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- Lugares de paso: 1.- Silleda - 2.- A Bandeira - 3.- Ponte Ulla - 4.- A Susana - 5.- Piñeiro - 6.- Santiago de Compostela (Catedral)
El día había amanecido con el cielo despejado y hacía algo de frío, por lo que decidimos iniciar la jornada bien abrigados. Desayunamos en el albergue a la hora acostumbrada y, una vez instalado el equipaje sobre las bicicletas, recorrimos las calles de Silleda hasta encontrarnos con la carretera N-525, donde recuperamos la ruta. A la salida de la localidad se abandona el asfalto y el itinerario marcado por las flechas prosigue por una serie de caminos que avanzan en paralelo a la vía principal, pero a una distancia suficiente para no advertir su presencia y disfrutar del entorno natural.
Recorrimos de esta manera las pequeñas aldeas de O Foxo y San Fiz, y pasamos junto a varias explotaciones ganaderas hasta que, poco después de atravesar un puente sobre la autovía AP-53, el camino vuelve a retomar el asfalto y entra en A Bandeira por la carretera. Se trata de una localidad de casi mil habitantes que pertenece al municipio de Silleda, cuya economía se basa también en las actividades agrícolas y ganaderas, y que se originó en torno a las ferias que se celebraban junto a un cruce de caminos situado en las proximidades de una casa fuerte denominada Casa da Bandeira.
La travesía es rápida por la carretera nacional, que es su calle principal, y al final de la población la ruta se desvía a la derecha por una carretera local, que desciende entre carballos y eucaliptos hasta que alcanza las primeras casas de Vilariño. Se alternan después varios tramos de camino de tierra con otros de pistas que algún día parecieron estar asfaltadas, y que van enlazando los muchos lugares habitados y casas aisladas diseminadas por el paisaje. En Dornelas se puede contemplar la Iglesia de San Martiño, un hermoso ejemplo de románico rural del Siglo XII, construida en un terreno donado por la reina Doña Urraca a la iglesia compostelana, y en O Seixo, la pequeña capilla de Nuestra Señora de las Angustias.
En Castro comienza el descenso hacia el cauce del Río Ulla, que marca el límite entre las provincias de Pontevedra y A Coruña. En la bajada se puede disfrutar de unas buenas vistas sobre el Viaducto del Ulla, que soporta las vías del AVE sobre un gran arco central de 168 metros de luz, y que ha obtenido en 2011 el Premio San Telmo a la mejor obra de ingeniería civil de Galicia.
La bajada es pronunciada, y por la ladera abundan los viñedos que dan origen al vino con gusto ácido típico de la zona. Al cruzar el Río Ulla sobre el puente de la antigua carretera nacional, hoy bastante descuidada, se llega a la pequeña localidad de Ponte Ulla, la primera de la provincia coruñesa y del concello de Vedra, donde en medio de un buen conjunto de casas de piedra se puede contemplar la Iglesia de la Magdalena, cuyo origen prerrománico se remonta al Siglo VIII. Un elegante cruceiro de piedra preside el Campo da Feira y, aunque todavía es temprano, hoy no tenemos prisa por terminar y decidimos darnos un respiro. Siempre es buen momento para detenerse a tomar un café con aroma coruñés.
Se abandona la localidad rodeando el Pazo de Vista Alegre por un camino empedrado que pronto se nos hace "cuesta arriba", para iniciar poco después otra pronunciada subida entre casas y viñedos que se va distanciando progresivamente del cauce del río. Ya alejados de la zona habitada, la ruta entra en una pista forestal que recorre la amplia zona boscosa del Monte da Revolta hasta llegar al lugar de O Outeiro. Allí se encuentra la Capilla de Santiaguiño y una artística fuente barroca cuyo mural cuenta con dos figuras del antiguo coro pétreo de la catedral compostelana. Se trataría de Teodoro y Atanasio, los dos discípulos del apóstol que, según la tradición, habrían trasladado sus restos hasta Compostela.
En 2006, la Xunta de Galicia inauguró a escasos metros de aquí el último albergue en el que los peregrinos pueden hacer noche antes de llegar a Santiago, un apartado paraje que se encuentra al inicio de las laderas boscosas del Pico Sacro, una mole de piedra de más de 500 metros de altitud que, según la tradición, estaba asentado en el territorio dominado por la Reina Lupa, y de allí salieron los dos bueyes que arrastraron el carro con los restos del apóstol hasta depositarlos en el lugar de su entierro definitivo.
De vuelta a territorio habitado, el itinerario serpentea sin una dirección definida por pistas y caminos que recorren las aldeas de Lestedo Rubial y Deseiro, hasta que en el lugar de A Susana vuelve a encontrarse con la carretera N-625 en un peligroso cruce. La ciudad de Santiago se encuentra ya a escasos kilómetros, y a medida que la distancia se reduce, se aprecia una evidente mejora en la calidad de las construcciones, que en lugar de viviendas rurales pasan a ser pequeñas villas residenciales o presuntuosos chalets, algunos de reciente construcción.
Masas de pinos y eucaliptos, fincas de labor, casas con emparrados, una pequeña ermita con su cruceiro, un típico lavadero junto a un cruce de caminos... El recorrido es entretenido por los lugares de Aldrei y Vixoi, donde en un largo tramo asfaltado se salva la vía del tren al menos en un par de ocasiones, pero a la altura de la Ermita de Santa Lucía se retoma el antiguo Camino Real, que después de atravesar el núcleo de Piñeiro pasa bajo los tableros de la autopista que rodea la urbe compostelana. El final se acerca de manera inevitable.
El camino entra en el barrio compostelano de Angrois, atravesando un moderno puente que salva las vías del AVE a la altura de A Grandeira, desde donde se aprecian en el horizonte las faraónicas construcciones del Monte Gaiás, ese enorme despropósito nunca acabado que ha dado en llamarse Ciudad de la Cultura. Una vez superada la penúltima subida, desde el alto de O Cruceiro do Sar ya se ven con claridad las ansiadas torres barrocas de la Catedral, que parecen estar a tiro de piedra, y tras casi 500 kilómetros de exigente recorrido, ya sólo nos resta a carreiriña d´un can. Mejor que sea así porque, después de tanto maltrato, la bici de Víctor empieza a protestar pidiendo un descanso que cree merecido.
Dentro ya de la zona urbana, la Rúa da Ponte do Sar desciende hasta el mismo cauce del Río Sar, y lo atraviesa sobre un puente románico de tres arcos, por un camino empedrado que da acceso a la explanada donde se encuentra la Colegiata de Santa María la Mayor y Real de Sar, conjunto arquitectónico que constituye un ejemplo singular del arte románico.
Fue fundada como priorato y ocupada por la primera comunidad formada por monjes seguidores de la regla de San Agustín, los mismos en 1170 fundaron la Orden de Santiago. Impulsada por el arzobispo Diego Gelmírez bajo el reinado de Alfonso VII, su construcción se inició a mediados del siglo XII con tres naves rematadas en ábsides, y fue llevada a cabo por componentes del taller del Maestro Mateo, que participaron también en la construcción de la catedral. Debido a la inestabilidad del terreno sobre el que se asienta, y a ciertos errores en su planificación, sus muros septentrionales se fueron deteriorando con el paso de los años hasta llegar a poner en riesgo la integridad del templo y de su claustro adjunto. Con el propósito de evitar su caída, durante los siglos XVII y XVIII se levantaron los gruesos arbotantes que le confieren un singular aspecto exterior, aunque mantiene una inclinación en los muros y columnas interiores que le dan una inquietante sensación de inestabilidad.
Para ascender hasta el casco histórico, la Rúa do Sar pasa bajo los puentes que soportan las vías del tren y la avenida de Lugo, enlazando en la subida con la Rúa do Castrón Douro y la Rúa do Patio de Madres, aunque esta última es dirección prohibida para las bicicletas. Frente a la fachada barroca del Convento de las Madres Mercedarias Descalzas, el itinerario pasa bajo el Arco de Mazarelos, la única puerta de las murallas medievales que se conserva en pie y por donde, según el Códice Calixtino, entraba el vino procedente de la comarca orensana de O Ribeiro. En la Praza da Universidade, presidida por la Facultad de Geografía e Historia, enlaza con el tramo final de la Rúa Caldeirería. Gira después 90º a la izquierda, para enfilar directamente hacia la catedral por la Rúa de Xelmírez.
En esta mañana de sábado, los viandantes circulan completamente ajenos al tránsito de los peregrinos, corazones emocionados que llegan de todas direcciones para alcanzar su ansiada meta. Para los que procedemos de la Vía de la Plata, el primer contacto con la catedral se produce en la Fachada de las Platerías dando frente a la Torre de la Trinidad o del Reloj, que aloja en su parte superior la campana más grande del templo, la Berenguela. El grave tañido de sus casi diez toneladas de peso han marcado durante siglos a los compostelanos la pauta del discurrir del tiempo...
Y ya no nos queda más que doblar la esquina para entrar en el magnífico espacio abierto al que da forma la Praza do Obradoiro, lugar donde, procedentes de los lugares más diversos, concurren gentes de todas las nacionalidades impulsadas por distintos motivos, cada cual con el suyo, que les han animado a llegar hasta aquí, ante la fachada barroca de la Catedral de Santiago de Compostela, punto final de nuestro viaje.
A escasos metros, al comienzo de la Rúa do Vilar se encuentra la Oficina del Peregrino, donde se solicita La Compostela. El documento se concede nominalmente a cada uno de ellos después de haber examinado sus credenciales, y constituye el certificado que acredita haber finalizado el recorrido hasta la tumba del apóstol a pie, en bicicleta o a caballo. Tiene su origen en las cartas probatorias que se expedían ya en el Siglo XIII, y que en épocas posteriores otorgaron el derecho de hospedaje en el Hospital Real, hoy conocido como Hostal de los Reyes Católicos, durante tres días.
Visitar el interior de la Catedral, bajar a la cripta donde se conserva el venerado Sepulcro del apóstol, subir las escaleras de la parte posterior del Altar Mayor para saludar al santo, contemplar la Puerta Santa o el ir y venir del Botafumeiro, son obligados rituales que realizan los peregrinos que visitan el templo. Lástima que el Pórtico de la Gloria se encuentre todavía en proceso de restauración, ya que los andamios que lo cubren impiden contemplar el conjunto de figuras que representan el Apocalipsis y sólo dejan a la vista el parteluz central donde se encuentra la imagen en piedra del apóstol.
Precedida por otros templos anteriores que se habían consolidado como centro de peregrinación, la construcción de la Catedral de Santiago de Compostela comenzó en el año 1075 bajo el impulso del rey Alfonso VI y del obispo Diego Peláez. La tarea inicial fue encomendada al maestro de obra Bernardo el Viejo, quien dirigía los trabajos de medio centenar de canteros, y en las fases posteriores tuvieron un destacado protagonismo el arzobispo Diego Gelmírez y el Maestro Mateo.
La catedral fue consagrada definitivamente en el año 1211 bajo el reinado de Alfonso IX, con una estructura románica inicial materializada en una planta de cruz latina de tres naves y crucero que, a pesar de que se ha mantenido intacta a lo largo de los siglos, ha ido incorporando aportaciones arquitectónicas de otros estilos que han variado importantes aspectos de su fisonomía. La más visible de ellas es su Fachada del Obradoiro, obra cumbre del barroco, al igual que el Órgano, el Altar Mayor y la Fachada de la Quintana, por la que se accede a la Puerta Santa. También son de destacar las obras del Claustro, de estilo plateresco, la Fachada de la Azabachería, de corte neoclásico y el Cimborrio gótico. El Coro Pétreo original, obra maestra de cantería realizada también por el taller del Maestro Mateo, fue sustituido cuatro siglos más tarde por otro de madera. Algunas de sus piezas se reutilizaron, otras se extraviaron, y después de rescatar muchas de ellas durante las excavaciones realizadas en los sótanos de la catedral, hoy se conserva parcialmente reconstruido y se puede visitar en el museo.
Con la satisfacción de haber cumplido nuestro objetivo, y un poco tristes porque nuestra aventura había llegado a su fin, seguimos recorriendo las calles empedradas de esta ciudad Patrimonio de la Humanidad, buscando un lugar donde comer y pensando en llegar a tiempo de coger el tren que nos llevaría de vuelta a casa, en un ir y venir que ya empieza a convertirse en costumbre.
Pero la crónica de esta historia no estaría completa sin hacer mención a dos de nuestros compañeros de viaje, Sindo y Soraya, que llegaron a Compostela poco después que nosotros y nos enviaron esta imagen como recuerdo, y como satisfecha prueba de que también lo habían conseguido.
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La Vía de la Plata en Bici: De Salamanca a Santiago
El Camino de Fonseca
El Camino de Fonseca
- Lugares de paso: 1.- Silleda - 2.- A Bandeira - 3.- Ponte Ulla - 4.- A Susana - 5.- Piñeiro - 6.- Santiago de Compostela (Catedral)
- Longitud de la etapa: 40,4 Km - Desnivel acumulado en las subidas: 972 m.
- Altitud inicial: 492 m. - Altitud final: 260 m.
- Altitud máxima: 492 m. - Altitud mínima: 55 m.
- Nivel de dificultad: 0 - 1 - 2 - 3 - 4 - 5 - E
- Descargar recorrido para ver con Google Earth: Clicar AQUÍ
Sábado 25 de mayo de 2013 (Salida: 8.25 - Llegada: 12.35)
Fresco a primera hora. Cielo despejado y temperatura suave (Mín: 5ºC - Máx. 18ºC)
La aventura se acaba: Misión cumplida
El día había amanecido con el cielo despejado y hacía algo de frío, por lo que decidimos iniciar la jornada bien abrigados. Desayunamos en el albergue a la hora acostumbrada y, una vez instalado el equipaje sobre las bicicletas, recorrimos las calles de Silleda hasta encontrarnos con la carretera N-525, donde recuperamos la ruta. A la salida de la localidad se abandona el asfalto y el itinerario marcado por las flechas prosigue por una serie de caminos que avanzan en paralelo a la vía principal, pero a una distancia suficiente para no advertir su presencia y disfrutar del entorno natural.
Recorrimos de esta manera las pequeñas aldeas de O Foxo y San Fiz, y pasamos junto a varias explotaciones ganaderas hasta que, poco después de atravesar un puente sobre la autovía AP-53, el camino vuelve a retomar el asfalto y entra en A Bandeira por la carretera. Se trata de una localidad de casi mil habitantes que pertenece al municipio de Silleda, cuya economía se basa también en las actividades agrícolas y ganaderas, y que se originó en torno a las ferias que se celebraban junto a un cruce de caminos situado en las proximidades de una casa fuerte denominada Casa da Bandeira.
La travesía es rápida por la carretera nacional, que es su calle principal, y al final de la población la ruta se desvía a la derecha por una carretera local, que desciende entre carballos y eucaliptos hasta que alcanza las primeras casas de Vilariño. Se alternan después varios tramos de camino de tierra con otros de pistas que algún día parecieron estar asfaltadas, y que van enlazando los muchos lugares habitados y casas aisladas diseminadas por el paisaje. En Dornelas se puede contemplar la Iglesia de San Martiño, un hermoso ejemplo de románico rural del Siglo XII, construida en un terreno donado por la reina Doña Urraca a la iglesia compostelana, y en O Seixo, la pequeña capilla de Nuestra Señora de las Angustias.
En Castro comienza el descenso hacia el cauce del Río Ulla, que marca el límite entre las provincias de Pontevedra y A Coruña. En la bajada se puede disfrutar de unas buenas vistas sobre el Viaducto del Ulla, que soporta las vías del AVE sobre un gran arco central de 168 metros de luz, y que ha obtenido en 2011 el Premio San Telmo a la mejor obra de ingeniería civil de Galicia.
La bajada es pronunciada, y por la ladera abundan los viñedos que dan origen al vino con gusto ácido típico de la zona. Al cruzar el Río Ulla sobre el puente de la antigua carretera nacional, hoy bastante descuidada, se llega a la pequeña localidad de Ponte Ulla, la primera de la provincia coruñesa y del concello de Vedra, donde en medio de un buen conjunto de casas de piedra se puede contemplar la Iglesia de la Magdalena, cuyo origen prerrománico se remonta al Siglo VIII. Un elegante cruceiro de piedra preside el Campo da Feira y, aunque todavía es temprano, hoy no tenemos prisa por terminar y decidimos darnos un respiro. Siempre es buen momento para detenerse a tomar un café con aroma coruñés.
Se abandona la localidad rodeando el Pazo de Vista Alegre por un camino empedrado que pronto se nos hace "cuesta arriba", para iniciar poco después otra pronunciada subida entre casas y viñedos que se va distanciando progresivamente del cauce del río. Ya alejados de la zona habitada, la ruta entra en una pista forestal que recorre la amplia zona boscosa del Monte da Revolta hasta llegar al lugar de O Outeiro. Allí se encuentra la Capilla de Santiaguiño y una artística fuente barroca cuyo mural cuenta con dos figuras del antiguo coro pétreo de la catedral compostelana. Se trataría de Teodoro y Atanasio, los dos discípulos del apóstol que, según la tradición, habrían trasladado sus restos hasta Compostela.
En 2006, la Xunta de Galicia inauguró a escasos metros de aquí el último albergue en el que los peregrinos pueden hacer noche antes de llegar a Santiago, un apartado paraje que se encuentra al inicio de las laderas boscosas del Pico Sacro, una mole de piedra de más de 500 metros de altitud que, según la tradición, estaba asentado en el territorio dominado por la Reina Lupa, y de allí salieron los dos bueyes que arrastraron el carro con los restos del apóstol hasta depositarlos en el lugar de su entierro definitivo.
De vuelta a territorio habitado, el itinerario serpentea sin una dirección definida por pistas y caminos que recorren las aldeas de Lestedo Rubial y Deseiro, hasta que en el lugar de A Susana vuelve a encontrarse con la carretera N-625 en un peligroso cruce. La ciudad de Santiago se encuentra ya a escasos kilómetros, y a medida que la distancia se reduce, se aprecia una evidente mejora en la calidad de las construcciones, que en lugar de viviendas rurales pasan a ser pequeñas villas residenciales o presuntuosos chalets, algunos de reciente construcción.
Masas de pinos y eucaliptos, fincas de labor, casas con emparrados, una pequeña ermita con su cruceiro, un típico lavadero junto a un cruce de caminos... El recorrido es entretenido por los lugares de Aldrei y Vixoi, donde en un largo tramo asfaltado se salva la vía del tren al menos en un par de ocasiones, pero a la altura de la Ermita de Santa Lucía se retoma el antiguo Camino Real, que después de atravesar el núcleo de Piñeiro pasa bajo los tableros de la autopista que rodea la urbe compostelana. El final se acerca de manera inevitable.
El camino entra en el barrio compostelano de Angrois, atravesando un moderno puente que salva las vías del AVE a la altura de A Grandeira, desde donde se aprecian en el horizonte las faraónicas construcciones del Monte Gaiás, ese enorme despropósito nunca acabado que ha dado en llamarse Ciudad de la Cultura. Una vez superada la penúltima subida, desde el alto de O Cruceiro do Sar ya se ven con claridad las ansiadas torres barrocas de la Catedral, que parecen estar a tiro de piedra, y tras casi 500 kilómetros de exigente recorrido, ya sólo nos resta a carreiriña d´un can. Mejor que sea así porque, después de tanto maltrato, la bici de Víctor empieza a protestar pidiendo un descanso que cree merecido.
Dentro ya de la zona urbana, la Rúa da Ponte do Sar desciende hasta el mismo cauce del Río Sar, y lo atraviesa sobre un puente románico de tres arcos, por un camino empedrado que da acceso a la explanada donde se encuentra la Colegiata de Santa María la Mayor y Real de Sar, conjunto arquitectónico que constituye un ejemplo singular del arte románico.
Fue fundada como priorato y ocupada por la primera comunidad formada por monjes seguidores de la regla de San Agustín, los mismos en 1170 fundaron la Orden de Santiago. Impulsada por el arzobispo Diego Gelmírez bajo el reinado de Alfonso VII, su construcción se inició a mediados del siglo XII con tres naves rematadas en ábsides, y fue llevada a cabo por componentes del taller del Maestro Mateo, que participaron también en la construcción de la catedral. Debido a la inestabilidad del terreno sobre el que se asienta, y a ciertos errores en su planificación, sus muros septentrionales se fueron deteriorando con el paso de los años hasta llegar a poner en riesgo la integridad del templo y de su claustro adjunto. Con el propósito de evitar su caída, durante los siglos XVII y XVIII se levantaron los gruesos arbotantes que le confieren un singular aspecto exterior, aunque mantiene una inclinación en los muros y columnas interiores que le dan una inquietante sensación de inestabilidad.
Para ascender hasta el casco histórico, la Rúa do Sar pasa bajo los puentes que soportan las vías del tren y la avenida de Lugo, enlazando en la subida con la Rúa do Castrón Douro y la Rúa do Patio de Madres, aunque esta última es dirección prohibida para las bicicletas. Frente a la fachada barroca del Convento de las Madres Mercedarias Descalzas, el itinerario pasa bajo el Arco de Mazarelos, la única puerta de las murallas medievales que se conserva en pie y por donde, según el Códice Calixtino, entraba el vino procedente de la comarca orensana de O Ribeiro. En la Praza da Universidade, presidida por la Facultad de Geografía e Historia, enlaza con el tramo final de la Rúa Caldeirería. Gira después 90º a la izquierda, para enfilar directamente hacia la catedral por la Rúa de Xelmírez.
En esta mañana de sábado, los viandantes circulan completamente ajenos al tránsito de los peregrinos, corazones emocionados que llegan de todas direcciones para alcanzar su ansiada meta. Para los que procedemos de la Vía de la Plata, el primer contacto con la catedral se produce en la Fachada de las Platerías dando frente a la Torre de la Trinidad o del Reloj, que aloja en su parte superior la campana más grande del templo, la Berenguela. El grave tañido de sus casi diez toneladas de peso han marcado durante siglos a los compostelanos la pauta del discurrir del tiempo...
Y ya no nos queda más que doblar la esquina para entrar en el magnífico espacio abierto al que da forma la Praza do Obradoiro, lugar donde, procedentes de los lugares más diversos, concurren gentes de todas las nacionalidades impulsadas por distintos motivos, cada cual con el suyo, que les han animado a llegar hasta aquí, ante la fachada barroca de la Catedral de Santiago de Compostela, punto final de nuestro viaje.
A escasos metros, al comienzo de la Rúa do Vilar se encuentra la Oficina del Peregrino, donde se solicita La Compostela. El documento se concede nominalmente a cada uno de ellos después de haber examinado sus credenciales, y constituye el certificado que acredita haber finalizado el recorrido hasta la tumba del apóstol a pie, en bicicleta o a caballo. Tiene su origen en las cartas probatorias que se expedían ya en el Siglo XIII, y que en épocas posteriores otorgaron el derecho de hospedaje en el Hospital Real, hoy conocido como Hostal de los Reyes Católicos, durante tres días.
Visitar el interior de la Catedral, bajar a la cripta donde se conserva el venerado Sepulcro del apóstol, subir las escaleras de la parte posterior del Altar Mayor para saludar al santo, contemplar la Puerta Santa o el ir y venir del Botafumeiro, son obligados rituales que realizan los peregrinos que visitan el templo. Lástima que el Pórtico de la Gloria se encuentre todavía en proceso de restauración, ya que los andamios que lo cubren impiden contemplar el conjunto de figuras que representan el Apocalipsis y sólo dejan a la vista el parteluz central donde se encuentra la imagen en piedra del apóstol.
Precedida por otros templos anteriores que se habían consolidado como centro de peregrinación, la construcción de la Catedral de Santiago de Compostela comenzó en el año 1075 bajo el impulso del rey Alfonso VI y del obispo Diego Peláez. La tarea inicial fue encomendada al maestro de obra Bernardo el Viejo, quien dirigía los trabajos de medio centenar de canteros, y en las fases posteriores tuvieron un destacado protagonismo el arzobispo Diego Gelmírez y el Maestro Mateo.
La catedral fue consagrada definitivamente en el año 1211 bajo el reinado de Alfonso IX, con una estructura románica inicial materializada en una planta de cruz latina de tres naves y crucero que, a pesar de que se ha mantenido intacta a lo largo de los siglos, ha ido incorporando aportaciones arquitectónicas de otros estilos que han variado importantes aspectos de su fisonomía. La más visible de ellas es su Fachada del Obradoiro, obra cumbre del barroco, al igual que el Órgano, el Altar Mayor y la Fachada de la Quintana, por la que se accede a la Puerta Santa. También son de destacar las obras del Claustro, de estilo plateresco, la Fachada de la Azabachería, de corte neoclásico y el Cimborrio gótico. El Coro Pétreo original, obra maestra de cantería realizada también por el taller del Maestro Mateo, fue sustituido cuatro siglos más tarde por otro de madera. Algunas de sus piezas se reutilizaron, otras se extraviaron, y después de rescatar muchas de ellas durante las excavaciones realizadas en los sótanos de la catedral, hoy se conserva parcialmente reconstruido y se puede visitar en el museo.
Con la satisfacción de haber cumplido nuestro objetivo, y un poco tristes porque nuestra aventura había llegado a su fin, seguimos recorriendo las calles empedradas de esta ciudad Patrimonio de la Humanidad, buscando un lugar donde comer y pensando en llegar a tiempo de coger el tren que nos llevaría de vuelta a casa, en un ir y venir que ya empieza a convertirse en costumbre.
Pero la crónica de esta historia no estaría completa sin hacer mención a dos de nuestros compañeros de viaje, Sindo y Soraya, que llegaron a Compostela poco después que nosotros y nos enviaron esta imagen como recuerdo, y como satisfecha prueba de que también lo habían conseguido.
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