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Camino de cruces hacia la Puerta del Paraíso.
De haber seguido la ruta prevista, la etapa de hoy me hubiera supuesto recorrer algo más de 22 Km. por la carretera OU-102 hasta llegar a Ourense, lo que no era una propuesta excesivamente atractiva, pero yo tenía otro plan. Con la intención de conocer la renombrada villa de Allariz, me cambiaría de itinerario desplazándome hacia el Oeste, enlazando allí con el ramal del camino que viene desde A Gudiña pasando por Verín. Para ello, tan sólo tenía que recorrer 7 kilómetros adicionales desde Xunqueira de Ambía por una carretera local que recorre varias aldeas del Valle del Arnoia, y si llegaba antes de las 8.30 h. podría participar de una de las jornadas de A Festa do Boi que se estaban celebrando durante esos días. El pequeño sobreesfuerzo merecía la pena.
Al salir del albergue todavía no había amanecido, pero en el tiempo que me llevó atravesar el núcleo de Xunqueira la claridad era ya suficiente como para caminar sin riesgo por el asfalto. La carretera no tiene arcén, pero a esas horas apenas llevaba tráfico, lo que me permitió avanzar ligero y plantarme a la entrada de Allariz cuando todavía quedaban unos minutos para las 8. Entrando al casco viejo por la Rúa do Santo Estevo, un cartel anuncia precaución a los viandantes que se adentran en las calles por donde se va a soltar O Boi, pero todavía queda algo más de media hora, lo que me da un pequeño margen para callejear por la localidad.
La villa de Allariz posee un interesante casco antiguo que ha sido declarado Conjunto Histórico Artístico, y que gracias su rehabilitación integral ha recibido el Premio Europeo de Urbanismo en 1994. De su dilatada historia destaca la época medieval, pues ya en el Siglo XII le fueron concedidos los fueros que la convirtieron en Villa Real, siendo posteriormente nombrada por Sancho IV Llave del Reino de Galicia. Posteriormente fue lugar de residencia del rey Alfonso X El Sabio, y en ella aprendió la lengua gallega en que escribiría sus famosas Cantigas. Fuera de las murallas de su castillo, hoy destruido, que dominaba el paso del Río Arnoia, llegó a desarrollarse una pujante colonia judía.
Además de numerosas casas hidalgas entre las que destaca el Pazo dos Enríquez y la Casa-Torre de Castro Ojea, cuenta en su patrimonio con importantes edificios religiosos como el Convento de Santa Clara, construido en el Siglo XIII con el patrocinio de la esposa de Alfonso X, y que cuenta con un impresionante claustro barroco donde un buen número de monjas clarisas pasan actualmente muchas de las horas de su clausura.
Recorriendo los variados rincones a donde me llevan sus calles empedradas de aspecto medieval se pueden visitar las iglesias románicas de San Esteban, de Santiago y de Santa María de Vilanova, o la más tardía de San Benito, de construcción barroca. Conserva también varios edificios relacionados con antiguas actividades artesanales, como tejedores, curtidores o panaderos, integrados en un interesante parque etnográfico.
Durante la semana del Corpus se celebra cada año A Festa do Boi, que tiene su origen en las disputas medievales entre cristianos y judíos, y en la que se rememora la salida de un buey por las calles de la villa para hacer respetar las procesiones cristianas que salían en esas fechas y que eran objeto de burla por algunos miembros de la comunidad judía. La parte que yo pude presenciar fue un tanto decepcionante, probablemente porque después de una semana repitiendo el mismo ritual, las ansias festivas estaban ya bastante colmadas. Participaban en ella poco más de un centenar de personas que acompañaban al buey en su recorrido al grito de ahí ven o boi, la mayoría jóvenes, en muchos de los cuales se notaban los efectos de haber pasado toda una noche de juerga, y que se fueron reuniendo en la Plaza Mayor después de los escasos diez minutos que duró el recorrido. Poco después salió del edificio del Ayuntamiento una comparsa de tambores que anunciaba el fin del evento, acompañada con cantos y bailes por los allí presentes, y en ese momento decidí proseguir mi camino.
Desde la Praza Maior, el camino sale de Allariz por el Puente de Vilanova, un espléndido puente medieval que salva las aguas del Río Arnoia, y se dirige hacia el Norte. La ruta está bien señalizada, aunque se nota claramente que es poco utilizada por los peregrinos. Senderos cubiertos de maleza, flechas amarillas casi borradas por el paso del tiempo, señales oficiales ocultas detrás de la hierba... pero aún así merecía la pena el cambio de itinerario, porque a través de estrechos senderos y caminos rurales poco transitados atraviesa aldeas y parajes naturales de gran belleza.
Después de pasar junto al pequeño polígono industrial de Allariz y atravesar la autovía A-52 bajo un puente, el itinerario recorre los lugares de Roiriz de Abaixo, Roiriz de Arriba, Rubiás, Os Espiñeiros y Turzás, todos ellos pequeñas aldeas donde todavía viven algunos vecinos en casas de piedra rehabilitadas con mucho acierto, asentadas en lugares con un indudable encanto y rodeadas de naturaleza verde y bosque por los cuatro costados.
El camino pasa muy cerca del Castro de Armeá y del Santuario de Santa Mariña de Augas Santas, lugar donde según cuenta una tradición casi bimilenaria, comenzó a brotar el agua cuando le cortaron la cabeza a la santa que no quiso renunciar a su fe. El culto a su persona se generalizó posteriormente, dando lugar a la construcción de multitud de iglesias en lugares repartidos por toda Galicia y por otros puntos de España. Muy cerca se encuentra un interesante cruceiro, que tiene junto a su base un peto de ánimas, lugar dedicado a los rezos en recuerdo de las almas que están en el purgatorio.
Tras recorrer la aldea de Abeledo, en la parroquia de Santiago de Rábeda, el camino se encuentra de nuevo con la carretera en Pereiras, donde vuelvo a retomar la ruta que viene desde Xunqueira de Ambía, que ya no abandonará el asfalto hasta llegar a Ourense. Este último tramo pierde todo el atractivo natural que tenía el anterior porque, además de atravesar el polígono industrial de San Cibrao das Viñas, recorre las zonas urbanizadas de A Castellana, Reboredo y O Cumial, pero tiene varios cruceiros como elementos de interés, y desde el promontorio donde se asienta la Ermita de Santa Águeda se puede contemplar una hermosa panorámica sobre Seixalbo, con la estampa de la ciudad de Ourense al fondo.
Aunque antiguamente estuvo bajo la jurisdicción del obispado y está separado del conjunto de la urbe, el núcleo de Seixalbo pertenece actualmente al ayuntamiento de Ourense. Sus estrechas calles empedradas y sus tradicionales casas arracimadas le valieron la declaración de Conjunto de Valor Etnográfico. En su plaza destaca un elaborado cruceiro, construido en el Siglo XVIII en estilo plateresco y cuya base ha sido renovada recientemente, que junto con la Iglesia de San Breixo constituyen dos de sus elementos más destacados.
Caminando después por la Vereda Real se accede directamente a las primeras casas de la Avenida de Zamora, ya en la ciudad de Ourense, y siguiendo en una interminable línea recta por las Calles de Nosa Señora da Saínza y Pena Trevinca se llega al final de una larga cuesta arriba al antiguo Convento de San Francisco, donde actualmente se encuentra el albergue de peregrinos. Pero antes de terminar el recorrido me detuve ante el sugerente escaparate de una panadería, y no pude resistirme a comprar un buen trozo de empanada que me serviría para completar la comida.
El albergue es de propiedad municipal, acogedor y con buenas instalaciones, pero tiene algunas carencias. No tiene lavadero, y la ropa se pone a secar en unos secaderos portátiles que se ponen al sol en plena calle, al igual que las bicicletas, lo que no aporta mucha seguridad. A mitad de jornada cierra sus puertas durante un par de horas, pero respetando a los peregrinos que ya están alojados. Yo aproveché ese intervalo para ducharme, comer y descansar, con la vista puesta en el recorrido que me esperaba por la tarde.
Con 108.000 habitantes, la ciudad de Ourense es la más poblada del interior de Galicia, y está emplazada en una honda depresión por la que discurre el cauce del Río Miño. Su desarrollo comenzó en la época romana, en torno a la construcción de un puente sobre el río, el cual formaba parte de la vía que unía las principales ciudades de la provincia de Gallaecia, las actuales Braga, Lugo y Astorga. Los romanos habían sido atraídos a la zona por las importantes reservas de oro que escondían sus aguas, y mientras duró la explotación disfrutaron también de sus fuentes de aguas termales, conocidas como As Burgas. En la Edad Media la ciudad fue sede episcopal, y permaneció bajo la jurisdicción del obispado durante varios siglos, por lo que su historia y su evolución está marcada por la influencia que ejercieron sus sucesivos obispos.
El Convento de San Francisco está situado en una posición elevada que domina gran parte de la ciudad, y al salir del albergue se puede contemplar desde esa altura una de las imágenes más completas de su catedral, encajonada entre calles estrechas y pequeñas plazuelas que no permiten una adecuada visión del excepcional edificio. Entre los tejados se puede observar claramente su planta de cruz latina, la torre de las campanas, la torre del reloj y el cimborrio gótico como sus elementos más destacados.
La Catedral de San Martiño es el principal monumento religioso de la ciudad, edificada en honor de San Martín de Tours. Su construcción se inició a mediados del Siglo XII en estilo románico tardío, aunque posteriormente se le fueron añadiendo elementos de otros estilos. En su fachada principal, en la que sólo se ha construido una de las dos torres proyectadas, una escalinata conduce hacia el interior de la basílica pasando por el Pórtico del Paraíso que, como el Pórtico de la Gloria de la catedral compostelana, también fue realizado por el taller del Maestro Mateo, pero en este caso conserva toda su policromía.
El proceso de construcción de la estructura del templo se dividió en tres fases, y al igual que el desarrollo de la ciudad estuvo condicionado a la iniciativa de los sucesivos obispos de la época. En la primera, bajo el obispado de Pedro Seguín (1157-1169), se construye el ábside central y gran parte de los ábsides laterales. La segunda corresponde al Obispo Alfonso (1174-1213), y en ella se completan los ábsides laterales, se construye el trasepto con las portadas en ambos extremos del crucero y se levanta gran parte de la nave central. Bajo el episcopado del Obispo Lorenzo (1216-1248) se concluye el resto de la obra y se completa el Pórtico del Paraíso. El cimborrio gótico se comenzó a levantar en 1499, y a épocas posteriores se deben varias de las obras maestras que encierra en su interior, como el retablo mayor, la sillería del coro y la Capilla del Santo Cristo, auténtica joya del arte barroco donde se venera una imagen del cristo crucificado de un realismo sobrecogedor.
Las estrechas calles del casco histórico son en su mayoría peatonales y se articulan en torno a una Plaza Mayor formada por edificios con soportales. En poco tiempo se pueden recorrer otras pequeñas plazas cercanas como la del Trigo, la del Hierro, la del Corregidor o la de los Caballeros. El barrio cuenta también con edificios señoriales, como el Palacio Episcopal, y con varias iglesias, como la de Santa María Madre, Santo Domingo o Santa Eufemia. En su zona baja se encuentra la fuente del manantial de As Burgas, de donde mana permanentemente un gran caudal de agua caliente a 67ºC que ya era aprovechada en tiempos de los romanos.
El origen y posterior desarrollo de la ciudad está íntimamente relacionado con la construcción del Puente Romano o Ponte Vella sobre el Río Miño, que constituye uno de los principales símbolos de la ciudad, y de cuya estructura original no quedan más que las bases de sus siete arcos. Con 370 metros de longitud, fue construido en el Siglo I, en la época de Augusto, y su arco central fue considerado como el de mayor altura de todo el Imperio Romano. Tras su derrumbe parcial fue reconstruido por primera vez en el Siglo XIII, en tiempos del Obispo Lorenzo, época en que se le dio su aspecto medieval actual. Posteriormente sufrió otras modificaciones, como el derribo en el Siglo XIX de la torre defensiva que aparece en el escudo de la ciudad, y actualmente es de uso peatonal.
Cuando regresé al albergue con la compra para el día siguiente me encontré con varios viejos conocidos. El sevillano Javier y el grupo de los tres italianos preparaban en la cocina una nueva variedad de pasta para la cena, que me invitaron a compartir, pero antes había acordado con Andreas, el teólogo alemán, que iríamos a probar una ración de pulpo en uno de los muchos bares de la zona de tapeo que hay junto a la catedral, y con harto dolor de mi corazón no me quedó más remedio que declinar la invitación.
Nota: Tradicionalmente, el mejor Pulpo á Feira de Galicia se consumía en las localidades del interior de las provincias de Lugo y Ourense, y ello era debido a que se elaboraba poniéndolo a remojo después de haberlo desecado para su conservación. Este es el motivo por el que, hasta que aparecieron los congeladores, que provocan en sus duras fibras el mismo efecto que la eliminación de la humedad por medio del aire y el frío, en los lugares de costa donde se consumía en fresco, el único modo de ablandarlo era mazando sus músculos, lo que, a pesar del mucho esfuerzo, nunca producía un efecto tan uniforme como el secado al que se le sometía tierra adentro.
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Por el Camino de los Mozárabes: Ruta Sanabresa
Viernes 8-6-2012 - De Xunqueira de Ambía a Allariz y Ourense (30,6 Km.)
Salida: 6.25 - Llegada: 14.25
Camino de cruces hacia la Puerta del Paraíso.
Claros y nubes en una jornada primaveral (Mín. 12ºC - Máx. 22ºC)
De haber seguido la ruta prevista, la etapa de hoy me hubiera supuesto recorrer algo más de 22 Km. por la carretera OU-102 hasta llegar a Ourense, lo que no era una propuesta excesivamente atractiva, pero yo tenía otro plan. Con la intención de conocer la renombrada villa de Allariz, me cambiaría de itinerario desplazándome hacia el Oeste, enlazando allí con el ramal del camino que viene desde A Gudiña pasando por Verín. Para ello, tan sólo tenía que recorrer 7 kilómetros adicionales desde Xunqueira de Ambía por una carretera local que recorre varias aldeas del Valle del Arnoia, y si llegaba antes de las 8.30 h. podría participar de una de las jornadas de A Festa do Boi que se estaban celebrando durante esos días. El pequeño sobreesfuerzo merecía la pena.
Al salir del albergue todavía no había amanecido, pero en el tiempo que me llevó atravesar el núcleo de Xunqueira la claridad era ya suficiente como para caminar sin riesgo por el asfalto. La carretera no tiene arcén, pero a esas horas apenas llevaba tráfico, lo que me permitió avanzar ligero y plantarme a la entrada de Allariz cuando todavía quedaban unos minutos para las 8. Entrando al casco viejo por la Rúa do Santo Estevo, un cartel anuncia precaución a los viandantes que se adentran en las calles por donde se va a soltar O Boi, pero todavía queda algo más de media hora, lo que me da un pequeño margen para callejear por la localidad.
La villa de Allariz posee un interesante casco antiguo que ha sido declarado Conjunto Histórico Artístico, y que gracias su rehabilitación integral ha recibido el Premio Europeo de Urbanismo en 1994. De su dilatada historia destaca la época medieval, pues ya en el Siglo XII le fueron concedidos los fueros que la convirtieron en Villa Real, siendo posteriormente nombrada por Sancho IV Llave del Reino de Galicia. Posteriormente fue lugar de residencia del rey Alfonso X El Sabio, y en ella aprendió la lengua gallega en que escribiría sus famosas Cantigas. Fuera de las murallas de su castillo, hoy destruido, que dominaba el paso del Río Arnoia, llegó a desarrollarse una pujante colonia judía.
Además de numerosas casas hidalgas entre las que destaca el Pazo dos Enríquez y la Casa-Torre de Castro Ojea, cuenta en su patrimonio con importantes edificios religiosos como el Convento de Santa Clara, construido en el Siglo XIII con el patrocinio de la esposa de Alfonso X, y que cuenta con un impresionante claustro barroco donde un buen número de monjas clarisas pasan actualmente muchas de las horas de su clausura.
Recorriendo los variados rincones a donde me llevan sus calles empedradas de aspecto medieval se pueden visitar las iglesias románicas de San Esteban, de Santiago y de Santa María de Vilanova, o la más tardía de San Benito, de construcción barroca. Conserva también varios edificios relacionados con antiguas actividades artesanales, como tejedores, curtidores o panaderos, integrados en un interesante parque etnográfico.
Durante la semana del Corpus se celebra cada año A Festa do Boi, que tiene su origen en las disputas medievales entre cristianos y judíos, y en la que se rememora la salida de un buey por las calles de la villa para hacer respetar las procesiones cristianas que salían en esas fechas y que eran objeto de burla por algunos miembros de la comunidad judía. La parte que yo pude presenciar fue un tanto decepcionante, probablemente porque después de una semana repitiendo el mismo ritual, las ansias festivas estaban ya bastante colmadas. Participaban en ella poco más de un centenar de personas que acompañaban al buey en su recorrido al grito de ahí ven o boi, la mayoría jóvenes, en muchos de los cuales se notaban los efectos de haber pasado toda una noche de juerga, y que se fueron reuniendo en la Plaza Mayor después de los escasos diez minutos que duró el recorrido. Poco después salió del edificio del Ayuntamiento una comparsa de tambores que anunciaba el fin del evento, acompañada con cantos y bailes por los allí presentes, y en ese momento decidí proseguir mi camino.
Desde la Praza Maior, el camino sale de Allariz por el Puente de Vilanova, un espléndido puente medieval que salva las aguas del Río Arnoia, y se dirige hacia el Norte. La ruta está bien señalizada, aunque se nota claramente que es poco utilizada por los peregrinos. Senderos cubiertos de maleza, flechas amarillas casi borradas por el paso del tiempo, señales oficiales ocultas detrás de la hierba... pero aún así merecía la pena el cambio de itinerario, porque a través de estrechos senderos y caminos rurales poco transitados atraviesa aldeas y parajes naturales de gran belleza.
Después de pasar junto al pequeño polígono industrial de Allariz y atravesar la autovía A-52 bajo un puente, el itinerario recorre los lugares de Roiriz de Abaixo, Roiriz de Arriba, Rubiás, Os Espiñeiros y Turzás, todos ellos pequeñas aldeas donde todavía viven algunos vecinos en casas de piedra rehabilitadas con mucho acierto, asentadas en lugares con un indudable encanto y rodeadas de naturaleza verde y bosque por los cuatro costados.
El camino pasa muy cerca del Castro de Armeá y del Santuario de Santa Mariña de Augas Santas, lugar donde según cuenta una tradición casi bimilenaria, comenzó a brotar el agua cuando le cortaron la cabeza a la santa que no quiso renunciar a su fe. El culto a su persona se generalizó posteriormente, dando lugar a la construcción de multitud de iglesias en lugares repartidos por toda Galicia y por otros puntos de España. Muy cerca se encuentra un interesante cruceiro, que tiene junto a su base un peto de ánimas, lugar dedicado a los rezos en recuerdo de las almas que están en el purgatorio.
Tras recorrer la aldea de Abeledo, en la parroquia de Santiago de Rábeda, el camino se encuentra de nuevo con la carretera en Pereiras, donde vuelvo a retomar la ruta que viene desde Xunqueira de Ambía, que ya no abandonará el asfalto hasta llegar a Ourense. Este último tramo pierde todo el atractivo natural que tenía el anterior porque, además de atravesar el polígono industrial de San Cibrao das Viñas, recorre las zonas urbanizadas de A Castellana, Reboredo y O Cumial, pero tiene varios cruceiros como elementos de interés, y desde el promontorio donde se asienta la Ermita de Santa Águeda se puede contemplar una hermosa panorámica sobre Seixalbo, con la estampa de la ciudad de Ourense al fondo.
Aunque antiguamente estuvo bajo la jurisdicción del obispado y está separado del conjunto de la urbe, el núcleo de Seixalbo pertenece actualmente al ayuntamiento de Ourense. Sus estrechas calles empedradas y sus tradicionales casas arracimadas le valieron la declaración de Conjunto de Valor Etnográfico. En su plaza destaca un elaborado cruceiro, construido en el Siglo XVIII en estilo plateresco y cuya base ha sido renovada recientemente, que junto con la Iglesia de San Breixo constituyen dos de sus elementos más destacados.
Caminando después por la Vereda Real se accede directamente a las primeras casas de la Avenida de Zamora, ya en la ciudad de Ourense, y siguiendo en una interminable línea recta por las Calles de Nosa Señora da Saínza y Pena Trevinca se llega al final de una larga cuesta arriba al antiguo Convento de San Francisco, donde actualmente se encuentra el albergue de peregrinos. Pero antes de terminar el recorrido me detuve ante el sugerente escaparate de una panadería, y no pude resistirme a comprar un buen trozo de empanada que me serviría para completar la comida.
El albergue es de propiedad municipal, acogedor y con buenas instalaciones, pero tiene algunas carencias. No tiene lavadero, y la ropa se pone a secar en unos secaderos portátiles que se ponen al sol en plena calle, al igual que las bicicletas, lo que no aporta mucha seguridad. A mitad de jornada cierra sus puertas durante un par de horas, pero respetando a los peregrinos que ya están alojados. Yo aproveché ese intervalo para ducharme, comer y descansar, con la vista puesta en el recorrido que me esperaba por la tarde.
Con 108.000 habitantes, la ciudad de Ourense es la más poblada del interior de Galicia, y está emplazada en una honda depresión por la que discurre el cauce del Río Miño. Su desarrollo comenzó en la época romana, en torno a la construcción de un puente sobre el río, el cual formaba parte de la vía que unía las principales ciudades de la provincia de Gallaecia, las actuales Braga, Lugo y Astorga. Los romanos habían sido atraídos a la zona por las importantes reservas de oro que escondían sus aguas, y mientras duró la explotación disfrutaron también de sus fuentes de aguas termales, conocidas como As Burgas. En la Edad Media la ciudad fue sede episcopal, y permaneció bajo la jurisdicción del obispado durante varios siglos, por lo que su historia y su evolución está marcada por la influencia que ejercieron sus sucesivos obispos.
El Convento de San Francisco está situado en una posición elevada que domina gran parte de la ciudad, y al salir del albergue se puede contemplar desde esa altura una de las imágenes más completas de su catedral, encajonada entre calles estrechas y pequeñas plazuelas que no permiten una adecuada visión del excepcional edificio. Entre los tejados se puede observar claramente su planta de cruz latina, la torre de las campanas, la torre del reloj y el cimborrio gótico como sus elementos más destacados.
La Catedral de San Martiño es el principal monumento religioso de la ciudad, edificada en honor de San Martín de Tours. Su construcción se inició a mediados del Siglo XII en estilo románico tardío, aunque posteriormente se le fueron añadiendo elementos de otros estilos. En su fachada principal, en la que sólo se ha construido una de las dos torres proyectadas, una escalinata conduce hacia el interior de la basílica pasando por el Pórtico del Paraíso que, como el Pórtico de la Gloria de la catedral compostelana, también fue realizado por el taller del Maestro Mateo, pero en este caso conserva toda su policromía.
El proceso de construcción de la estructura del templo se dividió en tres fases, y al igual que el desarrollo de la ciudad estuvo condicionado a la iniciativa de los sucesivos obispos de la época. En la primera, bajo el obispado de Pedro Seguín (1157-1169), se construye el ábside central y gran parte de los ábsides laterales. La segunda corresponde al Obispo Alfonso (1174-1213), y en ella se completan los ábsides laterales, se construye el trasepto con las portadas en ambos extremos del crucero y se levanta gran parte de la nave central. Bajo el episcopado del Obispo Lorenzo (1216-1248) se concluye el resto de la obra y se completa el Pórtico del Paraíso. El cimborrio gótico se comenzó a levantar en 1499, y a épocas posteriores se deben varias de las obras maestras que encierra en su interior, como el retablo mayor, la sillería del coro y la Capilla del Santo Cristo, auténtica joya del arte barroco donde se venera una imagen del cristo crucificado de un realismo sobrecogedor.
Las estrechas calles del casco histórico son en su mayoría peatonales y se articulan en torno a una Plaza Mayor formada por edificios con soportales. En poco tiempo se pueden recorrer otras pequeñas plazas cercanas como la del Trigo, la del Hierro, la del Corregidor o la de los Caballeros. El barrio cuenta también con edificios señoriales, como el Palacio Episcopal, y con varias iglesias, como la de Santa María Madre, Santo Domingo o Santa Eufemia. En su zona baja se encuentra la fuente del manantial de As Burgas, de donde mana permanentemente un gran caudal de agua caliente a 67ºC que ya era aprovechada en tiempos de los romanos.
El origen y posterior desarrollo de la ciudad está íntimamente relacionado con la construcción del Puente Romano o Ponte Vella sobre el Río Miño, que constituye uno de los principales símbolos de la ciudad, y de cuya estructura original no quedan más que las bases de sus siete arcos. Con 370 metros de longitud, fue construido en el Siglo I, en la época de Augusto, y su arco central fue considerado como el de mayor altura de todo el Imperio Romano. Tras su derrumbe parcial fue reconstruido por primera vez en el Siglo XIII, en tiempos del Obispo Lorenzo, época en que se le dio su aspecto medieval actual. Posteriormente sufrió otras modificaciones, como el derribo en el Siglo XIX de la torre defensiva que aparece en el escudo de la ciudad, y actualmente es de uso peatonal.
Cuando regresé al albergue con la compra para el día siguiente me encontré con varios viejos conocidos. El sevillano Javier y el grupo de los tres italianos preparaban en la cocina una nueva variedad de pasta para la cena, que me invitaron a compartir, pero antes había acordado con Andreas, el teólogo alemán, que iríamos a probar una ración de pulpo en uno de los muchos bares de la zona de tapeo que hay junto a la catedral, y con harto dolor de mi corazón no me quedó más remedio que declinar la invitación.
Nota: Tradicionalmente, el mejor Pulpo á Feira de Galicia se consumía en las localidades del interior de las provincias de Lugo y Ourense, y ello era debido a que se elaboraba poniéndolo a remojo después de haberlo desecado para su conservación. Este es el motivo por el que, hasta que aparecieron los congeladores, que provocan en sus duras fibras el mismo efecto que la eliminación de la humedad por medio del aire y el frío, en los lugares de costa donde se consumía en fresco, el único modo de ablandarlo era mazando sus músculos, lo que, a pesar del mucho esfuerzo, nunca producía un efecto tan uniforme como el secado al que se le sometía tierra adentro.
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3 comentarios:
Si todo el camino es una maravilla, esta etapa me ha entusiasmado. En el verano de 2011 estuve en Allariz y en Orense y me ha encantado volver a visitarlas de tu mano. Por ponerle un pero: no puedo discrepar contigo, con lo que me gusta sacarle punta a todo.
Gracias, Lola. Estoy encantado de que sigas leyendo estas etapas y de que disfrutes con ellas. Por lo de las discrepancias no te preocupes, porque una dosis de avispillas de vez en cuando despiertan el ánimo. Jejeje
Veo que de historia bien, pero de gastronomía poco, haber pasado por la zona vieja de Orense sin probar la oreja es un "pecado" imperdonable
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