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- Lugares de paso: 1.- Requejo de Sanabria - 2.- Portilla del Padornelo - 3.- Lubián - 4.- Portela da Canda - 5.- O Pereiro - 6.- A Gudiña - 7.- Campobecerros - 8.- Portocamba - 9.- Laza
A pesar de que durante la noche alguno aprovechó para dar pedales sobre la litera, seguramente para estar lo mejor entrenado posible de cara a la etapa que nos esperaba, nos levantamos a las 7, como de costumbre, cuando alguno de los peregrinos a pie ya habían abandonado el albergue. Al salir, llamamos para que nos abriesen la planta sótano donde guardábamos las bicicletas, un antiguo taller de carpintería que todavía conserva la maquinaria y el polvillo de madera adherido por todas partes.
Desayunamos en el hostal que hay justo al lado del albergue, que abre temprano, y salimos de Requejo de Sanabria enfilando la calle de la Carrera. A la altura del cementerio, la ruta abandona la pista asfaltada y enlaza con el sendero que sube al puerto siguiendo el cauce del Río Castro, que a a medida que se asciende por la montaña se irá convirtiendo en poco más que un arroyo. Al principio se rueda sin dificultades por una agradable zona de bosque, pero en los casi 12 kilómetros de subida vamos a ir encontrando diferentes obstáculos que ralentizan nuestro avance, zonas embarradas o con piedras, pequeños repechos de fuerte pendiente, tramos con muchos restos de ramas producto de podas recientes, hasta que nos aproximamos al fondo del valle, por donde ya están avanzadas las obras para construir los túneles del AVE, y los desmontes han quebrado gran parte del paisaje original.
A partir de aquí, el trayecto que siguen los peregrinos a pie no es apto para las bicicletas y, según nos indican as flechas, nos desviamos por una pista que asciende hasta alcanzar la antigua carretera, que ahora está abandonada, y que nos llevará directamente hasta el puerto. Todavía queda mucha pendiente que subir, pero a base de esfuerzo y paciencia vamos ganando altura hasta que por fin alcanzamos los 1.352 metros de altitud de la Portilla del Padornelo y entramos en la Alta Sanabria.
El puerto es un paso obligado donde se juntan varias vías de comunicación, y la pista termina en el asfalto de la N-525 para cruzar sobre la autovía, permitiendo durante un rato que nos dejemos llevar por la pendiente. Después de pasar junto a la Iglesia de la Asunción, y una vez sobrepasadas las casas de piedra gris características de la aldea de Padornelo, en la bajada se vuelve a recuperar el asfalto durante unos kilómetros, primero la carretera nacional y luego por una carretera secundaria que se dirige a Lubián.
Pero hay que controlar la velocidad y estar atentos, porque casi pasa desapercibida una flecha nos desvía del asfalto y nos obliga a bajar por un difícil sendero, que por momentos se parece más al cauce de un arroyo, y que desciende serpenteando hasta la aldea de Aciberos, donde se puede contemplar la Iglesia el Carmen. Al dejar atrás el grupo de casas, nos cruzamos con un equipo de Protección Civil, que subía andando, y uno de sus miembros nos pide con angustia algo de bebida porque venía asfixiado por el asma y por el esfuerzo.
El descenso no ha hecho más que empezar, y el sendero continúa después por las laderas de Hedroso para, sin alejarse del cauce del río, terminar entrando en Lubián por el Camino dos Portos Carros. Esta localidad es la última de Castilla y León, y aunque hoy no sobrepasa los 350 habitantes, en sus edificaciones se refleja lo que sin duda tuvo que ser un pasado mejor. La torre barroca de la Iglesia de San Mamés destaca entre sus calles perfiladas a media ladera, conformadas por casas con amplias portadas de piedra grabada, balcones de madera sobre soportales, y techos de pizarra que mantienen el encanto de los pequeños pueblos de montaña.
Teníamos intención de detenernos a tomar un café, pero no encontramos ningún bar y tuvimos que conformarnos con entrar en un pequeño ultramarinos donde compramos una tableta de chocolate. La señora que nos atendió nos dio un par de indicaciones para poder ascender al siguiente puerto por una alternativa más viable que la de seguir el sendero por donde se sube a pie, y no vernos obligados a tener que empujar en exceso las bicicletas. Auténtica información privilegiada...
El camino sigue su descenso hasta que, al alcanzar los 940 metros de altitud, atraviesa un puente sobre el Río Tuela y pasa bajo el viaducto con el que la autovía A-52 salva el fondo del valle. Justo en este lugar se encuentra el Santuario de la Virgen de la Tuiza que, con planta de cruz latina y torre barroca, conserva en su interior una imagen de la Virgen de las Nieves, patrona de la Alta Sanabria.
Siguiendo las indicaciones recibidas, abandonamos el sendero de la ruta a pie para ascender la fuerte pendiente de una pista asfaltada que nos llevará hasta la antigua carretera que buscábamos, y que nos conduce hasta la Portela da Canda ganando altura de manera progresiva, sin bruscos desniveles y con buenas panorámicas de la subida. Al llegar al puerto, donde se alcanzan los 1.262 metros de altitud, no hay unas grandes vistas, pero dejamos atrás el territorio de Castilla y León para entrar definitivamente en Galicia por la provincia de Ourense. En el mismo límite se encuentra el primer mojón gallego con la vieira amarilla del Camino de Santiago, de los que a partir de ahora llevarán inscrita en una placa la distancia que falta hasta la catedral, y que con una envidiable precisión marca 246,244 Km... ¡Chavales, disfrutad mientras podáis, que esto se acaba!
A los pocos minutos de iniciar la bajada se pasa cerca de la Capela de San Antonio, situada junto a las cuatro casas que componen la pequeña aldea de A Canda. En el largo descenso hasta llegar a A Vilavella, primera localidad gallega, el camino sigue la misma dirección que el arroyo que nace en el mismo puerto, el Regueiro dos Santos, y a medida que el valle se ensancha, sus aguas se apaciguan y el agreste paisaje de montaña se adentra en una zona de perfiles suaves y verdes pastos. Convertido ya en río, su corriente cristalina avanza siempre cercana al sendero, que poco antes de entrar en el núcleo de la parroquia de O Pereiro se separa del cauce para acercarse a la Ermita de la Virgen de Loreto. La pequeña localidad está formada por una agrupación irregular de añejas casas de piedra gris entre las que a duras penas sobresale el campanario de su Iglesia de San Pedro, y que dan como resultado una calle alargada con cierto aspecto de abandono.
Casi sin darnos cuenta, la mañana había ido avanzando hasta sobrepasar el mediodía, y el sol había empezado a hacer de las suyas en este lugar alejado del ruido. Desde hacía rato venía yo pensando que el transportín de mi bicicleta era el más silencioso del grupo a la hora de soportar las numerosas vibraciones causadas por las irregularidades del terreno, cuando comencé a notar algo raro y, al detenerme para comprobar la causa, comprobé que acababa de perder el tornillo y la tuerca de una de sus fijaciones a la bicicleta. Era la primera incidencia de este tipo que nos sucedía, y afortunadamente "la pillé al vuelo", porque podía haberme ocasionado una avería de mayor gravedad. Con un poco de paciencia y las herramientas adecuadas, en poco tiempo estábamos de nuevo en marcha.
El siguiente tramo nos presentó más dificultades de las que alguno esperaba. En el perfil de la etapa, el Alto do Canizo no deja de ser una pequeña "tachuela", pero hasta alcanzar su punto más elevado hay que recorrer un territorio bastante peculiar, donde se alternan parajes inhóspitos con rincones de gran belleza. El terreno es pedregoso, incluso seco, con inmensas moles de granito distribuidas en desorden y restos de viejos troncos y retamas abrasadas por el fuego que componen un paisaje de apariencia un tanto desoladora, aunque el verde intenso nos da pequeños respiros cuando el sendero atraviesa el cauce de algún regueiro por una pasarela de piedras, colocada con tan buena intención como poco acierto para los que circulamos en bicicleta.
Al igual que el resto de la zona, la aldea de O Canizo también parece aquejada de abandono, y poco tiene que merezca ser destacado además de la torre barroca de su Iglesia de Santa María y una amplia fuente al borde del camino. Fuera ya del grupo de casas, un curioso cruceiro anclado sobre una gran piedra marca el lugar donde se alcanzan los 1.067 metros de altitud del Alto do Canizo, donde el camino parece querer regresar con urgencia al mundo civilizado, ya que no hay más que dejarse llevar por el descenso para volver a encontrarse enseguida con la carretera N-525, la autovía A-52, una planta de energía solar y la estación de ferrocarril que da entrada a la localidad de A Gudiña que, después de lo recorrido desde el principio de la etapa, con sus 1.500 habitantes tiene todo el aspecto de las grandes urbes. Y ya se hacía la hora de comer...
Situada a las puertas de Galicia, A Gudiña debe su nombre a que su territorio albergó varios asentamientos de pobladores godos. Se le concedió escudo con motivo de que, el 15 de Junio de 1506, pernoctaron en ella Felipe El Hermoso y su esposa Juana, que desde La Coruña se dirigían a las proximidades de Puebla de Sanabria para reunirse con Fernando El Católico. La población estuvo dividida entre las diócesis de Astorga y Ourense hasta mediados del siglo pasado, motivo por el cual cuenta con dos templos parroquiales, la Iglesia de San Martiño y la de San Pedro, construidas en los Siglos XVII y XVIII.
La carretera N-525 atraviesa la localidad de parte a parte, y en paralelo a ella discurre su núcleo urbano, agrupado en torno a la Calle Mayor, donde pueden observarse buenas muestras de sus construcciones tradicionales. En el centro de una pequeña plaza, en realidad un cruce de caminos, destaca un cruceiro en piedra que indica el lugar de donde parten los dos ramales del camino por los que se puede continuar hacia Ourense. Uno más largo por Verín, y otro más corto, y también más frecuentado, que se dirige hacia Laza. Y justo aquí volvimos a encontrarnos con nuestra pareja favorita de ciclistas, Sindo y Soraya, que continúan su trayecto por la carretera y también se detuvieron aquí a comer.
El trayecto hacia Laza, más corto, se inicia en una ligera subida hasta el cerro de Penalobos, por una pista asfaltada cuyo trazado coincide con la antigua Verea Vella y que va recorriendo la línea de alturas de la Serra Seca situadas a poco más de mil metros de altitud. En medio de unas excelentes vistas panorámicas vamos pasando por las pequeñas aldeas que salpican la montaña y van jalonando el itinerario, agrupaciones de casas semiabandonadas que aquí llaman Ventas: A Venda do Espiño, A Venda da Teresa, A Venda da Capela...
El recorrido parece más bien un paseo para recrear la vista, y desde muchos puntos se pueden contemplar unas excepcionales panorámicas de la montaña orensana y del Parque Natural do Invernadeiro, uno de cuyos elementos centrales es el Embalse das Portas, que nos proporciona excelentes imágenes para el recuerdo. La vía del ferrocarril, que avanza próxima a media ladera, sortea a base de túneles cada una de las ondulaciones del terreno, y el tren aparece y desaparece una y cien veces por la montaña como si fuese una aguja que va hilvanando un tapete arrugado de color ocre y verde.
En el Alto da Pantasma, una vez superada A Venda do Bolaño, la ruta abandona otra vez el asfalto y recupera un camino de tierra que recorre el Lombo das Lameiras avanzando entre dos valles. Al final de la alargada cresta, la vereda se escurre en una peligrosa bajada de fuerte desnivel, firme irregular y piedra suelta, que cae vertiginosa hasta el fondo del valle donde se encuentra la localidad de Campobecerros. Tranquilidad, echarse atrás sobre la bici, mucho control de la trazada, adecuado uso de los frenos y... ¡Déjala ir!
Campobecerros es una pequeña localidad que, como tantas otras de la zona, fue habitada en su origen por unos cuantos carboeiros que explotaban las entrañas de la montaña, pero su núcleo creció a partir de 1928 con la construcción de la vía del tren Zamora-Ourense, en la que trabajaron miles de carrileros y dinamiteros, y a día de hoy viven en ella más de un centenar de cambalanes (gentilicio de los naturales del pueblo). Actualmente la historia se repite, pues aquí desaparece la paz infinita de las cumbres para volver a oír por todas partes el sonido de la maquinaria y contemplar el trasiego constante de camiones y personal que trabaja a diario en las obras del AVE, que están cambiando radicalmente la configuración de un territorio casi virgen. La localidad cuenta con albergue para peregrinos, pero sus instalaciones estarán ocupadas hasta el fin de la obra por los trabajadores de la empresa constructora, lo que hace que los caminantes no encuentren otra opción de alojamiento hasta llegar a Laza.
Pasamos por allí sin detenernos, y al salir de la población el itinerario retoma el asfalto por una nueva pista que asciende por las laderas del Lombo do Marco para terminar cayendo hasta Portocamba, una aldea como tantas otras, antes de volver de nuevo a las alturas por una amplia pista de tierra. Se recorren parajes con nombres tan sonoros como A Forca dos Lobos y O Alto da Pica antes de comenzar una prolongada bajada, esta vez más relajada, donde seguir disfrutando de las hermosas panorámicas de estos valles de montaña. El terreno irá perdiendo altura progresivamente hasta que las últimas estribaciones de la Serra da Teixeira terminen suavemente en O Val de Laza, por debajo ya de los 500 m. de altitud. En el fondo del valle, el Río Cereixo recorre la espesura entre soutos y carballeiras, y a media ladera, la aldea de Trez completa una imagen de postal.
Al terminar la bajada, después de cruzar el puente sobre el Río Cereixo se llega a la carretera OU-112, por la que se entra en Laza, y antes de dirigirse al albergue hay que pasar por la agrupación local de Protección Civil. Allí se hace la inscripción, se pagan los seis euros estipulados en los albergues de la Xunta, y se recoge la sábana y la funda de almohada que han pasado a ser norma. También te entregan una llave para poder entrar y salir con libertad del recinto, que habrá que dejar depositada en un buzón antes de salir a la mañana siguiente.
Situado en la Rúa do Toural, a las afueras del pueblo, el albergue cuenta con unas instalaciones magníficas. Está ubicado en un moderno edificio de una sola planta con forma de U, bien diseñado para cubrir las necesidades de los peregrinos y dotado de un mobiliario cómodo y funcional. Tiene varios dormitorios de ocho plazas y otro más habilitado para minusválidos, cocina bien equipada y una amplia sala de estar y de lectura. Cuando llegamos nos asignaron una habitación en que estábamos solos, pero la felicidad duró poco porque, cuando nos disponíamos a ducharnos, la capacidad del albergue se completó con un numeroso grupo de portugueses en bicicleta que fueron rellenando los huecos vacíos.
Laza es una localidad asentada en el fondo de un valle rodeado de montañas y situado en la cabecera del Río Támega. Es capital de un municipio con algo más de 1500 habitantes que se encuentran diseminados en numerosas parroquias y otros pequeños núcleos de población. Famosa por sus ancestrales fiestas de carnaval, históricamente fue lugar de paso de labradores y ganaderos que se trasladaban desde Galicia hacia la meseta por la Vereda Real, cuyo trazado coincide con el de los peregrinos que se dirigían hacia Santiago.
Su edificio de más envergadura es la Iglesia de San Xoan, construida en estilo toscano y rematada a comienzos del Siglo XVIII, que está rodeada de un curioso cementerio. Junto a ella, en la recién remodelada Plaza de A Picota se encuentra la que fue casona del corregidor, que por delegación del Conde de Monterrei ejercía la jurisdicción sobre los vecinos del lugar, extendiendo también su influencia a los de las parroquias vecinas. También se pueden apreciar otras casas señoriales a lo largo del pueblo, alguna de ellas en estado de abandono, y un artístico cruceiro.
Como ya iba siendo costumbre, otra vez aquí nos reencontramos con Sindo y Soraya, a los que ya empezamos a considerar amigos, y que se sentaron a la mesa con nosotros compartiendo cena y conversación. A él se le ve un joven fornido y preparado para realizar esfuerzos físicos prolongados, pero el mérito principal de la pareja se lo atribuimos a ella, de un aspecto más bien frágil, que se compró la bicicleta una semana antes de iniciar el camino en Sevilla hace ya unas cuantas jornadas y van marchando a nuestra altura desde que empezamos, lo que no deja de asombrarnos por mucho que se trasladen por carretera. Cousas veredes...
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La Vía de la Plata en Bici: De Salamanca a Santiago
El Camino de Fonseca
El Camino de Fonseca
- Lugares de paso: 1.- Requejo de Sanabria - 2.- Portilla del Padornelo - 3.- Lubián - 4.- Portela da Canda - 5.- O Pereiro - 6.- A Gudiña - 7.- Campobecerros - 8.- Portocamba - 9.- Laza
- Longitud de la etapa: 80,2 Km - Desnivel acumulado en las subidas: 2.226 m.
- Altitud inicial: 1.002 m. - Altitud final: 482 m.
- Altitud máxima: 1.352 m. - Altitud mínima: 469 m.
- Nivel de dificultad: 0 - 1 - 2 - 3 - 4 - 5 - E
- Descargar recorrido para ver con Google Earth: Clicar AQUÍ
Miércoles 22 de mayo de 2013 (Salida: 8.35 - Llegada: 18.15)
Cielos casi despejados en una jornada primaveral (Mín: 7ºC - Máx. 20ºC)
La montaña nos pone a prueba
A pesar de que durante la noche alguno aprovechó para dar pedales sobre la litera, seguramente para estar lo mejor entrenado posible de cara a la etapa que nos esperaba, nos levantamos a las 7, como de costumbre, cuando alguno de los peregrinos a pie ya habían abandonado el albergue. Al salir, llamamos para que nos abriesen la planta sótano donde guardábamos las bicicletas, un antiguo taller de carpintería que todavía conserva la maquinaria y el polvillo de madera adherido por todas partes.
Desayunamos en el hostal que hay justo al lado del albergue, que abre temprano, y salimos de Requejo de Sanabria enfilando la calle de la Carrera. A la altura del cementerio, la ruta abandona la pista asfaltada y enlaza con el sendero que sube al puerto siguiendo el cauce del Río Castro, que a a medida que se asciende por la montaña se irá convirtiendo en poco más que un arroyo. Al principio se rueda sin dificultades por una agradable zona de bosque, pero en los casi 12 kilómetros de subida vamos a ir encontrando diferentes obstáculos que ralentizan nuestro avance, zonas embarradas o con piedras, pequeños repechos de fuerte pendiente, tramos con muchos restos de ramas producto de podas recientes, hasta que nos aproximamos al fondo del valle, por donde ya están avanzadas las obras para construir los túneles del AVE, y los desmontes han quebrado gran parte del paisaje original.
A partir de aquí, el trayecto que siguen los peregrinos a pie no es apto para las bicicletas y, según nos indican as flechas, nos desviamos por una pista que asciende hasta alcanzar la antigua carretera, que ahora está abandonada, y que nos llevará directamente hasta el puerto. Todavía queda mucha pendiente que subir, pero a base de esfuerzo y paciencia vamos ganando altura hasta que por fin alcanzamos los 1.352 metros de altitud de la Portilla del Padornelo y entramos en la Alta Sanabria.
El puerto es un paso obligado donde se juntan varias vías de comunicación, y la pista termina en el asfalto de la N-525 para cruzar sobre la autovía, permitiendo durante un rato que nos dejemos llevar por la pendiente. Después de pasar junto a la Iglesia de la Asunción, y una vez sobrepasadas las casas de piedra gris características de la aldea de Padornelo, en la bajada se vuelve a recuperar el asfalto durante unos kilómetros, primero la carretera nacional y luego por una carretera secundaria que se dirige a Lubián.
Pero hay que controlar la velocidad y estar atentos, porque casi pasa desapercibida una flecha nos desvía del asfalto y nos obliga a bajar por un difícil sendero, que por momentos se parece más al cauce de un arroyo, y que desciende serpenteando hasta la aldea de Aciberos, donde se puede contemplar la Iglesia el Carmen. Al dejar atrás el grupo de casas, nos cruzamos con un equipo de Protección Civil, que subía andando, y uno de sus miembros nos pide con angustia algo de bebida porque venía asfixiado por el asma y por el esfuerzo.
El descenso no ha hecho más que empezar, y el sendero continúa después por las laderas de Hedroso para, sin alejarse del cauce del río, terminar entrando en Lubián por el Camino dos Portos Carros. Esta localidad es la última de Castilla y León, y aunque hoy no sobrepasa los 350 habitantes, en sus edificaciones se refleja lo que sin duda tuvo que ser un pasado mejor. La torre barroca de la Iglesia de San Mamés destaca entre sus calles perfiladas a media ladera, conformadas por casas con amplias portadas de piedra grabada, balcones de madera sobre soportales, y techos de pizarra que mantienen el encanto de los pequeños pueblos de montaña.
Teníamos intención de detenernos a tomar un café, pero no encontramos ningún bar y tuvimos que conformarnos con entrar en un pequeño ultramarinos donde compramos una tableta de chocolate. La señora que nos atendió nos dio un par de indicaciones para poder ascender al siguiente puerto por una alternativa más viable que la de seguir el sendero por donde se sube a pie, y no vernos obligados a tener que empujar en exceso las bicicletas. Auténtica información privilegiada...
El camino sigue su descenso hasta que, al alcanzar los 940 metros de altitud, atraviesa un puente sobre el Río Tuela y pasa bajo el viaducto con el que la autovía A-52 salva el fondo del valle. Justo en este lugar se encuentra el Santuario de la Virgen de la Tuiza que, con planta de cruz latina y torre barroca, conserva en su interior una imagen de la Virgen de las Nieves, patrona de la Alta Sanabria.
Siguiendo las indicaciones recibidas, abandonamos el sendero de la ruta a pie para ascender la fuerte pendiente de una pista asfaltada que nos llevará hasta la antigua carretera que buscábamos, y que nos conduce hasta la Portela da Canda ganando altura de manera progresiva, sin bruscos desniveles y con buenas panorámicas de la subida. Al llegar al puerto, donde se alcanzan los 1.262 metros de altitud, no hay unas grandes vistas, pero dejamos atrás el territorio de Castilla y León para entrar definitivamente en Galicia por la provincia de Ourense. En el mismo límite se encuentra el primer mojón gallego con la vieira amarilla del Camino de Santiago, de los que a partir de ahora llevarán inscrita en una placa la distancia que falta hasta la catedral, y que con una envidiable precisión marca 246,244 Km... ¡Chavales, disfrutad mientras podáis, que esto se acaba!
A los pocos minutos de iniciar la bajada se pasa cerca de la Capela de San Antonio, situada junto a las cuatro casas que componen la pequeña aldea de A Canda. En el largo descenso hasta llegar a A Vilavella, primera localidad gallega, el camino sigue la misma dirección que el arroyo que nace en el mismo puerto, el Regueiro dos Santos, y a medida que el valle se ensancha, sus aguas se apaciguan y el agreste paisaje de montaña se adentra en una zona de perfiles suaves y verdes pastos. Convertido ya en río, su corriente cristalina avanza siempre cercana al sendero, que poco antes de entrar en el núcleo de la parroquia de O Pereiro se separa del cauce para acercarse a la Ermita de la Virgen de Loreto. La pequeña localidad está formada por una agrupación irregular de añejas casas de piedra gris entre las que a duras penas sobresale el campanario de su Iglesia de San Pedro, y que dan como resultado una calle alargada con cierto aspecto de abandono.
Casi sin darnos cuenta, la mañana había ido avanzando hasta sobrepasar el mediodía, y el sol había empezado a hacer de las suyas en este lugar alejado del ruido. Desde hacía rato venía yo pensando que el transportín de mi bicicleta era el más silencioso del grupo a la hora de soportar las numerosas vibraciones causadas por las irregularidades del terreno, cuando comencé a notar algo raro y, al detenerme para comprobar la causa, comprobé que acababa de perder el tornillo y la tuerca de una de sus fijaciones a la bicicleta. Era la primera incidencia de este tipo que nos sucedía, y afortunadamente "la pillé al vuelo", porque podía haberme ocasionado una avería de mayor gravedad. Con un poco de paciencia y las herramientas adecuadas, en poco tiempo estábamos de nuevo en marcha.
El siguiente tramo nos presentó más dificultades de las que alguno esperaba. En el perfil de la etapa, el Alto do Canizo no deja de ser una pequeña "tachuela", pero hasta alcanzar su punto más elevado hay que recorrer un territorio bastante peculiar, donde se alternan parajes inhóspitos con rincones de gran belleza. El terreno es pedregoso, incluso seco, con inmensas moles de granito distribuidas en desorden y restos de viejos troncos y retamas abrasadas por el fuego que componen un paisaje de apariencia un tanto desoladora, aunque el verde intenso nos da pequeños respiros cuando el sendero atraviesa el cauce de algún regueiro por una pasarela de piedras, colocada con tan buena intención como poco acierto para los que circulamos en bicicleta.
Al igual que el resto de la zona, la aldea de O Canizo también parece aquejada de abandono, y poco tiene que merezca ser destacado además de la torre barroca de su Iglesia de Santa María y una amplia fuente al borde del camino. Fuera ya del grupo de casas, un curioso cruceiro anclado sobre una gran piedra marca el lugar donde se alcanzan los 1.067 metros de altitud del Alto do Canizo, donde el camino parece querer regresar con urgencia al mundo civilizado, ya que no hay más que dejarse llevar por el descenso para volver a encontrarse enseguida con la carretera N-525, la autovía A-52, una planta de energía solar y la estación de ferrocarril que da entrada a la localidad de A Gudiña que, después de lo recorrido desde el principio de la etapa, con sus 1.500 habitantes tiene todo el aspecto de las grandes urbes. Y ya se hacía la hora de comer...
Situada a las puertas de Galicia, A Gudiña debe su nombre a que su territorio albergó varios asentamientos de pobladores godos. Se le concedió escudo con motivo de que, el 15 de Junio de 1506, pernoctaron en ella Felipe El Hermoso y su esposa Juana, que desde La Coruña se dirigían a las proximidades de Puebla de Sanabria para reunirse con Fernando El Católico. La población estuvo dividida entre las diócesis de Astorga y Ourense hasta mediados del siglo pasado, motivo por el cual cuenta con dos templos parroquiales, la Iglesia de San Martiño y la de San Pedro, construidas en los Siglos XVII y XVIII.
La carretera N-525 atraviesa la localidad de parte a parte, y en paralelo a ella discurre su núcleo urbano, agrupado en torno a la Calle Mayor, donde pueden observarse buenas muestras de sus construcciones tradicionales. En el centro de una pequeña plaza, en realidad un cruce de caminos, destaca un cruceiro en piedra que indica el lugar de donde parten los dos ramales del camino por los que se puede continuar hacia Ourense. Uno más largo por Verín, y otro más corto, y también más frecuentado, que se dirige hacia Laza. Y justo aquí volvimos a encontrarnos con nuestra pareja favorita de ciclistas, Sindo y Soraya, que continúan su trayecto por la carretera y también se detuvieron aquí a comer.
El trayecto hacia Laza, más corto, se inicia en una ligera subida hasta el cerro de Penalobos, por una pista asfaltada cuyo trazado coincide con la antigua Verea Vella y que va recorriendo la línea de alturas de la Serra Seca situadas a poco más de mil metros de altitud. En medio de unas excelentes vistas panorámicas vamos pasando por las pequeñas aldeas que salpican la montaña y van jalonando el itinerario, agrupaciones de casas semiabandonadas que aquí llaman Ventas: A Venda do Espiño, A Venda da Teresa, A Venda da Capela...
El recorrido parece más bien un paseo para recrear la vista, y desde muchos puntos se pueden contemplar unas excepcionales panorámicas de la montaña orensana y del Parque Natural do Invernadeiro, uno de cuyos elementos centrales es el Embalse das Portas, que nos proporciona excelentes imágenes para el recuerdo. La vía del ferrocarril, que avanza próxima a media ladera, sortea a base de túneles cada una de las ondulaciones del terreno, y el tren aparece y desaparece una y cien veces por la montaña como si fuese una aguja que va hilvanando un tapete arrugado de color ocre y verde.
En el Alto da Pantasma, una vez superada A Venda do Bolaño, la ruta abandona otra vez el asfalto y recupera un camino de tierra que recorre el Lombo das Lameiras avanzando entre dos valles. Al final de la alargada cresta, la vereda se escurre en una peligrosa bajada de fuerte desnivel, firme irregular y piedra suelta, que cae vertiginosa hasta el fondo del valle donde se encuentra la localidad de Campobecerros. Tranquilidad, echarse atrás sobre la bici, mucho control de la trazada, adecuado uso de los frenos y... ¡Déjala ir!
Campobecerros es una pequeña localidad que, como tantas otras de la zona, fue habitada en su origen por unos cuantos carboeiros que explotaban las entrañas de la montaña, pero su núcleo creció a partir de 1928 con la construcción de la vía del tren Zamora-Ourense, en la que trabajaron miles de carrileros y dinamiteros, y a día de hoy viven en ella más de un centenar de cambalanes (gentilicio de los naturales del pueblo). Actualmente la historia se repite, pues aquí desaparece la paz infinita de las cumbres para volver a oír por todas partes el sonido de la maquinaria y contemplar el trasiego constante de camiones y personal que trabaja a diario en las obras del AVE, que están cambiando radicalmente la configuración de un territorio casi virgen. La localidad cuenta con albergue para peregrinos, pero sus instalaciones estarán ocupadas hasta el fin de la obra por los trabajadores de la empresa constructora, lo que hace que los caminantes no encuentren otra opción de alojamiento hasta llegar a Laza.
Pasamos por allí sin detenernos, y al salir de la población el itinerario retoma el asfalto por una nueva pista que asciende por las laderas del Lombo do Marco para terminar cayendo hasta Portocamba, una aldea como tantas otras, antes de volver de nuevo a las alturas por una amplia pista de tierra. Se recorren parajes con nombres tan sonoros como A Forca dos Lobos y O Alto da Pica antes de comenzar una prolongada bajada, esta vez más relajada, donde seguir disfrutando de las hermosas panorámicas de estos valles de montaña. El terreno irá perdiendo altura progresivamente hasta que las últimas estribaciones de la Serra da Teixeira terminen suavemente en O Val de Laza, por debajo ya de los 500 m. de altitud. En el fondo del valle, el Río Cereixo recorre la espesura entre soutos y carballeiras, y a media ladera, la aldea de Trez completa una imagen de postal.
Al terminar la bajada, después de cruzar el puente sobre el Río Cereixo se llega a la carretera OU-112, por la que se entra en Laza, y antes de dirigirse al albergue hay que pasar por la agrupación local de Protección Civil. Allí se hace la inscripción, se pagan los seis euros estipulados en los albergues de la Xunta, y se recoge la sábana y la funda de almohada que han pasado a ser norma. También te entregan una llave para poder entrar y salir con libertad del recinto, que habrá que dejar depositada en un buzón antes de salir a la mañana siguiente.
Situado en la Rúa do Toural, a las afueras del pueblo, el albergue cuenta con unas instalaciones magníficas. Está ubicado en un moderno edificio de una sola planta con forma de U, bien diseñado para cubrir las necesidades de los peregrinos y dotado de un mobiliario cómodo y funcional. Tiene varios dormitorios de ocho plazas y otro más habilitado para minusválidos, cocina bien equipada y una amplia sala de estar y de lectura. Cuando llegamos nos asignaron una habitación en que estábamos solos, pero la felicidad duró poco porque, cuando nos disponíamos a ducharnos, la capacidad del albergue se completó con un numeroso grupo de portugueses en bicicleta que fueron rellenando los huecos vacíos.
Laza es una localidad asentada en el fondo de un valle rodeado de montañas y situado en la cabecera del Río Támega. Es capital de un municipio con algo más de 1500 habitantes que se encuentran diseminados en numerosas parroquias y otros pequeños núcleos de población. Famosa por sus ancestrales fiestas de carnaval, históricamente fue lugar de paso de labradores y ganaderos que se trasladaban desde Galicia hacia la meseta por la Vereda Real, cuyo trazado coincide con el de los peregrinos que se dirigían hacia Santiago.
Su edificio de más envergadura es la Iglesia de San Xoan, construida en estilo toscano y rematada a comienzos del Siglo XVIII, que está rodeada de un curioso cementerio. Junto a ella, en la recién remodelada Plaza de A Picota se encuentra la que fue casona del corregidor, que por delegación del Conde de Monterrei ejercía la jurisdicción sobre los vecinos del lugar, extendiendo también su influencia a los de las parroquias vecinas. También se pueden apreciar otras casas señoriales a lo largo del pueblo, alguna de ellas en estado de abandono, y un artístico cruceiro.
Como ya iba siendo costumbre, otra vez aquí nos reencontramos con Sindo y Soraya, a los que ya empezamos a considerar amigos, y que se sentaron a la mesa con nosotros compartiendo cena y conversación. A él se le ve un joven fornido y preparado para realizar esfuerzos físicos prolongados, pero el mérito principal de la pareja se lo atribuimos a ella, de un aspecto más bien frágil, que se compró la bicicleta una semana antes de iniciar el camino en Sevilla hace ya unas cuantas jornadas y van marchando a nuestra altura desde que empezamos, lo que no deja de asombrarnos por mucho que se trasladen por carretera. Cousas veredes...
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2 comentarios:
Etapón , etapón!!! Pero en mi recuerdo está ..... esa empanada...y esa tortilla .... Bendición para el pergrino. Con sus respectivos cañones, claro.
La empanada y la tortilla las tomamos en el bar O Peregrino (A Gudiña). Y es bien cierto que en territorio gallego toda la comida sabe mejor, sin olvidarse de las cervezas, que nos las sirvieron en unas jarras enormes recién sacadas del congelador, con toda su escarchita...
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