martes, 23 de noviembre de 2010

Etapa 7: VILLAMAYOR DE MONJARDÍN - VIANA

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Domingo, 3-10-2010: De Villamayor de Monjardín a Viana (31 Km.)

  Un concierto de alto nivel

Cielos cubiertos con nubes altas y algunos claros. Temperaturas suaves


En lo más alto de Villamayor, bajo un cielo abierto y plagado de brillantes estrellas del que me separa únicamente el techo abuhardillado del albergue, suena en la oscuridad de la noche un concierto de instrumentos de viento que parecen seguir una acompasada partitura: Unos y otros entran alternativamente en acción, produciendo una serie de armónicos naturales que dan lugar a una brillante composición, dirigida por la batuta imaginaria de un director también virtual...

¡Grrssh... Grrrrrsh... GRRsssh...!        ¡Brrrrfff... BrrrFFFF... BrrFffff...!
¡Brrrrrr... Brrrr... BRRRRRR...!        ¡HHrrrrrff... HRff... HRRRRRfffffff!
¡Zzzzrr... ZZZZrr... ZZrrrggg...!          ¡Fzrzrrr... FFFzzzzzz... FFzzzzRRR...!

El sonido me envuelve, inundando por completo el volumen de la estancia. Al intentar localizar el origen del que proviene tan magistral interpretación, veo que son los tres coreanos varones actuando perfectamente coordinados. ¡Qué potencia de nariz! ¡Increíble el nivel de afinación de los instrumentos! Pero...¿Qué se puede hacer ante esto? ¡Son muchos contra uno solo! Intento relajarme y continuo disfrutando durante un buen rato de esta inesperada sinfonía. Progresivamente... mi umbral de percepción sonora se va relajando... y vuelvo a quedarme dormido... plácidamente dormido...

Hoy al levantarme, mientras organizo mi mochila, puedo apreciar algo que no me había dejado ver la oscuridad de la noche: La directora de orquesta parece ser la mujer. Nada más levantarse reúne en torno a sí al resto del grupo y, sosteniendo entre sus manos una especie de libro-partitura escrito en caracteres orientales, comienza a recitar una  jaculatoria semejante a las de los rituales religiosos, en la que todos ellos responden a coro con aire de contrición. Debe de estar corrigiendo los errores observados unas horas antes. ¡Tranquilos! ¡La próxima vez os saldrá perfecto!


Durante el desayuno, servido en horario holandés, cruzo unas palabras con un italiano que se desenvuelve aceptablemente en español. Comienzo a andar hacia el Oeste cuando todavía no ha amanecido, siguiendo inicialmente la ruta que ya había inspeccionado durante la tarde anterior. El día comienza a iluminarse cuando ya llevo un rato andando. La salida de Villamayor está jalonada por grandes extensiones de viñedos. El camino ahora es amplio y discurre por un terreno llano y  prácticamente deshabitado durante los doce kilómetros que siguen hasta Los Arcos.


Avanzo rápido entre tierras de cultivo, en una zona en la que hay poco que destacar, aparte de varios cruces, una fuente y alguna chopera. Bueno, sí que hay algo que merece una fotografía, ya que junto a un pinar a la entrada de Los Arcos me cruzo con cuatro simpáticas francesas ya entradas en años, Las Chicas de Oro, con las que había coincidido la tarde anterior en el lavadero y que se habían reído un rato con mi forma de centrifugar la ropa. ¡Bon chemin...et bon appétit!.


Se entra en Los Arcos con un recorrido a lo largo de su Calle Mayor, junto a nobles y antiguas casonas, que nos lleva a la Plaza de Santa María, donde destaca la gran torre barroca y la fachada plateresca de la Iglesia de Santa María. Aunque su planta es de cruz latina, ya que se comenzó a construir en el Siglo XII, sus obras no terminaron hasta el Siglo XVIII, de ahí su mezcla de estilos.



Hasta llegar a Sansol hay casi siete kilómetros de terreno llano. El camino continúa sin grandes complicaciones por tierras de labor, hasta que a lo lejos aparece la esbelta torre de la Iglesia de San Zoilo. A un tiro de piedra, pero separado por el cauce de un arroyo al que hay que bajar para volver a subir, se encuentra el pueblo de Torres del Río, buen momento y lugar para pararse a tomar un cañón con un gran pincho de tortilla.

Al reanudar la marcha, en una de sus callejuelas me encuentro de frente con la Iglesia del Santo Sepulcro, que con su planta octogonal, recuerda a la ermita de Eunate. En el mismo peculiar estilo románico, fue construida también en el Siglo XII, y su parte superior se empleaba como faro para guiar a los peregrinos en la noche. El cilindro que se aprecia a la izquierda de la foto alberga una escalera de caracol destinada a dar servicio al faro.





El  tramo siguiente está prácticamente deshabitado. En él se suceden innumerables subidas y bajadas que van acomodando el itinerario a los pliegues caprichosos de un terreno irregular. En alguna  de ellas el camino avanza por senderos pedregosos o, en medio de una vegetación de monte bajo, atraviesa alguna barranquera de fuerte pendiente en la que se puede resbalar con facilidad. Una capilla solitaria, algún pinar, un par de cabañas de pastores, ninguna fuente... hasta que se llega de nuevo a una llanura plagada de viñedos. A lo lejos ya se distingue Viana, ciudad fundada en  1219 por Sancho el Fuerte, y por la que el heredero al trono de Navarra recibía el título de Príncipe de Viana.



Subiendo por la Calle del Cristo se accede al casco antiguo por un arco, antiguo resto de las murallas que rodeaban la villa y de las que todavía se conserva algún sector en buen estado. Decido dirigirme directamente en busca del albergue, porque aquí hay mucho que ver y será mejor dejar la visita para cuando me haya aposentado, ya un poco más descansado.

El albergue Andrés Muñoz Garde, que recibe este nombre en memoria del que fue uno de los pioneros en señalizar el Camino con las flechas amarillas, está situado en un callejón al fondo del casco antiguo. Es un edificio nuevo de dos plantas, con los servicios comunes en el bajo y los dormitorios en el piso superior. Las habitaciones cuentan con varias literas de tres camas cada una, se supone que para  peregrinos escaladores, y al llegar me encuentro todas las ventanas cerradas. Cuando abro la que tengo más próxima, para que entre un poco de luz, me encuentro con una grata sorpresa. Algo que no se apreciaba desde el nivel inferior de la calle: nos encontramos en el interior del recinto de las ruinas góticas de la Iglesia de San Pedro. En la foto de la derecha se aprecia la situación de mi privilegiado observatorio, la ventana en la que se ve una luz.


Cuando salgo de recorrido me encuentro con un impresionante conjunto monumental. En pleno centro de la ciudad se sitúa la Plaza de los Fueros, formada por el edificio barroco de la Casa Consistorial  y la imponente Colegiata de Santa María que, comenzada en el Siglo XIII, fue modificada y ampliada posteriormente. Tiene el tamaño de una catedral, con tres naves y once capillas laterales, y cuenta además con un retablo excepcional, una portada  principal renacentista y una torre de estilo Herreriano.



Todo el casco viejo está declarado conjunto histórico-artístico, y además de las murallas con sus cuatro portales, y de las recuperadas ruinas de San Pedro, otros monumentos a destacar son el Convento de San Francisco, el palacio de la Casa de la Cultura, el Palacio de Pujadas... pero por hoy ya he andado bastante y mi pierna todavía requiere de un poco de cuidado. Me voy ahora a buscar un sitio para cenar y, tomando una caña, me encuentro con Enrico, el italiano con el que desayuné esta mañana, y con una pareja de alemanes de nombre difícil de reproducir (hombre y mujer) con los que terminaré la jornada en torno a una mesa. Un poco de conversación después de contemplar tantas piedras me deja en condiciones perfectas para dormir hasta el día siguiente. Sobre todo después de que hoy el Deportivo haya perdido por  6 -1  frente al Real Madrid...


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4 comentarios:

Nando dijo...

Lo del pincho de tortilla no deja de ser una pequeña apotación a lo que pedía ayer.
Pero podías añadir que era lo que comían los peregrinos foraneos, si traían algo peculiar, o que era lo que más destacaban de lo que comían aquí

Be* dijo...

Empiezas a tener un público exigente, jeje

La verdad es que tuvo que tuvo que ser un momento "mágico" cuando abriste la ventana del albergue y viste las ruinas, aunque no lo suficiente como para hacerte olvidar al Dépor, jeje

Miguel Aradas dijo...

Has sido tú la que lo ha definido como momento "mágico", pero realmente así fue, porque si pudieras asomar la cabeza por la ventana verías mucho más de lo que aparece en la fotografía, que es sólo una pequeña parte.

El instante debió de ser tan llamativo que enseguida hubo otra gente que empezó a abrir ventanas a lo largo del pasillo para contemplar el panorama.

A la salida del albergue se puede recorrer cada rincón de las ruinas, e incluso salir al jardín posterior, que está delimitado por la parte que se conserva de las murallas medievales, formando un excelente mirador elevado desde donde disfrutar de una puesta de sol.

Te hubiera gustado.

Be* dijo...

Ahora me dejas con las ganas...quiero ver más fotos, o incluso mejor...me gustaría verlo algún día = )

Olvidé comentarte que los colorines de los ronquidos son todo un acierto, dan una idea mejor y más completa de las distintas tonalidades y armonías de la serenata.