miércoles, 8 de junio de 2011

LA JORNADA DEL TRASLADO

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Lunes, 23 de mayo de 2011: El traslado a Oviedo

Desarrollo de la jornada: Después del vuelco electoral del domingo 22, y tras una larga noche de inquietud y muchas vueltas entre las sábanas, el día amaneció soleado. Antes de la hora convenida, tanto Víctor como yo estábamos ya enfrascados en nuestra temprana maniobra para llevar bicis y equipajes hasta la estación de autobuses. Allí nos encontramos después con César que, aunque por un procedimiento algo más heterodoxo, también lo traía todo perfectamente embalado para la ocasión.


El autobús se hizo de rogar hasta última hora, pero el embarque fue ágil, y poco después de las 9.30 h. estábamos saliendo rumbo a Oviedo, tal y como habíamos planeado bastante tiempo atrás. Nuestra aventura estaba a punto de comenzar.

Excepto en los tramos en que la obra todavía no está acabada, el viaje discurre casi por completo por autovía. Algún desvío breve hacia una localidad con parada, y 5 minutos de pausa en la estación de Ribadeo para tomar un café rápido y aliviar tensiones, son las únicas incidencias de un itinerario de paisaje gratificante surcado por una impresionante obra de ingeniería. Antes de las 14.00 h. estábamos ya en la estación de autobuses de Oviedo cortanto las cintas de embalar que con tanto esmero y precisión habíamos colocado tan solo unas horas antes.


Una vez comprobado que todo funciona a la perfeccción, y con el equipaje ya montado sobre las  las bicis, nos dirigimos hacia el casco antiguo de la ciudad. Como el albergue no abre hasta las 17.00 h., tenemos un amplio margen para disfrutar con calma del menú que nos sirven en una terraza cerca de la catedral: una buena fabada asturiana y unos escalopines al cabrales que nos hacen entrar en situación.

Después de los cafés de rigor y algún que otro chupito, nos ponemos en marcha en dirección al que será nuestro alojamiento durante esta primera noche. Ya antes de la hora de apertura se había ido formando una larga cola de aspirantes por riguroso orden de llegada, en la que cogemos vez, pero la noticia es que en nuestro caso el turno se rompe, porque los ciclistas ocupan el último lugar en el escalafón de las preferencias.


Tuvimos que esperar hasta pasadas las 18.00 h. para que el hospitalero nos confirmase la plaza, después de comprobar que ningún peregrino a pie se quedaría sin ella. Aunque hubo algún temor de que el albergue se completase sin nosotros, al final todo salió a pedir de boca. Nos asignó una habitación de tres camas y un cobertizo con llave para las bicis. ¡Oviedo es nuestra!

Una vez instalados, poco teníamos que preparar. Salimos sin perder más tiempo a recorrer la ciudad, y decidimos comenzar la visita por la Catedral, su claustro y su museo. En el lateral izquierdo de la fachada principal es bien visible una estatua dedicada al rey peregrino Alfonso II El Casto, hijo del también rey Fruela I y de Munia, santa mujer ésta que nunca será consciente de la cantidad de veces que, sin conocerla, la asociaremos al nombre de su hijo en los numerosos juramentos que fuimos pronunciando en los días venideros.



La Catedral de Oviedo está dedicada al Cristo Salvador. Se inició su construcción a finales del Siglo XIII sobre un conjunto prerrománico ya existente, y aunque posteriormente se le añadieron algunas capillas barrocas, su estilo gótico es predominante. En su interior se encuentra el Panteón de los Reyes y la Cámara Santa, construida en el Siglo IX y declarada patrimonio de la humanidad, donde se guarda el tesoro y las reliquias del antiguo Reino de Asturias, entre las que destaca la Cruz de los Ángeles, símbolo actual de la comunidad autónoma.


El Claustro es una hermosa obra también gótica que envuelve un pequeño patio de forma rectangular y por la que se accede a una magnífica Sala Capitular. De sus paredes cuelgan tres inquietantes esculturas románicas de otros tantos cuerpos sin cabeza. No sé si nos estarían queriendo decir algo estos tres descabezados...



Una vez finalizada la visita, en el posterior recorrido por las calles de Oviedo nos encontramos una ciudad muy bien cuidada y con multitud de rincones atractivos, tanto en el casco antiguo como en la parte más moderna: Las Plazuelas del Ayuntamiento y de Trascorrales, el Palacio de Camposagrado,  el edificio de la Universidad, el Teatro Campoamor... así como numerosas muestras de escultura urbana en bronce que salpican la ciudad dedicadas a personajes destacados. También allí había una concentración de los Indignados del 15M.






Pero es bien sabido que caminar por el arte y la historia siempre provocan hambre y sed, y también llegó el momento dedicado a disfrutar de la hostelería local. Siguiendo un rastro de buenos olores y mejores intenciones conseguimos llegar al fin a la zona deseada de la Calle Gascona. No sé si nos quedaría alguna sidrería sin catar...



Pero las alegrías del momento no nos impidieron ver que, a medida que se acercaba la noche, unos negros nubarrones entraron en escena y terminaron por cubrir el horizonte, lo que no presagiaba nada bueno para el día siguiente...


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4 comentarios:

Be* dijo...

"Nubarrones" o lo que comunmente se conoce como resaca de la sidra, jejeje

Victor dijo...

Miguel, espero con ansia la siguiente etapa



Gracias....

Nando dijo...

Los tres mosqueteros, esta vez si son tres, en busca de aventura. Os deseo un feliz viaje y que el mismo os llene de sabiduría. cuidadin con los culines de sidra.

César dijo...

De sabiduría no sé, pero ha sido estupendo . Una aventura genial en todos los aspectos . De lo que tienen mucha culpa mis compañeros Miguel y Víctor . Gracias a los dos por todos los momentos vividos.