-
Y llegaron los recortes...
En Granja de Moreruela se abandona la Vía de la Plata, que continúa en su recorrido hacia Astorga, y se inicia la Ruta Sanabresa, que entra en Galicia atravesando las montañas de Ourense, aunque no son pocos los que siguen manteniendo para este trayecto la misma denominación que para la vía romana, e incluso en las señales oficiales continúa siendo la de uso más frecuente.
Durante la tarde anterior había estado analizando el itinerario para poder planificar las siguientes etapas, y todo podía encajar si para hoy decidía finalizar en Santa Croya de Tera, distante algo más de 48 kilómetros de mi punto de partida, con lo que tenía por delante un objetivo bastante ambicioso. A partir de aquí, el recorrido se dirige hacia el Oeste, pero lejos de mantener esa orientación principal, va haciendo sucesivos cambios de dirección para desviarse hacia las poblaciones que se encuentran próximas.
Como ya estaba un tanto escarmentado de ciertos rodeos caprichosos que me había visto obligado a hacer en etapas anteriores por seguir fielmente las flechas que van indicando el itinerario, me bastó con que el encargado del albergue me dijese que los primeros kilómetros de esta etapa se podían acortar, siguiendo por un camino directo más sencillo que el señalado, para que me plantease otras alternativas. Y me puse manos a la obra, hasta que conseguí reducir nada menos que en 5 kilómetros la longitud a recorrer en esta jornada, lo que ya me parecía un objetivo más asequible. Pero, al no llevar cartografía de la zona, en cada tramo alternativo tendría que intentar memorizar las principales referencias del terreno para superar con acierto la incertidumbre en cada uno de los cruces y desvíos en que no encontrase el apoyo de ninguna señal indicadora...
Tierry, que estaba al tanto de esta maniobra, decidió confiarse a mi criterio en la primera parte de la etapa, que era la que veía más clara, y con el fin de realizarla juntos, acordamos las 6.00 como la hora en que debíamos de estar en condiciones de emprender la marcha. Y a pesar del jolgorio que había junto al dormitorio, que duró hasta casi las tres de la mañana, a las 5 ya estábamos en pie. Saqué en silencio todas mis cosas al pasillo y allí me vestí, desayuné como pude, y preparé mi mochila casi con el mismo detalle que en otras jornadas. Cuando echamos a andar todavía era completamente de noche.
El itinerario alternativo comienza en la calle que sale frente al albergue, sube directo hacia el cerro que domina la población y, ya en la parte alta, enlaza con el Camino de la Dehesa, que mantiene la dirección hasta que vuelve a reconciliarse con las flechas casi 5 kilómetros después, justo antes de entrar en el cauce del Río Esla. Por esta zona, el paisaje cambia de manera apreciable, y la ruta abandona la llanura para entrar en una zona de jarales y vegetación frondosa, tipica del bosque mediterráneo.
El Río Esla almacena en esta zona un gran caudal de agua, quizás formando parte todavía del Embalse de Ricobayo cuya presa se encuentra a 40 kilómetros aguas abajo, y hay que atravesarlo dando un pequeño rodeo por la carretera en Puente de Quintos, una elegante construcción de mampostería de principios del Siglo XX, con 9 arcos y más de 100 metros de longitud. Por el sendero que viene a continuación se disfruta de un paisaje de gran belleza, que avanza bordeando el agua por la Dehesa de Tardajos hasta que un rocoso desfiladero que estrecha el cauce le obliga a ganar altura en una fuerte subida.
A medida que el cauce va quedando atrás, la vegetación empieza a perder densidad y el paisaje, a la altura del Val de la Rosa, entra de nuevo en la monotonía de la llanura y de las grandes extensiones dedicadas al cultivo. Las pistas amplias, las grandes rectas y la tierra de color rojizo son las señas de identidad de la comarca de Tierra de Tábara. Una vez conseguido el objetivo para el que nos habíamos asociado, Tierry y yo continuamos avanzando a ritmos diferentes, aunque siempre a la vista, por la larga recta que atraviesa el Valle de los Peralejos, con la localidad de Faramontanos de Tábara al fondo, que con poco más de 400 habitantes tiene en la Iglesia de San Martín su edificio más emblemático.
La llanura continúa una vez sobrepasado el pueblo, y la recta sigue invariable hacia el Oeste hasta que las flechas obligan a un giro de 90º que señala el desvío hacia Tábara. Aquí me detengo durante un instante para analizar el segundo recorte de la jornada, en el que Tierry, que no las tiene todas consigo, decide no seguirme una vez que ha llegado a mi altura.
Manteniendo siempre a mi izquierda la referencia de la población, sigo avanzando por el llano en la dirección que me interesa, pero no siempre es posible, ya que un par de cruces inesperados y las obras del AVE a Galicia me obligan a hacer más variaciones de las previstas. Finalmente, vuelvo a recuperar las flechas cuando el camino gira al Norte en dirección a la Sierra de las Cavernas, casi una hora después de haberlas abandonado.
Pero, aunque he conseguido nuevamente mi objetivo, me queda la sensación de haberme perdido algo que merecía la pena. La localidad de Tábara no alcanza los 900 habitantes, pero durante la Edad Media albergó el Monasterio de San Salvador, notable centro religioso del antiguo Reino de León donde llegaron a convivír hasta 600 monjes y monjas formando una comunidad dúplice. Contó con un importante scriptorium donde se elaboraron, copiaron e iluminaron destacados códices y beatos medievales, y fue incendiado a finales del Siglo X por las tropas de Almanzor en su avance hacia Compostela. Sobre sus ruinas se levantó en el Siglo XII la Iglesia de Santa María, cuyo elemento más destacado es una monumental torre de planta cuadrada que logré fotografiar desde la lejanía apurando el teleobjetivo de mi cámara.
Se abandona el valle tras varios kilómetros de ligera subida, y una vez superado el paso por la Sierra de las Cavernas, se entra en una zona de perfil ondulado donde abunda de nuevo la vegetación y domina el sotobosque. La pista es buena, pero atraviesa un laberinto de cruces donde no sería difícil perderse.
En cierto punto del trayecto, las señales vuelven a desviar el itinerario hacia Bercianos de Valverde, cuando mi intención es mantener la misma orientación, recortando distancias por el camino que sigue de frente y lleva a Villanueva de las Peras. Pero en esta ocasión la suerte está de mi lado, porque esta alternativa también está señalizada y no soy el único que la sigue, ya que al poco rato me adelantan varios peregrinos en bicicleta.
Después de atravesar el Arroyo Castrón, en Villanueva de las Peras me encuentro con una agrupación de viejas casas de adobe y ladrillo en aparente desorden, muchas de ellas en estado de abandono o ruina, y tengo la impresión de estar recorriendo una aldea del inframundo, más si cabe que en muchos otros pequeños pueblos por los que he ido pasando, de aspecto también bastante deprimente.
En el último tramo se recorren algo más de 6 kilómetros por el asfalto de una carretera que se adentra en el Valle del Tera, donde abunda el regadío y los viñedos, y son típicas las bodegas semienterradas en el terreno arcilloso, que en ocasiones también forman parte de una vivienda familiar.
Se entra en Santa Croya de Tera por la Calle Mayor, y para llegar al albergue hay que atravesar toda la población, que se me antoja larguísima. Aprovecho el paseo para localizar un ultramarinos donde poder avituallarme cuando tenga un rato libre y, al fin, encuentro mi anhelado refugio entre las últimas edificaciones que hay justo antes de cruzar el puente, porque el cielo hace ya tiempo que amenaza lluvia y llega el momento de ponerse a cubierto.
Casa Anita es un albergue de propiedad y gestión privada que cuenta con buenas instalaciones, algo así como un hostal para peregrinos, donde también sirven cenas y desayunos. Teniendo en cuenta que el pueblo no ofrece gran cosa y que la tarde está lluviosa, después de instalarme, ducharme y lavar la ropa, aproveché para disfrutar de una siesta de tamaño XL de las que ya no recordaba. Sólo salí al exterior para comprar un par de cosas que necesitaba para el día siguiente, eso sí, armado con un paraguas que me prestaron en el albergue.
A las 20 horas, hora estándar para la cena de los peregrinos, nos juntamos a la mesa dos españoles y tres extranjeros, entre ellos Tierry, que llegó a media tarde. Levantada la mesa, aproveché que estaba libre el ordenador con acceso a internet y pasé un buen rato conectado al Facebook, para contar brevemente a los amigos mis experiencias de más de una semana sin otro contacto. Lo que viene a continuación es lo que transmitía en ese momento...
Sigo con vida. Hoy he parado en Santa Croya de Tera, provincia de Zamora, que es más larga que un día sin agua (por eso de que estoy en la Tierra del Pan), porque se atraviesa de punta a punta. Como esperaba, muy buena la jornada en Salamanca, y una auténtica sorpresa la visita a Zamora. Espléndidamente rehabilitado su casco histórico. La recordaba muy pobre, como sigue siendo el resto de lugares de la provincia por los que paso. Dentro de un par de días cruzaré el Padornelo, a las puertas de Galicia. Ya tengo ganas de ver el verde de la montaña, porque estoy un poco saturado de los interminables campos de trigo al sol, y sin ver un alma... ni un cuerpo. Aunque hoy ha refrescado un poco, sigue haciendo calor. Si tengo oportunidad, volveré a pasar por aquí antes de llegar de vuelta a casa...
- Descargar el itinerario de la etapa en un archivo para Google Earth: Clicar AQUÍ
-
Por el Camino de los Mozárabes: Ruta Sanabresa
Sábado 2-6-2012 - De Granja de Moreruela a Santa Croya de Tera (43,3 Km.)
Salida: 6.00 - Llegada: 14.40
Y llegaron los recortes...
Nubosidad variable, calor y chubascos (Máx. 28ºC)
En Granja de Moreruela se abandona la Vía de la Plata, que continúa en su recorrido hacia Astorga, y se inicia la Ruta Sanabresa, que entra en Galicia atravesando las montañas de Ourense, aunque no son pocos los que siguen manteniendo para este trayecto la misma denominación que para la vía romana, e incluso en las señales oficiales continúa siendo la de uso más frecuente.
Durante la tarde anterior había estado analizando el itinerario para poder planificar las siguientes etapas, y todo podía encajar si para hoy decidía finalizar en Santa Croya de Tera, distante algo más de 48 kilómetros de mi punto de partida, con lo que tenía por delante un objetivo bastante ambicioso. A partir de aquí, el recorrido se dirige hacia el Oeste, pero lejos de mantener esa orientación principal, va haciendo sucesivos cambios de dirección para desviarse hacia las poblaciones que se encuentran próximas.
Como ya estaba un tanto escarmentado de ciertos rodeos caprichosos que me había visto obligado a hacer en etapas anteriores por seguir fielmente las flechas que van indicando el itinerario, me bastó con que el encargado del albergue me dijese que los primeros kilómetros de esta etapa se podían acortar, siguiendo por un camino directo más sencillo que el señalado, para que me plantease otras alternativas. Y me puse manos a la obra, hasta que conseguí reducir nada menos que en 5 kilómetros la longitud a recorrer en esta jornada, lo que ya me parecía un objetivo más asequible. Pero, al no llevar cartografía de la zona, en cada tramo alternativo tendría que intentar memorizar las principales referencias del terreno para superar con acierto la incertidumbre en cada uno de los cruces y desvíos en que no encontrase el apoyo de ninguna señal indicadora...
Tierry, que estaba al tanto de esta maniobra, decidió confiarse a mi criterio en la primera parte de la etapa, que era la que veía más clara, y con el fin de realizarla juntos, acordamos las 6.00 como la hora en que debíamos de estar en condiciones de emprender la marcha. Y a pesar del jolgorio que había junto al dormitorio, que duró hasta casi las tres de la mañana, a las 5 ya estábamos en pie. Saqué en silencio todas mis cosas al pasillo y allí me vestí, desayuné como pude, y preparé mi mochila casi con el mismo detalle que en otras jornadas. Cuando echamos a andar todavía era completamente de noche.
El itinerario alternativo comienza en la calle que sale frente al albergue, sube directo hacia el cerro que domina la población y, ya en la parte alta, enlaza con el Camino de la Dehesa, que mantiene la dirección hasta que vuelve a reconciliarse con las flechas casi 5 kilómetros después, justo antes de entrar en el cauce del Río Esla. Por esta zona, el paisaje cambia de manera apreciable, y la ruta abandona la llanura para entrar en una zona de jarales y vegetación frondosa, tipica del bosque mediterráneo.
El Río Esla almacena en esta zona un gran caudal de agua, quizás formando parte todavía del Embalse de Ricobayo cuya presa se encuentra a 40 kilómetros aguas abajo, y hay que atravesarlo dando un pequeño rodeo por la carretera en Puente de Quintos, una elegante construcción de mampostería de principios del Siglo XX, con 9 arcos y más de 100 metros de longitud. Por el sendero que viene a continuación se disfruta de un paisaje de gran belleza, que avanza bordeando el agua por la Dehesa de Tardajos hasta que un rocoso desfiladero que estrecha el cauce le obliga a ganar altura en una fuerte subida.
A medida que el cauce va quedando atrás, la vegetación empieza a perder densidad y el paisaje, a la altura del Val de la Rosa, entra de nuevo en la monotonía de la llanura y de las grandes extensiones dedicadas al cultivo. Las pistas amplias, las grandes rectas y la tierra de color rojizo son las señas de identidad de la comarca de Tierra de Tábara. Una vez conseguido el objetivo para el que nos habíamos asociado, Tierry y yo continuamos avanzando a ritmos diferentes, aunque siempre a la vista, por la larga recta que atraviesa el Valle de los Peralejos, con la localidad de Faramontanos de Tábara al fondo, que con poco más de 400 habitantes tiene en la Iglesia de San Martín su edificio más emblemático.
La llanura continúa una vez sobrepasado el pueblo, y la recta sigue invariable hacia el Oeste hasta que las flechas obligan a un giro de 90º que señala el desvío hacia Tábara. Aquí me detengo durante un instante para analizar el segundo recorte de la jornada, en el que Tierry, que no las tiene todas consigo, decide no seguirme una vez que ha llegado a mi altura.
Manteniendo siempre a mi izquierda la referencia de la población, sigo avanzando por el llano en la dirección que me interesa, pero no siempre es posible, ya que un par de cruces inesperados y las obras del AVE a Galicia me obligan a hacer más variaciones de las previstas. Finalmente, vuelvo a recuperar las flechas cuando el camino gira al Norte en dirección a la Sierra de las Cavernas, casi una hora después de haberlas abandonado.
Pero, aunque he conseguido nuevamente mi objetivo, me queda la sensación de haberme perdido algo que merecía la pena. La localidad de Tábara no alcanza los 900 habitantes, pero durante la Edad Media albergó el Monasterio de San Salvador, notable centro religioso del antiguo Reino de León donde llegaron a convivír hasta 600 monjes y monjas formando una comunidad dúplice. Contó con un importante scriptorium donde se elaboraron, copiaron e iluminaron destacados códices y beatos medievales, y fue incendiado a finales del Siglo X por las tropas de Almanzor en su avance hacia Compostela. Sobre sus ruinas se levantó en el Siglo XII la Iglesia de Santa María, cuyo elemento más destacado es una monumental torre de planta cuadrada que logré fotografiar desde la lejanía apurando el teleobjetivo de mi cámara.
Se abandona el valle tras varios kilómetros de ligera subida, y una vez superado el paso por la Sierra de las Cavernas, se entra en una zona de perfil ondulado donde abunda de nuevo la vegetación y domina el sotobosque. La pista es buena, pero atraviesa un laberinto de cruces donde no sería difícil perderse.
En cierto punto del trayecto, las señales vuelven a desviar el itinerario hacia Bercianos de Valverde, cuando mi intención es mantener la misma orientación, recortando distancias por el camino que sigue de frente y lleva a Villanueva de las Peras. Pero en esta ocasión la suerte está de mi lado, porque esta alternativa también está señalizada y no soy el único que la sigue, ya que al poco rato me adelantan varios peregrinos en bicicleta.
Después de atravesar el Arroyo Castrón, en Villanueva de las Peras me encuentro con una agrupación de viejas casas de adobe y ladrillo en aparente desorden, muchas de ellas en estado de abandono o ruina, y tengo la impresión de estar recorriendo una aldea del inframundo, más si cabe que en muchos otros pequeños pueblos por los que he ido pasando, de aspecto también bastante deprimente.
En el último tramo se recorren algo más de 6 kilómetros por el asfalto de una carretera que se adentra en el Valle del Tera, donde abunda el regadío y los viñedos, y son típicas las bodegas semienterradas en el terreno arcilloso, que en ocasiones también forman parte de una vivienda familiar.
Se entra en Santa Croya de Tera por la Calle Mayor, y para llegar al albergue hay que atravesar toda la población, que se me antoja larguísima. Aprovecho el paseo para localizar un ultramarinos donde poder avituallarme cuando tenga un rato libre y, al fin, encuentro mi anhelado refugio entre las últimas edificaciones que hay justo antes de cruzar el puente, porque el cielo hace ya tiempo que amenaza lluvia y llega el momento de ponerse a cubierto.
Casa Anita es un albergue de propiedad y gestión privada que cuenta con buenas instalaciones, algo así como un hostal para peregrinos, donde también sirven cenas y desayunos. Teniendo en cuenta que el pueblo no ofrece gran cosa y que la tarde está lluviosa, después de instalarme, ducharme y lavar la ropa, aproveché para disfrutar de una siesta de tamaño XL de las que ya no recordaba. Sólo salí al exterior para comprar un par de cosas que necesitaba para el día siguiente, eso sí, armado con un paraguas que me prestaron en el albergue.
A las 20 horas, hora estándar para la cena de los peregrinos, nos juntamos a la mesa dos españoles y tres extranjeros, entre ellos Tierry, que llegó a media tarde. Levantada la mesa, aproveché que estaba libre el ordenador con acceso a internet y pasé un buen rato conectado al Facebook, para contar brevemente a los amigos mis experiencias de más de una semana sin otro contacto. Lo que viene a continuación es lo que transmitía en ese momento...
Sigo con vida. Hoy he parado en Santa Croya de Tera, provincia de Zamora, que es más larga que un día sin agua (por eso de que estoy en la Tierra del Pan), porque se atraviesa de punta a punta. Como esperaba, muy buena la jornada en Salamanca, y una auténtica sorpresa la visita a Zamora. Espléndidamente rehabilitado su casco histórico. La recordaba muy pobre, como sigue siendo el resto de lugares de la provincia por los que paso. Dentro de un par de días cruzaré el Padornelo, a las puertas de Galicia. Ya tengo ganas de ver el verde de la montaña, porque estoy un poco saturado de los interminables campos de trigo al sol, y sin ver un alma... ni un cuerpo. Aunque hoy ha refrescado un poco, sigue haciendo calor. Si tengo oportunidad, volveré a pasar por aquí antes de llegar de vuelta a casa...
- Descargar el itinerario de la etapa en un archivo para Google Earth: Clicar AQUÍ
- Volver al índice de etapas de la Vía de la Plata: Clicar AQUÍ
-
No hay comentarios:
Publicar un comentario