lunes, 6 de diciembre de 2010

Etapa 10: SANTO DOMINGO - VILLAFRANCA MONTES DE OCA

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Miércoles, 6-10-2010: De Santo Domingo de la Calzada a Villafranca Montes de Oca (35 Km.)

  Una jornada sin pena ni gloria

Cielos soleados con algunas nubes. Temperaturas agradables


Me sirven el desayuno en una madrugadora cafetería, café con leche y un par de ahorcaditos, pasteles de hojaldre y crema de almendra típicos del lugar. Emprendo la ruta por la Calle Mayor, que me lleva hasta el final del recinto amurallado. Antes de alcanzar el puente que cruza el Río Oja, ya enfilada la salida de Santo Domingo, un niño de unos 5 ó 6 años que va de la mano de su madre me desea ¡Buen Camino! y pasan unos segundos antes de que le conteste con un ¡Gracias!  A estas horas...¡Qué curioso! él tan despierto... y yo tan dormido.

 Emprendo hoy una nueva etapa en la que, siempre en paralelo a la N-120 que une Logroño con Burgos, dejaré atrás los caminos de La Rioja para entrar en tierras de Castilla. Me espera un rosario de pequeñas localidades que se suceden a poca distancia unas de otras, ninguna con una especial significación histórica, siguiendo un camino que me llevará por parajes casi desarbolados hasta la ladera de los Montes de Oca, separación natural entre las cuencas del Ebro y el Duero.

Desde Santo Domingo hay que recorrer algo más de seis kilómetros para llegar a Grañon, típico pueblo del camino  atravesado por una Calle Mayor, con la iglesia de San Juan Bautista en el centro, que en su día estuvo rodeado de murallas para defenderse de los musulmanes. Es el último pueblo de La Rioja.


Tras cruzar un arroyo jalonado por unas choperas, el camino asciende a una pequeña elevación donde sólo un cartel nos anuncia que ahí se encuentra el límite con Castilla. Al fondo de la imagen se puede ver la localidad de Redecilla del Camino, situada del otro lado de la carretera, que también se atraviesa a lo largo de su Calle Mayor. Robusta iglesia parroquial con una famosa pila bautismal de estilo románico, buenas casas de piedra y algún escudo heráldico.



Otro arroyo y otra pequeña subida nos llevan hasta Castildelgado, del mismo estilo que el pueblo anterior, pero más pequeño. Volviendo a bajar, se vuelve a repetir la misma historia. Hay que cruzar un arroyo y ascender una loma alargada  para llegar  Viloria de Rioja, que es un pueblo castellano a pesar de su nombre. En general de construcción más humilde, aquí el estilo de las edificaciones es distinto, ya que la piedra se alterna con el adobe y la madera como materiales predominantes. La iglesia y alguna de sus casas han sido restauradas recientemente con gran acierto y utilizando esos materiales originales.



En esta pequeña localidad nació  y fue bautizado en el año 1019 un tal Domingo García, que dedicó su vida a la atención a los peregrinos. Construyó la calzada entre Nájera y Redecilla del Camino y, por sus numerosas obras, fue elevado a los altares como Santo Domingo de la Calzada. Actualmente es el patrón de los Ingenieros de Caminos.

El camino sigue su curso entre campos de cereal  y nos acerca a la N-120. Durante un buen trecho un andadero avanza en paralelo a la carretera y, pasando por Villamayor del Río, se prolonga después hasta las inmediaciones de una fábrica de maderas, donde el terreno se estrecha y hay que cruzar de nuevo el asfalto,  ahora en una zona peligrosa y con poca visibilidad. Bajando por una pista que bordea un arroyo arbolado, el Camino de los Paúles, entramos en Belorado por el barrio de su antigua judería.

Situada al pie de un cerro donde se conservan las ruinas de un castillo que defendía la antigua frontera entre los reinos de Castilla y Navarra, Belorado es la localidad más importante de la etapa de hoy, con algo más de 2.000 habitantes . Además del Convento de las Clarisas, cuenta con otras dos iglesias, la de Santa María la Mayor (Siglo XVI) y  la de San Pedro (Siglo XVII). Por ser un tradicional punto de fin de etapa, es también uno de los pueblos del camino que cuenta con más albergues. Entre los soportales de la Plaza Mayor, donde cada lunes desde el Siglo X se celebra un mercado, encuentro un buen lugar para tomar una cerveza y reponer fuerzas. También aprovecho para rellenar un pequeño hueco en la mochila con un bocadillo y un par de frutas.


Hasta aquí me he cruzado frecuentemente con grupos de peregrinos, pero ninguno tan singular como el que encuentro a la salida de Belorado. Se trata de dos hombres jóvenes en compañía de un perro y una mula que van peregrinando en familia. Con aspecto de venir de muy lejos, avanzan a un ritmo relajado, con la carga acomodada sobre alforjas a lomos de la mula, que despreocupadamente ramonea todo lo verde que va encontrando a la vera del camino. Duermen al raso o en cualquier refugio improvisado y llevan  consigo todo lo que necesitan. El perro les abre camino. Progresan sin prisa, pero sin pausa, como los antiguos romeros medievales.

Pronto me encuentro con un tramo que me trae recuerdos, justo en el lugar donde el año anterior fuimos atacados salvajemente por el "barro asesino" que estuvo a punto de inutilizar nuestras bicicletas. Pero en esta ocasión no se repetirá el problema porque, al igual que en muchos otros tramos, han renovado la plataforma del camino y cambiado su firme para facilitar el tránsito a los peregrinos, lo cual es de agradecer. También pude identificar la casa en la que amablemente nos prestaron ayuda, justo a la entrada de  la localidad de Tosantos. Desde allí se puede ver la Ermita de Nuestra Señora de la Peña, construida en el interior de una cueva situada en la ladera de un cerro próximo.


La pista agraria sigue entre campos de cereal, ahora roturados, hasta llegar a Villambistia. Muy próximo a la Iglesia de San Esteban hay un pequeño parque con una fuente que mana abundante agua, un lugar con buena sombra para detenerse a dar buena cuenta del bocadillo que llevo en la mochila y llenar la cantimplora. Alcanzo a cruzar unas palabras con un grupo de simpáticas francesas y, al despedirse, una de ellas accede a sacarme una foto para el recuerdo.

Ya de camino hacia el final de la etapa voy ganando altura progresivamente, aunque de forma poco perceptible, siempre con la presencia cercana de la N-120. Una vez ha quedado atrás Espinosa del Camino se deja a un lado lo poco que queda de las ruinas mozárabes del Monasterio de San Felices de Oca, construido en el Siglo XI, que acogió en su día los restos del Conde Diego Porcelos, fundador de la ciudad de Burgos.


Se entra en Villafranca Montes de Oca caminando al borde de la carretera por un pequeño puente de madera que atraviesa el Río Oca; enseguida aparecerá el albergue. Ubicado en el edificio de la antigua escuela, sus aulas, ahora dormitorios, conservan todavía la pizarra en su pared frontal. El gran patio trasero se usa como lavadero-tendedero de los peregrinos. Hay que aprovechar el poco tiempo de sol que queda para secar la ropa recién lavada. Estamos  al pie de la sierra a 950 metros de altitud y esta noche hará frío.


Como el resto del pueblo, el albergue es bastante austero aunque cuenta con los servicios suficientes. Aquí me vuelvo a encontrar con  el risueño japonés con el que ya he coincidido en las dos jornadas anteriores y  que seguía ruta en compañía  de la peruana amante de los astros y del canario de verbo fácil. Parece que ha decidido seguir en solitario porque entre sus dos compañeros han surgido otros intereses comunes difíciles de compartir.

El pueblo de Villafranca Montes de Oca está formado por poco más de cuatro casas a ambos lados de su Calle Mayor,  la N-120, que por su estrechez y el abundante tráfico que soporta se convierte en una peligrosa travesía. Aparte del antiguo Hospital de San Antón Abad, reconvertido en establecimiento hotelero que cuenta también con albergue, el principal edificio del pueblo es la Iglesia de  Santiago, reconstruida a principios del siglo XIX en estilo neoclásico. Los peregrinos que deciden salir de ronda se encuentran forzosamente en la tienda-bar donde se puede tomar una cerveza, o en el restaurante El Pájaro, donde sirven un buen menú del peregrino para la cena.



Poco más queda por recorrer que comprobar el comienzo del itinerario para el amanecer del día siguiente, que se inicia en una pronunciada subida. El sol se oculta pronto tras las montañas y habrá que retirarse al albergue. Después de consultar el correo electrónico, toca charlar un rato o aprovechar al máximo las horas de sueño. Ya vendrán días con emociones más fuertes.


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2 comentarios:

Nando dijo...

En el día de la Patrona de la Infantería, no puedo dejar de hacer un comentario a un peregrino de a pie, que como buen infante, pisa el terreno, se integra en él y lo da a conocer
Avispa, Alcornoque .....
Feliz Inmaculada

Andarilho dijo...

Genial.

Fiz o Caminho Francês em 2010 e passei em Villafranca Montes de Oca no dia 14Maio2010.
Gostei muito do teu relato; parabéns.

Um abraço desde Porto-Portugal.
Mário