domingo, 12 de diciembre de 2010

Etapa 12: BURGOS - HONTANAS

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Viernes, 8-10-2010: De Burgos a Hontanas (32 Km.)

  La reencarnación de Búfalo Bill

Muy nuboso por la mañana y despejado por la tarde. Temperaturas agradables.



Burgos marca para muchos peregrinos un punto final en el Camino. Bien porque finalizado su tiempo han de terminar aquí su andadura, o bien porque utilizan otros medios para dar un gran salto hasta León, evitando así atravesar la meseta, a la que consideran monótona, solitaria y aburrida. No saben lo que se pierden.

Al salir del albergue, el camino recorre uno de los  laterales de la Catedral y, siguiendo calle arriba, abandona el recinto amurallado por el Arco de San Martín. Tras cruzar el Río Arlanzón continúa por el Parque del Parral en dirección al Campus Universitario y a las últimas urbanizaciones de la ciudad. Me detengo al pasar junto al Hospital del Rey, lugar de acogida de peregrinos desde el siglo XII, que ha sido recientemente restaurado y convertido en sede del Rectorado de la Universidad. Se trata de un conjunto renacentista estructurado alrededor de una iglesia, cuyos patios y jardines merece la pena visitar.


El recorrido que viene a continuación no ofrece muchas alegrías logísticas y hoy todavía no he desayunado. Aprovecho que justo enfrente hay un lugar adecuado y me detengo a desayunar, a comprar un bocadillo y un par de frutas que me servirán de comida, y a cargar la cantimplora de agua. Una vez estoy bien aprovisionado ¡Tira millas!

A la altura de Villalbilla, donde se superan las últimas urbanizaciones a la salida de la ciudad,  la ruta avanza por la Vega del Arlanzón dejando atrás el ruido de las vias del tren, algún tramo de carretera y más de un cruce con la autopista. Sobrepasada la cercana localidad de Tardajos, enseguida llega el silencio y la paz que caracterizan el transcurrir por los amplios y despejados campos de Castilla.


Al salir de Rabé de las Calzadas, un pequeño pueblo de 200 habitantes edificado en torno a la Iglesia de Santa Marina, vuelven las amplias extensiones dedicadas al cereal, dominadas en esta época del año por los colores ocres del barbecho.

Poco que destacar hasta llegar al desvío que lleva a la Fuente de Praotorre, un verdadero oasis junto al camino donde descansar al abrigo de una chopera. Al acercarme, me cruzo con una peregrina que me advierte, con gesto de frustración, de que no merece la pena molestarse, porque "la fuente está seca". Sigo adelante a pesar de la advertencia porque, más que rellenar mi cantimplora con agua fresca, mis necesidades más urgentes requieren que descargue el líquido que me sobra en un lugar apartado... 

Una vez relajado el espíritu desvío mis intereses hacia la fuente, que recuerda a las que salen en las películas del oeste, y es entonces cuando aprecio algún detalle que me hace pensar... A un lado, varias botellas de agua que parece potable... en las paredes, inscripciones en varios idiomas con un mensaje coincidente... ¿Seguro que la fuente está seca?

Para ver el vídeo, "zóupalle ó Play"

Más que una fuente, se trata de una bomba de agua manual, que hay que cebar para que no funcione en vacío.  Por eso había a su lado unas botellas con agua... y multitud de inscripciones en varias lenguas hechas a mano por los peregrinos, advirtiendo con insistencia del asunto. ¡No hay como ser de ciudad para sorprenderse cada día con los pequeños descubrimientos que nos emocionan de la vida rural! Suerte tuvo la pareja que llegó detrás de mí, que tampoco veían la manera de saciar su sed, y quedaron eternamente agradecidos. No costaría nada poner un cartel bien visible, con las instrucciones claras, para evitar un mal rato al peregrino que llega sediento.


El siguiente trecho discurre por una larga y árida meseta que termina desembocando en la bajada de "Matamulos", una fuerte pendiente que desciende a la "Castilla profunda" donde se encuentra Hornillos del Camino.

Aunque no alcanza a reunir cien vecinos, esta pequeña localidad que se articula a ambos lados de su Calle Real cuenta con un albergue de peregrinos. Junto a la Iglesia de San Román hay un monolito coronado por un gallo blanco que recuerda el milagro de Santo Domingo de la Calzada. Aquí vuelvo a encontrarme con la peregrina que no encontró agua en la fuente. Por fin había conseguido saciar su sed.



Al salir de Hornillos, siguiendo siempre por una amplia pista agraria, se inicia la subida a una nueva meseta tan falta de referencias visuales como la anterior. Hay que recorrer casi seis kilómetros para llegar a San Bol, un pequeño oasis algo apartado del camino y en medio de una chopera, donde se encuentra un diminuto albergue ya cerrado en esta época del año. Aunque el agua mana de forma abundante bajo unas piedras, el caudal está canalizado hacia una especie de abrevadero. Sopla un viento bastante fresco, pero aprovecho la quietud del merendero para comer el bocadillo que llevo en la mochila. Algún peregrino pasa por aquí sin detenerse.



De vuelta al páramo, nada nuevo rompe la quietud infinita  de estos campos solitarios. El cruce con una carretera local y un cartel que anuncia el albergue de una localidad próxima son los únicos elementos que destacan en un paisaje invariable. Sopla una suave brisa... Ancha es Castilla... Pero de forma casi inesperada el terreno comienza a descender formando una hondonada, donde surge un nutrido grupo de casas en torno a una iglesia. Se trata de la localidad de Hontanas que, con sus 67 habitantes, es el destino final de mi etapa de hoy.


Junto a la iglesia, en el centro del pueblo, está el albergue El Puntido. Ubicado en una casa del Siglo XVIII restaurada, cuenta con  un pequeño bar  con terraza exterior y un buen comedor donde sirven comidas. Muy bien acondicionado, su única diferencia con una casa de turismo rural es que en los dormitorios hay literas. Buenas duchas, cocina y lavaderos con secadero al sol, y buena atención. Elijo una cama en uno de los dormitorios del primer piso. He llegado pronto y tengo tiempo sobrado para asearme, lavar la ropa, descansar y preparar la etapa de la próxima jornada. Mientras, irán llegando el resto de peregrinos.


Una vez concluidas mis tareas reservo algo de tiempo para descansar, y me tumbo sobre la cama atravesado, mirando al techo, y con los pies en alto apoyados en el radiador de la pared.

En la cama de al lado hay un vecino también recostado. Un tipo de semblante triste, alto, enjuto y ya entrado en años, con una respetable cabellera gris y con una perilla más bien larga, de varios meses. Al cabo de un rato todavía no le he oido articular una sola palabra, y para romper el hielo le comento alguna de las cualidades del albergue... Por su contestación le entiendo que es americano de "iuesei" y que no habla español. Utilizando mis más amplios recursos lingüísticos, de una sola vez y con una perfecta entonación  le digo: "I don´t speak English", y ambos seguimos inmersos en nuestra fase de meditación...


En la posterior visita al pueblo tendré tiempo a recorrer todas sus calles y rincones. A la salida del albergue, detrás de la iglesia, hay una espléndida fuente y una casa de turismo rural donde entro a tomar una cerveza. Un poco más abajo, siguiendo la Calle Real, hay otro albergue recién inaugurado en una casa que también ha sido restaurada con muy buen gusto.

La Iglesia de la Inmaculada Concepción, con una recia torre neoclásica, está atendida por una mujer que la mantiene abierta a los peregrinos. El olor a humedad en su interior y una importante grieta que amenaza la integridad de su estructura, transmiten un aspecto de resignado abandono, aunque la buena señora asegura que la grieta lleva ahí desde que ella tiene memoria.

En un rodeo por el exterior del pueblo observo la actividad de varios paisanos, que descargan uva de un tractor para introducirla en el interior de una cueva. Al acercarme a curiosear, involuntariamente me convierto en el centro de atención y me invitan a probar unas uvas o un vaso de mosto, lo que quiera. Acepto gustoso el vaso de mosto, que me confiesan que sale turbio porque está recién pisado con los pies, a la manera tradicional que ya casi ha desaparecido. Buen vino ha de salir de un mosto tan agradable.


Continúo después con el rodeo que me llevará hasta el cementerio, en este caso separado de la iglesia, y dando por finalizada la visita, de vuelta hacia el albergue me entretengo delante de la puerta de un almacén a contemplar cómo una señora está debullando un buen montón de almendras.  En ese momento, suena a mi espalda una voz femenina:

- Perdón, señor, buenas tardes. ¿de dónde es usted?
- Buenas tardes, soy de La Coruña.
- Veo que le gustan las fotografías. ¿Le gustaría retratar una obra de arte? Le digo esto porque Ud. es español, que si fuera extranjero no se lo diría. ¡Esos son muy raros!
Sorprendido por la proposición, le contesto un tanto desconfiado:
- Pues sí... en serio... me gustaría.
Allí al lado, me conduce al interior de otro almacén. Tras su portalón metálico se encierra una auténtica sorpresa.



Se trata de una maqueta de la catedral de Burgos en madera que su marido ha ido tallando en los ratos libres. En otro rincón está también la iglesia del pueblo con el retablo y el resto de su interior a escala, incluida una figurita que representa al párroco dando misa, además, una maqueta de Hontanas con todas sus calles y casas, y otras obras de arte del estilo ¡Y Yo que pensaba que este pueblo tenía poco que ver!.

Esta noche en el albergue nos hemos reunido un buen grupo a cenar en torno a una mesa, por primera vez compuesta toda de españoles. Cinco catalanes con los que coincidí en el Hospital del Rey, a la salida de Burgos, una pareja de murcianos, recién casados, dos madrileños y un gallego. Alguno no se podía explicar la razón por la cual el gallego se había desplazado tan lejos para volver a casa haciendo el Camino desde tan lejos. Después de una agradable y amena conversación, supongo que seguirá con la duda.



A mitad de la cena comenzó a llover, y estuvo descargando agua durante buena parte de la noche. Aunque no hace frío, la predicción para mañana es que seguirá lloviendo. Ya veremos cómo levanta el día, ahora toca acostarse a dormir. Cuando entro en el dormitorio, mi silencioso vecino ya lleva un rato en posición horizontal, con las luces apagadas.

Mi litera está próxima a la pared, justo al lado de la puerta de salida. Cuando todavía no he caido en las profundidades del sueño, alguien abre la puerta con sigilo y se activa el detector de presencia que enciende las luces del pasillo. Se trata del americano made in USA, que a modo del "caballero de la triste figura" sale a los servicios. Lo curioso es su indumentaria, que parece copiada de una película de vaqueros. Lleva un auténtico pijama de felpa de cuerpo entero, de esos que tienen una simpática abertura con dos botones en el trasero. ¡La viva estampa del mismísimo Bill Cody en sus momentos íntimos! El hombre debe de tener la próstata hecha fosfatina, porque después de repetirse la misma escena al menos en otras cinco ocasiones a intervalos regulares, mi estado de semiinconsciencia se convierte en una mezcla de imágenes que perturban mi cerebro una y otra vez: Seguro que se trata de la reencarnación de Búfalo Bill... O será un auténtico cuáquero de Pensilvania...  ¡Ya lo tengo! ¡Estoy durmiendo junto al abuelo de Lucky Luke redivivo!


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5 comentarios:

Nando dijo...

Impresionante la catedral de Burgos de madera, lo bien que quedaría, un poco más pequeña en un Nacimiento.
Al final el pueblo pequeño es el que más sorpresas guarda. "Las buenas esencias en jarros pequeños se venden" decía una vieja amiga.
Lo del gallego es que hay gente rara rara rara .... po lo mundo adiante
ei carballeira

Be* dijo...

Me gustó mucho este relato, después de caminar por zonas desiertas aparece la fuente del oeste y hasta el cowboy con pijama incluído; lo raro es que no usara un orinal, jeje.

Miguel Aradas dijo...

¡Pues buena falta le hacía!

Cristina dijo...

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