jueves, 1 de agosto de 2013

ETAPA 5: LAZA - ALLARIZ - OURENSE

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La Vía de la Plata en Bici: De Salamanca a Santiago
El Camino de Fonseca














- Lugares de paso: 1.- Laza - 2.- Tamicelas - 3.- A Alberguería - 4.- Vilar de Barrio - 5.- Xunqueira de Ambía - 6.- Allariz - 7.- Pereiras - 8.- Seixalbo - 9.- Ourense

- Longitud de la etapa: 64,1 Km - Desnivel acumulado en las subidas: 1.239 m.
- Altitud inicial: 482 m. - Altitud final: 181 m.
- Altitud máxima: 965 m. - Altitud mínima: 131 m.
- Nivel de dificultad: 0 - 1 - 2 - 3 -  4 - 5 - E
- Descargar recorrido para ver con Google Earth: Clicar AQUÍ


Jueves 23 de mayo de 2013 (Salida: 8.30 - Llegada: 17.35)
Cielos despejados en otra jornada de buenas temperaturas (Mín: 7ºC - Máx. 22ºC)

Comenzamos con fuerza y terminamos con averías



La noche anterior acordamos con nuestros compañeros de dormitorio el momento de levantarnos. También a los portugueses las 7 les pareció una hora adecuada, y apenas sonaron las primeras alarmas de los móviles, todos nos pusimos manos a la obra. Sin tiempo que perder recogimos todo el equipo, cargamos las bicicletas, y en menos de una hora ya habíamos dejado la llave del albergue en el local de Protección Civil. Después de desayunar en el Café-bar A Picota, comenzábamos a rodar casi a la misma hora que en los días anteriores, poniendo rumbo hacia la salida de Laza por la Rúa do Cruceiro.

Durante los primeros kilómetros se circula sobre el asfalto de la carretera OU-110, que se abandona al entrar en Soutelo Verde, pequeña aldea donde se encuentra la Capilla de los Dolores y se pueden ver buenas muestras de las viviendas tradicionales de la zona, algunas con el maíz colgado a secar en los balcones.















El itinerario continúa aguas arriba del Río Támega, rodeado de un paisaje agradable y por un terreno bastante llano hasta la aldea de Tamicelas. Las pendientes comienzan antes de llegar a  la Capilla de Nuestra Señora de la Asunción, construida en el Siglo XVIII, donde el camino pica con fuerza hacia arriba y nos hace entrar rápidamente en calor. Teníamos por delante la tarea de superar 400 metros de desnivel en un tramo de poco más de cuatro kilómetros con zonas de pendiente muy fuerte.













Conocía la pronunciada y tortuosa subida que asciende por el lomo del Monte da Travesa del año anterior, cuando lo recorrí a pie, y recordaba que tenía un par de tramos que serían difíciles de superar montados sobre las bicicletas. Por eso me había estudiado un itinerario alternativo, un poco más largo y probablemente más llevadero, que se alejaba de la ruta en un determinado punto para reencontrarse con ella unos kilómetros después, una vez superada la parte más complicada.

Aún sin conocerla, nos arriesgamos a seguir la ruta alternativa, un camino que avanza en paralelo al cauce del Arroyo Corga de Valdecabrón e inicialmente parece muy practicable. Y efectivamente lo es, porque mantiene una pendiente muy regular que va ganando altura de manera gradual, y aunque tiene tramos en que se aprecia claramente que no es una ruta muy transitada, porque el firme de tierra comienza a dejarse invadir por la vegetación, nos permite ascender sin sobresaltos y llegar a donde queríamos sin bajarnos de las bicicletas en ningún momento.














Cuando al cabo de un rato retomamos el itinerario principal todavía quedaba mucho que subir, y el pelotón de portugueses nos llevaba una pequeña ventaja, pero la peor parte ya estaba superada. Poco a poco fuimos dando alcance a los más rezagados del grupo, a quienes acabamos sobrepasando cuando la pendiente se hizo más dura, y al llegar a los 910 metros de altitud en que se alcanza la carretera que lleva a la localidad de A Alberguería, en la parte alta del Monte da Requeixada, ya habíamos dado alcance a la cabeza del grupo.













Al final de la subida terminamos compartiendo una foto para el recuerdo:
Rui Morais, Guilherme Faría, Joao Serra, Walter Gonçalves, Miguel Santos, Paulo Oliveira, César Barrios, Miguel Aradas y Víctor Astorga, peregrinos en la Vía de la Plata (Ruta Sanabresa).



Por ser uno de esos lugares peculiares que se marcan como hitos en el camino, A Alberguería es parada obligada. Allí se encuentra el Rincón del Peregrino, un curioso bar regentado por Luis y Mariaje, que entregan a cada peregrino que pasa por allí una vieira en la que puede dejar escrito su nombre, y que luego colgarán en las paredes de alguna de sus salas, recubiertas hasta el último rincón con miles de vieiras con las inscripciones de recuerdo. Como ya no tiene más espacio en el bar, han comenzado a rellenar de la misma manera las paredes del albergue de 24 plazas que han abierto enfrente, en una casa recién rehabilitada, donde por el alojamiento no cobran más que un donativo voluntario.













La mayoría de las casas de A Alberguería están construidas con mampostería de granito, y cuentan con bajo y planta alta cubierta con tejas de cerámica. En el centro del pueblo se encuentra una pequeña ermita dedicada a Santa Mariña, y recientemente se ha recuperado una picota datada en el Siglo XV que hasta hace poco formaba parte del cierre de una finca. Actualmente, los peregrinos pueden pasar junto a este rollo jurisdiccional único en Galicia, antiguo símbolo del Señor que ejercía el poder y la justicia sobre sus súbditos, donde eran cruelmente castigados todo tipo de delincuentes, herejes y otras gentes de mal vivir...















Al salir de la localidad, la subida aún continúa hasta llegar a los casi 1000 metros de altitud del Monte Talariño, en cuyo punto más alto se encuentra una gran cruz de madera donde la montaña llega por el momento a su fin. En el posterior descenso se pueden apreciar buenas panorámicas de la gran llanura agrícola de A Limia, antiguo humedal ocupado en buena parte de su superficie por la Laguna de Antela, ahora desecada. La primera localidad de paso es Vilar de Barrio, que cuenta con un buen albergue y otros servicios.













La ruta continúa sin complicaciones, bordeando la gran llanura por el Norte y atravesando los pequeños núcleos de Bóveda y Vilar de Gomareite, donde se pueden observar varios hórreos típicos, para entrar a continuación en un tramo de varios kilómetros que atraviesa el extremo de la gran extensión dedicada al cultivo en una sucesión de rectas interminables.

En la aldea de Bobadela finaliza de la llanura y comienza una hermosa travesía por el paisaje más típico del interior de Galicia, de terreno ondulado, con subidas y bajadas continuas, atravesando bosques de robles y castaños, pequeños regatos, huertas o zonas de pradera con ganado pastando en libertad, senderos embarrados flanqueados de exuberantes helechos, alguna zona de piedras difícil de franquear... Y así van quedando atrás los lugares de PadrosoCima de Vila y Quintela.














Pronto llegaremos a Xunqueira de Ambía, cabecera de un municipio con algo menos de 2.000 habitantes que debe su nombre a una antigua tradición datada en el Siglo IV, referida a la aparición de la virgen en un juncal próximo, donde se levantaría una pequeña ermita que pronto fue objeto de la devoción popular. Sus calles están organizadas con cierto desorden en torno a la Plaza de San Rosendo, donde se encuentra la sede del Ayuntamiento y un edificio monumental de grandes proporciones, la Colegiata de Santa María la Real, que se construyó a partir del Siglo XII formando parte de un antiguo monasterio. Cuenta con elementos arquitectónicos que van del románico al barroco, entre los que destaca una gran torre adosada a su planta de cruz latina, y su interior se asemeja al de una pequeña catedral, estructurada en tres naves con sus respectivos ábsides.


A partir de aquí, el itinerario que habíamos elegido seguir desde A Gudiña continúa hacia Orense por carretera, lo que no nos resultaba muy atractivo. Como la etapa de hoy no era muy larga, decidimos desviarnos hacia el Oeste para conocer la renombrada villa de Allariz, y retomar a partir de allí el tramo final del otro ramal que viene por VerínXinzo de Limia. El nuevo trayecto no nos supondría una demora mucho mayor de 20 minutos y realmente merecía la pena, aunque nada nos hacía sospechar que tendríamos que detenernos a reparar un inoportuno pinchazo.

La villa de Allariz posee un interesante casco antiguo que ha sido declarado Conjunto Histórico Artístico, y que gracias su rehabilitación integral ha recibido el Premio Europeo de Urbanismo en 1994. De su dilatada historia destaca la época medieval, pues ya en el Siglo XII le fueron concedidos los fueros que la convirtieron en Villa Real, siendo posteriormente nombrada por Sancho IV Llave del Reino de Galicia. Llegó a ser lugar de residencia del rey Alfonso X El Sabio, y en ella aprendió la lengua gallega en que escribiría sus famosas Cantigas. Fuera de las murallas de su castillo, hoy destruido, que dominaba el paso del Río Arnoia, llegó a desarrollarse una pujante colonia judía.













Sus estrechas calles empedradas conservan un intacto aspecto medieval, y en un breve recorrido pueden observarse numerosas casas de origen hidalgo y un importante patrimonio de edificios religiosos. Además del Convento de Santa Clara, construido en el Siglo XIII, merecen ser mencionadas las iglesias románicas de San Esteban, de Santiago, y de Santa María de Vilanova, o la más tardía de San Benito, de construcción barroca. Conserva también varios edificios relacionados con antiguas actividades artesanales, como tejedores, curtidores o panaderos, integrados en un interesante parque etnográfico junto al río.















Después de un breve recorrido en bicicleta por sus lugares más emblemáticos, paramos a comer en uno de los locales de la Praza Maior, donde nos atendieron francamente bien, y continuamos nuestro camino sin detenernos más de la cuenta, saliendo de Allariz por A Ponte de Vilanova, un espléndido puente medieval que salva las aguas del Río Arnoia.




















Las últimas casas de Allariz iban quedando atrás cuando, pasando junto a las naves de un pequeño polígono industrial, un ligero repiqueteo metálico sobre el asfalto nos llamó la atención, algo así como el sonido de las piezas de algún mecanismo cuando se caen al suelo... Y otra vez pillamos "al vuelo" la avería de un transportín, en este caso el de la bici de Víctor, de la que difícilmente nos hubiésemos percatado si nos hubiera ocurrido poco después circulando por un sendero. A esas horas el sol apretaba fuerte desde la vertical, pero pudimos completar tranquilamente la reparación a la sombra de un puente de la autovía A-52.















El itinerario recorre los lugares de Roiriz de AbaixoRoiriz de ArribaRubiásOs Espiñeiros y Turzás, todos ellos pequeñas aldeas donde todavía viven algunos vecinos en casas de piedra rehabilitadas con mucho acierto, asentadas en lugares con un indudable encanto y rodeadas de naturaleza verde y bosque por los cuatro costados. La ruta está bien señalizada, aunque se nota claramente que es poco utilizada por los peregrinos. Senderos cubiertos de maleza, flechas amarillas casi borradas por el paso del tiempo, señales ocultas detrás de la hierba... y por todo eso merecía la pena el cambio de itinerario que decidimos, porque a través de estrechos senderos y caminos rurales poco transitados se atraviesan aldeas y parajes naturales de gran belleza de los que no hubiésemos disfrutado en un recorrido por asfalto.
















Más adelante, el camino pasa muy cerca del Castro de Armeá y del Santuario de Santa Mariña de Augas Santas, lugar donde según cuenta una tradición casi bimilenaria, comenzó a brotar el agua cuando le cortaron la cabeza a la santa que no quiso renunciar a su fe, y pasamos muy cerca de un interesante cruceiro que tiene junto a su base un peto de ánimas, lugar dedicado a los rezos en recuerdo de las almas que están en el purgatorio.

Y cuando estábamos descendiendo "a todo trapo" por una larga y entretenida bajada que recorre As Lombas de Santa Mariña, un nuevo percance nos obligó a detenernos. Uno de los pulpos elásticos con los que César fijaba sus alforjas al transportín saltó por los aires enredándose entre los piñones de la rueda trasera, con tal violencia que su enganche metálico se introdujo en el interior del conjunto dejándolo bloqueando a la rueda, con lo que no funcionaba el cambio de marchas. A pesar de que lo intentamos por todos los medios, no fuimos capaces de "desfacer el entuerto", por lo que César tuvo que proseguir a piñón fijo, accionando los pedales en las cuestas arriba y dejando que girasen locos en los descensos. Y todavía faltaban unos cuántos kilómetros para terminar la etapa...

Pero pronto dejamos los caminos y volvimos a la carretera, porque en Pereiras se vuelve a retomar la ruta que viene desde Xunqueira de Ambía, y se puede ir por asfalto hasta llegar a Ourense. En este último tramo se atraviesa el polígono industrial de San Cibrao das Viñas y se recorren las zonas urbanizadas de A CastellanaReboredoO Cumial, y varios elementos de interés de los que nuestra particular circunstancia nos impidió disfrutar.















Así, pasamos sin detenernos junto al pequeño promontorio donde se asienta la Ermita de Santa Águeda, desde donde se puede contemplar una hermosa panorámica del núcleo de Seixalbo, con la estampa de la ciudad de Ourense al fondo, ni contemplar sus estrechas calles empedradas y sus tradicionales casas arracimadas que le valieron la declaración de Conjunto de Valor Etnográfico.

Pero nuestra prioridad en ese momento era terminar la etapa sin ningún otro percance, por lo que íbamos por la carretera escoltando a César, que avanzaba cuesta abajo con las piernas abiertas sobre la bicicleta para no golpearse con los pedales, que giraban solidarios y al mismo ritmo que las ruedas. Afortunadamente, en la misma Avenida de Zamora por la que se entra en Ourense, encontramos una tienda de bicicletas donde nos atendieron enseguida: Bicicletas Da Cunha













Una vez solucionado el problema mecánico sólo nos quedaba dirigirnos al lugar en que habíamos reservado alojamiento, el Hostal Cándido, situado en la Rúa Hermanos Villar, en pleno casco histórico. Desechamos la idea de quedarnos en el albergue porque, aunque dispone de buenas instalaciones, no tienen un espacio para guardar las bicicletas, con lo que durante el día hay que dejarlas en la calle y sólo las guardan en el interior a partir de las 22 horas en que se cierran sus puertas. La ciudad de Ourense bien merecía que nos pudiésemos despreocupar de ellas durante unas horas...

Con 108.000 habitantes, Ourense es la ciudad más poblada del interior de Galicia, y está emplazada en una honda depresión por la que discurre el cauce del Río Miño. Su desarrollo comenzó en la época romana, en torno a la construcción de un puente sobre el río, el cual formaba parte de la vía que unía las principales ciudades de la provincia de Gallaecia, las actuales BragaLugo y Astorga. Los romanos habían sido atraídos a la zona por las importantes reservas de oro que escondían sus aguas, y mientras duró la explotación disfrutaron también de sus fuentes de aguas termales, conocidas como As Burgas. En la Edad Media la ciudad fue sede episcopal, y permaneció bajo la jurisdicción del obispado durante varios siglos, por lo que su historia y su evolución está marcada por la influencia que ejercieron sus sucesivos obispos.

La Catedral de San Martiño, encajonada entre calles estrechas y pequeñas plazuelas, es el principal monumento religioso de la ciudad, y fue edificada en honor de San Martín de Tours. La construcción de su planta de cruz latina se inició a mediados del Siglo XII en estilo románico tardío, aunque posteriormente se le fueron añadiendo elementos de otros estilos. En su fachada principal destaca la Torre de las Campanas, la única que se ha construido de las dos proyectadas, y una escalinata que conduce hacia el interior de la basílica pasando por el Pórtico del Paraíso que, como el Pórtico de la Gloria de la catedral compostelana, también fue realizado por el taller del Maestro Mateo, pero en este caso conserva todavía buena parte de su policromía.



















El proceso de construcción de la estructura del templo se dividió en tres fases y, al igual que el desarrollo de la ciudad, estuvo condicionado a la iniciativa y el impulso de los sucesivos obispos de la época. El cimborrio gótico se comenzó a levantar en 1499, y a épocas posteriores se deben varias de las obras maestras que encierra en su interior, como el Retablo Mayor, la sillería del coro y la Capilla del Santo Cristo, auténtica joya del arte barroco donde se venera una imagen del cristo crucificado de un realismo sobrecogedor.













Las estrechas calles del casco histórico son en su mayoría peatonales y se articulan en torno a una Plaza Mayor formada por edificios con soportales. En poco tiempo se pueden recorrer otras pequeñas plazas cercanas como la del Trigo, la del Hierro, la del Corregidor o la de los Caballeros. El céntrico barrio cuenta también con edificios señoriales, como el Palacio Episcopal, y con varias iglesias, como la de Santa María MadreSanto Domingo o Santa Eufemia. En su zona baja se encuentra la fuente del manantial de As Burgas, de donde mana permanentemente un gran caudal de agua caliente a 67ºC que ya era aprovechada en tiempos de los romanos en sus Termas. El balneario actual, moderna réplica del hallado en recientes excavaciones en la zona, está abierto para el libre disfrute de los ciudadanos.














El origen y posterior desarrollo de la ciudad está íntimamente relacionado con la construcción del Puente Romano o Ponte Vella sobre el Río Miño, que constituye uno de sus principales símbolos, y de cuya estructura romana original no quedan más que las bases de sus siete arcos. Con 370 metros de longitud, fue construido en el Siglo I, en la época de Augusto, y su arco central fue considerado como el de mayor altura de todo el Imperio Romano. Tras su derrumbe parcial fue reconstruido por primera vez en el Siglo XIII, en tiempos del Obispo Lorenzo, época en que se le dio su aspecto medieval actual. Posteriormente sufrió otras modificaciones, como el derribo en el Siglo XIX de la torre defensiva que aparece en el escudo de la ciudad. Actualmente soporta una vía de uso peatonal por la que pasan los peregrinos en tránsito hacia Compostela.




















Terminamos nuestra visita cuando la tarde llegaba a su fin y el sol languidecía en el horizonte. Dispuestos como estábamos a darnos un pequeño homenaje para resarcirnos de los variados percances sufridos durante la jornada, nos dirigimos hacia un lugar de referencia en Ourense, el Restaurante Porta da Aira, un pequeño local situado detrás de la Catedral, en plena zona de tapeo, donde por un precio razonable disfrutamos de la especialidad de la casa: Huevos rotos con entrecot, pimientos y ensalada, una excelente cena acompañada de un buen vino.


Y al salir al exterior, ya en plena noche, volvimos a encontrarnos con nuestra pareja favorita de ciclistas, Sindo y Soraya, que hasta aquí han ido siguiendo nuestra misma planificación de itinerario. ¿Nos veremos en Santiago?



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