domingo, 20 de marzo de 2011

PUERTAS DEL CAMINO

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sábado, 19 de marzo de 2011

LOS TIEMPOS CAMBIAN

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Aumenta la esperanza de vida y...
hay que sostener la Seguridad Social, ya se sabe.


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sábado, 12 de marzo de 2011

A modo de CONCLUSIÓN

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Martes, 8-3-2011: Del Martes de Carnaval al Miércoles de Ceniza.
  
Desde la tranquilidad de mi sillón favorito.


Caminos de Santiago
Los motivos por los que echar a andar desde el punto elegido pueden ser muchos, tantos como caminantes que emprenden el camino y, a mi juicio, todos válidos. Desde la simple curiosidad turística o las más variadas inquietudes culturales, hasta una profunda necesidad de reflexión personal o el impulso de la fe religiosa, pasando por un más pragmático interés por la actividad física o deportiva. Pero en todos los casos la decisión lleva consigo un fuerte componente de reto personal, condicionado siempre por el tiempo disponible para llevarlo a cabo. Y la realidad confirmará que es un reto, tanto por su requerimiento de fortaleza física como mental.

En gran medida, el Camino supone también una evasión de la rutina diaria. Los problemas cotidianos se dejan a un lado y el tiempo parece ralentizarse. Las preocupaciones son otras, y las necesidades muy pocas. El sol, el frío, el viento o la lluvia pasan a ser elementos a tener muy en cuenta, e incluso pueden ser determinantes. Agua y comida a lo largo del día, una ducha y una cama, pueden ser nuestros únicos requerimientos  al final de la jornada si no tenemos grandes ambiciones y la salud no nos falla.

Caminar siempre hacia el Oeste, unas veces en compañía y otras avanzando en solitario, empezando cada jornada con el sol a la espalda y terminando cuando ya ciega la vista, detenerse a voluntad para examinar todo aquello que nos llama la atención, disfrutando de cada instante al ritmo deseado... Contemplar la gran variedad de nuestra geografía y compartir el distinto carácter de sus gentes, admirando los restos que nos ha legado la historia y recreando imágenes de otras épocas, a veces me dejaba invadir por la sensación de haber dado un salto atrás en el tiempo. Así me gustaría a mí haber vivido el camino, como un juglar del Siglo XIII que recopila historias para luego contarlas, haciendo coincidir mi llegada al Obradoiro con el día y la hora en que consagraban la Catedral en presencia del rey Alfonso IX de León...


Pero vivimos en el Siglo XXI, con todas sus ventajas e inconvenientes, y dejando a la libre imaginación de cada uno cómo quiere vivir su aventura, me ceñiré a ciertos aspectos prácticos haciendo una serie de valoraciones sobre algunas de mis experiencias personales.

Para preparar el equipo a llevar, repetiría otra vez el mismo que ya señalé en la primera entrega de esta serie, pero cambiaría la mochila por otra que, aunque del mismo tamaño, tuviese las hombreras mejor acolchadas y una mayor ventilación en la espalda que evitase el sudor. Para el resto de elementos creo que la elección fue buena.

Habría que levantar un monumento al que decidió marcar el itinerario con flechas amarillas y a los que lo llevaron a la práctica. Empezando en los Pirineos la señalización es muy buena salvo en contadas excepciones, hasta tal punto que se podría completar el recorrido sin ayuda de ningún otro medio de orientación. Aunque algunos tramposillos hay que intentan arrimar el ascua a su sardina... Aún así, yo llevaba siempre en la mano un pequeño croquis plastificado de cada etapa que me mantenía informado de mi situación e iba poniendo nombre a los lugares por los que pasaba.

No hay dos albergues iguales, pero todos los que tuve la ocasión de probar cumplen su función de manera adecuada. De hacer algún tipo de distinción, incidiría en su carácter público o privado. Los albergues públicos suelen estar ubicados en  edificios más grandes, a veces con un diseño arquitectónico singular, y en localidades que tradicionalmente son elegidas como fin de etapa. La atención al peregrino corre a cargo de voluntarios. Los privados acostumbran a ofrecer casas restauradas en las que se cuida más el detalle y el trato personal, ya que normalmente son los propios dueños los que los gestionan y están menos masificados. Aunque sería injusto generalizar, la mayor parte de las veces me sentí más a gusto en los privados. En el precio no hay grandes diferencias, y salvo algunas excepciones en que piden la voluntad, oscilan entre los 4 y los 10 euros.

Aunque durante el camino opté casi siempre por hacer las comidas en establecimientos hosteleros que iba encontrando, tampoco es mala la opción de cocinar en el albergue siempre que tengas un súper al lado para componer un menú individual. Sale algo más barato que el menú del peregrino que ofrecen por todas partes, que no deja de ser un menú del día como otro cualquiera, y hay albergues con la cocina muy bien equipada. Lo que no haría nunca es cargar con comida en latas o botellas de vino, como he visto en algunos casos.

La experiencia es francamente recomendable para todo aquel que quiera vivirla, adaptándola siempre a la medida de las posibilidades físicas de cada uno y a su disponibilidad de tiempo. En mi caso, también me acompañó la suerte con los compañeros de viaje, que me permitieron encontrar una acertada combinación entre los momentos para caminar en soledad y aquellos en los que compartir una buena compañía.

Pero también la narración de cada etapa me ha proporcionado una gran satisfacción, tanta como haberla vivido en directo. La empresa ha sido larga y laboriosa, más incluso que el propio recorrido, pero las buenas experiencias mejoran en la medida en que son compartidas, y su desarrollo me ha obligado a una labor de documentación que me ha ayudado a conocer muchos detalles que no se aprecian con el simple pasar. También es verdad que saber que mis historias le interesaban a alguien me ha animado a seguir, y a intentar mejorar el  relato de cada nueva etapa. A ello me han ayudado mucho los comentarios que han ido quedando reflejados al final de cada una de ellas.


Por cierto, no recuerdo si ya había contado que en el Pórtico de la Gloria...


Continuará...


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