viernes, 17 de diciembre de 2010

Etapa 13: HONTANAS - BOADILLA DEL CAMINO

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Sábado, 9-10-2010: De Hontanas a Boadilla del Camino (29 Km.)

  Chaparrón en el páramo. O Mors, O AEternitas.

Muy nuboso con lluvia, viento y aguaceros. Temperaturas frescas.


Todavía no ha amanecido. Las calles están mojadas por la lluvia caída durante la noche, y el ambiente muy húmedo, pero no llueve. Salgo de Hontanas siguiendo el cauce del Arroyo de Castellanos, siempre en paralelo a la carretera local que enlaza con Castrojeriz. En el camino hay algunos charcos y pequeñas zonas embarradas que se pueden sortear sin dificultad. Más adelante desemboca en la pista asfaltada, que poco después pasa bajo los arcos góticos de las ruinas del Monasterio de San Antón.




Fundado por Alfonso VII en el Siglo XII, fue convento y hospital de peregrinos. Sus monjes se dedicaban a curar a los que llegaban de Europa enfermos del Mal de Fuego o Fuego de San Antón, intoxicación originada al comer pan de centeno contaminado por el cornezuelo, que provocaba una enfermedad de tipo gangrenoso acompañada de convulsiones, quemazón y agudos escalofríos. Si el mal no estaba muy avanzado, la curación se producía al cambiar de alimentación e ingerir pan de trigo y vino santo; medicina que se completaba imponiendo al enfermo un escapulario con la Cruz Thau,  haciendo sonar las campanillas, y declamando las correspondientes bendiciones rituales.

Avanzando por la misma pista, enseguida entramos en Castrojeriz por el barrio de la colegiata, donde se encuentra la Iglesia de la Virgen del Manzano. A su lado un mesón, donde pararé a comprar un bocadillo con que completar mi mochila para la comida de hoy. Me encuentro aquí con el risueño japonés con el que llevo coincidiendo en el final de cada etapa desde hace ya varias jornadas, y desde aquí seguiremos caminando juntos. Antes de salir comienza a llover y hay que ponerse el chubasquero.



Castrojeriz es desde el Siglo X la primera villa castellana a la que se  concedió un fuero especial, por el cual se otorgaban ciertos privilegios a sus habitantes. Está ubicada en la ladera del cerro donde se emplazaba el Castrum Sigerici en tiempos de los visigodos, en cuya cima se conservan los restos de un castillo medieval.  Las edificaciones del casco viejo están ordenadas a ambos lados de la Calle Real, que se recorre rodeando el cerro. Entre buenas casas de piedra se encuentra la Iglesia de Santo Domingo, la Plaza Mayor y la Iglesia de San Juan Bautista, esta última, una auténtica fortaleza gótica construida a partir del Siglo XIII.

Camino ahora junto a Ryohei, un joven japonés que, una vez terminados sus estudios universitarios, se animó a hacer el Camino de Santiago para conocer otras culturas. De religión budista, domina el inglés y dice que está aprendiendo a hablar español, pero de momento debe de estar en el nivel de iniciación, porque nos entendemos a duras penas. Habla poco pero ríe mucho, y tiene curiosidad  por todo lo que nos vamos encontrando. Va con una simple camiseta de manga corta y lleva la mochila  protegida con el chubasquero, que debe ser su única prenda impermeable, porque aunque no con mucha intensidad, mientras avanzamos sigue lloviendo.

A la salida de Castrojeriz cruzamos el Río Odrilla por un puente de madera y enseguida encaramos la empinada subida al Alto de Mostelares, que con algo más de un kilómetro de fuerte pendiente y un firme con muchas  piedras sueltas, hace sudar a más de uno. Al llegar arriba adelantamos a un numeroso grupo de caminantes que prefieren detenerse allí a descansar y, tras un breve recorrido, llegamos al final de  la corta meseta, desde donde se puede contemplar una excelente panorámica del terreno que cruzaremos más adelante: las grandes extensiones de secano de la Tierra de Campos. Bajamos de nuevo al llano dejándonos llevar por la pendiente, casi a la carrera.



El tránsito entre la provincia de Burgos y la de Palencia lo hacemos cruzando el Río Pisuerga por el Puente Fitero, situado entre las localidades de Itero del Castillo e Itero de la Vega, un  extraordinario puente románico con once arcos de piedra que fue mandado construir en el Siglo XI por el rey Alfonso VI como paso fronterizo entre los reinos de Castilla y de León. Con algo más de 200 metros es uno de los puentes más largos del Camino de Santiago.


Cuando retomamos las pistas agrarias por los campos de trigo ahora segados, comento con Ryohei que nos movemos por la meseta de Castilla. ¡Sí, sí... meseta... conozco!  y que, a pesar de la lluvia, tenemos mucha suerte de venir en esta época, porque en verano hace por aquí ¡muuuuucho calor!, y en invierno ¡muuuuucho frío!. Nada más oportuno que esta breve lección de climatología de la zona porque, al cabo de un rato, aparecen al frente unos nubarrones negros que anuncian lo peor, y casi sin darnos cuenta  nos vemos metidos en medio de un aguacero de los que lanzan agua "a dolor". El fuerte viento le arranca el chubasquero de la mochila y, a duras penas y con la ayuda de unos imperdibles que llevo a mano, conseguimos colocarlo de nuevo "en su lugar".
 
Aislados en medio del páramo, nada a la izquierda, nada a la derecha, camino por delante, y camino también al mirar hacia atrás. Ni un lugar donde guarecerse... ni un árbol... ni una triste roca... ¡Nada...! Estamos casi a ocho kilómetros del próximo albergue. Nos toca seguir andando y esperar a que escampe...

Como el asunto se endurece por momentos, ponemos al mal tiempo buena cara y seguimos avanzando a buen paso, ayudados por el ritmo rápido de alguna canción que nos anima. Al principio nos reímos ¡Más vale reír que llorar! pero el agua, el viento y el frío siguen actuando sin misericordia.

Yo voy bien equipado para el agua, pero este hombre ya lleva la camiseta pegada a la piel, con la ropa completamente chorreando, y lo está pasando mal. Comienza a quedarse atrás. ¡Ánimo, Ryohei!

Nos llevó algo más de una hora de marcha acelerada alcanzar el primer lugar a cubierto, una casa rural con albergue y restaurante que encontramos al llegar a Boadilla del Camino. El viento y la lluvia no cesaron ni un instante.

Enseguida nos recibió el hospitalero, que estaba preparando la calefacción en previsión de que los peregrinos llegasen con mucha ropa que secar al calor de la estufa. Aunque en principio habíamos previsto andar cinco kilómetros más, para terminar la etapa en Fromista, la situación no se prestaba para volver a salir, y decidimos terminar aquí la jornada.



Ya al calor del albergue, después de una buena ducha y con la ropa seca, las cosas se vuelven a normalizar.  En un momento de descanso, después de comer el bocadillo que traía desde Castrojeriz, veo a  Ryohei consultando el diccionario. Con inmensas dificultades para encontrar las palabras adecuadas, me confiesa que hoy ha aprendido que el camino es algo más que andar.


Poco después recibo un mensaje en el móvil. Desde la distancia una persona muy próxima a mí me pregunta si el manto del apóstol me ha protegido de la lluvia. Pero está claro que en este día, el apóstol llevaba puesto el manto que protege a los agricultores y beneficia a la Tierra de Campos.

A las circunstancias inesperadas de hoy se unirá aún otra más, en este caso positiva. A eso de las cinco de la tarde,  Philippe aparece en el dormitorio del albergue. Se han cumplido mis palabras cuando nos despedimos en la ermita de Eunate "Nos volveremos a encontrar en el camino" ¡Bienvenido, amigo!

Boadilla del Camino es una pequeña localidad que no alcanza los doscientos habitantes. Detrás de la Iglesia de la Asunción se encuentra su monumento más destacado. Se trata de un Rollo Jurisdiccional del Siglo XV, especie de columna de piedra labrada que conmemora la autonomía que Enrique IV otorgó a la villa, por la que dejó de estar sometida a la jurisdicción de los señores de Castrojeriz.


Aunque el pueblo da poco más de sí, en el interior del albergue, cuya construcción tiene todo el aspecto de haber sido una tradicional venta castellana, hay algo que destacar.  Junto al dormitorio que ocupamos hay otro que guardan como "oro en paño", porque trata de ser una reproducción de los hospitales que atendían a los peregrinos en épocas pasadas. Con paredes de adobe y techos de madera, cuenta con dos plantas en la misma estancia. La parte superior, a la que se accede por una escalera casi vertical, tiene el suelo también de madera y está sujeto al resto de la estructura con gruesas cuerdas, con lo que el conjunto cruje  cuando se pisa sobre él. Mereció la pena dedicarle unos minutos.



Como no podía ser de otra manera, cenamos en el comedor del albergue, donde nos reunimos diez personas en torno a una mesa  "internacional", entre las que no se repite ninguna nacionalidad salvo la excepción de los dos franceses. Un alemán, un italiano, un noruego, una holandesa, un japonés, un australiano, un mejicano y un español completan el reparto. Como a los antiguos peregrinos, nos sirven una cena típicamente castellana en recipientes de barro. Al vino tinto le acompañan unas buenas sopas de ajo, alubias pintas y estofado de ternera. Un flan y unos chupitos de orujo completan el menú.


¡Al final no fue tan malo el chaparrón! ¡Pues va a tener razón Philippe cuando dice: "il faut toujours faire confiance à la providence"!



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3 comentarios:

Nando dijo...

El manto del apostol llegó en forma de un compañero peregrino que te acompañó al pasar el chaparrón; ¡¡que diferente hubiese sido el camino sin ese risueño japones a tu lado!!

IÑAKI dijo...

que es un chiste cuando estais todos en la mesa un aleman, un noruego un japones.....

Be* dijo...

Jaja, qué simpático tu amigo Japonés, tiene cara de buena gente.
¡Seguro que se alegró de que llevases tantos imperdibles!

Por cierto, me hubiese gustado verte cruzando "la nada a nado" caminando entre la lluvia como un campeón, jejejeje