viernes, 8 de mayo de 2009

3ª ETAPA: Los Arcos - Azofra

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- Distancia recorrida: 68 Km.
- Hora de Salida: 09.20 h. (cambio de hora)
- Hora de Llegada: 18.05 h.
- Puertos con dificultad:
- Lugares de paso: 1. Los Arcos - 2. Torres del Río - 3. Viana - 4. Logroño - 5. Navarrete - 6. Nájera - 7. Azofra

Domingo, 29 de Marzo de 2.009 - Nubes y claros, lluvias dispersas, frío

Desarrollo de la jornada: El cambio horario de la madrugada significaba adelantar el reloj una hora, y como no estábamos por acortar el tiempo de descanso, decidimos levantarnos por el horario antiguo (... uhmmm... pusimos el despertador a las siete... nos levantamos a las ocho... ¿Por qué horario? ¿Por el nuevo, o por el antiguo? ... uhmmm... ¡No lo sé! ¡Todavía tengo que pensarlo! ... seguro que no es así... ¿Seguiré durmiendo?). Todo se retrasó un poco este día (... ¡O se adelantó!... uhmmm, no estoy seguro...). En el albergue, durante el desayuno, descubrimos las virtudes del aceite de oliva virgen en las tostadas ¡Energía vital para el peregrino! Nuestra ruta ya no sería la misma. Desde entonces, nuestro pedalear se volvió más alegre... más armónico... mejor engrasado...
















En esta etapa sin pena ni gloria, los primeros tramos discurren por terreno llano y pistas amplias, tal y como terminó la jornada anterior. Será a partir de Torres del Río donde se sucedan las subidas y bajadas, alguna de ellas con fuerte pendiente y bastante piedra suelta, lo que nos obliga en más de una ocasión a echar pie a tierra (a mí que no me cuenten... ¡Sin bajarse de la bicicleta hasta Santiago!). Atravesamos varios arroyos y franqueamos alguna barranquera con escalones. La vegetación cambia constantemente: tierras de cultivo, viñedos, monte bajo, alguna arboleda...













En las imágenes se aprecian algunos detalles del terreno. Más llano poco después de salir de Los Arcos y con ciertas dificultades en la subida al alto del Virgen del Poyo, una vez sobrepasadoa la localidad de Torres del Río.

El video es de Pablo

El camino discurre bastante próximo a la carretera, en algunos tramos casi en paralelo. El terreno comienza a suavizarse y se hace llano poco antes de llegar a Viana, última localidad navarra, que nos sorprende agradablemente por su carácter monumental. Allí paramos a sellar y a reponer fuerzas en la Plaza de los Fueros. En la Cervecería San Juan, un bar al costado del ayuntamiento, además de los consabidos "cañones" nos pusieron unas croquetas de bacalao que todavía guardo en la memoria. Estaban tan buenas que repitió hasta el que decía que no le gustaba el bacalao.













Merece la pena llevarse un buen recuerdo gráfico de esta localidad, antigua sede de los príncipes de Navarra y cuna de César Borgia. Entre las muchas construcciones de carácter histórico, nos llamó la atención una escultura dedicada a los auroros, personajes que cantan al amanecer temas de la tradición popular. Tiene la cabeza en bronce y el cuerpo en piedra artificial (el casco es nuestro).

Casi llegando a Logroño, paramos a sellar en el albergue de la Sra. Felisa, auténtica institución del Camino. La casa es una construcción bastante descuidada situada al borde de una pista asfaltada y con varios perros que la protegen. La mujer tiene su mostrador en el exterior, y desde allí atiende a los peregrinos y vende distintos recuerdos. Fue ella quien nos dió la clave del significado de la expresión ¡Ultreia et suseia!... ¡adelante y más arriba! (en latín, que no euskera). En el momento en que pasábamos por allí comenzó a lloviznar y ella desplegó su plástico protector. Nosotros echamos mano de los chubasqueros.














Atravesamos Logroño sin detenernos. Tras cruzar el Ebro por el puente de piedra, sobrepasamos la parte antigua para enfilar la calle del Marqués de Murrieta, enlazamos con el parque urbano de San Miguel y, ya por un carril bici, salimos de la ciudad hacia otro parque, el del Pantano de la Grajera, al que entramos atravesando la presa. Durante varios kilómetros circulamos por este lugar arbolado, auténtica delicia para la vista, que luego asciende paulatinamente hasta el alto de La Grajera, donde el Camino discurre paralelo a la autopista. A destacar, el hecho de que la valla de separación está plagada durante un buen trecho de cruces entrelazadas en la malla metálica, hechas por los peregrinos con pequeñas ramas.

Enseguida llegamos a Navarrete, pueblo de alfareros cuya parte histórica se asienta sobre las laderas del Cerro Tedeón (toca subir otra vez). En él destaca la Iglesia de la Asunción, con una torre herreriana, a cuya plaza entramos sobrepasando los soportales de la Calle de la Cruz. Se ha hecho la hora de comer y oteamos un gran cartel que grita... ¡Menú del Peregrinoooo!
















Es en el Bar Deportivo, situado en la misma plaza, donde por 9 euros damos cuenta de una de las varias opciones de un menú casero, servido con todo el cariño, acompañado de una botella de Rioja (y de varios "cañones"). Recuerdo mi elección: garbanzos con espinacas, pimientos del piquillo rellenos de caza y puding de frutos secos (¡Momentos de felicidad plena!). Aquí pudimos entrar en calor, secarnos y reponer energías.

El video es de Pablo

Saliendo de Navarrete, el camino se vuelve otra vez monótono y con un paisaje salpicado de viñedos, discurriendo en ocasiones paralelo a la autopista. Pero ya sobrepasada la pequeña localidad de Ventosa, que bordeamos por el Norte, vuelve la emoción en la subida al alto de San Antón. Está plagada de gruesos cantos rodados que nos obligan una vez más a "carretar bici" cuesta arriba.

Desde el alto, Nájera ya está a la vista y, tras un largo y suave descenso entre viñedos, atravesamos la localidad y cruzamos el río Najerilla para dirigirnos a sellar al albergue municipal. Impresionan las laderas verticales repletas de cuevas que bordean el casco antiguo, así como la imponente planta del Monasterio de Santa María la Real, en cuya iglesia se encuentra enterrada Dª Blanca de Navarra.













Nos despedimos de Nájera y abandonamos el valle del Najerilla subiendo por el camino de la Costanilla, rodeado de pinares que denotan el paso reciente de un fuerte temporal, pues quedan muchos árboles derribados como muestra. Después entramos de nuevo en una zona de viñas sin grandes pendientes, que nos llevará en poco tiempo hasta Azofra, localidad situada en una llanura dominada en el horizonte por las cumbres nevadas de la Sierra de la Demanda.

La tarde se va echando encima y nos llega la hora de determinar si nos detenemos ya a pasar la noche o continuamos 16 km. más hasta Santo Domingo de la Calzada. Después de ver el impresionante albergue municipal, tomamos la decisión más segura de quedarnos porque, de haber seguido, no teníamos ningún albergue intermedio como alternativa. Aunque visto a posteriori, quizá no fue lo más acertado. Azofra es un pueblo triste.













Este alojamiento para peregrinos debe de ser la principal industria de Azofra. De un diseño muy moderno, ofrece habitaciones de dos plazas, calefacción de "suelo radiante" y un patio cerrado para dejar las bicicletas, aunque no dan desayunos. Como la planta baja estaba completa, abrieron la planta superior a nuestra entera disposición, pero tardó un buen rato en hacer efecto la calefacción, que conectaron para nosotros. Las habitaciones tienen el espacio justo para dos camas estrechas con un pasillo en medio, y detrás de la puerta tienen un hueco para los equipajes y una pequeña barra para colgar perchas donde dejar la ropa a secar para el día siguiente. El caso es que los peregrinos no suelen llevar las perchas en su equipaje y hubo que buscar otra alternativa válida.

Después de una buena ducha, con algo más de tiempo que los días anteriores, salimos a conocer el lugar. Fue entonces cuando percibimos la realidad de Azofra, un pueblo con poco más de 300 habitantes con calles silenciosas y solitarias, donde topamos con personajes como "quasimodo" o "la mujer triste". Entramos a tomar unas cervezas en el único bar abierto -El Peregrino- donde debían de estar concentradas todas las fuerzas vivas y, después de jugar una partida de mus, nos ventilamos un apetitoso plato de huevos fritos con patatas y chorizo. El trato fue espléndido.













También aquí descubrimos una tienda-súper, de esas en las que se vende de todo, donde compramos algunas golosinas y un complemento que nos daría mucho juego en los días posteriores: Un bote de ISOSTAR en polvo para preparar 5 litros de bebida. Pero de eso ya hablaremos más adelante...


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