jueves, 10 de febrero de 2011

ETAPA 22: FONFRÍA - SARRIA

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Lunes, 18-10-2010: De Fonfría a Sarria (28 Km.)
  
¡Peligro!  Campo de Minas.

Frío durante las primeras horas. Cielo despejado y buenas temperaturas el resto del día.



Son las 7.35 h. en Fonfría, una lengua de tierra a 1.300 metros de altitud entre Os Ancares y O Courel, cuando salgo del albergue junto a Philippe. Todavía es noche cerrada y hemos de comenzar a andar bien abrigados, asegurándonos con la linterna de que seguimos la dirección marcada por las flechas. Anoche, cuando preparábamos el itinerario, decidimos hacer juntos el primer tramo de la etapa hasta Triacastela, donde nos separaremos de nuevo. El camino es ahora un largo descenso hasta el Valle del Oribio, cuyo fondo comienza a iluminarse con los primeros rayos de sol cuando ya hemos sobrepasado el Alto do Furco. Avanzamos rodeados de vegetación por una entretenida corredoira en la que, a medida que vamos perdiendo altitud, se suceden las pequeñas aldeas de O Biduedo, Filloval y Pasantes, cada una de ellas con su pequeña ermita dedicada a un santo.



En la quietud de la mañana, la relajada contemplación del paisaje domina nuestro ánimo. Pero nunca hay que perder la atención porque, cuando menos te lo esperas... surge la trampa... Una fotito al Monte Oribio... A ver, a ver... me gusta ese palomar... retrocedo unos pasitos para encuadrar mejor la escena... ¡Perfecto!       Peeeero... ¡Me llevo una bosta incorporada al pie! Fais attention Philippe, nous sommes dans un champ de mines! Por un momento había olvidado que atravesamos una zona con una elevada densidad de población... bovina.














El sol sigue avanzando en su recorrido por el valle y, aunque todavía no hace calor, el día se presenta luminoso. Progresivamente vamos perdiendo altura por una vereda que discurre entre prados, grupos de castaños y muretes de piedra, y que atraviesa de vez en cuando algún pequeño arroyo. A veces el arbolado es tan denso que forma una especie de túnel vegetal que dificulta la entrada de luz. Estoy convencido de que en esta zona de elevada actividad sísmica, además de ver pasar a los peregrinos, los lugareños se entretienen en contar los temblores de tierra. En la aldea de Ramil nos encontramos un gran castaño, varias veces centenario, que hacen falta al menos seis personas con los brazos abiertos para poder rodearlo por completo. Avanzando un poco más ya hemos descendido hasta los 665 m. de altitud, y estamos en la entrada de Triacastela, donde nos tomaremos un pequeño respiro para tomar un café calentito.

A partir de Triacastela, que según decía ya en el Siglo XII el rey Alfonso IX, está situada en una zona apta para la caza del oso, hay dos alternativas para continuar hasta Sarria: Seguir por el Alto de San Xil o desviarse por el cauce del Río Oribio, pasando por el Monasterio de Samos. Philippe tenía intención de conocer el monasterio siguiendo la segunda ruta, que para mí es sin duda el tramo más recomendable de todo el Camino Francés, un auténtico paisaje de "cuento de hadas". Pero como yo lo conocía ya del año anterior, mi opción se decantaba por la primera alternativa, algo más corta y también muy sugerente. Y, tal como habíamos hablado la noche anterior, aquí nos despedimos. ¡Quizá nos volvamos a ver! ¡Buen Camino!


Antes de reemprender la marcha decidí rellenar con algo de fruta el hueco que llevaba en la mochila y, como cada lunes, echar los boletos para tentar a la diosa fortuna. Pero en el único establecimiento que encontré, un supermercado-librería-estanco-regalos-loterías que debía de estar sobrado de clientela, me debieron de ver aspecto de delincuente y no me dejaron entrar con la mochila. ¡Pues si mi mochila no puede entrar, yo tampoco! Así de fiel soy yo con mis cosas. Y así, "a la buena de dios", continué mi camino sin reparar siquiera en la Iglesia de Santiago.

Después de atravesar la Avenida de Castilla, el camino asciende por el cauce del Arroyo Valdescuro, una zona muy verde y densamente arbolada que pasa por la aldea de A Balsa, con su pequeña Capilla de Nosa Señora das Neves, y por el núcleo de San Xil, donde el paisaje cubierto de vegetación comienza a dar paso a las amplias panorámicas, aunque el terreno todavía sigue en suave ascenso hasta llegar al Alto de Riocabo, con casi 900 m. de altitud, donde comenzará un nuevo descenso.



La montaña me ha acompañado hasta aquí y ya no quiere continuar. A  partir de ahora comienza el característico terreno ondulado del interior de Galicia, con verdes praderas,  pendientes suaves que enlazan constantes subidas y bajadas, y una vegetación desbordante que invade las grietas de las piedras haciéndolas florecer llenas de vida.

Por las aldeas de Montán, Fontearcuda, Furela y Pintín se ven muchas vacas... vacas de todas clases... vacas por todas partes... vacas rubias, cachenas, frisonas... hasta unas vacas de color totalmente blanco, de raza charolais según supe más tarde, con un elegante semental de pelo rizado en medio de la manada. Agotador, caminar procurando que el lugar en que pisas no destape ninguna sorpresa es realmente agotador. A mediodía tengo que pararme a reponer fuerzas al llegar a la Casa do Franco donde me ponen una gran cerveza y una ración de empanada de carne... de ternera.



Alternando tramos de tierra con otros de asfalto, ahora ya en cuesta abajo, se aprecia a lo lejos el contorno de la ciudad de Sarria, situada al fondo de un amplio valle. Pero todavía queda mucho camino por delante. Como si se hubiesen distribuido salpicados por la lluvia, se suceden los pequeños núcleos de Calvor, Aguiada, San Mamede do Camiño, San Pedro do Camiño Carballal, todos ellos con un reducido número de habitantes.



Los últimos cuatro kilómetros se recorren en suave descenso por un andadero que avanza en paralelo a la carretera hasta llegar al lugar de Vigo, a la  misma entrada de Sarria, que con sus  casi 9.000 habitantes es el núcleo urbano más poblado entre Ponferrada y Compostela. Son algo menos de las tres de la tarde.



En la entrada de la ciudad, el camino enlaza  la Plaza de Galicia con la Rúa do Peregrino, que después de atravesar el Río Sarria avanza hasta la entrada del casco antiguo, al que se accede subiendo por una larga escalinata. En la Rúa Maior, una vez sobrepasada la Iglesia de Santa Mariña, se encuentran varios albergues, pero hay que seguir subiendo para llegar a Casa Don Álvaro, situado en la parte alta en una casa solariega del Siglo XIX. Con cocina, comedor, y 30 plazas distribuidas en habitaciones no muy grandes, cuenta también con un patio exterior y una terraza elevada, que algunos aprovechan como solarium y otros para secar la ropa. Elijo una cama a mi gusto, y después de mis obligadas rutinas salgo a conocer la ciudad.



Situada como plaza fuerte en lo alto de una colina, fue fundada en el Siglo XII con el nombre de Vilanova de Sarria por el rey Alfonso IX, que moriría en la misma villa durante una peregrinación a Santiago en el año 1.230. Además de la vistosa Iglesia de Santa Mariña, con su aguda torre neorrománica del Siglo XIX, entre sus monumentos históricos destaca la Capilla del Salvador, gótica del Siglo XIII, y el Convento da Madalena, edificado a lo largo de varias épocas y con una mezcla de varios estilos. En lo más alto de la colina se conserva todavía un único torreón del Castillo de los Marqueses de Sarria, destruido durante las revueltas irmandiñas. También abundan los lugares de tapeo y buen comer.



 En la acualidad, la parte moderna de la urbe se extiende por el valle formando amplias avenidas. Hacia allí me dirijo a solucionar los asuntos que esta mañana me quedaron pendientes en Triacastela, y a comprar algunos elementos para componer la cena de esta noche y el desayuno de mañana.

En la cocina del albergue reina el buen ambiente, que se traslada después al comedor. Al terminar la cena, la hospitalera ya tiene preparado el fuego en la lareira, donde nos reunimos varios peregrinos a compartir un rato agradable y a degustar los variados chupitos cortesía de la casa. Esta noche dormiré contento... porque antes de acostarme ya tenía seca todíiita la ropa que había lavado por la tarde.
















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2 comentarios:

Nando dijo...

Muy bonito el relato; no se entiende como en medio del Camino de Santiago y a pocos kilómetros de la tumba del Apostol, se puede impedir a un peregrino entrar con mochila en un establecimiento; nula visión comercial y nulo espiritu de acogimiento de los encargados de tal lugar.
Una duda me asalta, la alegría que reconoces al final del relato ¿tuvo algo que ver con productos destilados de la tierra?

Miguel Aradas dijo...

Como explico en el relato, el motivo de mi alegría fue debido exclusivamente a cuestiones de tipo logístico... y no a celebraciones festivas paganas. ¡Faltaría más!