se encuentra la Colegiata de Santa María la Mayor y Real de Sar, conjunto arquitectónico que constituye un ejemplo singular del arte románico.













Fue fundada como priorato y ocupada por la primera comunidad formada por monjes seguidores de la regla de San Agustín, los mismos en 1170 fundaron la Orden de Santiago. Impulsada por el arzobispo Diego Gelmírez bajo el reinado de Alfonso VII, su construcción se inició a mediados del siglo XII con tres naves rematadas en ábsides, y fue llevada a cabo por componentes del taller del Maestro Mateo, que participaron también en la construcción de la catedral. Debido a la inestabilidad del terreno sobre el que se asienta, y a ciertos errores en su planificación, sus muros septentrionales se fueron deteriorando con el paso de los años hasta llegar a poner en riesgo la integridad del templo y de su claustro adjunto. Con el propósito de evitar su caída, durante los siglos XVII y XVIII se levantaron los gruesos arbotantes que le confieren un singular aspecto exterior, aunque mantiene una inclinación en los muros y columnas interiores que le dan una inquietante sensación de inestabilidad.



















Para ascender hasta el casco histórico, la Rúa do Sar pasa bajo los puentes que soportan las vías del tren y la avenida de Lugo, enlazando en la subida con la Rúa do Castrón Douro y la Rúa do Patio de Madres, aunque esta última es dirección prohibida para las bicicletas. Frente a la fachada barroca del Convento de las Madres Mercedarias Descalzas, el itinerario pasa bajo el Arco de Mazarelos, la única puerta de las murallas medievales que se conserva en pie y por donde, según el Códice Calixtino, entraba el vino procedente de la comarca orensana de O Ribeiro. En la Praza da Universidade, presidida por la Facultad de Geografía e Historia, enlaza con el tramo final de la Rúa Caldeirería. Gira después 90º a la izquierda, para enfilar directamente hacia la catedral por la Rúa de Xelmírez.

En esta mañana de sábado, los viandantes circulan completamente ajenos al tránsito de los peregrinos, corazones emocionados que llegan de todas direcciones para alcanzar su ansiada meta. Para los que procedemos de la Vía de la Plata, el primer contacto con la catedral se produce en la Fachada de las Platerías dando frente a la Torre de la Trinidad o del Reloj, que aloja en su parte superior la campana más grande del templo, la Berenguela. El grave tañido de sus casi diez toneladas de peso han marcado durante siglos a los compostelanos la pauta del discurrir del tiempo...



















Y ya no nos queda más que doblar la esquina para entrar en el magnífico espacio abierto al que da forma la Praza do Obradoiro, lugar donde, procedentes de los lugares más diversos, concurren gentes de todas las nacionalidades impulsadas por distintos motivos, cada cual con el suyo, que les han animado a llegar hasta aquí, ante la fachada barroca de la Catedral de Santiago de Compostela, punto final de nuestro viaje.


A escasos metros, al comienzo de la Rúa do Vilar se encuentra la Oficina del Peregrino, donde se solicita La Compostela. El documento se concede nominalmente a cada uno de ellos después de haber examinado sus credenciales, y constituye el certificado que acredita haber finalizado el recorrido hasta la tumba del apóstol a pie, en bicicleta o a caballo. Tiene su origen en las cartas probatorias que se expedían ya en el Siglo XIII, y que en épocas posteriores otorgaron el derecho de hospedaje en el Hospital Real, hoy conocido como Hostal de los Reyes Católicos, durante tres días.
















Visitar el interior de la Catedral, bajar a la cripta donde se conserva el venerado Sepulcro del apóstol, subir las escaleras de la parte posterior del Altar Mayor para saludar al santo, contemplar la Puerta Santa o el ir y venir del Botafumeiro, son obligados rituales que realizan los peregrinos que visitan el templo. Lástima que el Pórtico de la Gloria se encuentre todavía en proceso de restauración, ya que los andamios que lo cubren impiden contemplar el conjunto de figuras que representan el Apocalipsis y sólo dejan a la vista el parteluz central donde se encuentra la imagen en piedra del apóstol.




















Precedida por otros templos anteriores que se habían consolidado como centro de peregrinación, la construcción de la Catedral de Santiago de Compostela comenzó en el año 1075 bajo el impulso del rey Alfonso VI y del obispo Diego Peláez. La tarea inicial fue encomendada al maestro de obra Bernardo el Viejo, quien dirigía los trabajos de medio centenar de canteros, y en las fases posteriores tuvieron un destacado protagonismo el arzobispo Diego Gelmírez y el Maestro Mateo.

La catedral fue consagrada definitivamente en el año 1211 bajo el reinado de Alfonso IX, con una estructura románica inicial materializada en una planta de cruz latina de tres naves y crucero que, a pesar de que se ha mantenido intacta a lo largo de los siglos, ha ido incorporando aportaciones arquitectónicas de otros estilos que han variado importantes aspectos de su fisonomía. La más visible de ellas es su Fachada del Obradoiro, obra cumbre del barroco, al igual que el Órgano, el Altar Mayor y la Fachada de la Quintana, por la que se accede a la Puerta Santa. También son de destacar las obras del Claustro, de estilo plateresco, la Fachada de la Azabachería, de corte neoclásico y el Cimborrio gótico. El Coro Pétreo original, obra maestra de cantería realizada también por el taller del Maestro Mateo, fue sustituido cuatro siglos más tarde por otro de madera. Algunas de sus piezas se reutilizaron, otras se extraviaron, y después de rescatar muchas de ellas durante las excavaciones realizadas en los sótanos de la catedral, hoy se conserva parcialmente reconstruido y se puede visitar en el museo.

Con la satisfacción de haber cumplido nuestro objetivo, y un poco tristes porque nuestra aventura había llegado a su fin, seguimos recorriendo las calles empedradas de esta ciudad Patrimonio de la Humanidad, buscando un lugar donde comer y pensando en llegar a tiempo de coger el tren que nos llevaría de vuelta a casa, en un ir y venir que ya empieza a convertirse en costumbre.


Pero la crónica de esta historia no estaría completa sin hacer mención a dos de nuestros compañeros de viaje, Sindo y Soraya, que llegaron a Compostela poco después que nosotros y nos enviaron esta imagen como recuerdo, y como satisfecha prueba de que también lo habían conseguido.




Volver al índice de etapas de la Vía de la Plata en Bici: Clicar AQUÍ

-

miércoles, 7 de agosto de 2013

ETAPA 6: OURENSE - SILLEDA

-
La Vía de la Plata en Bici: De Salamanca a Santiago
El Camino de Fonseca














- Lugares de paso: 1.- Ourense - 2.- Cudeiro - 3.- Cea - 4.- Oseira - 5.- Dozón - 6.- A Laxe - 7.- Silleda

- Longitud de la etapa: 70,1 Km - Desnivel acumulado en las subidas: 2.106 m.
- Altitud inicial: 181 m. - Altitud final: 492 m.
- Altitud máxima: 825 m. - Altitud mínima: 104 m.
- Nivel de dificultad: 0 - 1 - 2 - 3 - 4 - 5 -   E 
- Descargar recorrido para ver con Google Earth: Clicar AQUÍ


Viernes 24 de mayo de 2013 (Salida: 8.40 - Llegada: 18.20)
Jornada primaveral. Cielos despejados y temperaturas suaves (Mín: 10ºC - Máx. 18ºC)

La auténtica etapa reina: Una caja de sorpresas.



Lo propio de un peregrino es hacer el Camino utilizando la red de albergues, pero de vez en cuando no está mal rascarse un poco el bolsillo y darse un pequeño homenaje pasando la noche entre sábanas limpias en la habitación de un buen hostal. Indudablemente se duerme mejor, y la ciudad de Ourense nos ofreció la ocasión apropiada para ello. A pesar de todo, y sin dejarnos llevar por las comodidades, nos levantamos a la hora acostumbrada y desayunamos en el hostal, de tal manera que muy pronto estábamos listos para iniciar la marcha.

Comenzamos la etapa recorriendo la céntrica Rúa Paseo, a estas horas casi vacía, e iniciamos la bajada hacia el cauce del Río Miño por la Rúa do Concello hasta llegar a la Iglesia del Colegio Salesiano, que da entrada a las históricas piedras de A Ponte Vella. Ya en la otra orilla, para salir de la ciudad se presentan dos itinerarios alternativos que llegan hasta la localidad de Cea, que siguen también los dos ramales del antiguo Camino Real a Santiago.


Decidimos seguir el Camino Real de Cudeiro que, saliendo por la Avenida de Santiago, inicialmente coincide con la transitada carretera N-525 y desde muy pronto comienza a ganar altura. Justo antes del desvío en que se abandona la nacional nos detuvimos en una gasolinera para limpiar las bicicletas y engrasar la cadena, tareas necesarias que no habíamos tenido oportunidad de realizar el día anterior.

Pronto comienza una pronunciada subida por camino empedrado que va dejando dejar atrás las calles de la ciudad, pero que no abandona del todo la zona urbana hasta después de atravesar el núcleo de Cudeiro. La pendiente es larga, exigente y con curvas pronunciadas, pero el firme de piedra agarra bien, aunque con el constante traqueteo termina convirtiéndose en incómodo. Afortunadamente, tras el caserío de A Costa el empedrado se transforma primero en asfalto, después en camino de tierra y, aunque la subida todavía continúa durante un buen trecho, la pendiente se suaviza y podemos avanzar con mayor comodidad.
















No se abandona la honda depresión por la que circula el cauce del Río Miño hasta bien sobrepasada la aldea de Sartédigos, y el terreno no comienza a ondularse de nuevo hasta casi haber alcanzado los 500 metros de altitud. Nuestro transitar se vuelve más placentero por las aldeas de Tamallancos y Bouzas, donde en medio de una anárquica distribución de fincas, hórreos, galpones y viviendas a medio rematar nos llama la atención la forma en que algún vecino desea un buen viaje a todos los que pasamos junto a su casa...













Junto a Sobreira, un puente medieval del Siglo XIII salva el cauce del Río Barbantiño por un camino que, enlazando las aldeas de Faramontaos, Viduedo y Casas Novas, nos lleva a pasar por umbrías arboledas, hermosos hórreos de piedra, húmedas corredoiras y antiguas casonas señoriales invadidas por la maleza, a lo largo de un recorrido que disfrutamos plenamente en una jornada de sol y agradable temperatura.

En Casas Novas se vuelven a juntar los dos itinerarios que se separaron a la salida de Ourense, para llegar hasta las primeras casas de Cea por un camino que avanza bajo la sombra del bosque que rodea la aldea de Paramios.













Conocida como "La Villa del buen Pan", la localidad de San Cristobo de Cea se desarrolló a partir de la producción artesanal de este producto, que ya en la Edad Media ocupaba a gran parte de sus vecinos en el suministro de pan a los ocupantes del Monasterio de Oseira y de su territorio de influencia. Su fórmula tradicional de elaboración, actualmente protegida por una denominación geográfica, se ha ido transmitiendo durante sucesivas generaciones, y aún hoy continúa sustentando la principal actividad económica de la localidad, a la que se dedican al menos 20 hornos.



















En el centro de su Plaza Mayor destaca una singular Torre del Reloj, construida en la primera mitad del Siglo XX y sustentada sobre cuatro pilares de los que manan otras tantas fuentes de agua potable. En un pequeño bar de la plaza entramos a tomar un café y a descansar unos minutos, y allí pudimos saborear unas tostadas de buen pan con aceite de oliva. Todavía nos quedaba mucho camino por recorrer...













Al salir de Cea hay un itinerario alternativo que de desvía por Oseira y, aunque es casi 6 kilómetros más largo que la ruta principal, la visita al monasterio merece la pena, por lo que abandonamos la villa de ilustres panaderos por el camino que rodea el campo de fútbol para internarnos en una zona casi deshabitada, atravesando el Monte da AgrelaO Carballo das Covas, O Rego de Silvaboa y el Monte de Fenampardo. Por aquí desaparecen las señales oficiales, pero nunca faltan las flechas amarillas que sirven de auxilio en los momentos de duda y, a veces avanzando sobre un buen firme, otras enlazando tramos de vía empedrada o aventurándonos por senderos poco definidos, llegamos sin grandes problemas hasta la aldea de Pielas. Allí se enlaza con la carretera que viene desde Cea y que llega hasta el valle del Río Oseira, que da nombre al lugar, refugio de osos, donde se alza el imponente monasterio.



El Monasterio de Santa María la Real de Oseira es un grandioso edificio ubicado en un paraje alejado de cualquier población y rodeado de montañas, y constituye uno de los monumentos religiosos más espectaculares de Galicia. Su fundación se remonta al año 1137, cuando el rey Alfonso VII donó los terrenos a cuatro religiosos que mostraban su intención de llevar una vida monástica: "Yo Alfonso, juntamente con mi esposa doña Berenguela, con ánimo generoso, voluntad sincera y sin coacción alguna, por amor de Dios y en remisión de los pecados de mis padres y míos, hago carta de donación a Dios nuestro Señor, a la Iglesia de Santa María de Ursaria y a don García, electo abad de aquel lugar y a los demás monjes presentes y venideros que construyen el monasterio y viven en él observando la religión y la regla de san Benito, de toda aquella heredad mía donde ahora se está construyendo el mencionado monasterio junto al río Ursaria..."















El conjunto cuenta con tres claustros de distintos estilos y es de construcción muy sobria, pero su iglesia románica con tres naves y planta de cruz latina, finalizada y consagrada en 1239, está considerada como una de las obras maestras de la arquitectura cisterciense. También es de gran belleza su sala capitular, de estilo tardogótico, digna de mención por las cuatro columnas que sustentan su original techo abovedado y que le dan la denominación de Sala de las Palmeras.

El recinto conoció su época de mayor esplendor durante los siglos XII y XIII, y en los siglos posteriores experimentó sucesivas fases de decadencia y florecimiento hasta que en el Siglo XIX fue abandonado a causa de la Desamortización de Mendizábal, lo que originó el expolio de sus obras de arte y su progresiva ruina. A lo largo del siglo XX, con la vuelta de los monjes, se han acometido importantes obras de reconstrucción que le han devuelto gran parte de su aspecto anterior.

Actualmente cuenta con un austero albergue para peregrinos y con horario de visitas guiadas al interior del recinto monacal, pero cuando nosotros llegamos estaba cerrado. Aún así, uno de los monjes nos abrió las puertas de la iglesia para que, desde una verja en la entrada, pudiésemos contemplar el interior.













Pasaba ampliamente del mediodía cuando reiniciamos la marcha, poniendo nuestras fuerzas al límite por un camino de hormigón de fuerte pendiente y poca misericordia, que un poco más arriba se transforma en un desordenado empedrado de aspecto medieval. Lo irregular del terreno convierte el tránsito por la vía en un entretenido paseo si se hace el recorrido a pie, pero que se vuelve imposible montado sobre una bicicleta sobrecargada. Recorrimos un largo trecho empujando nuestras fieles máquinas cuesta arriba, y a pesar de que intentamos varias veces avanzar a pedales, la realidad nos obligaba de nuevo a echar pie a tierra y a retomar el camino de sufrimiento por el que, a buen seguro, en siglos anteriores los monjes dirigían sus pasos hacia la localidad vecina de Vilarello, situada en medio de la bajada que se inicia una vez superado el collado. Sólo nos quedaba empujar, y rezar...
















La senda termina casi llegando al alto, y desemboca en una pista de asfalto que nos permite recuperar el resuello, por lo que descendimos con renovada alegría hasta Vilarello, el primero de una serie de pequeños núcleos habitados que irán apareciendo en los muchos recovecos de esta parte del itinerario. A Carballediña y Outeiro de Coiras son los últimos rincones habitados de la provincia de Ourense, y en los lugares de A Gouxa y Bidueiros nos recibe la provincia de Pontevedra, aunque no hay ningún límite que lo delate cuando se avanza por estos caminos alejados de la mano de Dios.













La ruta se reencuentra con el progreso a la altura de San Martiño, donde confluye con la carretera N-525 que marcha en paralelo a la autovía AG-53, y ya no se abandona el asfalto hasta llegar a Castro-Dozón, donde se recupera el trazado oficial del camino que habíamos abandonado en Cea para visitar el monasterio. Como ya se nos había echado encima la hora de comer, nos detuvimos en un bar donde en poco tiempo nos prepararon unos buenos bocadillos de lomo con queso y unas potentes jarras de cerveza bien frías.















Situada a 740 metros de altitud, la localidad de Dozón se encuentra diseminada en varios núcleos próximos que no forman un conjunto urbano definido. Unas casas que bordean la carretera nacional dan entrada al cruce que parece ser su centro neurálgico, formado por un grupo escolar, un jardín y el bar multiusos donde paramos a comer, que acoge también un pequeño supermercado. En uno de los núcleos rurales que conforman la población se encuentra la Iglesia de San Salvador, rodeada del cementerio parroquial, y por su costado continúa el camino que, tras una ligera subida, recorre las parcelas de un desangelado polígono industrial. Después de avanzar un rato en paralelo a la carretera se llega al Alto de Santo Domingo, a poco más de 700 metros de altitud, donde comienza el suave descenso hacia el extenso Valle del Deza.













La ruta va hilvanando caminos y corredoiras de distinta naturaleza, que enlazan modernas granjas con caseríos aislados, casas de labranza, y pequeñas aldeas donde se distribuye una población aún muy diseminada. Santo Domingo, Puxallos, Pontenoufe, A Xesta... Cada núcleo tradicional cuenta con un cruceiro y una pequeña ermita dedicada a su patrón.

En las proximidades de Lalín, el itinerario pasa bajo el viaducto del Deza, que soporta las modernas vías del AVE, aunque curiosamente no atraviesa la pujante capital de la comarca, rodeándola a cierta distancia por las aldeas de Baxán, Botos y Donsión. En A Laxe, una pequeña aldea próxima al Polígono Industrial Lalín 2000, la Xunta ha decidido ubicar un moderno y funcional albergue, un auténtico lujo para disfrute de los peregrinos.















La marcha continúa después por una maraña de pistas y caminos que evitan la carretera, pero avanzan en paralelo a ella por un pequeño caos de lugares habitados e instalaciones agrícolas que han crecido en sus costados, Vilasoa, Bendoiro, Prado, A Borralla... que se alternan con zonas arboladas o de pradera.

En las proximidades del Río Deza se recupera el antiguo Camino Real, que todavía conserva un importante tramo empedrado que atraviesa las encajonadas aguas del río sobre el Ponte Taboada. Construido en el año 912 en un lugar de paso obligado entre las ciudades de Santiago y Ourense, su arco románico se asentó entre dos peñascos, en sustitución de una estructura de madera anterior de la que conservó el nombre, Pons Tabulata. El lugar es de gran belleza, y está rodeado de una frondosa vegetación que llega a echar raíces en sus muros. Actualmente es lugar de paso de peregrinos y punto de unión entre los términos municipales de Lalín y Silleda.















El enlosado de piedra continúa en el tramo de subida que llega hasta la aldea de Taboada. Junto a la Iglesia de Santiago, un pequeño templo románico construido en el Siglo XII, el Camino Real se interna entre las sombras del Couto de Trasfontao, un hermoso bosque de robles que se interrumpe bruscamente al llegar al Parque Empresarial de Silleda. El paseo por la excepcional carballeira se reanuda poco después, y continúa hasta llegar al Pazo de Trasfontao, donde varios árboles de gran tamaño dan cobijo a un edificio amurallado del Siglo XVIII que cuenta entre sus dependencias con un gran hórreo, un palomar circular y una capilla dedicada a Santo Tomé. Recientemente ha sido adquirido para ser rehabilitado y dedicado a uso privado. Aprovechando las obras de restauración, tuvimos la oportunidad de contemplar su patio interior, aunque de una manera un tanto furtiva.













En la bajada hacia el Rego de Mera continúa el empedrado, y después de recorrer el territorio de varias granjas ganaderas, el camino entra en Silleda, punto final de nuestra etapa. En la Calle Alonso Ríos se encuentra un albergue privado habilitado recientemente por el propietario de un hostal con el que comparte edificio y que cuenta con unas instalaciones bien adaptadas a las necesidades de los peregrinos. Nos asignan una habitación de tres camas, nos proporcionan una manguera para lavar las bicicletas y un lugar a cubierto donde guardarlas, y con unas buenas duchas, lavadora y secado de ropa, encontramos allí todo lo necesario para descansar tranquilos después de una esforzada jornada.













La localidad cuenta con todos los servicios, y su actividad económica principal se basa en las explotaciones agropecuarias. Su desarrollo reciente gira en torno a su recinto ferial, donde se celebra la Semana Verde de Galicia, pero salvo la Iglesia de Santa Baia carece de edificios de especial interés histórico o arquitectónico. Por contra, sí son de gran interés los bares situados en las calles próximas al albergue, donde nos encontramos con la grata sorpresa de que por el precio de 1 euro te sirven una cerveza con tapa, a cada cual mejor, con lo que cenamos haciendo una ronda por varios locales que nos dejó bien satisfechos. A falta de sólo 40 kilómetros para el final de nuestra aventura, no se podía pedir mucho más.























Volver al índice de etapas de la Vía de la Plata en Bici: Clicar AQUÍ

-